Aunque trataba de no pensar en las palabras de Estefanía, no podía; sentía de cierta forma que aquello era verdad. Si lo decía un psicólogo, era posible que yo estuviese queriendo engañarme a mí misma. Que Ricardo no me amaba, que sólo era una percepción mental, en la que por admirarme e identificarse conmigo en algunos aspectos, se sintiera atraído por mí. Estaba agotada cuando llegamos a casa, era un cansancio físico y emocional que me arrastraba como un trapeador de piso. Mauricio se quedó Em el garaje bajando algunas cosas que llevó para el club. Yo fui directamente hasta la habitación, me desvesti y coloqué una camiseta, me acosté y arropé. Mauricio entró veinte minutos después. –¿No vamos a cenar?– preguntó –Estoy agotada, disculpa, prepara algo para ti o pide un delivery. –Bue