4. Amigos

2254 Words
No entendía bien, de los 10 dígitos de su celular dos no eran muy legibles, pero marque como la intuición me dio a entender. El timbre sonaba en altavoz, mis esperanzas y los nervios iban en aumento con cada repique, y al tercer repiqué contestó. —¿Diga? —la voz ronca de un hombre del otro lado hacia que mi corazón se apretara en mi pecho, dándome unas ganas tremendas de colgar, pero me aguante la pena y los nervios y tomé aire. —Sí, buenas noches, con Aimeé. — «¿Qué estoy haciendo?» pensaba mientras esperaba la respuesta. —Esta equivocado. —el sonido ambiente de la llamada se vio finalizado dejándome con el celular en la mano y con una extraña mezcla de sentimientos. «¿Debería darme por vencido ahora? O ¿debería intentarlo con más fuerza?» debatía conmigo mientras intentaba ponerme en claro lo que tenía que hacer, me tendí en la cama a oscuras y solté un suspiro sonoro. Tomé mi celular y abrí f******k, estuve un rato viendo las publicaciones de amigos y conocidos, busque su nombre, esperando que apareciera alguien que encajara en sus características, pero los 289 resultados arrojados, claramente no los iba a revisar uno por uno, solo los revise de forma superficial, si alguna foto era compatible con la Aimeé que conocía. Nada, pero uno de mis amigos publico en un grupo, y ahí tuve la idea. Si ya había pegado carteles, ¿por qué no subirlo a las redes también? Esperaba no sonar como un maniaco, insano, un pelado obsesivo. Deje la decisión para después, lo consultaría con la almohada, había sido un día lleno de información y cosas por hacer, así que estaba muy agotado. Bostece amplio y jale las cobijas negras para enredarme en ellas arrullado por las gotas pegando en el cristal. En la mañana las nubes cubrían el sol, pero mi reloj bilógico estaba acostumbrado a despertar temprano, me forcé a quedarme dormido por más tiempo, pero luego de 20 minutos intentando dormir sin éxito, desistí de la idea y me incorporé frotando mi cara. Me dirigí a la ducha, me puse un pantalón de mezclilla y una camiseta de “The Strokes”, unos Converse, tomé mis llaves y salí con destino al supermercado para hacer las compras que hacían falta para la semana. Me puse mis audífonos para caminar hacia el supermercado, necesitaba tiempo para mí, para pensar si lo que estaba haciendo no resultaba muy acosador, además claro de que al caminar me sería fácil ver si los carteles seguían pegados o estaban dañados. Era muy contradictorio, lo sé, por una parte, no quería verme intenso y necesitado de atención, pero por otra parte ¿por qué la había conocido de esa manera? ¿por qué me sentía así al pensar en ella? Caminé con las manos en los bolsillos escuchando mi variado reproductor de música e hice mis compras sin ninguna novedad aparente, salvo que el papel higiénico, el aceite y las salchichas estaban en oferta. Fue una buena compra. Cargue la bolsa de los víveres y caminé de vuelta a casa aún con mis audífonos puestos, la última canción la repetí dos o tres veces, “Por si no te vuelvo a ver” de Alejandro Santiago. Sí, aunque tengo un look de rockero, me gusta la trova, en fin, supongo que un artista debe apreciar cada instancia de la vida. Y tal vez ella había llegado para otro fin secreto que tenía que descubrir. Llegué a mi departamento y me dispuse a lavar mi ropa, hacer el aseo, en fin, todo lo que se me ocurriera para darle la vuelta al momento de enfrentar la decisión respecto al afiche que habíamos elaborado. Abrí f******k y me dirigí a un grupo de compra-venta de la cuidad, coloque el afiche y explique la forma en la que nos habíamos conocido, que había perdido su número y que esperaba que alguien la reconociera y le pudiera hacer llegar mi recado. Hice lo mismo en otros grupos que seguía, con otros retratos de Aimeé. No tardaron ni 3 minutos cuando mi celular sonaba. Era Gustavo que había visto mi publicación. —¿No has tenido éxito? —su voz inocente preguntaba del otro lado de la línea. —No, pude rescatar algunos números de su teléfono, pero no todos son legibles. —rebatí con desilusión. —Esperemos que los carteles den resultado. —dijo y se despidió. Yo en cambio, preparé lo necesario para ir al día siguiente a trabajar, pero las acuarelas encima de un mueble me invitaron a detallar un nuevo retrato de ella. La lluvia caía afuera y salí al balcón para verla caer antes de ir a dormir, las horas se me habían ido rápido al estar concentrado en el papel fabriano y los pinceles. Las notificaciones de mi teléfono eran bastantes, lo había puesto en silencio para mantener mi atención en el retrato. Hice un par de cosas también, la lluvia cayendo sobre la cuidad y la gente corriendo para resguardarse, las zapatillas de tacón rojas en el suelo, del otro lado de la parada del bus, la escena del café, me sentía feliz de haber hecho algo que me apasionaba, y del resultado que había obtenido. Era un buen trabajo. La mayoría de las notificaciones eran de mujeres, conocidas o no, que habían visto mis afiches y compartido la publicación además de reaccionado al post, algunas decían que era un gesto muy romántico, otras que estaba traumado o que me dejará de cuentos, que los finales felices solo existen en las novelas, tal vez, ambos bandos tengan razón. Me quedé un rato más en el balcón escuchando la lluvia restregarse contra el asfalto, solo contemplándola y pensando en lo que había permitido que mi vida se convirtiera. Yo había estudiado Artes plásticas porque era lo que mi alma quería, porque me hace feliz, y el trabajo para pagar este piso y la comida, el trabajo que me permitía “sobrevivir” no me dejaba vivir, me tenía atrapado detrás de una computadora 8 horas diarias, y me devolvía agotado e incapaz de hacer otra cosa diferente. Una notificación de mensaje privado en mi celular llamó mi atención de entre todas, un hombre. «tienes talento, ¿podrías hacer un retrato de mi novia para regalárselo en su cumpleaños?» Sonreí inocente, y contesté que sí, taciturno, nocturno y fugaz. Acepte lo que el mundo me estaba poniendo enfrente de mí, fuera ella o no para mí. Me envío unas fotos que le pedí de ella y me envió un audio en el que relataba su historia, se habían conocido en la universidad, él la salvo de ser atropellada, le acompaño a la tienda a comprar unos cigarros. Él comía una pastilla de cereza que ella le pidió y le quito de la boca, dejando un pequeño beso. Su historia me hizo sonreír como bobo, era romántico y travieso, imaginaba que su novia era una mujer decidida, extrovertida y muy segura de sí. Le dije que estaría listo en una semana, por decirle una fecha, y cobre una módica cantidad por el trabajo. Me fui a dormir con la esperanza de que Aimeé se comunicará conmigo al día siguiente o durante la semana, y con la idea de imprimir algunos carteles extra en la semana para remplazar los que estuvieran dañados y poner algunos otros en otras partes de la cuidad. * El retrato estuvo listo en dos días, la historia me motivo a terminarlo pronto, el hombre estaba muy impresionado y pago más de lo que le pedí. Habían pasado 5 días desde que pegamos los carteles, era 20 de octubre y lo recuerdo muy bien, porque Gustavo llego a mi trabajo antes de que saliera de ahí. Dijo que tenía una sorpresa o ayuda extra para que la encontrará antes de que ella regresará a España, según lo que ella me había dicho, le quedaban cerca de 5 semanas en la cuidad a no ser que la embajada le ayudará con la extensión de la estancia en Argentina. Caminamos para encontrarnos con Paco en un bar cerca del Hospital Italiano y después de una cerveza cada uno, de ponernos al corriente con la búsqueda y el retrato soltaron la sorpresa. Paco y Gustavo me mostraron sus celulares con la imagen de los afiches diferentes que habíamos hecho. —¿Qué es esto? —inferí intrigado, arqueando las cejas a la vez que pasaba las imágenes una a una. —Son tus carteles —señalo Gustavo mientras que Paco lo fulminaba con la mirada. —Eso es obvio, flaco. —Paco se centraba en mí ahora— Los mandamos a imprimir en lonas, para que los colguemos cerca de la embajada y en donde la encontraste. Me quedé atónito ante lo que escuchaba, los abrace, sonriendo sincero, tenía unos amigos excepcionales que, o confiaban mucho en mí o se compadecían al verme cabizbajo por haber perdido el número de teléfono. —Yo conseguí algunos lugares en donde colgarlos. —Gustavo señaló al tiempo que me tomaba del hombro— Espero que lo vea pronto y se comunique contigo. —Los colgaremos el viernes, ya que mañana nos entregan las mantas. —Paco ofrecía una sonrisa de lado. Yo solo asentí ante lo que escuchaba. La verdad es que no podía esperar, me inquietaba bastante saber si todo esto daría resultado y rogaba porque así fuera. El jueves y el viernes pasaron lentos, salvo por unas cuantas peticiones más de retratos que me tomaban por sorpresa. Una mujer que pedía un retrato de sus padres, ahora viejos, y que se habían conocido en la estación del tren, él vendía boletos y ella llego a comprarle uno; después de eso, ella iba cada semana a comprar a la misma hora hasta que él le pidió una cita. Otro retrato de un padre a su hija que recién cumpliría 18 años y que recordaba el día en que ella nació había un arcoíris en el cielo. Uno más de una pareja que se conoció en la playa, ella iba con sus amigas y él, en cuanto la vio, supo que era ella a quien quería tener por el resto de su vida a su lado. Esos retratos me hacían plantearme tantas posibilidades y a la vez me hacían aferrarme a la forma en la que estaba luchando por encontrar no solo a la persona, sino todo lo que ella me había hecho sentir, paz y caos al mismo tiempo, conexión con ella y conmigo. No estaba en mi vida del todo y ya la estaba cambiando de apoco. * Colgamos las mantas en lugares que Gustavo había conseguido paredes de casas, edificios, y un anuncio espectacular. —Si con eso no regresa a ti, no sé como más podría hacerlo amigo. —Gustavo me decía en un tono gracioso que a Paco le pareció impertinente, por lo cual le fulminó con la mirada haciéndole una mueca con la cara al mismo tiempo. Yo sonreí ante el comentario, pero más al ver a mis amigos peleando de vuelta, como siempre, desde que nos encontramos los tres hace 5 años. Ellos no lo sabían, pero yo sentía que ella ya estaba conmigo de alguna manera. Después de colgar las mantas, fuimos al karaoke como ellos habían dispuesto, aunque no tenía muchas ganas de hacerlo, distraerme un poco me haría bien, no cantaba mal, pero en definitiva no era mi fuerte. Igual nos divertimos, entre los alaridos que pegaba Paco cuando cantaba a todo pulmón “Quererme así” de “Los Caligaris” y ni que decir de Gustavo que entonaba perfecto a “Los auténticos decadentes” cantando “La prima lejana”, pero que hacia una interpretación magistral producto del alcohol que corría por su cuerpo. Hablar con las manos se le daban, pero había montado una coreografía soberbia con las manos ilustrando por completo la canción y despegando las risas de todos en el bar. Yo no tenía muchas ganas de cantar, sin embargo, lo hice, “Fito Páez” “Un vestido y un amor”; la noche se termino y tuve que llevarlos a su casa ya que habían tomado más que yo, me llevé el carro de Paco a mi casa y subí a mi piso, eran las 4 am y sentía que días como ese hacían que la vida cobrará sentido. Me recosté en la cama y me quede dormido de inmediato. * El celular sonaba en la mesa de noche a un costado de mi cama, lo busque a tientas para contestar dentro de las cobijas, sin ánimos de levantarme. —Paco, yo tengo tu coche, te lo llevo más tarde. —replique con una voz adormilada. —Vale —una risita extraña del otro lado del teléfono me despabilo enseguida—, así que estas cansado, te marco después. —¿Quién es? —repliqué. —Te marcó a las 3 pm. —rebatió, abrí los ojos como platos y mi corazón se acelero tanto que casi se para. —No, no, no cuelgues —supliqué— ¿Aimeé? —Sí, —podía imaginarla al otro lado del teléfono sonriendo— así que perdiste mi número ¿no? Guárdalo. Te marco después. Chao. Me quedé pasmado, intentando que mi alma regresará a mi cuerpo, controlando lo más posible la respiración, y con una sonrisa estúpida que me partía el rostro. «¡La encontré!»
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