Capítulo VIII Entregándose al amor

2753 Words
Vanessa trabajaba en la planeación del viaje anual a la playa, que hacía al final de cada trimestre. Posteriormente, al volver iniciarían los exámenes finales y las vacaciones de invierno. —He elegido playa Firuze. ¿Te agrada? —preguntó Vanessa a Luciano que estaba frente a ella. —¡Me encanta!, muy bien ¿Cuándo será? —Iremos este fin de semana, he rentado un hotel precioso a orillas del mar. —Muy bien. —¿Sabes que me llamó Ariel Narváez?, me ha suplicado que te convenza de dirigir la sinfónica de Miami, dice que lo has rechazado. —Así es. Vanessa miró sorprendida a su hermano —Pero… ¿Por qué? —No he tomado un descanso en años, no necesito el dinero, tengo suficiente. Además, no tengo ganas de hacerlo, quiero quedarme aquí. —¿Quieres quedarte aquí por Sol? —Quiero quedarme aquí, con Sol. Vanessa sonrió a su hermano, satisfecha de su respuesta mientras él abandonaba la oficina de dirección. En su camino, Luciano se encontró con Sol, quien estaba junto a Franco, estaban teniendo una plática secreta que hizo que el hombre se sintiera celoso, sin embargo, disipó sus pensamientos y se acercó a ellos —¿Interrumpo? —¡No! —exclamó Sol sonriente cuando lo vio—. Bueno nos vemos ahí esta tarde. Franco asintió, luego saludo a Luciano, para después irse —¿Y qué harán esta tarde? —Bueno, Franco nos ha pedido un favor, mis amigos y yo no nos hemos negado. —Ah, ¿Sí? ¿Cuál? —preguntó intrigado —Un cambio de estilo. Luciano la miró primero confundido, luego comenzó a reír —Pero, ¿De qué te ríes? —Es que, no puedo creer que Franco les pidiera ayuda para un cambio de estilo. —Sí, porque está enamorado de alguien muy especial y de hecho también estamos organizándole una cita romántica. —¿Quién es?, vamos dime. —Pues quizás sea tu cuñado —dijo Sol guiñándole un ojo Luciano abrió los ojos enormes, luego comenzó a reír —¡Por supuesto!, yo sabía que gustaba de Vanessa. —Haremos nuestro mejor esfuerzo para que no lo rechacé. —Estoy seguro de que no lo hará, pero, no sé si Vanessa lo vea como algo más que un buen amigo. —Ojalá que sí. Luciano la miró sonriendo suavemente —¿Estás lista para el viaje de playa? Sol asintió emocionada —¿A dónde iremos? —A playa firuze, a mí me parece la más linda. —Que bien, ya quiero que sea viernes. —Yo también, quiero que disfrutemos juntos de la playa—dijo Luciano y acercó su rostro al de Sol para besarla, ella intentó cuidar que no los vieran, pero fue inútil, porque cuando la besó, dejo de pensar y solo pudo corresponder disfrutando aquel dulce y apasionado beso. Por la tarde, Franco se encontró con sus estudiantes en una barbería del centro, no fue fácil hacerle un cambio de imagen. Franco era demasiado clásico y se negaba a ideas creativas, pero al final tuvo que aceptar, por el deseo de estar junto a Vanessa. Su cabello oscuro antes relamido, cambio a uno fresco, a la moda y con movimiento. Sus anteojos fueron cambiados por unos lentes de contacto, dejando al descubierto sus grandes ojos verde aceituna. Para la ropa, desecharon los pantalones formales, por vaqueros de mezclilla y camisas de vestir de colores neutros y oscuros, eligieron zapatos modernos y se deslindaron de los mocasines antiguos que el hombre calzaba. Cuando vieron el resultado final, las chicas tuvieron que admitir que, aquel hombre era guapo, solo estaba mal arreglado. Vanessa fue llevada por engaños de Pablo hasta el jardín final de AEL —Pero, ¿A dónde vamos? —preguntó Vanessa —Tiene que conocer a este joven talento. Vanessa observó un camino de pétalos de rosas bajó sus pies, luego al fondo observó una mesa decorada con flores y manteles rojizos, todo estaba decorado de forma romántica, la mujer se sonrojó preocupada, pero entonces miró a Regina y Violeta de un lado y a Manuel, Sol, Athena y Héctor del otro. —¿Qué es esto? —preguntó Vanessa confundida, pero al mirar que los chicos veían justo tras ella, decidió girarse, abrió los ojos enormes de la conmoción al mirar a Franco —Francisco, ¿Eres tú? —preguntó, con asombró Franco asintió —Hola Vanessa. —Pero… ¿Qué te sucedió? —Un cambio de imagen. ¿Te gusta? Vanessa asintió con turbación y el resto de los chicos se echaron a reír, pero Sol, los hizo callar y posteriormente se despidieron dejándolos solos —¿Está cena es para mí? —preguntó Vanessa tomando asiento ayudada por Franco —Sí. —¿Por qué? —Vanessa… creo que es claro —dijo Franco intentando vencer su timidez Vanessa se sintió nerviosa y se quedó en silencio, posteriormente cambiaron la plática a una más amena, recordando cuando se conocieron hace casi cinco años, recordaron lindas y cómicas anécdotas al respecto. Al final bailaron una bella balada, pero cuando Franco intentó acercarse lo suficiente para besar los labios de Vanessa, ella lo detuvo —Franco, yo estoy saliendo con alguien. Mi novio vendrá desde Colombia a verme este fin de semana en playa Firuze. Franco la miró con decepción, él nunca había tomado en serio esa idea del novio virtual que Vanessa conoció en internet, pero el saber que ese hombre vendría, había roto sus esperanzas. Franco soltó a Vanessa quien le miraba preocupada, el hombre se dio la vuelta y se fue del lugar, sin atender las súplicas de Vanessa, que le pedían que no lo tomara tan apecho. El viaje a Pueblo del Sur había sido de tres horas en avión. Había sido la primera vez que Sol subía a uno y su actitud la había descubierto con sus amigos, quienes no paraban de burlarse de su supuesta fobia a volar. Apenas llegaron, se trasladaron al hotel Mansur. Sol había compartido recámara junto a sus amigas, Violeta, Athena y Regina. Cuando Sol se acercó a mirar por la ventana, encontró una privilegiada vista al mar. Ella no conocía el mar, pero al mirarlo se había prendado de su belleza —¡Es tan hermoso! —exclamó Al cabo de un rato, todos se reunieron en la playa Firuze para las actividades establecidas. Sol iba en camino junto a sus amigas, cuando se encontró con Luciano —Hola. —Hola —dijo Sol emocionada de verlo. Las amigas adelantaron su camino para dejarlos hablar. —Iremos a una excursión a las cuevas de hagh, ¿Vendrás? El hombre negó con la cabeza y ella le miró decepcionada —Ni tú tampoco —dijo él y Sol le miró extrañada —¿Por qué? —Porque vendrás conmigo —dijo Luciano determinado Sol le miró con una sonrisa dudosa, luego la tomó de la mano para irse de ahí. Luciano había rentado un caballo y junto a Sol habían montado a la orilla de la playa. Cuando se cansaron, se detuvieron cerca del mar. Sol miraba tanta majestuosidad impresionada —¡Es hermoso! ¡Nunca olvidaré esto!, amo el mar, jamás lo había visto. —¿No conocías el mar? Sol negó, pero después cayó en cuenta que siendo Sol Türelli… —Pensé que sí, Turquía está rodeada por mares. Sol se puso nerviosa —Quiero decir que… —Ya lo sé, te ha pasado como a mí —dijo Luciano sonriente—. Está es la playa más hermosa que has visto. Sol asintió aliviada. Luego miró hacia atrás, y observó impresionada una enorme casa a las orillas de aquel mar. Luciano la vio con atención —¿Te gusta esa casa? —¡Me encanta!, debe ser maravilloso vivir ahí, despertar, abrir la ventana y mirar ese paisaje, caminar hacia las rocas del mar —dijo descubriendo que la casa tenía un camino hacia una parte privilegiada del mar—. Debe ser increíble, para los enamorados siempre sería una luna de miel, y para los niños un centro de diversiones. Luciano sonrió admirándola, acarició su cabello claro que se enrizaba por la humedad —Yo crecí en un pueblo de mar, parecido a este lugar. —¿De verdad? —Sí, nuestra casa estaba frente al mar y todas las tardes venía a la playa, mi madre salía antes de la puesta del sol a meterme para qué estudiará. Y de noche, era todo un espectáculo: las estrellas brillaban tanto que no había necesidad de las farolas. —¡Quiero conocerlo! —dijo Sol con emoción —Un día te llevaré a Malvarrosa —dijo Luciano con efusividad—. También me gustaría conocer tu país y a tu familia —Sol se puso nerviosa y Luciano lo notó—. No ahora, sé que es pronto, pero me gustaría. —Mi familia… —dijo Sol nerviosa —Lo sé, ellos viajan mucho, entiendo, pero ya habrá tiempo. Sol asintió sonriendo, luego Luciano la invitó a caminar a su lado, así lo hizo, pero la chica se sentía temerosa, la sensación de no ser honesta la estaba lastimando. Llegaron hasta una pequeña cabaña. Luciano tenía las llaves de aquel lugar y una vez que abrió, la invitó a pasar. La chica entró a aquel lugar admirando lo hermoso y rústico que era. —¿Te gusta? —preguntó Luciano —Sí, es hermoso, aquí podría vivir por siempre. Luciano rio al escucharla. —Es demasiado pequeño para vivir aquí. —Luciano, yo… quiero decirte algo —dijo Sol. Luciano se giró a mirarla, estaban frente a frente, Sol quería confesar la verdad, pero tenía miedo y se mostró nerviosa; ¡Confesaría que no era Solange Türelli! Mientras tanto Luciano intentaba descifrar su silencio con torpeza, él ardía en un deseo de amar, que casi no podía controlar, y lo intentaba para no asustarla, sin embargo, no sabía cuánto más podía resistir. —Yo… —Sol intentó hablar, pero Luciano se acercó a ella con brusquedad y besó sus labios con pasión. Ella correspondió aquel beso, que pronto se volvió demasiado apremiante. Luciano la hizo caminar hasta el fondo del lugar, donde había una cama. Sol reaccionó, hasta que estaba sobre ella. Pero, poco pudo hacer, porque Luciano había tomado posesión de su cuello, que besaba con fervor. Las caricias aumentaban de profundidad y Sol no tuvo valor, ni ganas de negarse. —Luciano, espera… —dijo Sol con un hilo de voz. Luciano que estaba encima de ella se detuvo un segundo para mirarla, tenía una mirada oscura que revelaba su deseo latente—. No quiero decepcionarte —dijo Sol, Luciano besó sus labios y ella dejó de besarlo y le dijo al oído —. Yo nunca he hecho esto… Luciano la miró un segundo, ella no había podido terminar la frase, él lo había entendido con claridad. Tomó entre sus manos su rostro, que había enrojecido por la timidez y la besó con ternura. Siguió acariciándola y besándola con más suavidad y dulzura. Luciano se encargó de quitar la ropa que estorbaba, con habilidad, besó su cuerpo con amor y deseo, mientras Sol devolvía a imitación cada caricia que su amado le hacía, demostrándole que, era una buena alumna que aprendía pronto. Sus lenguas se acariciaban, se llenaban de besos, estaba desnuda ante él, sabía que estaba demasiado húmeda, eso le encantaba, comenzó a penetrarla, lo hizo despacio para no lastimarla, hasta que finalmente estuvo dentro de ella, Sol no tuvo tiempo para sentir dolor, porque ardía de deseo ante la sensualidad que su amado le transmitía, estaba entregándose en cuerpo y alma, totalmente enamorada, sin dudas, ni miedos.  Luciano comenzó a embestirla, lentamente, para que su cuerpo se adaptara a él, aunque el ritmo de aquel movimiento fue acrecentándose, conforme escuchaba aquellos bellos sonidos de placer que emitía Sol, el goce era infinito para ambos, Luciano comprendió entonces que nunca había hecho el amor, y así, entre palabras de amor y el fuego de la pasión alcanzaron la gloria. Sol nunca había sentido tanto placer en su vida, y Luciano por primera vez se sentía satisfecho en alma y cuerpo. Después de hacer el amor permanecieron abrazados, y durmieron por un par de horas, desnudos en aquella cama. Cuando anocheció, Sol y Luciano fueron a cenar a un restaurante sobre la playa. Sol abrazaba con ternura a Luciano, estaba tan feliz, que todo para ella parecía un sueño. —Te amo —dijo Sol Luciano le dedicó una mirada dulce —Te amo más —dijo Luciano para después besarla. Fueron interrumpidos por Vanessa y Franco, que llegaron al lugar —Buenas noches, enamorados —dijo Vanessa Luciano y Sol se separaron para saludarlos —Hola, bienvenidos, siéntense, por favor —dijo Luciano—. Adoro verlos juntos. Franco se sonrojó y Vanessa apenas disimuló su nerviosismo —Sí, Franco me invitó a cenar, definitivamente Gregory no vendrá —dijo Vanessa decepcionada, mientras Franco lanzaba una mirada cómplice de felicidad a Sol —Qué mal, él se lo pierde. Tú disfruta que tienes muy buena compañía —dijo Luciano —Sé que mucha gente habla cosas sin saber, bueno, no den ninguna importancia, pero tengo que decirles que hacen una hermosa pareja —dijo Vanesa a Sol y Luciano —Gracias —dijo Sol sonriente —Creo que hacemos una hermosa pareja, pero ustedes pueden darnos una gran competencia —dijo Luciano provocando que Sol comenzara a reír, Vanessa y Franco se ruborizaran. Después de la cena, Sol y Luciano habían caminado por la playa, ya era de noche y Sol admiraba el hermoso cielo azul y estrellado —Quisiera quedarme aquí. —Lo sé, pero debemos volver. —En estos momentos es cuando entiendo, que Dios existe. Luciano la miró intrigado —¿Por qué? —Tanta belleza, tanta felicidad, solo podría ser obra de Dios, de su amor por nosotros —dijo Sol, y se acercó de puntillas a Luciano para colocar sus manos alrededor de su cuello—. Te miro y sé que Dios existe, tu amor me hace sentir tan viva, que ahora mismo muero de ti. Luciano sonrió mirándola con vehemencia —¡Te amo, Sol! —dijo besándola con demasiado amor Después le entregó una pulsera de oro con la imagen de un sol colgante. La chica se alegró eufóricamente de aquel detalle, y la puso de inmediato en su muñeca izquierda. Los amantes se quedaron a mirar el anochecer en la playa, platicaron sobre muchas cosas. Primero sobre el pasado: Luciano le contó sobre Marina Suárez —Marina y yo tuvimos un romance de cinco años, pero durante ese tiempo nos veíamos muy poco, ella era pianista y yo comenzaba como director de orquesta; así que estábamos siempre de gira. El último año fue particularmente difícil, peleábamos mucho y casi no nos veíamos, decidimos hacer un último intento, emprendimos un crucero hacia el océano atlántico —luego la voz de Luciano se volvió nostálgica, Sol lo miraba con atención—. Todo parecía ir bien y le propuse matrimonio, no tenía ningún anillo que darle, pero ella aceptó. Sol se quedó en silencio, cabizbaja, de alguna manera inevitable, se sentía insegura ante aquella confesión. —¿Y, qué paso? —Después celebramos el compromiso en el barco, pero nunca más la encontré, desapareció. La buscaron en todo el barco y luego iniciaron una búsqueda en el océano, tardó años, hasta que un día solamente la dieron por muerta. Creen que pudo resbalar por la cubierta y caer al océano. Sol le miró aterrorizada, conteniendo la respiración y boquiabierta. Luego tomó la mano de Luciano —Lo siento, lo siento muchísimo —dijo y besó su mano con dulzura—. Tú la amabas mucho, ¿verdad? —preguntó con un tono de voz dulce Luciano sonrió con paciencia —Creo que no lo sé —dijo con duda—. Lo que, si tengo claro, es que su muerte me afectó mucho, sobre todo porque me sentí demasiado culpable, ella nunca quiso hacer ese viaje, y sé que lo hizo por mí. Me tomó mucho tiempo liberarme de esa carga. Pero, luego llegaste tú, ahora sí, puedo decir que me he enamorado —dijo Luciano y Sol se lanzó a sus labios con premura. Así entre caricias, besos y juramentos de amor, se quedaron en aquella playa hasta la llegada del amanecer. 
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