Capitulo 3 En busca de la felicidad
Comenzaron a comerlo y esta vez Aureliano le dice a su madre que estaba rico, dieron gracias a Dios, pero Dios no recibió las gracias, sino Satanás, porque la semilla, era obra de él. Después de que todo pasara y olvidarán lo sucedido en el cielo, se encontraban durmiendo todos en la aldea, más la noche con el frío y el silencio, era evidencia de que posiblemente nadie tendría vida después que reencarnara el árbol de la ciencia del bien y el mal.
Al día siguiente, Aureliano se encontraba solo y muy lejos de la aldea en donde aún había monte que era habitado por conejos marrones y urracas negras, mientras le daba de comer a unas tórtolas tiernas y redondas, sintió un feo dolor por todo su estómago que lo hizo caer al suelo. Con sus manos empezó a sobarse, al mirar hacia un lado vio una serpiente de color verde y manchas negras frente a él, que comenzó a mirarlo como si quisiera decirle algo, él asustado se queda muy quieto y sintió que la serpiente le hablaba a través de la mente, diciéndole: “Toma agua, y el dolor pasará”. Aterrizado sale corriendo rápidamente hasta perder de vista a la serpiente, que parecía tener sonrisa y ojos de dama malévola. Se preguntaba a él mismo si estaba loco al escuchar que una serpiente le hablaba a través de la mente o solo había sido él efecto del dolor que también perjudica a su vista. A distancia de él, una tórtola lo observaba cuidadosamente de pies a cabeza, en especial su estómago, que empezaba a hincharse, sin él saberlo, esta tenía los ojos tan rojos como la sangre y de la nada un humo n***o salió de ella y se esfumó.
Después de salir corriendo del monte, Aureliano se dirigía a la aldea caminando lentamente para ver como se movían las ramas de los árboles, cuando sintió una extraña presencia detrás de él, se detuvo porque sintió que su cuerpo temblaba además de un escalofríos que recorría por toda su espalda, haciéndole un cosquilleo en su médula espinal, al darse vuelta para ver qué era, se llevó una gran impresión y se llenó de tanto miedo al ver que era un perro n***o mutante que tenía tan solo tres patas, era tan aterrador que no tenía ojos y su cabeza la tenía hacia abajo, Aureliano comenzó a correr y miraba hacía atrás para percatarse que no lo siguiera, al ver que este lo perseguía y estaba cada vez más cerca de él, tomó más miedo de lo normal, lo que hizo que sus pies tuvieran fuerzas para huir del mal que se acercaba. Cuando vio que el animal corría igual que él, miró hacían delante para tomar otra ruta y perderlo por completo, entonces tropieza precisamente con los niños que ya lo andaban buscando para molestarlo.
—¿Qué os pasa? —preguntó uno de ellos. Y reía al verlo asustado y temblando
—Un perro de tres patas me persigue —contestó tartamudeando
Aureliano no podía ni hablar, sus cuerdas vocales parecían estar partiéndose en pedazos de un miedo profundo que había traspasado todo su cuerpo, cuando uno de los niños intentó lastimarlo, se levantó y salió corriendo de la presencia de estos, quienes lo llamaron cobarde mientras reían como locos.
Horas más tarde, Aureliano ya se encontraba en su choza junto con sus padres comiendo arroz con vegetales crudos, fue allí cuando sintió otra vez el dolor que le quitó movilidad, disimulando ante sus padres disfrutar del sabor del alimento, se levantó diciendo que quería más del cereal que comían, caminó hasta la pequeña cocina en la que estaba una gran piedra gigante que era la mesa y en la que estaba el alimento que supuestamente comería, estando allí no pudo soportar más y cayó al suelo, entonces pensó lo que sintió haberle dicho la serpiente en la mente por un instante, y sin más de un pote cargado de agua empezó a tomar haciéndole caso a la serpiente, hasta llenar su estómago. En su interior a la semilla le empezó a salir pequeñas raíces y ya tenía una pequeña planta que empezaba a estirarse como las ramas de los árboles que solía ver en la aldea cuando estaba solo. En ese momento de alivio que sintió al tomar del agua, aunque realmente le estaba dando ventajas a la semilla para su crecer, su mamá lo vio sudando y poco angustiado.
—¿Tenéis algo Aureliano? —preguntó ella, al verlo triste y sorprendido al verla.
Aureliano no dijo nada por unos segundos, su mente voló a los sucesos que lo embarcaban al dolor y al sufrimiento en su soledad infinita sin fin, en la que había un espacio gobernada por los niños que lo pisoteaban verbalmente.
—¡Estoy harto de vivir aquí! —gritó con tono grutesco. Y tiró su cena al suelo.
—¿Qué sucede contigo, eh, Aureliano? —le preguntó su padre
—Aureliano, si te sucede algo dínoslo. —le dijo su madre y se le acercó hasta abrazarlo
—Estoy cansado, ya no soporto estar aquí —dijo él y comenzó a llorar—, quiero ir a dormir
—Está bien hijo, ve —le dijo Esther mirando a Abelardo sin entender qué pasaba con su hijo adorado
Llegó nuevamente una noche de total silencio, unos tocaban como locomotoras y otros soñaban que eran ovejas en el matadero, otra obra de Dios dándoles una vez más, una señal que no podían captar. Sin embargo esa noche sería especial para muchos, pues recordarían al niño que lloraría sin cicatrices en su cuerpo. Mientras el pequeño Aureliano dormía como bebé de meses, sintió un dolor como un pinchazo en varias partes de su estómago, las raíces seguían creciendo, entonces despertó asustado, comenzó a sentir algo extraño en su estómago que no lo dejaba moverse, este está tan hinchado que empezó a arder en fiebre y a toser gravemente que lo llevaron a gritar hasta despertar a sus padres. Estos encendieron las velas y corrieron hasta donde su hijo, cuando vieron que no podía respirar y moría lentamente se preocuparon tanto que empezaron a llorar y se preguntaban el por qué del caso, si su hijo se encontraba en plena salud.
No comprendían por qué su hijo había enfermado gravemente de la noche a la mañana, ya que, antes de la noche se encontraba más que bien a excepción de su extraña reacción cuando gritó que no soportaba estar en Mocoan. Sin saber Abelardo Vitola y Esther Brown, que su hijo tenía una semilla en su interior lastimando sus órganos, destruyéndolos poco a poco, esta ya contaba con una planta con enormes raíces que lastimaban sus órganos internos hasta hacerlo sangrar. De tanto pensar en qué hacer, decidieron llevarlo al chamán de la aldea, quien era un anciano que curaba con medicinas de hierbas y plantas a aquellos que se enfermaban diariamente, aunque este caso haría la diferencia de todos los seres que había curado. Sus padres lloraban como nunca pensaron que llorarían, y aquellos niños que lo solían molestarlo sin piedad alguna también, ya que, veían que Aureliano cerraba sus ojitos, su cara se hinchaba y comenzó a votar una rara espuma por la boca. El chamán después de verlo, poner sus manos por varias partes de su cuerpo y sorprenderse, se les acercó a Abelardo y a su esposa Esther, sin saber como decirles, miró una y otra vez al pequeño y les dijo que no encontraba que tenía su hijo, y que siendo así y no haber nombre para tal enfermedad, tampoco había medicina para tal caso tan extraño y aterrador.
Aterrados sus padres lo cargan y comienzan a recorrer por toda la aldea, gritando que ayudaran a su hijo que moría. Más la ignorancia fue revelada. Aureliano abre sus ojitos poco a poco y ve las lágrimas de su padre que caen lentamente, como si el tiempo estuviera retenido y solo él podía presenciar dicho suceso que al informarlo a sus padres dio a entender su sentencia de muerte. Ya que para todos los Mocoanos, estar enfermo y ver el tiempo lento, significaba que dormirías para nunca más despertar, aparte de ser considerada una maldición, obra de Satanás. Aureliano comienza a llorar y su padre cree inmediatamente que al verlo llorar significaba que estaba mejorando, más Aureliano le expresó: “veo tus lágrimas caer lentamente”, y enseguida todos los aldeanos se asustaron y pidieron al trío que dejaran la aldea para siempre y fue así.
Marchándose de la aldea Mocoan, Abelardo Vitola y su esposa Esther Brown, con sus caras entristecidas y su hijo en brazos, pusieron en marcha su nuevo destino, el cual era encontrar un refugio lo antes posible, aunque al escuchar unas palabras de Aureliano, habría un cambio de planes. Mientras caminaban, Aureliano le hablaba a sus padres lentamente con poca fuerza diciéndoles que sentía que iba a morir y que quería dar el último suspiro en un lugar lleno de paz y prosperidad, y que si lo llegaran a encontrar que allí mismo lo enterraran. Su padre Abelardo al escucharlo, se echa en llanto y a través del llanto le expresó cuanto lo amaba. Él y su esposa corrieron lo más rápido en busca de ese lugar, en busca de la felicidad de su hijo, pero también para dejar de temblar, puesto que, al llegar la noche el miedo los acogía y pensaban sería algo que perjudicaría rápidamente a su hijo, y que no viviría para ver el lugar en el que anhelaba ser enterrado.