Capítulo III Casi un beso

2166 Words
Rosa Vega, era una actriz bastante reconocida, había trabajado en grandes novelas que habían llegado a países muy lejanos. Era la maestra de interpretación y actuación. Era una mujer muy reservada y distante; había tenido una vida difícil, que por más que intentaba, no le permitía ser feliz. A los veinte años, había sido secuestrada durante todo un año por un mafioso italiano. Aunque su madre, la también actriz Alenka Vega, había movido casi el mar y la Tierra para rescatarla no lo había conseguido, hasta que aquel malvado hombre la había liberado. Mariana, tal cual era su nombre real, se había negado a dar el nombre de ese sujeto a las autoridades, porque su libertad dependía de ello, sin embargo, en su mente, ese nombre y un secreto seguían grabados. —Muchos piensan que el interpretar solo sirve al actor, sin embargo, se equivocan, para interpretar hay que sentir, y eso generará un lazo que invitará al público a que lo vea y los quiera. Si solo bailan, cantan o tocan algún instrumento sin interpretar un sentimiento, entonces no proyectaran nada. Y eso, es el peor error de un artista —la alarma que anunciaba el receso resonó por el lugar, y Rosa Vega dio por concluida la clase. Sol y sus amigas Violeta y Athena habían ido rumbo a la cafetería. Se habían quejado amargamente de haber compartido clases ese ciclo junto a Juliette, que parecía haberse convertido en una enemiga. Mientras comían, Manuel se sentó junto a ellas, y a él se unió su amigo Matías. Regina estaba en el salón aún, Rosa Vega regresó, porque había olvidado un cuaderno de apuntes, entonces encontró a aquella chica llorando. Le recordó una parte de ella que yacía olvidada, así que se acercó —¿Estás bien? Regina se apuró a limpiar sus lágrimas —Perdona, realmente no pensé que alguien vendría. —¿Por qué lloras? —Porque, por más que intentó ser mejor para el mundo, no lo consigo. Hay personas que nacieron brillantes, mire a Sol, y otras nacimos opacas, como yo. Rosa Vega sonrió sutil, acomodó el cabello de la morena, mientras la miraba con dulzura —Tú no eres opaca, no hay nada que sea opaco, que no encuentre en la fuerza su propia luz, así que búscala. Las chicas como Sol, brillaran todo el tiempo, pero solo algunas pueden ser como luciérnagas y brillar, incluso en la oscuridad, tú eres una de ellas. Regina abrazó a Rosa Vega, la mujer se sorprendió, era rara la sensación de aquel calor humano, pero no la rechazó. Una vez que dejó de abrazarla, Regina se sintió mucho mejor. Cuando Juliette entró en la cafetería y observó a Manuel junto a Sol, comenzó a enloquecer de rabia. Había dejado a Pablo, quien no dejaba de suplicar por su amor, pero ahora estaba encaprichada en recuperar a Manuel. Así que comenzó a provocar a los jóvenes con insultos, acompañada de su amiga Karla. Los insultos comenzaban a hacerse mucho más ofensivos, conforme aumentaban. Pero, después, alguien tuvo la estúpida idea de lanzar comida, primero fue un acto desesperado para defenderse de una ofensa, pero cuando fue respondido con un ataque similar, comenzó una absurda guerra de comida, refrescos y agua que hizo que todos participaran. ¡Aquello era una locura!, Mine, la afanadora de limpieza los miraba furiosa, ¡Ella debía limpiar su desastre! «Mocosos malcriados, pero verán que un día no tendrán ni para comer» pensó. Luciano había llegado a AEL, cuando Vanessa lo vio, se sorprendió —¿Todo está bien, Luke? —Sí —Casi nunca vienes y de pronto te veo aquí, me he sorprendido. —Te has quejado de que te dejo todo el trabajo de la academia a ti sola, pero intentó ayudarte, y me dices esto —dijo natural —Disculpa, Luke, solo me has tomado de sorpresa, pero estoy muy feliz por ello. —Además, vengo a ver a Mauricio, quedamos de comer juntos. Fueron interrumpidos al escuchar gritos y escándalo que provenían de la cafetería. Vanessa y Luciano se miraron confundidos, pero caminaron hasta ese lugar. La escena que encontraron los decepcionó terriblemente. Había desorden y suciedad por todo el lugar, paredes manchadas, alumnos golpeándose, y gritos terribles —Pero, ¡¿qué es esto?! —exclamó Vanessa sin que le prestarán atención Luciano caminó hasta un muro y activó una alarma provocando que todos prestaran atención —¿Qué rayos significa esto? —exclamó furioso Todos miraban asustados. —Luke, que bueno que estás aquí, ¡Sol me sigue molestando! —dijo Juliette acercándose con el cabello despeinado, y la falda de gasa sucia y desgarrada. Luciano miró a Sol, molestó. —¿Qué sucedió aquí?, todos recibirán un castigo —dijo Vanessa molesta —Yo, no he hecho nada, Vanessa, fue Sol y sus amigas —dijo Juliette apuntándolas, con la cara de mártir —¡Entonces, fuiste tú! —dijo Luciano a Sol Ella alzó la mirada, intentando negar —¿Fuiste tú? O ¿vas a inculpar a tus amigos? Porque si culparás a Juliette, entonces todos recibirán castigos severos, pero si has sido solo tú, entonces ellos no recibirán castigo —dijo Luciano. Sol lo miró perpleja, confundida, entendía que, si culpaba a Juliette, también sus amigos pagarían por ello, y no quería eso. —He sido solo yo la culpable —dijo Sol con la mirada baja, y el corazón latiendo rápido Sus amigos la miraron confundidos, intentaron hablar, negarlo, pero Sol los mandó a callar —. He dicho que soy la única culpable —dijo guiñándoles el ojo, era mejor así, porque se daba cuenta de que Juliette era muy falsa, y lo peor era que el director creía en ella. —Muy bien. Todos los demás retírense de aquí, Mine y Carmen, ustedes pueden irse, les daré la tarde libre —dijo Luciano, Mine y Carmen se miraron sorprendidas—. Y tú, Solange, te encargarás de limpiar todo este lugar, y atender la cafetería por el resto del día. Volveré en una hora, después de comer, más vale que este lugar este limpio y nadie puede ayudarte o Juliette me lo dirá, y castigaré a quien te ayude. Luciano dio media vuelta, se fue junto a Vanessa —¿Qué haces?, me parece injusto —dijo Vanessa —¿Vas a desautorizarme? —preguntó Luciano con severidad —No —dijo ella dudosa Sol había limpiado todo el lugar sin quejarse, después de todo estaba acostumbrada a los quehaceres domésticos, las hermanas Sofía y Paulina le habían enseñado esos oficios. Así, logró dejar aquel lugar reluciente en menos de una hora y comenzó a despachar la cafetería, quizás aquello sí le resultaba difícil, por la operación de las máquinas para hacer el café. Luciano acompañado de Mauricio ingresó a la cafetería, se sorprendió mucho de ver aquel lugar tan limpio. Ambos hombres se sentaron en la barra, mientras Sol los miró de reojo, lavando algunos platos. —¿Y cómo vas con Salma? —preguntó Mauricio —Lo mismo de siempre, con ella nunca hay novedad —Luciano tenía la mirada clavada en Sol, observando cada movimiento que hacía Mauricio tenía casi dos décadas más de edad que Luciano, pero eso no impedía que fuera su mejor amigo y consejero. —¿Por qué castigas a la pobre Sol?, es un encanto de persona y es muy talentosa —dijo con suavidad, al observar a la chica esforzarse en sus tareas —Es maleducada y rebelde. —¿Y qué esperas de los jóvenes? Todos somos igual de rebeldes a los dieciocho años. Sol se acercó a ellos con nerviosismo. —Les ofrezco algún café, té o refresco. —Yo quiero un café espresso —dijo Luciano—. ¿Tú quieres algo, Mauricio? —No, gracias. Sol estaba luchando contra la máquina de café, que parecía tener dificultades. Hasta que el líquido comenzó a salir, y pudo llenar una taza, sin embargo, el café no dejaba de salir desbordante por la máquina, provocando que el piso comenzará a mancharse y encharcarse. Cuando Mauricio y Luciano miraron la escena, se preocuparon. Sol intentaba todo para detener el desastre, que no hacía más que aumentar. Luciano se levantó y pasó al otro lado de la barra, donde estaba la máquina para intentar ayudarla. —¡Desconéctalo! —exclamó Luciano Sol, apenas entendió, comenzó a buscar como desenchufar el aparato de la energía eléctrica, no lo encontraba. Luciano intentó ayudarla, pero resbaló debido a lo pegajoso del piso y cayó al suelo. Mauricio tapó su rostro con las palmas de sus manos, y comenzó a reír. Luciano sintió su rostro caliente, enrojecido, en cambio Sol, le miró preocupada, entonces por fin desconectó la máquina —Lo siento mucho —dijo Sol, cuando intentó ayudar a que Luciano se levantará, ella también resbaló y cayó encima de él, apenas pudo detenerse con sus manos, para no golpear rostro con rostro. Cuando Sol se enderezó, pudo ver la cara de Luciano muy de cerca, por un instante se perdió en el azul profundo de su mirada, él también la observaba intensamente; algo había en esa chica, en sus ojos color avellana y su cabello claro, pero sobre todo en sus labios rosados, Luciano no podía dejar de mirarlos, de sentir su cálido aliento, miró a sus labios sintiéndose atraído, a punto estaba de besarlos, todo su cuerpo estaba encendido por ella. Sol, sin pensar siguió el ritmo de aquel magnetismo, hasta que las carcajadas ahogadas de Mauricio les hizo recuperar la razón, y volver al presente, alejándose uno del otro, poniéndose de pie. —¡Mira lo que has hecho! —exclamó Luciano con frustración mirando el desastre en sus ropas y en el suelo. Pero, cuando entró en la cafetería Carmen, la encargada, al fin pudo Sol liberarse del castigo. Llegó a su recámara para poder cambiar su ropa por una limpia, mientras lo hacía, pensaba en lo que había sucedido, aquella situación en la cafetería la tenía impactada. Aquel breve instante había significado mucho para ella, una duda vagaba en su mente —Fue solo mi imaginación —dijo en voz alta, pero después paso su dedo por sus labios—. ¿O, tal vez no? ¿Quizás iba a besarme? —¿Quién iba a besarte? —preguntó Mine y Sol pegó un susto terrible. La afanadora la había asustado —No la escuche entrar —dijo temiendo que esa mujer tuviera una lengua viperina —Estaba limpiando, cuando entraste con esa cara de boba, y después comenzaste a balbucear, mira que por un instante creí que estabas loca, pero, ahora estoy segura —dijo Mine, luego dio un suave codazo contra Sol—. Venga, cuéntame todo, ¿Quién te iba a besar? —Nadie —replicó Sol desconfiada —Te juro que no diré nada de nada, te lo juro por el santísimo —dijo Mine haciendo una señal, con su mano hacia el techo —Va a creer que soy una loca —dijo Sol para después sentarse en la cama —Mira, que estás loca eso si lo creo ya, y nada me lo quitará de la mente, pero, todos mis amigos están locos, así que yo te escucho, cuéntame. Sol la miró divertida, algo había en Mine que le daba confianza, así que la chica comenzó a hablar —Hace un segundo caí encima de Luciano Martí, fue un accidente, pero… —dijo Sol y se puso de pie, mientras su mirada se volvió perdida, y comenzó a hablar con lentitud —. Sentí por un instante que iba a besarme. Estoy loca, ¿Verdad? Mine se quedó seria, no parecía sorprendida con las palabras de Sol. —Sí, estás loca, pero lo que dijiste del beso, bueno, yo digo que uno debe guiarse por su instinto, si así lo sentiste puede ser real, después de todo los cuerpos se atraen por la gravedad, y bueno, que tú le caíste encima y tan cerca, ¡Qué mejor lo hubieras besado y ya!, así hubieras sabido si él quería besarte también. Sol se había puesto colorada con las palabras de Mine, quien estaba riendo y después la chica también comenzó a reír. La clase de vocalización era impartida por Franco Larios, un brillante y talentoso maestro de canto. Su clase era divertida y dinámica. Había encargado al grupo que se unieran en parejas para que trabajaran en un dueto musical, que se presentaría para el primer examen tetramestral, que sería en diciembre. Antes de finalizar su clase, Franco pegó sobre el pizarrón blanco una lista de las parejas que trabajarían juntas. Todos corrieron a revisar quien sería su compañero de dueto. Y hubo muchas sorpresas. Juliette casi palidece al ver que estaba unida a un nombre extraño, mientras Regina estaba extasiada al ver que su pareja sería Manuel Justas. Sol encontró como compañero un nombre que había escuchado antes: Pablo Hayas.
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