Ciertamente, que Ricardo y yo lográsemos conversar sin sentirnos incómodos ante la presencia de los demás, tenía más que ver con nuestra apreciación subjetiva de que aquello que sentiamos nos parecía indebido e incluso perverso; más allá de lo que los demás pudieran imaginarse. Yo conversaba siempre con mis estudiantes, inclusive con Alejandro, antes de ser expulsado; o con cualquiera de ellos o ellas que necesitase mi ayuda. Era mi forma de ser habitualmente. ¿Por qué entonces, ese miedo de que nos vieran hablando? Dicen que los ojos son las ventanas del alma. ¿Era posible que se notase en mis ojos o en los ojos verde grama de él, que sentiamos atracción el uno por el otro? ¿O lo que sentiamoscera evidente? No lo sé con claridad. Pero si él estaba cerca, yo sentía mis latidos xardiaci