Capítulo VII. El engaño de Salma

3509 Words
Manuel Justas salió de la habitación donde dormía Regina, a hurtadillas, pero fue inútil, porque fue descubierto por Luciano que rondaba el lugar. —¡Manuel! —Manuel le miró con desprecio—. ¿Qué haces en los dormitorios de mujeres? —¿En serio piensas que puedes darme una lección de moralidad?, estás enredado con una alumna de tu academia, no tienes cara para hacerlo. Luciano le miró molesto —Mira, niño, lo que yo haga no te incumbe, está vez lo dejaré pasar, pero si tu actitud continúa voy a sancionarte. —¡Aléjate de Sol! —exclamó el joven —¡Eso no lo decides tú!, eso lo debe decidir ella —dijo Luciano mirándolo retadoramente, para después marcharse. Regina abrió la puerta de su habitación envuelta en una bata de dormir —¿Qué pasó? —Era el maldito Luciano. —¿Por qué lo llamas así? —¿Por qué?, es un abusivo, sedujo a Sol, no puedo entender como logró engatusarla. —Mira, Manuel, ella no es una niña, sabe lo que hace, ella también gana con esa relación; Luciano es atractivo, tiene dinero y prestigio, bien puede aprovechar eso para catapultar su carrera. —¿Qué dices?, Sol no es de esas personas, ella es buena e ingenua, se ha dejado envolver por las mentiras de ese viejo verde. ¡Pero, te juro que me las pagará! —Vienes hasta mi cama a hacer el amor, ¿Para finalmente decirme que solo te importa Sol? —dijo Regina con un hilo de voz Manuel la miró, no quería lastimarla —Fui claro contigo yo… Regina cerró la puerta de su recámara en las narices del chico, Manuel decepcionado tuvo que volver a su habitación. Sol ayudaba a Mine, quien sacaba las bolsas de basura hacía un cuarto, cerca del estacionamiento. Sol llevaba una bolsa negra hacia allá, cuando Luciano la encontró y la ayudó. Ella trató de disimular el rubor en sus mejillas inútilmente. No lo había visto desde aquella noche en la lluvia, había tenido que soportar que sus amigos se enteraran de todo lo acontecido gracias a Manuel Justas, y se habían dividido, entre los que estaban a favor, y lo que estaban en contra. Cuando llegaron al cuarto, Luciano lanzó la bolsa negra al contenedor y después fue hasta una pila de agua para lavarse las manos, igual que Sol. —Ya debo irme, vine a dejar unos documentos para Vanessa —dijo Luciano Sol se limitó a asentir, mientras miraba al hombre con mucha atención —. Mañana vendré por la tarde —dijo Luciano y se acercó a ella sin dejar de mirarla —Está bien —dijo Sol con voz temblorosa, sintiendo a Luciano más cerca de ella. Él tomó su rostro y su cintura para besarla suavemente, poco a poco el beso se volvió más apasionado. Mine, apareció de pronto, y haciendo un ruido con su garganta provocó que los amantes dejaran de besarse. —Perdón la interrupción —dijo la mujer —Ya debo irme —dijo Luciano y besó la frente de la chica—. Nos vemos, buenas noches, Mine. —Buenas noches —dijo Mine, mientras miraba que el hombre se alejaba, luego regresó la mirada hacía la muchachita—. ¡Pero mira que la basura casi se encendía en llamas! ¡Aquí había fuego! Sol comenzó a reír enrojecida del rostro. —¿Crees que está mal, Mine?, Manuel, Violeta y Héctor, me dieron muy malos comentarios al respecto. —Sol, sí a ti te gusta, si estás disfrutando, ¿Qué importan los demás? ¡Que se jodan! —dijo Mine y Sol de nuevo comenzó a reír—. Mi mamá tenía un dicho, el amor no tiene edad. Y si tiene edad, pues entonces es nuestra edad. ¡Sé feliz! Y que los demás rueden. Sol no dijo más, no estaba satisfecha con lo que Mine decía, aún tenía confusión, pero sus palabras le daban entereza para admitir que, de todas maneras, dijeran lo que dijeran, seguiría amando a Luciano Martí. A la mañana siguiente, Luciano asistió temprano a su ensayo con la sinfónica nacional, una vez que terminó salió deprisa, ya era de tarde y no tenía nada más en mente que ir hacia AEL. Fue hasta el estacionamiento, pero cuando estaba por subir a su camioneta se encontró con Salma, la miró con enojo —¿Qué haces aquí? —Luciano, me alegra verte. —A mí no, en realidad, me molesta verte. —Hay algo urgente que debo decirte. —No quiero saber nada de ti, Hazte un favor y vete, ¿No te quedó claro que terminamos? —Me quedó muy claro y a la prensa también —dijo Salma recordando que Luciano le había terminado la relación cuando estaba en una entrevista con un reportero —Por lo menos debería estar agradecida que no exhibí mis razones. —Estoy embarazada, Luciano, tengo casi tres meses —dijo Salma con una voz fría Luciano abrió los ojos enormes y turbados —¿Qué dices? —dijo frunciendo el ceño—. Ese niño no es mío. A Salma se le nublaron los ojos. —¿Cómo puedes decir eso?, este bebé es tuyo, nunca te había engañado, fue un instante de debilidad. —Un instante de debilidad, según tú, ¿Me crees tan imbécil para creerte?, ese bebé no es mío. —¿Entonces, vas a dejar a tu único hijo sin padre, por tu orgullo? Luciano sintió temor dentro de sí, si esa mujer no mentía su conciencia le pesaría de por vida. —Iremos con un doctor ahora mismo, para comprobar que sea verdad que estés embarazada, y nos informe de alguna manera de hacer una prueba de ADN, para saber si en verdad es mío. —Está bien —dijo Salma asintiendo—. Vamos con el doctor Mendoza, es el ginecólogo que me recomendó tu hermana. Salma subió al auto con Luciano, quien no se veía nada feliz y fueron hasta aquel centro médico. Aquel médico confirmó que efectivamente Salma tenía nueve semanas de embarazo, y les informó que a partir de la doceava semana podía hacer una prueba de ADN, sin embargo, había un mínimo riesgo de aborto. —¡No te importa si tu hijo muere!, por tu capricho de no creer en mí, todo por una muchachita estúpida. —¡No la llames así! Está bien, Salma, no haremos la prueba de ADN, hasta que el bebé nazca, entonces sí la haré. Pagaré todos tus gastos, asumiré mi responsabilidad, pero no pienses que volveré a tu lado, ni me casaré contigo, saca esas ideas de tu mente. Para que lo sepas, estoy con alguien ahora, y eso no cambiará por nada. Salma le miró sorprendida. Casi comenzaba a llorar, pero recuperó el aliento —Estás dejando a tu hijo sin familia, ¿Quién es ella? —Es Sol. Salma frunció el ceño, confundida, sin entender, pero al cabo de unos segundos recapacitó y entendió, mostrándose incrédula —¿Hablas de Sol? ¡Esa muchachita! —Sí. —¡Enloqueciste, le llevas más de veinte años!, Luciano, ¿Qué te sucede?, ella te hipnotizó, era lo que quería, ¡Es una serpiente, y pareciera que no rompe ni un plato! ¡Maldita! —¡Hey, basta!, no tienes derecho de decirme nada, tú me engañaste, recuérdalo, rompiste todo lo que teníamos, así que no te permitiré ni un insulto, ni reclamo más. Luciano se marchó enseguida para ir rumbo a AEL, estaba temeroso de la noticia, y no tenía idea de cómo se lo diría a Sol, lo único que tenía claro era que debía decírselo. Mientras tanto Salma estaba enfurecida, hervía del coraje de saber que Sol y Luciano estaban juntos —¡Maldita Perra!, no te saldrás con la tuya. Te subestimé, pero ahora te has ganado a la peor enemiga —dijo casi llorando de la rabia que sentía. Cuando Luciano llegó a AEL, encontró a Sol discutiendo acaloradamente con Manuel, aunque no alcanzó a escuchar la naturaleza de la discusión, al escuchar el tono de voz y los aspavientos, lo dedujo. En cuanto Manuel lo miró, se alejó de ellos. Entonces, Luciano le pidió a Sol que le acompañara a la oficina de dirección, cuando llegaron hasta ahí la encontraron vacía. Se sentaron sobre un sillón muy cerca —¿Cómo estás? —preguntó Luciano —Bien, ¿Y tú? —Bien —dijo Luciano con hermetismo, quería hablar, pero no sabía por dónde empezar, finalmente se armó de valor—. En realidad, pasó algo, y necesito decírtelo. Aquel tono de voz con el que el hombre habló, alertó a Sol, algo no estaba bien y comenzaba a presentirlo —¿Qué sucede? —preguntó ella —Salma, está embarazada —dijo Luciano con rapidez Sol le miró con ojos enormes, acababa de entender lo que decía, cuando Luciano la miró pudo leer la decepción en su rostro. Inmediatamente la chica se puso de pie y él también lo hizo —Eso no cambia nada, Sol, ni siquiera tengo la certeza de que ese bebé sea mío —dijo Luciano, Sol lo miró con extrañeza —Pero, ella dijo que era tuyo, ¡Cómo alguien puede mentir así! —dijo convencida de lo que Salma decía—. Yo… no podría ser un obstáculo para tu hijo. —¿De qué hablas? —dijo Luciano mirándola con temor—. Escúchame, ni siquiera sé si en verdad es mío, y sí lo es, yo jamás faltaré a mi responsabilidad, pero jamás tendré nada con esa mujer. Sol sentía demasiado dolor en su interior, ¡Ella hubiera querido ser la única madre de los hijos de Luciano!, pero aquello era su fantasía más profunda. Ahora, estaba desgarrada y se negaba a lastimar a un bebé, que ni siquiera había nacido. Pensó en ella misma, y en los niños del orfanato de Chaise, ¿Cuántos de ellos no provenían de una historia similar a esa, y habían terminado abandonados?, Sol derramó una lágrima entre su derrota —Tienes que casarte con ella, debes darle a tu hijo una familia. No puedo permitir que un niño inocente sufra sin un hogar feliz. Luciano la miró consternado, una punzada de dolor estaba golpeando en su interior, sentía que estaba a punto de perderla. Caminó hasta ella y la miró fijamente —No voy a casarme con ella. —Tú y yo, no podemos seguir —dijo Sol con la voz entrecortada y al borde del llanto Luciano la miró casi aterrado, caminó unos pasos hacia adelante, cuando ella intentó alejarse, él la sostuvo con firmeza tomándola de la cintura. Sol intentaba alejarse de él, empujándolo con su mano derecha —No lo hagas, Sol, no me dejes. No ahora que estamos a punto de lograrlo. —No puedo… —dijo Sol llorando—. Tal vez si fuera otra persona, yo lucharía por ti, pero no puedo pelear contra tu hijo. —Sol, no sigas —dijo Luciano con la voz quebrada—. Nada le faltará a mi hijo, lo juro, pero quédate conmigo. Yo te amo… Y tras el susurro de las últimas tres palabras, Luciano besó a Sol, al principio se había negado a aquel beso, pero había sido derrotada por sus propios sentimientos, y ahora se arrasaba por la pasión que el hombre le contagiaba. Pronto fueron interrumpidos por Vanessa, quien no evitó disimular su gusto de verlos juntos. Una vez que los encontró, Sol se marchó con vergüenza y rapidez. Vanessa se sentó en la silla principal tras el escritorio —Luciano, no puedes traer aquí a Sol y besarte con ella. Está mal, no es ético, así que por favor no vuelvas a hacerlo —dijo Vanessa Luciano asintió —Sucedió algo. Salma está embarazada e insiste que el bebé es mío. —¡¿Qué?! —exclamó Vanessa turbada—. Pero, ¿eso es cierto?, ella te engañaba, ¿Cómo puedes estar seguro de que es tu hijo? —Por eso le exigí que cuando el niño nazca hagamos una prueba de ADN. —Y, ¿cómo estás? —preguntó Vanessa preocupada —Que puedo decirte, me ha tomado por sorpresa. No tengo miedo a mi responsabilidad y en el fondo creo que puedo ser un buen padre; lo único que me preocupa ahora es Sol. Lo tomó muy mal, quería dejarme —dijo Luciano cabizbajo —Es que no es para menos, hay muchas cosas que no serán fáciles para ustedes, y ahora un hijo con otra mujer, eso lo complica aún más. —Lo sé —dijo Luciano preocupado—. Sol es tan buena, todo lo que le importa es que ese bebé no sufriera por no tener un hogar feliz. Ni siquiera ha nacido, pero ella solo piensa en su felicidad. Yo no quiero perderla, quiero estar a su lado, ella me hace tanto bien. Vanessa sonrió al mirar el brillo en los ojos de su hermano mayor —¡Estás enamorado, Luke!, nunca te había visto hablar así, ni siquiera de Marina. Pero, mírate, no puedes ocultarlo. Luciano no pudo evitar que sus mejillas se sonrojaran Y esbozó una enorme sonrisa blanca —Soy feliz, Vanessa, y me siento en paz y satisfecho, como nunca, quizás esto sea amor, no lo sé, pero quiero a Sol Türelli siempre conmigo —dijo Luciano para después de un rato marcharse de la academia. Al día siguiente, durante la tarde, los chicos tuvieron tiempo libre. Habían decidido ir a visitar el museo del centro de la capital. Sol subía las escaleras para recoger su chaqueta y unirse al grupo, entonces escuchó que alguien la llamaba justo detrás. Al girarse encontró a Salma Virtz. El estómago se le revolvió solo de verla, pero tuvo paciencia para calmarse —¡Así que todo lo que querías era meterte en la cama de Luciano! —exclamó Salma con una expresión de furia, Sol la miró incrédula ante el comentario —Mira, no te queda decir esas cosas, cuando tú engañaste a Luciano sin importarte nada. —¿Crees que has ganado? ¿Te crees muy joven, hermosa, y crees que es suficiente?, pero para ganarte a un hombre como Luciano te falta una cosita que me sobra mucho a mí. Sol la miró intrigada, pero con un aire de sarcasmo —Ah, ¿sí?, pues no lo veo con ganas de volver contigo. Ayer vino a verme y ya me lo ha contado todo, aun así, él quiere seguir a mi lado. Porque no dejamos esto por la paz, entiende que él ya no te quiere como su novia, siempre te apoyará igual que a su hijo, pero deja nuestra relación, no te metas más. Salma comenzó a reír. Regina estaba observando desde abajo la escena y escuchaba cada palabra que decían, el resto de sus amigos ya las esperaban, pero aquella plática parecía no terminar. —Luciano no va a quedarse contigo, te falta lo que yo tengo de más. Mi astucia —dijo Salma mirándola con diversión, luego comenzó a gritar escandalosamente —¡Ayuda! ¡No, Sol, ¡déjame! Sol la miraba impactada, pues no estaba tocando siquiera un poco a la mujer que se deslizó sobre un escalón, para finalmente dejarse caer sobre las escaleras y rodar salvajemente hasta el suelo. ¡Sol la miró impactada!, gritó su nombre y fue hacía ella. Regina se unió y después llegó una multitud de gente, poco después llegó la ambulancia. Salma que no había perdido la conciencia no perdió oportunidad para culpar a Sol de su accidente. Sol, Regina y Manuel habían ido al hospital para verificar el estado de salud de Salma. Ahí también estaban Mauricio Hayas y Rosa Vega quienes se habían preocupado por lo ocurrido. Cuando Luciano llegó parecía mortificado intentó acercarse a Sol, pero una enfermera lo trasladó, hasta donde se encontraba Salma. —¡Fue ella, fue sol! ella me empujó por las escaleras, dijo que no quería que nuestro bebé naciera —dijo Salma recostada en aquella camilla blanca, con el rostro demacrado y sollozando Luciano la observaba incrédulo, —Tuvimos que hacer un legrado, lo sentimos mucho —dijo una enfermera Salma siguió llorando desconsolada y Luciano sintió una profunda tristeza por aquel bebé. Luego una ira incontenible se apoderó de él y salió de ahí. «¿Por qué? ¿Por qué lo hizo?» pensaba, envuelto en las mentiras de Salma Cuando llegó hasta la recepción encontró a Sol frente a él, ni siquiera se detuvo a calmarse, fue contra ella tomándola de los brazos con fiereza y empujándola contra la pared —¡¿Cómo pudiste?! ¡Mataste a mi hijo! ¡Y yo creyendo que eras buena! —exclamó con un hilo de voz. El resto de los presentes miraban impactados, Manuel intentó meterse, pero Mauricio lo detuvo, sabía el temperamento de Luciano y quería evitar una pelea —¡Yo no hice nada! —exclamó Sol llorando —¡No voy a perdonarte, nunca!, ¡Vete de aquí, vete de mi vida para siempre! —exclamó Luciano con furia, sus ojos azules parecían dos pedazos de hielo. Sol sintió temor y dolor, cuando el hombre la liberó de su fuerza, ella salió corriendo de ahí. La mirada de Luciano la persiguió hasta perderla de vista, deseaba ir tras ella, pero se mantuvo firme sin moverse. Vanessa y Franco observaron a Sol correr lejos de ahí, pero no pudieron detenerla. Entraron al hospital de prisa pues tenían información importante para revelar, no venían solos, junto a ellos venía el doctor Mendoza y su esposa. Una vez dentro del hospital, se encontraron con Luciano. —Salma perdió al bebé —dijo Luciano a Vanessa con tristeza —No. ¡Ella nunca estuvo embarazada! —dijo Vanessa, Luciano la miró perplejo—. Hablé ahora doctor Mendoza. —Lo lamento mucho señor Luciano, pero, la señora Salma me ha pagado una suma de dinero para que yo dijera que estaba embarazada, así mismo le di pruebas fabricadas para constatar el embarazo. Estoy arrepentido, ella me tomó en un momento vulnerable —dijo el doctor Luciano tomó del cuello al doctor lleno de frustración, pero a su mente vino Sol. La forma en que la había tratado, lo injusto que había sido. El hombre salió corriendo, intentando alcanzarla. Sol corrió lo suficiente hasta cansarse, se detuvo en una plaza pública y recobró el aliento. Ruggero que estaba espiándola desde hace rato, se atrevió a acercarse a ella —Hola, ¿Estás bien? Sol lo miró con desconfianza, pero asintió —Perdona, sé que parece raro que me acerque así, pero, te veo tan mal que quise ayudar. Si necesitas ir a cualquier lado, puedo llevarte —dijo Ruggero Sol le miró con más temor. —. Voy a Pueblo del Norte y no hay problema si te acercó a algún lado. Sol comenzó a dudar, pensaba que no tenía nada que hacer ahí, y viajar a su hogar natal podría ser lo mejor. Estaba a punto de aceptar la oferta del desconocido, cuando escuchó su nombre entre gritos. Luciano estaba corriendo hacía su dirección, Sol quería huir, pero su corazón no escuchaba a su cerebro y se quedó quieta —¡Sol! La chica bajó la cabeza entre lágrimas. Mientras Ruggero se alejó unos pasos —. ¡Perdóname! —exclamó Luciano Sol levantó la mirada como si un rayo de luz la iluminará, aún dudaba si escuchaba bien —¿Qué dices? —¡Perdóname, mi amor! —dijo Luciano tomando su rostro entre sus manos—. He sido un imbécil, esa mujer nos engañó a todos, jamás estuvo embarazada. Todo era una trampa para separarnos. Y yo fui un idiota, caí en su maldita trampa. Sol le miraba sorprendida —¿Entonces todo fue mentira?, ella nunca estuvo embarazada. —Mi amor, perdóname, no debí dudar de ti, no sé cómo pude ser capaz. Sol lo miraba con tristeza, era cierto que Luciano a la primera duda había sucumbido, pensando lo peor de ella, pero Sol pensaba, «¿Qué hubiera pasado si hubiese sido al revés?», quizás ella hubiera creído en Luciano a ciegas, o quizás no. Eso no lo sabría, pero ahora lo único que deseaba era olvidar todo y ser feliz —Está olvidado, lo único que importa es que sabemos la verdad, esa mujer no volverá a engañarnos. Luciano la miró con ternura, —¡Eres tan buena!, ¡Te amo! —dijo para besarla apasionadamente Ruggero que aún estaba ahí, abrió los ojos, impactado de mirar aquello, sintiendo una rabia en su interior, pensó en sacar su pistola y acabar con su enemigo, pero el sonido de una llamada en su móvil le hizo detenerse, era Elio Pazttori, a pesar de ser impulsivo pudo detenerse y se marchó de aquel lugar jurando en su pensamiento que se vengaría de aquel hombre.
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