Capítulo 6 Dudas

1150 Words
Luego de que Yamel llegara a su casa comenzó a prepararse para el programa del día siguiente. Estaba tan concentrada en lo suyo que olvidó llevarse el teléfono con ella cuando subió a su estudio. Tuvo que bajar corriendo ante los incesantes toques en la puerta principal. No tenia idea de quien podría estar visitando tan tarde en la noche. Observo a través de la mirilla de la puerta y estuvo tentada a no abrir al ver a su todavía esposo parado al otro lado. Vio como Eduardo marcaba en su teléfono y hacía una llamada. En la sala de estar se podía escuchar el sonido saliente del teléfono de Yamel. Esta para evitar ir hasta allá decidió abrir la puerta. — ¿Qué necesitas? Eduardo no respondió. Apartó a Yamel de la puerta y entró mirando por toda la casa como si esperara encontrar a alguien más. Yamel quedó perpleja y lo siguió, esperando a que este explicara su actuar tan ridículo. — ¿Estás sola? — ¿Con quién más podría estar a esta hora? — Entonces, ¿por qué no respondiste el teléfono? — Eduardo giró, mirando a Yamel con sospecha. — Estaba revisando el trabajo que me toca. No tenia el teléfono a mano. — explicó Yamel aún sabiendo que no necesitaba hacerlo. Eduardo entrecerró los ojos, como si estuviera analizando si había algún cabo suelto en las palabras de Yamel. — Entiendo. — Ahora bien, ¿por qué estás aquí? ¿No deberías estar al lado de Sabrina y procurar que este bien? — habla Yamel cruzándose de brazos. — Tengo algo importante que decirte. Yamel arqueó una ceja esperando a que Eduardo continuara hablando. — Te concederé una pensión alimenticia suficiente para que no tengas que trabajar. Seguirás viviendo bien después del divorcio así que no tienes que estar en contacto con ningún otro hombre. — dijo Eduardo con una cara seria. Luego de escuchar lo último que Eduardo mencionó, la tez de Yamel palideció. Por un segundo no supo que decir o como debía reaccionar ante lo que acababa de escuchar. — ¿Qué estas tratando de decir, Eduardo? ¿Me has visto en algún momento alagando a los hombres solo para recibir dinero?¿Qué tipo de mujer crees que soy? — Escucha, no me estoy refiriendo a eso. Solo no quiero que te usen porque no posees lo recursos suficiente para protegerte. — Eduardo suaviza el tono para que Yamel no mal entendiera. — No soy una niña. Puedo hacerlo por mi cuenta. No necesito que tu o ningún otro hombre me proporcione ayuda. No soy ni pienso ser la amante de nadie. — exclama totalmente enfurecida. Yamel se escuchaba con una fuerte determinación pero no pudo evitar que la voz se le quebrara en la última oración. — Yamel… — Puedes marcharte si solo viniste hasta aquí para humillarme con tus palabras. — No me has entendido… Eduardo sintió un leve pánico al ver como Yamel lo estaba mirando. En cambio esta, no siguió hablando. Cruzó al lado de Eduardo y subió a su habitación. Cerró la puerta y se quedó un tiempo apoyada contra esta tratando de recomponerse. Este nuevo enfrentamiento había hecho que se diera cuenta del poco aprecio que su esposo sentía por ella. Con el alma en el suelo se arrastró hasta el baño, abrió la llave de la bañera y se sentó en el borde hasta que se llenara. — ¡Ahh! De pronto el sonido de un fuerte trueno irrumpió el silencio que había haciendo que Yamel se resbalara del susto y callera dentro de la bañera. — Yamel — gritó Eduardo subiendo deprisa al escuchar el grito aterrador de su esposa. Empujó la puerta de la habitación y caminó hasta el baño al no ver a nadie en ella. — ¿Estás ahí? Eduardo abrió la puerta con cautela y observó el interior. Se encontró con una escena un poco divertida. Yamel estaba completamente empapada, parecía un gatito mojado. Eduardo entró por completo y le pasó una de las toallas que se encontraban cerca del lavamanos. — ¿Qué pasó? La pregunta de este quedó ahogada bajo el sonido de otro trueno. Yamel tomó la toalla y se envolvió en ella sin responder. Era bastante obvio lo que había pasado y además seguía enojada con Eduardo. Yamel salió del baño y buscó algo para cambiarse. Eduardo inmediatamente salió dándole el tiempo que considero para después volver a entrar en la habitación. Yamel estaba acostada cubierta por la manta. — Me quedaré contigo esta noche. — Informa Eduardo iniciando a desvestirse. Yamel abrió los ojos recibiendo una imagen impactante. Pocas veces podía ver a su esposo así. — Cámbiate en el baño y ve a la habitación de invitados. — manda Yamel intentando sacar la imagen del torso desnudo de su esposo de la cabeza. — Esta sigue siendo mi habitación. — No es adecuado que duermas aquí. ¿Qué harás si Sabrina se entera? Eduardo hizo caso omiso a las palabras de Yamel y se acostó en el espacio sobrante en la cama. — Debes ir a ver a Sabrina, seguro está sola en el hospital. — insistió Yamel. — ¿No puedes pasar ni un minuto sin mencionarla? — hablo Eduardo casi perdiendo la paciencia. — Es inevitable. Se volverá loca cuando sepa que su prometido pasa la noche en la misma cama que su ex-esposa. — dice Yamel con cansancio. — Además tienes que acostumbrarte a que hablen y te pregunten sobre tu futura esposa. — Deja de hablar, por favor. — Eduardo se acomoda en la cama quedando acostado sobre su costado. — Vete a otro lugar o lo haré yo. — advierte Yamel intentando salir de la cama. Eduardo la detuvo. Pasó una de sus manos sobre la cintura de Yamel presionándola contra la cama. — Quédate. No es como si fuera a hacer algo. Yamel se vio obligada a quedarse acostada, compartiendo sabana con su esposo. Esta le dirigió una mirada afilada, si fueran puñales hace tiempo Eduardo tendría un agujero en la cabeza. Este cerro los ojos y mostró una sonrisa de satisfacción. Yamel estuvo tentada de borrar esa sonrisa arrogante con una patada. — Tengo frío, dame más manta. — demando Eduardo. — Bájate y busca otra. — No me hagas arrancarla y dejarte sin nada. Ambos comenzaron a forcejear siendo Eduardo el ganador. La atmósfera se había calmado. Pero como si fuera obra del destino, el teléfono de Eduardo comenzó a sonar. Se podía adivinar quien era la autora de esa llamada. Eduardo salió deprisa con la camisa a medio poner sin siquiera dar una mirada o gesto de despedida. Era lo mismo siempre. Sabrina llamaba, Eduardo corría tras ella. Yamel no profundizó más. Cerró los ojos y esperó a que el sueño viniera a reclamarla. Apagando así esos sentimientos traicioneros que empezaban a alborotarse.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD