Capitulo 2

2035 Words
Nia levanta la ceja con el aro. Ella debe oírlo en mi voz, sea lo que sea que me hace retorcerme en mi suéter. ¿Se refiere a los hombres en general? ¿O decir los nombres de estos machos en particular, en voz alta, como si fueran iguales a Bevan o Pritchard o cualquier otro todos los días, un compañero de manada común y corriente? Todo lo que sé es que estaba pasando el rato junto a un viejo remolque en medio del bosque, haciendo una poción con mi mejor amiga y congelándome el trasero, pero ahora mi cara chisporrotearía si le arrojaras una gota de agua. Quizás sea el alcohol ilegal. Tomé un trago de un tamaño decente y no soy un gran bebedor. —Elige—, dice Nia. —Renuncio a esa elección.— —Vamos, no es un empleo al que puedas renunciar, tómalo como el destino.— Ella entrecierra los ojos hacia las sombras. Sí, ella sabe que algo pasa. Qué diablos pasa ? ¿Indigestión? —No. No puedo hacerlo. Son el mismo tipo de hombre —. Estoy mintiendo y no sé por qué. Brody y Nick son primos y eso es prácticamente todo lo que tienen en común. Brody . No hará contacto visual con un carroñero. Si es absolutamente necesario, se dirigirá al punto directamente encima de tu cabeza. Nick, por otro lado, exuda . Confianza. Autoridad innata. Fuerza, mando, inteligencia. Superioridad. Realmente no nos nota. Nos dará un gesto benevolente o un gesto casual con la barbilla cuando entre en una habitación, pero apuesto todos los lobos en realidad no sabe el nombre de ningún carroñero. Apuesto a que tampoco pudo elegir a ninguno de nosotras en una fila, y hemos estado yendo juntos a la escuela durante doce años, catorce si contamos el jardín de infantes y la guardería. No es una queja. Ningún carroñero quiere que el futuro alfa lo conozca por su nombre. Personalmente, no me importa que el mes pasado, cuando dejó caer su lápiz y se lo devolví, dijo: —Gracias, Ruby—. Ruby, es un nombre que está mucho más cerca de lo que esperaba. —Son totalmente opuestos—. Nia sigue adelante. Ella siente debilidad. —Brody quiere expulsarnos de Moon Lake como alimañas. A Nick le gustaría que fuéramos un poco más discretos mientras avergonzamos a la manada con nuestra mera existencia—. Ella hace su elegante acento de dama humana para ser —un poco más discreta —. —¿Ves? ¿Por qué no elegiría a ninguno de ellos? —Porque no, tienes que hacerlo. Oh si claro el imperativo operativo biológico de propagación de la especie. Estamos en peligro, ¿sabes? Es tu deber.— —¿Puedo elegir al cambiaformas oso?— —No. Sigue el juego, Rosie. Nia suspira y toma la cuchara con las dos manos. La lengua del dragón debe ser demasiado espesa para moverla. Abertha dice que eso es lo que buscamos. —La consistencia del hachís—, dijo. Tuve que preguntarle al tío Dewey sobre eso. Se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo que era como un caramelo. —No. Yo tampoco quiero. Ninguno me reclamaría. Me quedaría atrapada como Drona—. La compañera de mi hermano mayor es una cambiaformas clasificada. Él la visita cuando quiere un culo, la deja embarazada periódicamente y, por lo demás, vive su mejor vida con una mujer de rango medio en una bonita casa grande en Estates, al otro lado del lago. —No estamos hablando de convivir—. Nía hace una mueca. —A la mierda ese ruido. Sólo estamos hablando de sexo con monos calientes—. —Eso es asqueroso, no quiero reproducirme con monos.— —Cuando salgan los cambiaformas monos, les diré que tú lo dijiste—. Nia se ríe a carcajadas y se disuelve en un vendaval de risas. No creo que durmiera mucho ayer en la escuela. Se está emborrachando. —Vamos, Rosie. Elege. Elige o dejo de revolver—. Ella levanta la cuchara dramáticamente. —Bien. Brody. No puedo decir Nick. El nombre no saldrá de mi boca. —¡Mal!— La cara de Nia se arruga con disgusto. —Por el amor de Dios, ¿por qué?— ¿Por qué? Mierda. ¿Por qué, por qué, por qué? —¿Prefiere las rubias?— —Mierda de toro, que se joda entonces —. —De acuerdo entonces. Nick.— Pinchazos calientes bailan sobre mi piel. —¿Por qué?— Lanzo un suspiro. —Eres un dolor en el trasero—. —Vamos.— Ella levanta la cuchara como si fuera un cetro.. —Nick esta bien, contenta. —Por qué. —Porque se sabe expresar —Ahora ¡Vuelve a revolver!— Ella redondea los ojos y los levanta más alto. —Bien bien. Bien. Su boca se abre. La cuchara todavía está en el aire. —¡Maldita sea, Nia! No quiero pasar otra noche haciendo esto el próximo mes—. Mueve sus orejas puntiagudas como si se estuviera sacudiendo las pulgas y vuelve a removerse. Ella se ha quedado pensativa. Me pone nerviosa. —¿Cómo se expresa Nick?— ella pregunta. —Sabes.— Ella parpadea. —Literalmente nunca he prestado atención cuando habla a menos que sea una orden, y luego, para ser honesto, simplemente hago lo que otras personas empiezan a hacer—. —Bueno, si prestaras atención, lo sabrías—. —¿Quieres decir que usa grandes palabras y esas cosas?— Lo hace. Todos los nobles hablan como humanos educados con los instructores, pero Nick y su equipo lo hacen todo el tiempo. Pero eso no es lo que quiero decir. —Dice 'por favor' y esa mierda—. Muevo un hombro como si nada. Es una emoción barata cuando el heredero alfa dice —gracias— después de que le entregas un lápiz. Como si el propio destino se dignara fijarse en ti. Espero que Nia me ase, pero parece desconcertada más que cualquier otra cosa. —¿Eso es realmente todo lo que necesitas de un chico?— —No, pero para los propósitos de este juego, y para que te calles, sí, un por favor es todo lo que necesitas—. Ambas nos sentamos con eso por un minuto. Al final, Nia dice: —Sabes, no creo que Pritchard haya dicho 'por favor' ni una sola vez en su vida—. Su compañero está tumbado boca arriba, con las patas levantadas, sus grandes pelotas colgando en el suelo y la lengua fuera. Nía suspira. Pobre Pritchard. Tiene buenas intenciones. —Mi turno—, digo. Necesitamos un cambio en la conversación. — —No quiero jugar más—, interrumpe Nia, con los hombros caídos. Así es como se pone cuando hablamos de Pritchard. Él no es el compañero que ella habría elegido. Dicen que el destino no comete errores, pero Nia y Pritchard son pruebas bastante claras de lo contrario. —¿Cuanto tiempo más?— Entrecierro los ojos hacia el este. Una oscuridad gris se eleva más allá de la reluciente torre de cristal y metal donde viven las cinco familias de alto rango. —Quizás veinte minutos más—. —¿Y entonces que?— —Lo encerramos en el remolque y lo dejamos enfriar—. —¿Y luego?— —Esta noche lo trituramos hasta convertirlo en polvo con un mortero y luego se lo entregamos a un tipo llamado John en el muelle de manadas detrás del hospital al final de la semana—. —¿Los nobles se inyectan lengua de dragón?— —Sí. Aparentemente, el hospital lo mezclará con químicos humanos y lo pondrá en viales con etiquetas, códigos de barras y esa mierda. Haz que parezca oficial—. —¿No lo fuman?— —No.— —Eso es salvaje.— Sin embargo, los lobos clasificados hacen casi todo a la manera humana. Si lo hicimos en las guaridas, no quieren saber nada. Si pudieran, convertirían a sus lobos en mascotas domésticas. Es una tragedia y ni siquiera lo saben. —¿Entonces faltarás a la escuela el viernes?— pregunta Nía. —Tengo que.— —Veré si mi prima Alys te cubre—. —Si.— Si la asistencia de carroñeros a la Academia cae por debajo de un cierto número, los nobles reducen las asignaciones de suministros del Pantano. Para ellos es importante sentir que están haciendo todo lo que pueden por nosotros antes de enviarnos a trabajos de mierda y limosnas. No parece importarles quién de nosotros aparece, sólo que a muchos sí les importa. Nos quedamos en silencio, Nia se apoya pesadamente en la cuchara mientras trato de localizarla para que no se desmaye en la tetera, pero sigo distrayéndome cada vez que el fuego escupe chispas. Mi mente divaga y probablemente debido a la conversación, me trae un viejo recuerdo. Yo era un cachorro. Mis padres habían salido a caminar unos meses antes y los mayores finalmente me habían convencido para que fuera a la Academia. Como la mayoría de los carroñeros, no me di cuenta de inmediato de lo que se esperaba de mí y me aventuraba a salir del aula si el instructor no estaba prestando atención y la puerta estaba abierta. Así debió ser como me encontré solo en un pasillo de la escuela primaria. Había visto una tapa de botella en el alféizar de una ventana alta, encima de una fuente de agua. Parecía del tipo de cerveza de papá, y en el fondo supe que era una migaja de pan, una pista o un talismán. Tenía que tenerlo, pero estaba fuera de mi alcance, incluso cuando salté. Yo era niña torpe pero persistente. Logré acercarme a una pulgada de la tapa de la botella metiendo mi pie izquierdo entre la pared y la fuente de agua. Mi tobillo estaba torcido en un ángulo antinatural, realmente atascado, pero aún así estiré mi columna, mis costillas y mis costados lo más que pude para acercarme un pelo a mi tesoro. Estaba sudando y gruñendo y sin duda rojo brillante cuando sonó la campana para el cambio de clases de primaria superior. Seguí buscándolo mientras los nobles pasaban, señalando y burlándose, muy entretenido por el sucio cachorro carroñero demasiado estúpida para saber que estaba atrapada. Un hombre alto se inclinó sobre mi cabeza y tiró la tapa de la botella hacia atrás en la cornisa. Tiré de mi tobillo en carne viva y ardiendo y torcí cada articulación de mi brazo y dedos como si pudiera alargar mis huesos por pura fuerza de voluntad. Esa tapa de botella era mía. Y entonces una voz cortante atravesó mi frenesí. —Quédate quieta—. Nick Bermont me estaba desatando la zapatilla. Me quedé helada, más por sorpresa que por sumisión. Lo solucionó rápidamente. Sacó mi pie del zapato y el zapato cayó al suelo. Luego me bajó, sin problemas, sacó la tapa de la botella de la cornisa, la miró con el ceño fruncido, le dio la vuelta, se encogió de hombros y me la entregó. Se lo arrebaté con presteza. Tenía la imagen de un águila roja, exactamente del tipo de mirada que tenía mi padre. Sonreí en agradecimiento, pero él ya estaba caminando por el pasillo. Seth Rosser, la sombra de Nick incluso en aquel entonces, me había revuelto el pelo y dijo: —Las fuentes de agua son para beber, no para trepar, carroñero—. Los carroñeros, por naturaleza, atesoran las cosas pequeñas. Una tapa de botella. Una palabra. Un acto de decencia común. Por eso estamos al final del grupo. No nos importan las cosas grandes e importantes que les importan a los nobles. Por eso te mantienes alejado de ellos; por eso, si te dan a elegir entre dos de ellos, la verdadera respuesta siempre es —ninguno—. Están perdidos. Es un verdadero lobo tonto que sigue al líder de la manada que va en dirección contraria.
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