Capítulo IX La decisión de Luciano

3687 Words
El frío invierno comenzaba a sentirse con fuerza en la ciudad. Todos los alumnos de AEL se disponían a estudiar con ahínco, para pasar con buenas notas el trimestre. Pronto sería el recital, donde se les evaluaría en un examen final. Debían completar una media de cuatrocientos cincuenta puntos otorgados por los maestros, de lo contrario reprobarían y no podrían avanzar al siguiente trimestre. En la sala de maestros estaba Alenka Vega, bebía una taza de té, mientras leía una revista de cotilleo, escuchó el sonido de un teléfono móvil, primero intentó ignorarlo, pero cuando el ruido se volvió incesante, la mujer dirigió su vista hasta la cartera que estaba en la mesa, la conocía, era de su hija Rosa, se apuró a sacar el teléfono para contestar, pero accidentalmente la cartera fue a dar al suelo, y de ella emergieron diversos artículos. Alenka estaba por contestar la llamada cuando observó aquel frasco de medicamento que rodó en el suelo. Perdió la llamada, al demorar tanto en responderla, pero a la mujer eso ya no le importaba, se agachó para tomar del suelo aquel frasco, una vez que lo hizo, tomó sus lentes para verificar el nombre de aquel medicamento, un sentimiento de frustración y decepción se apoderó de ella; ¡era hidrocodona!, Alenka negó con la cabeza, Rosa Vega entró a la habitación viendo a su madre con aquel frasco en su mano, primero la miró con sorpresa, pero después su gesto se volvió furia, se acercó a ella, y le arrebató violentamente aquel frasco —¿Ahora estás registrando mis cosas?, ¡No tienes límite, Alenka! —exclamó Rosa furiosa —¿Qué significa esto, Mariana?, de nuevo estás tomando esas porquerías —dijo Alenka desesperada —Es mi problema, deja de tratarme como una niña. —¡No me hables así!, soy tu madre, solo quiero ayudarte. Si te pierdo, ¿Qué será de mí?, me quedaré sola, Mariana. —Eso es lo único que te importa, mi compañía, ¿Acaso te importa mi dolor? —¡Claro que sí!, he hecho todo por ti y lo sabes. Ya te lo dije, debes comenzar una nueva terapia psicológica… —Alenka fue interrumpida por Rosa —No, no lo haré, nunca sirve de nada. —Si tan solo pusieras de tu parte… —¡No puedo olvidar!, ese maldito está en mi mente todo el tiempo —dijo Rosa Vega mientras lágrimas de dolor corrían por su rostro—. Ese dolor se renueva en mi cada día y esa culpa, esa niña que abandoné… —¡¿Pero!? ¡¿Qué dices?! ¿De qué niña hablas, Rosa? —preguntó Alenka perpleja, sintiendo un miedo dentro de sí, al notar el nerviosismo de Mariana—. ¡Habla ahora! Mariana se había puesto a llorar —. ¡Por Dios!, Mariana, ¿Tuviste una hija?, ¡Responde! Mariana asintió, sin mirar la cara de su madre y después Alenka se echó a llorar —¿Por qué nunca me lo dijiste? Mariana se había sentado en el sofá y Alenka se sentó a su lado —Porque tenía miedo. No quería que me obligaras a estar cerca de ella. —¿Por qué dices eso? —Descubrí que estaba embarazada tres meses después del secuestro, Él me obligó a tenerlo, si yo hubiera podido, hubiera arrancado mi vientre con mis propias manos —dijo Mariana con los ojos llenos de rencor, y la voz ronca de ira—. Pero, ese maldito me vigilaba para que no me hiciera daño. Mariana no pudo evitar recordar su secuestro, perpetrado por un mafioso italiano, hace muchos años, él se había obsesionado con ella. Durante su secuestro, había abusado de ella y había quedado embarazada. El hombre la obligó a dar a luz, Mariana recordó todos sus intentos de escape, así como cuando el hombre la encerraba y la lastimaba. Aunque había intentado por años superarlo, era imposible hacerlo. —¿Dónde está el bebé, que pasó con él? —Ese miserable, me dejó ir, a cambio de que la niña debía quedarse con él. Alenka la miró aterrorizada —Pero, debemos denunciarlo, ¿Te das cuenta el infierno que puede estar viviendo? —¡No me importa!, esa niña no me importa. —¡Niña!, era una niña —exclamó con compasión y tristeza Rosa asintió. —Rosa, ¿Acaso no la quisiste, ni un poquito? Mariana recordó el día que parió con dolor a la bebé. El primero en cargar a la niña fue su padre, después el hombre intentó acercar a la bebé a su madre, pero Mariana se negó a verla, y la maldijo con furia, apenas la obligaron a verla. —No… ¡Nunca la querré! —dijo Mariana para después irse de la sala dejando a su madre consternada. Sol y Luciano, estaban en su apartamento. Aún era domingo, Luciano se levantó de la cama, miró a Sol con una suave sonrisa —Iré a bañarme, ¿Vienes conmigo? Sol sonrió divertida, pero negó con la cabeza —. Bueno, salgo y hacemos algo de comer —dijo el hombre para acercarse a ella y besarla. Sol se levantó semidesnuda de la cama, acababa de hacer el amor con su amado, seguía embebida en la dulzura y belleza del primer amor, escuchó a lo lejos el sonido del timbre de la puerta. Sol tomó la camisa de Luciano y se la puso, le quedaba tan grande como un vestido, se encaminó hasta la puerta, mientras seguía sonando el timbre. Le gritó a Luciano, si debía abrir aquella puerta, pero el hombre no la escuchó, cansada de escuchar el timbre, se dispuso a abrir, una vez que lo hizo, encontró detrás a una mujer de algunos treinta y tantos años, alta y delgada, con un cabello marrón y lacio, sus ojos oscuros la miraron confundida —Hola. —Hola… —titubeó la mujer, su mirada intentaba indagar en el lugar—. Busco a Luciano Martí. —Sí, enseguida viene —dijo Sol, dándole la entrada a la mujer que la miraba extrañada, de arriba abajo Luciano apareció en la sala, vestido con unos pants y camisa blanca informal, estaba descalzo, y su cabello estaba húmedo —Mi amor, te buscan —dijo Sol —¿Mi amor? —preguntó aquella mujer consternada Cuando Luciano la miró se puso pálido como una hoja blanca, y abrió los ojos con sorpresa y terror —¡¿Marina?! —Luciano casi se desmayaba, pero fue Marina quien cayó al suelo de un solo golpe Sol no entendía lo que ocurría, y se apuró a ayudar a aquella mujer. Había pasado toda una semana desde lo ocurrido en la casa de Luciano. Sol había averiguado que aquella mujer era Marina Suarez, la ex prometida de Luciano que creían muerta. Hablaba con Athena sobre el tema, buscando una explicación lógica. —Pero, ¿Entonces apareció de pronto? ¿No es muy raro?, en cinco años no saben nada de ella, ahora aparece y sin memoria. Lo siento, pero yo no creo en eso, es demasiado cliché, quien dice que no lo está inventando. Que tal que tuvo un amorío de años que no le resultó, y lo dejó para volver ahora con Luciano —dijo Athena Sol la escuchaba, no podía negar la lógica de Athena para quien, nadie era del todo bueno, pero en la mente de Sol, aún cabía la posibilidad de un milagro, esa mujer podría ser una mártir, que había al fin regresado a casa, ante ello no sabía cómo actuar —No lo sé. —¿Has hablado con Luciano? Sol negó. —No contesta ni mis llamadas, ni mensajes. —Es una mala señal —Sol la miró con temor.—. Mira, debes estar preparada para lo peor. —Luciano me ama. —Los hombres siempre aman, Sol, hasta que finalmente obtienen lo que buscan, y entonces ya no aman tanto. —¿Qué? —Sexo, una vez que te tienen en su cama no les importa dejarte —dijo con firmeza Sol la miró con angustia y la chica lo notó —¿Tú no te habrás…? —pero al mirar sus ojos, y su cara sonrojada lo supuso—. ¡Ay, Sol!, cuídate por favor, no quiero que te rompan el corazón, a mí ya me ha pasado demasiadas veces, y una vez que pasa, nunca vuelves a ser la misma, créemelo. Lejos de ahí, en una cafetería, estaban Vanessa y Luciano reunidos. —Estoy muy consternada con lo ocurrido, pero tú debes estar mucho peor —dijo Vanessa mirando con preocupación a su hermano mayor —Sí, lo estoy. Marina, estaba viviendo en un refugio para mujeres maltratadas, dicen que la encontraron hace tres meses, estaba golpeada cuando la rescataron, pero nadie sabe quién fue, ella no recuerda nada, solamente me recuerda a mí, incluso solo tiene unos recuerdos. —¿Qué dice el doctor? —Ordenó más estudios para revisar algún tipo de trauma cerebral que provoque la amnesia… —dijo Luciano, luego lanzó un suspiro—. No sé qué hacer, Vanessa. —Me imagino, si estuviera en tu situación, no sé qué haría. ¿Qué le dijiste a Marina? —Nada. No me atrevo a decirle nada, ni romper su ilusión, ni a decirle que el tiempo y las cosas han cambiado. No tengo corazón para hacerlo. —Luciano, lo sé, pero ¿Y Sol, has pensado en ella? —No hago más que pensar en ella —dijo Luciano con los ojos nublados—. Me ha llamado y enviado mensajes todo el tiempo, y no sé qué contestarle. —Tienes que ser honesto con ella. Habla con Marina, explica la situación actual, ella lo entenderá, pero tienes que ser muy claro con tus sentimientos y definir a partir de ahora a quien amas. Eso no significa que no ayudemos a Marina, ella no tiene familia, luego de la muerte de su madre, pero ambos la ayudaremos. Luciano asintió. Ese mismo día por la tarde, Luciano acudió al refugio de mujeres donde estaba Marina. La encontró bordando un pequeño vestido para bebé —¿Qué haces? —Estoy tejiendo esto, para una de mis amigas de aquí. Luciano, ¿Cuándo iremos a casa? Luciano se quedó mudo ante aquella pregunta —Marina, las cosas son diferentes ahora, yo… —Lo sé, caí de aquel barco, estaba intentando tomar una foto. Luciano la miró con duda y ojos muy abiertos —¿Qué dices? —Tú siempre querías que mirara las estrellas, como tú lo haces, y quería sacar una foto de las estrellas de esa noche, quería regalártela, para que supieras todo lo que soy capaz de hacer por tu amor —dijo Marina y comenzó a llorar—. Pero, me resbalé, y todo se volvió penumbras. —¡Cálmate, por favor!, no llores —Luciano no soportaba ver a una mujer llorar, quizás porque a su madre la había visto llorar demasiado. —¿Ya no me amas, Luciano?, después de tanto tiempo, ¿Me dejarás sola? —dijo Marina para después buscar refugio entre sus brazos. Luciano correspondió a aquel abrazo, sintiendo una terrible culpa dentro de su corazón. El día del recital de examen, la mayoría de los alumnos ya se encontraban en el teatro del centro cultural, Sol había recibido un mensaje que la había esperanzado, era de Luciano y le pedía que lo esperara a mediodía, porque quería hablar. A pesar de sentirse nerviosa y estresada entre lo ocurrido y el concierto, Sol intentó mantener la calma. Antes de ir a ver a Sol, Luciano se había encontrado con Mauricio, hablaban en la dirección de AEL —¿Estás seguro de tu decisión? —preguntó Mauricio —Sí. —Pues… me parece justa, si es lo que te hace feliz, está bien —dijo Mauricio sonriéndole y luego le dio un abrazo. Luciano salió de la oficina en busca de Sol, pero antes encontró a Rosa Vega —¿Aún no te vas al recital? —No, ¿Has visto a Sol? —No. —dijo Rosa, después, cuando Luciano se iba, lo detuvo—. Espera, Luciano, me enteré de que Marina no está muerta, que está viva, y regresó a México. Luciano se limitó a asentir —Quiero preguntarte algo, pero no quiero que lo tomes a mal. Luciano la miró con duda, conocía desde hace años a Rosa Vega, y jamás había sido una mujer entrometida, en cambio, le parecía una mujer inteligente, reservada y educada, así que no dudó en pedirle que preguntara lo que deseara saber —¿Es cierto que tienes una relación sentimental con Sol Türelli? —Sí, es cierto. Rosa Vega pareció impactada —Me sorprende de ti, mi opinión no es importante, Luciano, pero siempre me has parecido un hombre inteligente, decente e íntegro. Es obvio que todos somos tentados por la juventud, y la belleza, pero, eso por servir se acaba, ella tiene la mitad de tu vida, y puedes creer que es una maravilla. El tiempo te hará darte cuenta de que no estarán en sintonía, algún día, ella te dejará por vivir su juventud y ese día te arrepentirás de robársela. Si te digo esto, es porque te aprecio sobremanera. Rosa no le dio pie a réplica, y se fue de ahí, Luciano se quedó cabizbajo, con las palabras de aquella mujer taladrando en su mente. «Ella tiene razón, Sol es tan joven, pronto conseguirá éxito y felicidad. No puedo robarle su vida, yo ya he vivido la mía, ¿Cómo puedo ser tan egoísta?, ella no me ama, solo está deslumbrada, pero cuando todo pase, yo solo seré un obstáculo en su camino» pensó Luciano con amargura —¿Estás bien? —preguntó Vanessa acercándose a su hermano al verlo tan triste y desconsolado —Hoy mismo me voy —dijo con la mirada azul, perdida —¿A dónde? —preguntó Vanessa confundida —A Miami. —¿A Miami?, pero rechazaste la dirección de la sinfónica. —Lo aceptaré. —¿Y Sol? Luciano se quedó en silencio —Me llevaré a Marina conmigo —dijo para marcharse, dejando a su hermana perturbada. Sol, estaba en el pasillo, miraba a todos lados, casi todo el lugar estaba vacío todos debían encontrarse en el recital. Ella estaba preparada, se había puesto su vestido y zapatos. Luciano se apareció ante ella. El hombre se veía nervioso y casi no miraba su rostro. —Hola, mi amor —dijo Sol —Hola, Sol —dijo fríamente Sol sintió un temor que quería alejar de su mente —¿Qué pasa? —preguntó ella con angustia al sentir esa lejanía —Sol, como sabes, Marina apareció, yo apenas y puedo creerlo. —Lo sé, todo es muy extraño, si te puedo ayudar, lo haré. —No quiero tu ayuda, Marina estará bien —dijo Luciano con voz firme, Sol lo miró confundida—. Hoy me iré a Miami. Los ojos de Sol se abrieron enormes —¿Qué has dicho? ¿Por cuánto tiempo? —No sé, iré por trabajo. Pero, llevaré conmigo a Marina. Sol se quedó perpleja y negó con los ojos llenos de lágrimas —¿Por qué? —Porque ella me necesita, y no voy a abandonarla. —Pero, me vas a abandonar a mí. —No, Sol, no te estoy abandonando, estoy terminando contigo —dijo con la voz firme, pero temerosa, bajó la mirada, no podía ver sus ojos inocentes que le miraban con terror Sol sintió que le faltaba la respiración, y lágrimas calientes escurrían por su rostro, intentaba entender lo que Luciano decía, pero no daba crédito. —Pero, tú me amas, dijiste que me amas… ¿Acaso lo olvidaste? —No, lo dije porque… —Luciano tragó saliva, intentaba hacerse fuerte para proseguir, el rostro de Sol desmoronándose lo estaba destruyendo—. Creía que te amaba, ahora que volví a ver a Marina, yo lo siento, Sol, perdóname, es lo mejor. —¿Lo mejor? —Por favor, no terminemos mal, dejemos todo así —dijo con voz suave, casi suplicante —No puedes irte, ¡No puedes dejarme! ¡Yo te amo! —exclamó exasperada —Adiós, Sol —dijo Luciano para caminar lejos de ahí, pero Sol salió corriendo tras él, Mine que estaba cerca, miró aquella escena con preocupación. Sol había intentado detener a Luciano tomando su brazo, pero el hombre no se detuvo, Sol sentía demasiada desesperación y ansiedad, no quería perder lo único que amaba y sentía suyo, volvería a quedar sola, huérfana de amor, así que desesperada se lanzó sobre sus piernas intentando evitar que se fuera. Aquella reacción sorprendió, y aterrorizó a Luciano, él no quería lastimarla, verla así le demostraba que le había hecho daño —Sol, déjame ir. —No me dejes, no sé qué haré sin ti, tú eres lo único que tengo —dijo sollozando Mine se acercó a ellos —¡Hey, Sol! —dijo tomándola del brazo, y ayudándola a levantarse, mientras Luciano aprovechó para irse—. No hagas esto. Sol gritaba enloquecida que volviera, Mine tomó su rostro entre sus manos —¡Escúchame! ¡No vuelvas a hacerlo, a ninguna persona se le mendiga el amor!, a nadie se le detiene cuando quiere marcharse, por el contrario, se le abre bien la puerta para que se vaya —dijo Mine con firmeza—. Cariño, no pierdas la dignidad, ni tu esencia por nadie, menos por un cobarde que mañana se arrepentirá. Sol comenzó a llorar, y Mine la abrazó con fuerza. Al cabo de unas horas, Mine obligó a Sol a ir al recital, ella misma la acompañó, pero detrás del escenario se negaba a salir a cantar. Todos los chicos se habían enterado de la ruptura, y estaban consternados por Sol, aunque la habían aconsejado para que no se dejara caer, no había nadie que la hiciera entrar en razón. —Estoy tan preocupada —dijo Vanessa a Rosa —¿Qué sucede? —Sol, se niega a cantar. —¿Por qué?, ella es la más talentosa de esta generación. —Así es, pero tiene mal de amores. Rosa la miró con seriedad, y pensó en lo que le había dicho a Luciano, entendió que ella era en parte responsable de lo que sucedió. «Es lo mejor» pensó —Hablaré con ella —dijo Rosa y caminó a los camerinos pues de alguna manera se sentía culpable Encontró a Sol sentada sobre una silla, desmoronada —Hola, Sol. —Hola. —Me han dicho que no sales a cantar. —No lo haré. —¿Por qué Sol? —Sol comenzó a llorar y Rosa la miró con compasión, miró sus ojos avellanos—. No puedes destruirte por un hombre, ni por nadie. Mira, la vida está jodida, y si tú te dejas caer por otros, no llegarás a ningún lado. Sol mírate en el espejo… Sol miró al espejo que tenía en frente y vio su reflejo —Solo hay una persona que se quedará contigo hasta el final de tu vida. Esa que vez ahí —dijo Mariana apuntando al espejo—. Es la única que morirá contigo, y vale más que toda la gente a tu alrededor, así que sé valiente, sal, muestra tu talento, enséñale no solo a ese hombre, sino a todos, lo que tú vales. Sol limpió sus lágrimas, algo de fuerza le había inyectado las palabras de Rosa en su corazón, luego se puso de pie igual que Rosa y Sol la abrazó. Ella se quedó perpleja, intentó corresponder, pero sintió un escalofrío recorrer su interior —Gracias, Mariana. Mariana la miró con dulzura, por un instante había sentido algo de ternura, que creía muerta dentro de ella. Sol y Pablo salieron al escenario e interpretaron una majestuosa y divertida canción, obtuvieron un puntaje muy alto que ya los hacía aprobar el ciclo escolar. Más tarde, todos habían acudido a un bar cercano, a festejar el triunfo y la aprobación de todos. —Bueno, como saben, mi padre trabaja en un puesto alto de los cruceros Maté, les informo que cuento con lugares para un crucero por el océano Índico, así que, los invitó, zarpamos mañana mismo. Todos enloquecieron de alegría, y al día siguiente la mayoría aceptó la propuesta. Sol quería irse a Pueblo del Norte, al orfanato de Chaise. Pensaba irse y no volver, pero entonces recordó las palabras de Mariana. Luciano estaba en el aeropuerto junto a Marina, mientras ella registraba las maletas, él estaba despidiéndose de Vanessa —Cuídate mucho, Luciano. —¿Cómo está Sol? —Pues, cantó precioso, obtuvo la mejor calificación, la vi bien, tranquila, creo que ira a un crucero con sus amigos. Luciano se sorprendió, por otra parte, se sintió más tranquilo. Aunque quería negarlo, había pensado que Sol insistiría más, pero no había vuelto a llamarlo desde que había terminado con ella. Cuando escuchó que anunciaban su vuelo. Besó la mejilla de su hermana y la abrazó, luego caminó hasta el andén de salida, junto a Marina. Sol estaba en aquel enorme barco, que zarpaba por el mar, aún eran aguas nacionales, pronto conocería otros países que jamás había visto. Aunque quería animarse, algo en ella estaba roto, una sensación de amargura se apoderaba de su alma, quería sentirse alegre y positiva como antes, sin embargo, le parecía imposible. Ese dolor, le despertaba otros más, que estaban escondidos en su interior, y al fin habían sido resucitados. Miraba hacia el mar, tan azul y profundo, pensaba en ¿Cómo le habían robado la sonrisa?, siendo ella una ladrona de corazones, como la llamaba la hermana Sofía, pero ahora en su interior todo era tristeza «La reina de la lluvia» pensó con burla, cuando un aguacero cayó sobre su cabeza y el barco. Permaneció ahí, mojándose con el agua helada, como una loca, mientras pensaba como volver a ser la misma, aunque sospechaba que sería imposible.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD