Manos arriba

3555 Words
8 MANOS ARRIBA   Maldita sea... Miré por la ventana del taxi maldiciéndome por milésima vez el no haber aceptado la propuesta de Susan de tomar el Mustang prestado. Era mi culpa y solo mi culpa, demasiado orgullosa como para aceptar algo más de ella y estas eran las consecuencias.   —Entonces ¿nunca te han asaltado o algo así? —siguió preguntando el sujeto tras el volante. Apreté mis manos sobre mi mochila y la acerqué más a mi pecho. —Sé defensa personal —advertí más que responder a su pregunta. En mi mente ideaba mil y un escenarios sobre cómo escapar del maldito carro. En la siguiente curva el debería de bajar la velocidad, por lo que podría abrir la puerta y tirarme a la acera en dado caso de ser necesario. —¿Y qué harías si el sujeto trajera un arma? —preguntó intrigado, crispando mis nervios—. No creo ninguna patada sirva de mucho con una bala entre ceja y ceja, ¿eh?   Mierda, mierda, mierda...   No había podido dormir más de dos horas seguidas en la noche, las pesadillas no se habían esfumado y me rehusaba a tomar cualquier tipo de medicamento para dormir por dos cosas. En primera, a mi parecer era una salida cobarde, adormecer los sentidos, dejarte a la deriva y en segunda, pues... no tenía dinero para comprarlas. La pensión de papá aun tendría que pasar por numerosos tramites burocráticos hasta que ésta pudiese llegar a mis manos y si bien John se había encargado de que no estuviera en la indigencia, no me apetecía derrochar el dinero.   Así que mi humor no era el mejor para andar aguantando a un taxista psicópata.   Tomé mi celular y sin pensar dos veces marqué al primer contacto que me vino a la mente.   —¿Hola? —preguntó sonando sorprendido. —¡Hey, Derek! ¿Te parece si nos vemos en la entrada del mall?   —¿En la entrada del...? —Sí, por supuesto, ya voy llegando. En un minuto te veo. —Y colgué.   Sabía que había tomado al chico con la guardia baja y en estos momentos se ha de estar preguntando qué demonios me había picado, pero tenía que despistar al taxista y hacerle saber que, si me sucedía algo, alguien estaba esperando por mí.   Como supuse, el sujeto no volvió a decir nada, solo tamborileaba en el volante con sus dedos tatuados con algunos símbolos chinos y en menos de dos minutos ya me estaba dejando en el mall. Casi besé el suelo en cuanto puse un pie fuera de él, pero recordándome que debía guardar la compostura me obligué a calmarme.   Con mi mochila al hombro entré al lugar, esperando no perderme ni dar muchas vueltas sin sentido, se veía que era un lugar muy grande y lleno de numerosas tiendas caras, solo esperaba encontrar rápido lo que venía a buscar.   —¿Emma? —escuché que preguntaron a mis espaldas. Me giré y vi sorprendida como Derek se acercaba hasta mí con paso vacilante—. ¿Habíamos quedado de vernos aquí? —preguntó avergonzado de quizás haberlo olvidado. —Oh mierda, no, no te preocupes —respondí—. Yo solo... quería que el taxista psicópata que me tocó, pensara que había alguien esperando por mí, planeaba explicártelo más tarde, no pensé que justamente estuvieras aquí —expliqué abochornada. —No te preocupes. —Sonrió—. Acompañé a mi mamá a hacer unas compras, ¿y tú? —Oh, hum. —Miré mi mochila donde estaba guardada mi laptop nueva     —Vengo a ver si hay algún lugar donde pueda instalarle esos programas básicos, ya sabes, para hacer tareas. —¿Por qué no los instalas tú desde el internet? —preguntó curioso. —Bueno, si supiera no estaría desperdiciando mi dinero en pagar para ello —respondí lo obvio—. Al menos espero que no sea muy costoso la instalación —agregué pensando en el poco dinero que había traído conmigo. —Yo podría hacerlo por ti —ofreció con voz tímida. —¿De verdad? —pregunté entusiasmada, hasta que recordé algo—. Pero madeimoselle Amelie quiere un ensayo para pasado mañana y no he podido avanzar nada. —No me tardaré nada, es más lo haré hoy mismo —dijo decidido—. Solo déjame ir a avisarle a mi mamá... —¡Derek! —Una mujer joven y guapa, venía hacia nosotros encaminada en unos enormes tacones y detrás de ella jalaba a un Derek en miniatura—. Tengo que irme ya, tu tía me espera y aún debo llevar a Richard con tu padre. —De acuerdo, yo me quedaré aquí un rato más... —me miró y luego a su madre—. Mamá, ella es Emma, uhm... una amiga. Emma, mi mamá.   Extendí mi mano para estrechar la de la señora, cuando me atrajo hacia ella y me estampó un sonoro beso en cada mejilla, me observó con los ojos brillantes y una enorme sonrisa.   —Mucho gusto, Emma, me alegro que mi bebé al fin me presente a una chica. —Enarqué una ceja y miré a Derek que se había puesto tan rojo como el vestido de su madre. Sentí un calorcillo en mi rostro, pero me negué a reconocer que también me había sonrojado. —Yo no... —Y además eres muy linda, oh, solo mira tú color de cabello... es tan lindo. ¿Usas tinte o es natural? —Por inercia me llevé una mano a mi cabello que lo traía sujeto en una coleta. —Es natural —murmuré extrañamente intimidada. —¡Maravilloso! —exclamó mirándolo—. Sus bebés serán tan lindos —susurró. Mis ojos se abrieron como platos y di un paso hacia atrás nerviosa. Derek se atragantó con su propia saliva y se puso aún más rojo si era posible. —¿No te-tenías pri-prisa-a mamá? —tartamudeó. —¡Oh, sí! Tienes que traer a cenar a tu novia Derek —respondió tomando la mano de nuevo del niño y alejándose—. ¡Tu hermano tiene novia, Richard! ¿Puedes creerlo? ¡Mi bebé! ¡Tu papá tiene que conocerla, de lo contrario no me va a creer! —gritó y se fue dejándonos en un incómodo silencio.   ¿Qué infiernos acaba de pasar? ¿En serio ella mencionó la palabra con B? j***r.   Después de unos incómodos minutos, me atreví a mirar a Derek que si bien aún seguía muy sonrojado ya no estaba purpura y me entró una risita nerviosa.   —Vaya, nadie se había sentido tan feliz de verme en años. —Yo... uhm, lo si-sien-siento. No sabía, que mi ma-mamá se iba—a-a po-poner así... —Él me miró mortificado. —No hay problema. —Reí para terminar de disipar la incomodidad—. ¿Entonces... hacemos esto? —pregunté levantando mi mochila donde guardaba la computadora. —Por supuesto —exclamó aliviado al ver que no le tomaba demasiada importancia al asunto—. ¿Ya comiste? Hay un pequeño restaurante donde tienen conexión a internet, podemos ir ahí. Digo... si quieres. —Un bocadillo no me vendría nada mal.   Afortunadamente el restaurante se encontraba a solo dos cuadras del Mall, por lo que no fue necesario tomar otro taxi, gracias a Dios. Durante el camino no aguante la tentación de preguntarle a Derek sobre el supuesto amorío que tenía con aquella chica morena que había señalado Matt en la cafetería. A veces pensaba que mi curiosidad estaba disfrazada de una ansiosa señora gorda a la que le ofrecían los chismes cual pastel de chocolate.   Pastel de chocolate. Hmmm…   —¿Cómo fue que te enamoraste de esta Mildred? —pregunté casualmente pateando una piedra. —Es Melissa, no Mildred —respondió sonriendo—. No lo sé, a todos los chicos les gusta... así que solo pasó. —Él frunció el ceño cuando lo miré incrédula—. ¿Qué? —¿Es en serio?, ¿solo pasó y ya?, ¿no hay una tonta historia cursi de amor? —Pregunte decepcionada. —¿Cómo qué? —preguntó molesto. —No lo sé, algo como que... “Y cuando ella entró al salón, sus miradas se encontraron y todo a su alrededor desapareció, y solo existían ustedes dos...”. —Él me miró entre asombrado y divertido cuando terminé con voz fingidamente soñadora—. ¿En serio? —Siento desilusionarte, pero para pasar eso, primero ella tendría que mirarme. —¿Nunca has hablado con ella? —inquirí tomándole más seriedad al asunto, al ver que de hecho mis bromas no habían sido tan bienvenidas. Él negó con la cabeza y se encogió de hombros. —Estamos en rangos diferentes, ella no tendría por qué siquiera notarme. Ya sabes, la jerarquía social y eso. —Vaya estúpida —musité en voz baja, pero él me escuchó—. ¿Qué? —pregunté a la defensiva cuando me miró con reproche—. Es una pobre estúpida, al no saber que tiene a un gran chico detrás de ella.   Él se me quedo mirando fijamente por unos cuantos segundos, abrió y cerró la boca unas cuantas veces, hasta que finalmente negó con la cabeza.   —Ya estamos aquí —apuntó.   De pequeño, el restaurante no tenía nada. El lugar era grande y sumamente elegante, con mesas cubiertas por finos manteles blancos y meseros uniformados. Por un instante me preocupé por la ropa que llevaba, unos sencillos pantalones de mezclilla pegados, una blusa verde de manga corta y mis inseparables botas.   —Tranquila, yo tampoco vengo elegante. —Obviamente mi auto- escrutinio no había pasado desapercibido para él. Y era verdad, con sus jeans y su playera con logo de minecraft, además de sus converse, no se podía decir que fuese elegante, pero una segunda mirada me hizo darme cuenta que a pesar de lo sencillo que era su vestuario no era del que se conseguía en las ofertas de Wal-Mart.   Asentí y un mesero nos guío hasta una mesa del fondo, donde la señal de internet era mejor, a pedido de Derek.   —Vamos a ver que tenemos aquí —murmuró más para sí mismo, mientras encendía la laptop—. ¿Qué programas quieres?, ¿para redactar?, ¿hacer vídeos?, ¿presentaciones?, ¿Graf... —Solo quiero poder hacer mis tareas —lo interrumpí.   Él se quedó viendo la pantalla por unos segundos y después rio.   —¿Qué pasa? —pregunté curiosa, acercándome para ver lo que lo mantenía tan entretenido. En la pantalla, como fondo, estaba una foto mía y de los chicos, todos con nuestro uniforme y llenos hasta las orejas de lodo.   Recordaba perfectamente ese día, había sido un entrenamiento especialmente difícil, que se había llevado prácticamente toda la mañana y parte de la tarde, incluso a pesar de soltarse una lluvia no paramos, pero al final nuestro equipo resulto ganador y era por eso que todos portábamos unas enormes sonrisas en la foto.   —No sabía que te gustaba disfrazarte —respondió Derek con la diversión bailando en sus ojos.   ¿Disfrazarme?   —Oh... bueno, yo... yo... —¿En serio estás tartamudeando? j***r, Bennett. ¿En serio? ¿Qué pasaría si yo le decía que eso no era ningún disfraz? ¿Se asustaría? Conociendo como es de nervioso, no podría saberlo. —¿Ya saben lo que van a ordenar? —Bendito seas... Pensé mientras veía al camarero esperar nuestra orden.   Después de que el camarero se retiró, Derek por suerte se enfocó a descargar los programas por lo que dejó el tema de lado. La comida estaba deliciosa, ambos pedimos filetes, acompañados con ensalada y una limonada.   ¿Había dicho que no me venía mal un bocadillo? Bah, una chica tiene que comer lo que tiene que comer ¿No?   —Tu mamá se ve muy joven —dije recordando el rostro de la señora. —Ella te besaría si te escuchara decir eso —respondió sonriendo. Él realmente tenía una bonita sonrisa, su rostro usualmente serio se iluminaba —. Es diseñadora de interiores —dijo como si eso lo explicara todo y en cierta forma lo hacía. Supongo que la imagen lo era todo—. ¿A qué se dedica tu mamá?   —Oh... no, mi madre murió cuando tenía cuatro años —respondí. —Emma, lo siento, no sabía... —Y no tenías por qué saberlo —lo interrumpí—. Fue hace mucho, no te preocupes. —Aun así, lo siento—dijo en voz baja—. ¿Entonces... ahora vives con tu padre?   Sabía que vendría esa pregunta y aun así la garganta se me cerró. Era mucho más difícil hablar de él, me había acostumbrado a crecer sin una madre, pero lo de papá era tan reciente, hace apenas un mes... Dios mío... ¿Ya pasó un mes? Pareciera que apenas fue ayer...   Un alboroto evitó que respondiera y mirando hacia la entrada del lugar, observé como dos hombres con ropas negras y pasamontañas entraban.   Palidecí al comprender lo que estaba a punto de suceder.   —¡Muy bien, señores, no queremos heridos! ¡Así que todos al piso, con la cara hacia abajo y sin hacer ruido! —gritó uno de ellos mostrando un arma.   La cara de Derek se transformó en una de completa incredulidad, mientras ambos veíamos como los dos sujetos se abrían paso entre los clientes asustados, que, a pesar de la amenaza, algunos gritaban. Uno de ellos había cerrado las puertas de cristal, asegurando así que la gente no tratara de salir, mientras que el otro con el arma apuntaba a la gente de manera burlona.   —¡Dije que al suelo! —gritó este último mirando en dirección a la sección donde estábamos Derek y yo, junto con otras personas que permanecíamos aún en nuestras sillas.   Derek tomó mi mano entre las suyas, que temblaban visiblemente y me instó a acostarme en el piso junto a él, boca abajo tal cual el ladrón había indicado.   Vaya mierda...   Mi corazón latía como nunca antes lo había hecho y mi cerebro trabajaba a mil por segundo, tratando de idear alguna manera de salir de esto.   —Tra-tran-tranquila, Emma, to-todo saldrá b-bien. —Miré a Derek que trataba de mantener la compostura y en ese momento lo admiré. El gatito nervioso y tímido que conocí, ahora en este momento de caos, trataba de tranquilizarme haciéndose el valiente.   Le sonreí y asentí. «Quizás solo se lleven el dinero y ya».   Levanté la cabeza y miré hacia el lugar donde unos sollozos empezaron a sonar. Era una señora de unos cuarenta y tantos años de edad, que estaba a punto de entrar en plena crisis nerviosa.   Desafortunadamente no fui la única que la escuchó.   El sujeto que sostenía el arma se dirigió hasta ella y le tomó del cabello arrastrándola sobre los gritos de dolor de ella.   —¡Cállate, puta! —gritó sacudiéndola.   Apreté mi mandíbula tan fuerte que no me sorprendería romperme algún diente. Todos mis instintos me gritaban que corriera y auxiliara a la señora de ese maldito matón, mientras que mi cerebro trataba de razonar.   “Eviten a toda costa un enfrentamiento con un sujeto si este se encuentra armado y ustedes no...”   Las palabras del sargento resonaban en mi cabeza.   —Dios mío —jadeó Derek. Miré hacia donde él lo estaba haciendo, para encontrar al segundo hombre arrojando a un niño de al menos diez años contra el piso, la cabeza del niño rebotó contra el piso y quedó inconsciente. La madre del pequeño se abalanzó contra el sujeto, pero este la derribó de un solo golpe.   —¡¿Alguien más, perras?! —bramó fuera de sí, era obvio que el sujeto estaba bajo alguna sustancia que lo tenía tan alterado, y eso definitivamente no era nada bueno.   “...Pero si no queda de otra, entonces hagan lo que tengan que hacer y que Dios los ayude”.   Estaba a punto de pararme cuando alguien más se me adelantó. Miré incrédula como Derek se ponía de pie con la respiración agitada y temblando, pero con decisión.   —¡¿Qué carajo estás haciendo?! —susurré histérica tratando de tomar su mano para jalarlo de nueva cuenta al suelo, él me ignoró y clavó la mirada en el hombre que aún tenía agarrada a la señora del cabello—. Derek no seas estúpido, regresa acá —insistí sintiendo que mi corazón se detenía por unos segundos. Maldita sea, el de todas las personas que pude haber pensado que se pondría de frente en esta situación, hubiese sido el último. —Su-suelta a la da-dama. —Él se veía como un pequeño gatito que se enfrentaba al león. Si antes dije que lo admiraba, ahora realmente me impresionó. Pero no me iba a dejar llevar por esta emoción, el jodido gatito estaba siendo insensato y este no era el momento más indicado para serlo ¿Qué no era el chico inteligente? ¡Pues estaba haciendo gala de una increíble estupidez! . —Valiente muchachito blandengue. —El ladrón rompió a carcajadas, miró a Derek con una sonrisa maliciosa—. ¿Y qué vas a hacer, ah?   Piensa rápido, Bennett, piensa rápido... Es como un ejercicio de la academia, una simulación. Sí, una simulación donde si me equivoco gente real saldrá lastimada.   Por favor, mamá... papá, si es cierto que están ahí cuidándome donde quiera que estén, no me abandonen ahora, no ahora, por favor. No permitan que ningún inocente salga más lastimado... No permitan que Derek sea lastimado.   Miré hacia mi izquierda y vi a uno de los camareros tirado junto a mí, tratando de ver la escena que protagonizaba el moreno insensato. Y entonces el foco se me prendió.   —Oye —susurré, el camarero me miró asustado y confundido—, quítate el chaleco, si ellos ven que trabajas aquí... —dejé la frase incompleta para que él la terminara en su imaginación.   Abrió los ojos y preso del pánico se deshizo del chaleco tan rápido como si le quemara. Yo lo tomé y semi-oculta gracias a la mesa me lo puse.   —Oye, pero acabas de decirme... —Me solté el cabello y me paré, no era momento de ponerme a charlar, era momento de salvar al gatito.   O intentarlo.   Me interpuse rápidamente entre Derek y el sujeto, sentí tensarse a Derek detrás de mí y poner sus manos en mi cintura tratando de alejarme.   Eso no va a pasar, amigo.   —¿Y ahora tú qué quieres, zorra? —preguntó. Levanté mis manos en señal de sumisión. —Soy la gerente de este lugar... —Que se lo crea Bennett, es el momento de que hagas la actuación de tu vida—. Yo... Yo soy la ge- gerente, si te d-doy el di-dinero, ¿Te-e irás? —Casi te pareciste a Wells, bien hecho. —Muy joven para serlo... ¿No crees? —preguntó entrecerrando los ojos. —Mi p-padre conoce al du-dueño —mentí rápidamente.   Los ladrones intercambiaron una mirada y con una sonrisa burlona asintió.   Claro que no se irían, pero claro que tampoco yo era la gerente.   —Indícame el camino, bella damisela —exclamó, Derek a mis espaldas se atragantó con su saliva y trató de agarrarme del brazo para impedirme caminar, pero me sacudí y le lancé una mirada. El jodidamente había empezado con esto.   Lo único que lamentaba era dejar ahí, entre la gente inocente, al que tenía el arma.   Conduje al sujeto hasta una puerta que se encontraba a lado de lo que parecía ser la cocina, y entramos para descubrir que era cuarto de la limpieza. Y a pesar de ser un espacio reducido había suficiente espacio para lo que planeaba hacer.   —¿Qué mierda...? —no terminó la pregunta cuando yo ya había girado y con la palma abierta de mi mano golpeé su oído destanteándolo, tomé su brazo y lo doblé a su espalda, haciendo que se hincara, con la otra mano agarré un trapo sucio que estaba sobre algunas botellas de detergentes y lo metí dentro de su boca abierta para evitar que su compañero escuchara los gritos. —¿Así que te gusta golpear a las mujeres, ah? —pregunté sin aliento. Doblé aún más su brazo y el sujeto trató de gritar con la tela obstruyéndole, algo en sus manos me llamó la atención y me fijé que tenía los nudillos tatuados con símbolos chinos.   “...Solo tamborileaba en el volante con sus dedos tatuados con  algunos símbolos chinos y en menos de dos minutos ya me estaba dejando en el mall...”   Cabrón.   Con un último golpe lo dejé inconsciente en el suelo y fui por su compañero.   Lo primero que busqué al salir de cuarto fue a Derek y hasta que no lo vi no respiré tranquila. Estaba sentado en el piso asistiendo al niño, que para mayor alivio ya estaba consciente, llorando en el regazo de su mamá, pero consciente. Su mirada ansiosa me recorrió de arriba abajo y cuando vio que no tenía ninguna herida se relajó un poco... Relajamiento que terminó cuando vio que me acercaba al otro bastardo.   —¿Y el dinero, primor? —preguntó cuando me encontraba a unos metros de él. Necesitaba acercarme lo más que podía, a esa distancia mientras el sostuviera el arma, yo estaba bajo su poder. —Su-sucedió un pro-problema —murmuré acercándome a él lentamente.   Él se tensó y miró sobre mi hombro visiblemente nervioso.   —¿Dónde está mi amigo? —gritó. Un poco más, unos pasos más—Detente maldita zorra ¡Quédate donde estás o te mato! —Haciendo caso omiso y arriesgándome a que apretará el gatillo me acerqué levantando las manos para que viera que no traía nada. —Él me man-mandó a dar-darle un mensa-mensaje —respondí, me acerqué hasta que tuve el arma frente a mi cara, si él me disparaba ahora todo habría acabado.   Ojalá y a alguien se le ocurra llevarme mariachis al funeral.   Ante su asombro, sonreí girando mi mano derecha para enseñarle mis nudillos cortados a causa del último golpe que le di al taxista. Cuando vi que apretaba el gatillo, golpeé la parte interna de su brazo desviando la trayectoria de la bala que terminó incrustada en una pared, di un golpe directo al cuello, y con la mano izquierda le hice una llave a su brazo derecho, luxando y tirándolo al piso para finalmente quitarle el arma.   —Parece que solo puedes enfrentarte a niños de diez años —jadeé sobre él, con el arma apuntándole a la cabeza, él gimió y las sirenas de policía se oyeron—. ¿En serio?                                        
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