Avery miro a su alrededor, quizás por instinto, pero algo dentro de sí, le dijo que aquel hombre que había visto y escuchado en su visión se encontraba ahí, entre los presentes que pretendían comprarla. Intento observar sus rostros, pero desgraciadamente todos ellos, llevaban mascarás, pero esta vez no de animales, sino que más bien eran máscaras que mostraban expresiones faciales exageradas.
Algunas parecían representar la lujuria y la avaricia, así como el orgullo, era como si en realidad trataran de representar los pecados capitales y en cierto modo enfermo, a esas personas realmente ni siquiera le importaba, sino que se divertían representando esos defectos con orgullo.
Avery se quitó el velo enfrente de todos ellos, en un intento de buscar a ese hombre que tal vez la conocía y podría reconocerla una vez que viera su rostro, pero lo hizo desobedeciendo la orden que le habían dado antes de subir. Así que el público, creyendo su actuación era parte del show, comenzó a aplaudir mientras le dirigían expresiones en todo tipo de idiomas que ella no entendió:
—¡Magnifique!
—¡Incredibile!
—¡Muhteşem!
Sin saberlo, encontró en un balcón una mirada que la desconcertó, esta persona se había quitado su máscara para ver con mayor claridad a Avery, solo que cuando sus miradas se cruzaron, ella supo que se trataba de ese hombre, el hombre que ella recordaba.
Tenía una mirada profunda y facciones severas. Tenía barba, pero una sutil y bien peinada. Llevaba puesto un traje oscuro junto con una corbata roja, nadie ahí llevaba corbata tan vistosa como él, era como si en realidad esperara que alguien lo viera.
Avery trato de hablar, articular al menos la palabra ayuda, pero simplemente no pudo, puesto que enseguida un recuerdo la atormento. El recuerdo de una amenaza que ese mismo hombre le hizo alguna vez: "Si no eres mía, no serás de nadie más"
En esa visión vio una arma que le apuntaba justo en la cabeza, ese hombre se había atrevido a amenazarla. ¿Cómo lo había conocido? No lo sabía, pero después de ver esa visión supo que ese hombre era demasiado peligroso, tanto como para evitar pedirle ayuda, así que se dio media vuelta, tomo el velo, trato de ponérselo de nuevo, era su única forma de no sentirse humillada ante toda esa gente que comenzaba a pujar por ella.
Corrió de vuelta hacia las escaleras del escenario con el fin de escapar de todos esos ojos que la observaban y la incitaban a regresar entre risas y una música erótica, pero en su camino se encontró con la misma mujer que le había dado instrucciones específicas.
—¡Dama Alicia!—la detuvo por los hombros—¿Qué ocurre?
Avery no respondió, estaba en una especie de estado de shock que lo único que pudo hacer fue derramar un par de lágrimas. Estaba en problemas, su intuición se lo decía, pero no había nada que ella pudiera hacer, nada más que tratar de huir, solo que por obvias razones no se lo diría a ella ni a nadie. Debía ser astuta e inteligente para burlar a todas esas personas que, a pesar de pretender tratarla bien, en realidad buscaban sacar provecho de ella.
La mujer la llevo lejos de las escaleras, puesto que aquella sección había concluido. Todas las damas habían sido presentadas y habían desfilado para los clientes que esperaban ansiosos poder pujar por su favorita, pero Avery ya no tuvo la oportunidad de quedarse a escuchar que sucedería, puesto que aquella joven mujer le ordeno a los conejos que la habían llevado hasta ese lugar que la llevaran a su respectiva habitación y por un instante Avery creyó que la llevarían al mismo lugar donde había despertado, pero descubrió que en realidad la llevarían a un segundo piso a una lujosa habitación donde estaría vigilada por esos conejos que no se apartaron de ella.
Avery vio una ventana y si tan solo hubiera podido acercarse a ella, quizás se habría lanzado con tal de salir de ese lugar, pero no lo hizo al tener a esos conejos tan cerca de ella, desde su lugar, sentada sobre la cama, podía ver sus armas sobresalir de sus fundas, quizás no eran expertos con ellas, pero la posibilidad de que la hirieran estando tan cerca de ellos, era muy alta.
Al no poder hacer nada más que esperar, contemplo la oscuridad que se podía observar por medio del cristal. Era de noche y parecía ser una noche muy pacífica, afuera no se escuchaba nada más que el ruido de algún grillo perdido, el cual Avery envidio mucho.
Había estrellas en el cielo o al menos eso le pareció, apenas podía ver un pequeño fragmento del cielo nocturno, debía ser una noche espectacular y de tan solo poder verla con mayor claridad se habría conformado, pero ni siquiera tenía eso.
Paso alrededor de hora y media mientras Avery esperaba que la puerta de aquella habitación se abriera, pero en ese momento tuvo la enorme necesidad de ir al baño, así que se levantó, pero enseguida esos hombres, con máscaras, sacaron sus armas.
—Debo ir al baño—explico Avery creyendo que al menos de esa forma tendría un poco de paz y privacidad, algo que le habían negado desde que había despertado, al menos merecía tener un minuto a solas.
Los conejos se miraron entre sí y enseguida uno de ellos saco un radio portátil que llevaba en el interior del bolsillo de su chaqueta. Dijeron algo que Avery no comprendió, lo dijeron en otro idioma, así que Avery supuso que posiblemente se encontraba en un país que desconocía, puesto que la mayoría de la gente del público había hablado casi de la misma forma, quizás esas subasta era algún tipo de evento internacional o algo parecido.
Luego de un minuto, una mujer vestida como aquellas asistentes que la habían atendido al despertar, entro por la puerta y se acercó a ella.
—¿Me llamaron?—expreso la mujer con un acento pronunciado, parecía francés.
—La dama Alicia necesita pasar al baño—le informo el conejo y entonces la chica asintió, se acercó a Avery y le quito el velo.
—Sígame, por aquí—le indico la mujer haciendo un sutil reverencia, luego con la mano le indico el lugar por el que debía ir, pero no se apartó de ella, así que Avery dedujo que habían llamado a esa mujer con la intención de seguirla incluso al baño, quizás para que no intentara buscar algo con que defenderse o simplemente quitarse la vida.
Siguió a la mujer al baño y entonces, al darse cuenta de que esa mujer no se apartaría ni un centímetro, fue la gota que derramo el vaso.
—Creo que puedo hacer esto sola—expreso Avery, algo molesta, sabia que esa mujer no podía hacerle nada, al menos no matarla, aunque sí golpearla, solo que esta vez ella había aprendido la lección, no permitiría que nadie más volviera a golpearla.
—Discúlpeme, pero son órdenes. Ninguna dama puede quedarse sola—expreso la mujer de forma cortes, por supuesto, porque ese era su trabajo, no porque realmente quisiera tratar bien a Avery.
—¿Órdenes de quién?—pretendió interrogar a la joven a ver si podía sacarle un poco de información, aunque claro, no iba a servirle de mucho, si no podía escapar de ese lugar.
—Es confidencial—respondió la joven sin darle más vueltas al asunto— por protocolo debo quedarme con usted, aún a pesar de que sea una actividad poco decorosa.
Avery no tenía muchas ganas de discutir, después de todo si tenía la necesidad de usar el baño, pero claro no iba a hacer delante de ella, así que se le ocurrió una idea.
—Al menos puedes darte la vuelta—expreso Avery como una última solución—merezco un poco de privacidad.
Aquella joven asistente asintió, no tenía problemas en darse la vuelta, ya que el protocolo no decía nada al respecto, así que lo hizo y una vez que Avery no sintió sus ojos encima de ella, se bajó las bragas e hizo sus necesidades, pero estando ahí, encogida esperando a terminar, sintió un ardor en sus labios vaginales, así que al terminar y limpiarse se fijó hacia abajo, estaba completamente depilada, pero aquella depilación parecía ser bastante reciente, quizás alguien lo había hecho por ella mientras estaba inconsciente.
Desconcertada, volvió a subirse las bragas, esperando que nadie se hubiera aprovechado de su inconsciencia, pero después de todo lo que había visto, ya no sabía qué pensar.
Bajo la manija del W.C y luego fue a lavarse las manos y mientras meditaba sobre su destino, escucho que alguien había entrado a la habitación. Mientras se secaba las manos, escucho a alguien decir:
—La dama Alicia ya ha sido adquirida.