El fin de semana transcurre rápidamente o eso deseo. Tengo tantas ganas de verlo, aunque sea de lejos. Los días de clase en la sección donde él está, son miércoles y jueves. Pero es una institución no muy grande. Tal vez en el pasillo, mientras voy a otra aula coincidamos.
Deseo arreglarme para verme atractiva ante sus ojos. Me maquillo sin exagerar, sólo un poco de polvo, rubor y labial. Me despido de Mauricio, quien apenas va a ducharse para salir al campo de entrenamiento donde trabaja en las mañanas.
–Amor, voy saliendo– le digo desde la puerta del baño.
Rueda la cortina y se asoma:
–Ok mi amor, pensaba llevarte. Pero aún no estoy listo.
–No te preocupes mi amor, yo tomo un taxi– le digo, mientras le lanzo un beso.
Salgo apurada de la casa. Camino hasta la avenida, detengo el taxi. Me asomo a la ventanilla:
–¿Cuanto conscientemente hasta la avenida Baralt?
El hombre sonríe, con mi comentario.
–Suba, barato para usted. La carrera mínima.
Realmente sirvió esa estrategia, pero es una forma de ir haciendo reflexionar a las personas y que vayan siendo un poco conscientes.
Diez minutos después, ya estoy allí, al llegar veo el grupo de estudiantes reunidos. Allí está él. Camino en dirección a la entrada:
–!Buen día jóvenes!
–Buen día profe bella– responde Domingo siempre de relajado y confianzudo.
–¡Hola profe!
Distingo su voz, volteo intentando no mostrar mi emoción.
–Buen día Ricardo.
Apuro el paso, entro a la sala de profesores para respirar profundo y calmarme un poco.
Se oye la voz por el monitor, llamando a los estudiantes a formarse y a los profesores para iniciar el lunes cívico.
Es un día bastante soleado. El reflejo del sol resplandece en su cabello dorado y sus ojos verdes.
Cada vez que su mirada se cruza con la mía, él sonríe. Yo trato de no sentirme perturbada pero es imposible.
Termina la actividad y todos van a sus aulas.
Me corresponde trabajar con los muchachos del noveno año. Es un grupo bastante fuerte en comportamiento. Pero muy inteligentes y participativos. De seguro me mantendré ocupada con ellos.
Emilio me recibe en la puerta del salón de clases. Le gusta abrazarme, es muy afectuoso, y sus compañeros suelen ser algo burlones con su comportamiento algo inusual.
–Siéntate niña– le grita desde el último asiento, Jesús.
Él lo mira de reojos y va hasta su asiento.
–Ok jóvenes vamos a trabajar con la narrativa y los géneros literarios: el cuento y la novela. ¿Quienes leyeron el texto que asigné de “El corazón delator” del escritor Edgar Allan Poe?
Algunos pocos levantan la mano. Es una tarea contramarea, trabajar con obras literarias que no son atractivas para ellos. Por ello, aunque a veces me salga un poco de la planificación y el programa establecido, prefiero que ellos se conecten con obras algo más significativas para ellos.
–Saquen entonces sus libros para trabajar en parejas y leer el texto.
Ellos se agrupan y toman su libro. Algunos siempre lo olvidan, otros no han podido comprarlo, para prever las excusas, le asignk trabajar en parejas y que todos lean el texto.
–De veras soy nervioso, extremadamente nervioso...– comienzo a leerles el texto.
Poe es uno de mis escritores favoritos y este relato, el que más me gusta, podría decir, que casi me lo sé de memoria.
Ellos van oyendo la historia y se quedan perplejos ante la obra.
Termina el primer bloque, todos salen al receso. Me quedo recogiendo mis libros. Levanto la mirada y el está recostado de lado, observándome.
–Profe, usted mando a leer poemas de Whitman para esta clase que viene.
–Sí, vamos a trabajar con la obra de este autor norteamericano.
–Tendrá tiempo para consultarle algunas dudas.
–Claro, pasa.
Él camina hacia mí, me mira fijamente, apoya el papel sobre el escritorio y lee una de las preguntas que se refieren al texto, siguiendo con su dedo la línea. Yo me acerco un poco para poder leer el texto.
Siento su respiración cerca de mí. Yo intento mostrarle el verso donde se responde la pregunta, su dedo rozan los míos y uma descarga eléctrica recorre mi cuerpo por completo.
En ese instante, Maria, mi colega de inglés, se asoma en la puerta.
–¿Vamos al cafetín Violet?
–Claro, vamos Mery– respondo, bromeando con su nombre.
Él me mira desconcertado.
–Cualquier duda, el miércoles las resolvemos Mendoza.
Él sonrié. Salgo hacia el cafetín con María.
–Estos chamos son demasiado fastidiosos.
–No me parece, Ricardo es uno de mis mejores estudiantes en literatura. Me atrevo a apostar que es el único que lee realmente los textos que les asigno al grupo.
–Conmigo también es muy aplicado.
Llegamos al cafetín, los muchachos están ocupando la mayoría de las mesas.
–Mejor vamos a la sala de profesores y tomamos café. Yo tengo unas galletas que compré ayer– digo mientras reviso mi bolso y saco dos paquetes.
Regresamos a la sala de profesores, la cual se encuentra justo frente al salón de 5to año, dejo la puerta entreabierta, me siento em dirección hacia ella, desde allí podré ver cuando entre al salón de clases. Justo em ese instante suena el timbre de entrada, se escucha la bulla de los estudiantes de regreso a sus aulas.
–Bueno voy a clase, me toca con 5to año– dice María.
–Yo tengo este bloque libre, así que voy a aprovechar de leer un poco– le respondo.
María entra al aula; no pude verlo, tal vez entró justo cuando hablaba con ella o en algún momento que me distraje. Saco de mi cartera el libro de Poemas de Neruda, y me pongo a releerlo. Me abstraigo en la lectura.
De pronto, siento que alguien me observa, levanto mi cabeza y es él. Comienza a recitar aquel fragmento del Soneto XVII de Neruda:
“Te amo sin saber cómo, ni cuándo, ni de dónde, te amo directamente sin problemas ni orgullo: así te amo porque no sé amar de otra manera”
Le sonrió y aplaudo realmente cautivada por su forma tan espontánea y especial de ser.
–¡Bravo!
Él responde con un gesto, inclinándose para agradecer.
–¿No estás en clase?
–Sí y no. La teacher está haciendo un examen de nivelación para los que salieron mal.
–Ah ok.
–¿Puedo acompañarte?
–Me encantaría pero no creo conveniente que te vean aquí. Pero... podemos ir a la biblioteca.
–¡Perfecto! así hablamos de Whitman para la discusión de este miércoles.
Asiento con la cabeza, me levanto, tomo mis cosas y vamos hasta la biblioteca. Nos sentamos un poco lejos de la vista de Josefina, la encargada de la biblioteca.
Hay ciertos códigos de complicidad que aunque no lo hemos acordado, es como si supiéramos de forma intuitiva, que hay que hacer.
Durante media hora charlamos, él me hacía preguntas sobre el poema “A mí mismo”, yo le daba mi opinión del texto. Él daba la suya. Era maravilloso tener con quien conversar de lo que más me apasiona, la poesía
¿Por qué tenías que ser tan especial y a la vez tan lejano?