Una primera vez atípica

1929 Words
Llego a casa luego de mediodía, me siento en el sofá, quito mis sandalias para descansar mis pies. Los masajeo con mis manos. Estuve un buen rato en la parada, esperando el bus. Me levanto, voy hacia la cocina, abro la nevera, todo está congelado. Olvidé bajar la carne antes de salir; claro mi emoción por verlo hoy fue exagerada, ahora que lo analizo fríamente. Tomó jamón, queso y pan, me sirvo un vaso de jugo, tengo algo de hambre. Preparo un sándwich para come, mientras saco la carne para descongelar. No hay apuro, Mauricio rara vez, viene a almorzar. Sólo avisa cuando va a venir y no lo ha hecho. Me siento en el sofá, cómodamente y enciendo la tele para ver las noticias. Oigo las llaves en la puerta. ¡Qué rayos! ¿No puede ser que sea él? –Hola mi amor, ya llegué– dice en tono alegre. –Ya te ví– contestó en tono sarcástico. Se acerca y me besa en la frente. –¿Qué hay de almorzar?– pregunta mientras se saca los deportivos y se sienta en el sillón. –Amor, tendrás que esperar, olvidé bajar la carne y está muy congelada. Pero, te preparo un sándwich mientras. –¡Un sándwich, eso no es un almuerzo!– responde algo molesto. –Es mientras la carne se descongela, no es el almuerzo. –¿Dónde tienes la cabeza que no dejaste la carne afuera?– pregunta de forma recriminatoria. –También tú pudiste sacarla. Yo salí rápido esta mañana, se te olvida. Se levanta del sillón, de forma brusca, va hacia el cuarto, lo veo desvestirse y meterse al baño. Dejo el sándwich sobre la mesa. Colocó la carne en el microondas y monto el agua para preparar la pasta. Sé que en cierto punto, él tiene mucha razón. Yo estoy algo dispersa y no me concentro en lo que debo hacer. Me recrimino a mí misma por mi comportamiento. La imagen de él regresa a mi mente, sonrió nuevamente. Ya en media hora la comida está lista. Voy hasta el cuarto. –Ven a comer, ya el almuerzo está listo. Me mira y se chasquear sus dientes. Se coloca la toalla y vamos hasta la cocina. Se sienta. Le sirvo su plato. Pongo poco en el mío, ya no tengo apetito. –¿Estás a dieta? –No, me llené con el sándwich y el jugo. –Disculpa mi tono, estaba hambriento. Pasé toda la mañana entrenando– me dice, colocando su mano sobre la mía. –Disculpa por olvidar dejar una parte adelantada. Terminamos de almorzar, vamos hasta el cuarto. Él se acuesta y yo me desvisto. Voy al baño para cepillar mis dientes. Regreso a la cama, me acuesto sobre su brazo. Vemos la tele, ya empezó la novela de mediodía.Me quedo dormida. Despierto sintiendo su mano urgando en mi pantie, abre mis labios e introduce su dedo. Quisiera poder detenerlo, pero no quiero parecer distante ante su deseo de follar. Me volteó hacia él, coloco mi pierna sobre su cadera, me aproximo para dejar que toque mi v****a. Él coloca mi mano sobre su pija, comienzo a acariciarla, siento su rigidez. Baja su boxer y se sube sobre mí, hace un lado mi pantie, introduce su pene. Comienza con movimientos suaves, moderados y rápidos, en pocos minutos ya há descargado sus fluidos dentro de mí. Se levanta, va hasta el baño a ducharse. Yo me volteo de lado y me quedo pensativa. Él sale envuelto en la toalla, se viste algo apurado, toma las llaves del auto, se acerca y me da una nalgada. –Nos vemos en la noche mi amor. Le sonrió. Me lanza un beso. Esta satisfecho. No sé cuándo todo comienza a cambiar. Recuerdo el momento en que nos conocimos. Yo era nueva en la universidad y él, ya iba por el quinto semestre. Ser nueva implica muchas veces, atracción y misterio. Así que el primer día en el cafetín, estaba sentada desayunando mi respectivo látex junto a un croissant. Se acercó para preguntarme si podía sentarse. Realmente no había lugar donde hacerlo. Vestía un jeans prelavado y suéter gris. Sua piernas, eran largas y atléticas; sus brazos gruesos y definidos, las mangas se ajustaban a sus bíceps. –¿Me permites sentarme?– dijo sujetando su taza de café con una mano y un plato con un sándwich en la otra. –Sí, claro. Se sentó. Hablamos poco. Yo estaba revisando mi horario y el aula donde debía ver clases. –¡Eres nueva! –Sí– respondí. –Imaginé, nadie avanzado anda con su horario en la mano. ¿Dónde tienes clase? –Sector G, aula 5-G. Él soltó una carcajada. Yo no entendía la razón hasta que dijo: –O sea que eres virgen– y siguió riendo. Al momento no me pareció gracioso, pensé que se burlaba de mí. –Disculpa era una broma. Ese sector queda al final. Luego de la biblioteca. A mano izquierda. –Ok. Mil gracias, ya debo ir a la clase de Lenguaje y comunicación. –Tranquila, que tengas mucha suerte– dijo. Su gesto me pareció amable. Me regresé y le dije: –Soy Violeta, un placer– dije estrechando su mano. –Soy Mauricio– contestó. Esa misma tarde, cuando subía al transporte de la universidad, él estaba sentado con um grupo de estudiantes de su área, era fácil reconocerlos por su vestimenta y forma de expresarse, bastante vulgar y en un tono bastante exagerado. Caminé y me senté en uno de los asientos del principio. Podía oír sus silbidos y comentarios: –Vente para acá, nenita. Sentí que alguien se acercaba, de esse grupo. Me puse nerviosa. –¿Me permites?– dijo. Miré hacia él al reconocer su voz, me hice a un lado para cederle el puesto. –¿Qué tal tu día? –Bien, creo ¿y el tuyo? –Normal, clase de gimnasia y metodología que es muy tediosa. No entiendo nada a esa profesora. Ya es la segunda vez que la repito y con ella misma. –Imagino, aún no veo esa materia– respondí. –Es del segundo semestre. Ya te tocara. Lo miré y volteé hacia la ventanilla. –¿Vives en el centro?– preguntó. –No, vivo en la zona Este. En un edificio “Moriche” –Ah ok. Yo vivo fuera de la ciudad. En San Agustín. Tengo que viajar todos los días. A veces me quedo en casa de un primo que vive en el centro. Asentí, sin dar mucha larga a la conversación. Se levantó. Camino a la entrada. El autobús se detuvo y él bajó. Yo lo miré desde la ventanilla. Sonrió y se despidió con su mano. Durante los primeros días coincidíamos en el cafetín o el bus. Ya había pasado un mes, desde que entré a la universidad. Habitualmente sólo iba a mis clases y regresaba a mí casa. Esa semana hubo varias actividades culturales para celebrar el aniversario de la universidad. Entonces, esa tarde nos encontramos en el patio central. Yo estaba disfrutando de una obra teatral “La graduación”. Me pareció una representación magistral de aquella mujer. Él estaba a pocos sillas de mí, lo veía bostezar durante la presentación. Era señal de que estaba aburrido. Éramos tan diferentes, hoy lo puedo ver claramente. Aún así, luego del evento, me invitó a ir al otro sector donde había música en vivo. Fuimos hasta allá y nos sentamos en uno de los bancos, a ver la agrupación de música bailable, mientras el resto de los chicos y las chicas se divertían bailabando y bebiendo. –¿Bailamos?– preguntó. Accedí aunque no era muy buena bailarina. Se paró frente a mí, colocó ambas manos en mi cintura y yo posé las mías sobre sus brazos, abrazando su espalda. Podía sentir su cuerpo y sus movimientos de cadera al bailar aquel tema de merengue bomba. Me abrazaba y su cuerpo se ceñía al mío. Era excitante sentirlo. No lo niego. Volvimos a sentarnos y me ofreció una cerveza. Hacía algo de calor, estaba sudada. No era de mucho tomar, mamá era bastante estricta en ello. Bebí, dos o tres cervezas. Tenía ganas de orinar. Pero estaba bastante solitario aquel ala de la universidad. –Tengo ganas de ir al baño– le susurré al oído. –¿Te acompaño? –¡Por fa! Fuimos hasta allá, todo estaba algo oscuro. Entré al baño, él me espero afuera. Cuando salí, me sorprendió abrazándome y pegándome a la pared. Nos besamos y comenzamos a tocarnos, él me presionaba con su cuerpo, sentía sus movimientos pélvicos. Me miró e hizo un gesto con su mano, para que hiciera silencio. Sacó una llave de su bolsillo, me tomó de la mano, caminamos unos metros. Se detuvo frente a una de las oficinas y abrió una la puerta del departamento de deportes. Comenzó a besarme con pasión y yo correspondía a sus besos y caricias. Tomó mi bolso y lo colocó en una silla. Me recostó de un escritorio y yo me dejé caer, abrí mis piernas y él encajó sus caderas entre ellas. Me besaba y se movía, yo sentía mi v****a humedecerse. Metió sus manos, levantó mi camisa y besó mi pecho, yo acariciaba su espalda. La humedad de su lengua en uno de mis pezones produjo latidos acelerados de mi v****a. De pronto alguien, movió el pomo de la puerta y abrió. Era uno de sus compañeros que venia acompañado de una chica. –Uff disculpen. Pasa seguro hermano– dijo mientras se retiraba. Aquello me volvió a la realidad. Me senté y bajé mi camisa. –Es mejor irnos. –¡Ok como quieras!– dijo en un tono algo irritado. Salimos y caminamos hasta el estacionamiento para tomar el bus. Justo en ese momento iba arrancando. Corrimos para llegar a él pero no pudimos alcanzarlo. Estaba bastante oscuro. Sentí algo de miedo. –¿Ahora que hacemos?– preguntó. Cuando me percaté, había dejado mi bolso en la oficina. –¡Carajos!, mi bolso quedó en la oficina. –Vamos a buscarlo, no puede quedarse allí. Entramos a la oficina, aún se oía la música y la algarabía de los estudiantes. La hora loca, pensé. Me incliné para tomar el bolso. Él me tomó por las caderas y se recostó de mis nalgas, comenzó a moverse sinuosamente. Me incorporé y nos besamos, volvió a colocarme sobre el escritorio y se quitó la camisa, pasó el cerrojo de la puerta. Yo abrí mis piernas para esperarlo, sentada. Él se acercó, beso mi cuello, y levantó mi camisa, yo me dejé llevar. Tenía dieciocho años y hasta entonces no sabía lo que era estar con un hombre, a diferencia del resto de mis amigas del liceo. Sentí sus caricias y labios en mis senos, me fui echando hacia atrás para sentir sus noventa kilos sobre mí. Desabotonó su pantalón y levantó mi falda de jeans hasta las caderas. Sacó mi pantie y se arrodilló, senti su lengua, su humedad junto a la mía, aquellos sonidos acuáticos provocaban mayor deseo en mí, se levantó y encostó su pelvis, colocó su falo duro en mi v****a y comenzó a empujarlo con fuerza, al notar la dificultad para entrar, se movió con mayor ímpetu, yo deseaba sentirlo. Moví algo mis caderas para que pudiese meterlo completo. Fue maravilloso ser suya, sexualmente hablando. Era mi primera vez, algo atípica y poco romántica. Eso tal vez, la hizo inolvidable.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD