Capítulo 6 El descubrimiento de la belleza divina
Entusiasmado, Lertaly continuaba corriendo hasta llegar a las calles del pueblo, solo quería compartir su felicidad con su madre, quien hambrienta, esperaba un milagro del cielo para darle de comer a su hijo, sin saber que este llevaba entre sus manos el bocado que por años no comía. Sin embargo, el alimento que había llenado sus ojos, era solo un peligro disfrazado de lo bueno para comer, disfrazado de fruto que comieron los del primer matrimonio, mientras Lertaly continuaba caminando observando sus tesoros rojos y brillantes, se topó con los niños vagos del pueblo que lo habían empujado al charco de lodo el día que vio a Esther, a Abelardo y a Aureliano que estaba bajo tierra en las raíces del árbol que había descubierto.
Malvados y ociosos, eran las palabras que describían el comportamiento y las acciones de estos niños, los cuales eran siete en total, solo fregaban a los más inocentes, golpeaban a los más inofensivos, y robaban al que tenía poco, al parecer Lertaly, era el niño que sentía Aureliano que pasaba por lo mismo, alguna coincidencia o algo que los unía por nacimiento o cosa del destino. Cuando los niños vieron que Lertaly cargaba en su camisa manzanas, que parecía tener un enorme estómago en el cual crecía un bebé, se echaron a reír, diciéndole que parecía un marica que estaba por dar a luz, lo que sería ahora para ellos, el objeto de burla de los días de soledad y hambre en el pueblo. Distraídos por la risa, lo que le dio la oportunidad a Lertaly de escapar, tomó el chance como pudo y corrió lo más rápido posible, pero lastimosamente los niños, se percataron de ello y lograron alcanzarlo hasta donde llegó, ya que estos tenían ganas de golpearlo. Las manzanas en su camisa no lo dejaron correr, esto había hecho que lo alcanzarán, asustado entró a un callejón repleto de basura y habitado por gatos sarnosos y de mala imagen , tras mirar por varías partes, decidió esconderse detrás de una de las canastas de basura, en ese instante llegan los niños, enfadados empiezan a buscarlo, mientras tomaban a gatos por una pata y los lanzaban contra las paredes de varias casas abandonadas, escuchando sus gritos de dolor y su último grito de vida.
Miedoso se asoma cuidadosamente para ver qué pasaba, de la nada un gato sale de la canasta en la que estaba escondido haciéndolo gritar, entonces los niños se dan cuenta y alegres se dirigen hasta él, lo sacan por los brazos y lo quedan mirando con ganas de decirle algo y después golpearlo.
—No me hagas daño —lea dijo asustado
—Ninguno de vosotros te haréis daño, siempre y cuando nos des de tus manzanas —dijo el más grande de los siete.
—No os podre, son para mí madre. —contestó Lertaly con un poco de valentía alzando la voz.
Más el susto del pequeño atraco lo hizo llorar y le arrebataron cinco de las manzanas, Lertaly veía como cinco de sus hermosas y jugosas manzanas eran tocadas por las manos de esos ociosos niños vagabundos. Cuando lograron quitárselas, uno de los niños golpeó a Lertaly tirándolo al suelo junto con las cinco manzanas que le habían dejado y estos logrando su objetivo, salen corriendo a temor del pequeño crimen cometido. Lertaly se levanta y les gritó llamándolos idiotas, aunque estos ya se encontraban muy lejos y no escucharon sus palabras. Después de recoger las manzanas del suelo, las cuales estaban regadas una por allá y otra por acá, Lertaly se fue hasta su casa, donde se llevó una sorpresa, al ver a su madre platicando con un extraño señor, que nunca había visto, este tenía un sombrero tan ancho como una sombrilla, vestía una grande chaqueta de color n***o, era delgado, de piel blanca, con barba y bigote, y labios rojos como sus manzanas.
Sintiendo curiosidad por saber el nombre del señor y qué tipo de relación tenía con su madre, Lertaly, se acercó hasta él, lo miró de pies a cabeza, observó detalladamente sus botas de cuero y después miró a su madre intrigado.
—¿Quién es este señor mamá? —preguntó. Observando al señor que a la vez lo veía a él.
Ross sin saber que decirle, miró al hombre varías veces, pensó las noches de oraciones con su hijo, la vez que mencionó a su padre y al cabo de unos segundos dijo:
—El hombre que estáis viendo, es tu padre
Esperando una reacción de su hijo, Ross bajó la mirada un poco angustiada, sin embargo, nunca imaginó que no pasaría nada relacionado al peligro ante una noticia como la que presenciaba, sino un gesto de felicidad, alegría y muy nostálgica.
Cuando el hombre de sombrero grande escuchó las palabras de Ross, se impresionó tanto que la miró sin entender porqué le había dicho eso al pequeño Lertaly, sin saber cómo reaccionar a la mirada de él cuando escuchó a su madre pensó en lo mucho que deseaba el momento y dijo:
—¡Hola! —Exclama el señor. Y le sonríe a Lertaly mirándolo fijamente
Lertaly quedó totalmente mudó por unos minutos hasta deja caer todas las manzanas que tenía en la camisa, ya que se lanza encima de quien decía ser su padre derramando lágrimas que contagiaban, el anhelado momento en sus sueños felices, se había hecho realidad. El señor lo carga y lo abraza, Ross en llanto se une al abrazo, mientras Lertaly continuaba llorando de felicidad. Su padre comenzó a limpiar con sus manos las lágrimas de Lertaly y nuevamente lo volvió a abrazar fuertemente diciéndole que lo extrañaba como nunca.
Después de tan conmovedor hecho, Ross le pregunta a Lertaly de donde había sacado esas grandes manzanas que a ella no le parecían del todo normal debido ese tamaño que tenían, Lertaly le contesta que un anciano llevaba unas canastas cargadas de toda clase de frutas pero que el peso era mucho para el anciano, así que lo ayudó y el anciano lo había recompensado dándole diez manzanas. Sin duda una mentira realista.
—¿Diez manzanas?, Yo solo veo cinco —dijo ella dudando de su palabra
—Ah, es que me he comido las otras cinco como desayuno, mamá. —dijo el carcajeando, pidiendo perdón a Dios en su mente por mentirle a su madre.
Y se quedó pensando en aquel asalto de los niños ociosos de la calle que le habían quitado cinco de sus manzanas, y Lertaly decía en mente que el árbol que había encontrado ahora era solo de él.
Después de haberle asaltado a Lertaly cinco manzanas, los niños vagos se encontraban en un callejón donde solo votaban desperdicios de comida y las moscas volaban y el horrible olor no les afectaba en lo más mínimo, pues el mugre era parte de ellos, ya que, estos estaban acostumbrados al olor, sin ser consientes que ese olor contaminaba el oxígeno, el aire que respiraban, entonces empezaron a pelear, ya que, sólo tenían cinco manzanas y ellos eran siete. Después de tanta discusión el mayor de ellos los mandó a callar dándoles una idea para dejar de pelear.
—Tengo un plan —dijo carcajeando creyéndose el mejor de los siete sabiendo que era un mendigo más.
—¿Cuál? —preguntó uno de los niños. Mirando al mayor de ellos odiosamente por como se creía mejor que el resto.
—Cuando vosotros veáis a Lertaly solo sin compañía, lo obligareis a decirnos de donde habéis sacado las manzanas. —respondió él con voz maléfica. Y comenzó a tronarse los dedos, escuchando el crujir de sus huesos hasta carcajear.
A larga distancia había un gato observándolos todo manchado de sangre y tenia sus ojos rojos como las manzanas del árbol del monte, este era Satanás, que de la nada de convirtió en un cuervo que voló acercándose a la casa de la mamá de Lertaly, quien salió a ver en el pueblo si encontraba algún fruto para comer, dejando a su hijo con su padre en casa. Lertaly hablaba con su padre quien le dijo que tenía por nombre Mak, él comenzó a hablarle a Lertaly que estuvo viajando por todo el mundo y que por fin encontró el camino para volver a casa. Cuando escuchó las palabras de su padre, las comparó con la versión que le había dicho su madre, lo que se le hizo muy extraño, ya que, recordó que su madre le había dicho que su padre se perdió en la guerra con su hermano, y que además el pueblo Loma Roja fue creado por personas y poco a poco se llenó de habitantes.