Capítulo 7 El certificado

1653 Words
Domingo Gómez el abuelo de Eduardo había llegado de su viaje y querían realizar una comida de bienvenida. — Esta bien, haré lo posible por llegar a tiempo. Yamel se empezó a vestir para ir al trabajo. Aunque su vestimenta era formal, era un traje más fino ya que en estos últimos días había empezado el calor. Se recogió el pelo en un moño alto y luego se marchó. Ya en la oficina Yamel estaba sentada en un rincón repasando los comentarios para iniciar el programa. — ¿Has tenido algún problema con el guión? — preguntó Enrique sentándose junto a Yamel. — No, solo estoy revisando para sentirme segura de que algo no se me haya olvidado. — Explica esta dejando hojas sobre sus piernas. Cuando se terminó el programa Yamel salió en busca de su jefe, se le había olvidado pedir el permiso para ausentarse en el periodo de la tarde. Yamel preguntó a alguien de su trabajo sobre el paradero de este y luego se encaminó hasta la salida encontrándose con su jefe en la entrada de la empresa. — Señor Mendoza. — llamó a su jefe por su apellido debido a que no quería que su relación se malentendiera. — ¿En qué puedo ayudarte? — preguntó este con una sonrisa amigable. — Más tarde tengo que salir, necesito que alguien cubra mi turno. — Te lo dejaré pasar por esta vez. Tómalo como un regalo por hacer hecho bien el trabajo de hoy. — Enrique hecho un vistazo a su teléfono. — Tienes que avisar con tiempo la próxima vez. Aunque a Enrique se le conocía por tener una buena relación con sus subordinados, a fin de cuentas cada quien debía hacer el trabajo que le tocaba para no ser desplazado. — Te aseguro que no volvería a suceder. Muchísimas gracias. — Bien. Yamel se despidió de su jefe con una sonrisa. Luego subió a buscar su bolso y firmar la salida. Cuando había llegado a la puerta casi tropieza del susto. Podía ver como su esposo se acercaba con una mirada enfurecida. Esta miró a su alrededor, no quería encontrarse también con Sabrina. Si Eduardo había aparecido luciendo así, solo podría significar que lo habían obligado a venir en su búsqueda. Eduardo avanzó hasta donde Yamel estaba parada y para luego arrastrarla hasta su auto. “Era claro que estaba enojado por haber tenido que actuar nuevamente como su esposo” pensó esta. Eduardo abrió la puerta del auto y empujó a Yamel dentro. Al principio Yamel no le había tomado importancia pero la rudeza con la que estaba siendo tratada hizo que su humor se arruinara. Eduardo estaba ejerciendo un poder sobre ella que ya no le correspondía. Ya no eran una pareja para que este se estuvieran comportando tan autoritario. Yamel lo miró con odio y no se molestó en dirigirle la palabra. Lo único bueno de esta situación era que finalmente vería al abuelo. Después de que obtuviera el certificado de matrimonio no tendría que soportar más la actitud de su esposo. Cortaría cualquier lazo que le impidiera ser libre. Yamel se quedó mirando a través de la ventana, no tenia la paciencia para observar ese rostro sin emociones que reflejaba Eduardo. De esa manera fue que se dio cuenta que la velocidad estaba en constante aumento. Sin disimulo alguno, Yamel se sujetó del pasamanos, acción que provocó que Eduardo apretara los labios con disgusto. — Recuerda que aún sigues casada. — dice finalmente Eduardo en tono acusador. Yamel se quedó con la boca abierta al entender lo que Eduardo decía, al parecer la había visto hablando con su jefe. — ¿Qué derecho tienes para decir eso? El único que debió recordar que seguía casada eras tú. No fui yo quien se enganchó con otra persona aún estando casado. Se te olvidó por varios años que estabas cansado, ¿qué pretendes diciéndome eso? Eduardo piso el acelerador, Yamel sentía que en cualquier momento se estrellarían contra algo. — Sigues casada conmigo. No permitiré que andes de coqueta con otros hombres. — No tienes nada que ver con eso. Soy lo suficiente mayor para hacer lo que se me plazca.— Yamel a pesar de estar llevándole la contraria a Eduardo se estaba sintiendo asustada, este seguía aumentando la velocidad del auto. Eduardo sujetó el volante con fuerza haciendo que los nudillos de sus manos sobresalieron — Si chocamos dejarás a Sabrina sin protección. — dice por ultimo Yamel, sabiendo que desde que mencionaba a esta mujer su esposo lograba pensar de forma razonable. Después del viaje tan poco favorecedor, llegaron a la mansión de la familia Gómez. Siendo recibidos por el mayordomo. Este hizo el intento por saber que pasaba con los señores pero notando el ambiente tan tenso decidió quedarse en silencio y guiarlos hasta la terraza donde se había decidido poner el almuerzo. Yamel se esforzó por parecer tranquila cuando se encontró con los miembros de la familia, saludando a todos con un abrazo. — Finalmente llegaron. Ha de ser agotador estar trabajando con el estómago vacío. Domingo Gómez, el abuelo de Eduardo los invitó a sentarse iniciando inmediatamente con el almuerzo. Un grupo de sirvientes fueron dejando las bandejas y sirviendo los platos. Todos lucían exquisitos. Sin mucha ceremonia cada quien se enfocó en engullir la comida. Mientras tanto Yamel se debatía en cuando sacar el tema del certificado, después de todo, esta era la familia que la había criado con tanto cariño y no quería decepcionarlos al no haber hecho que su matrimonio funcionara. Estaba a punto de echar para atrás cuando recordó el momento en que descubrió que su marido salía con otra mujer sin importarle en lo más mínimo estar casado. — Se que no es el momento adecuado. — hablo Yamel despacio. — Pero quiero pedirle al abuelo que me entregue el certificado de mi matrimonio con Eduardo. Nos vamos a divorciar. — Podemos discutir eso en otra ocasión. — habla Domingo rompiendo el silencio que se había hecho después de las palabras de Yamel. — Tenemos un tiempo sin vernos, no hay que arruinar el encuentro de la familia con problemas que tienen solución. Yamel podía notar que ningún m*****o la familia Gomez estaba de acuerdo con su divorcio. — No puedo seguir en un matrimonio en donde el amor y el respeto no existen. Me siento muy agradecida con ustedes y los considero como mi familia, pero no puedo seguir anteponiendo la felicidad de Eduardo a la mía. — Por dentro Yamel se sentía aterrada pero aún así se obligó a reunir toda la determinación que poseía y no apartó la mirada del abuelo de Eduardo. — Su matrimonio se puede arreglar. Tienen que pensar bien las cosas. El divorcio no es algo con lo que se debería estar jugando. — Miranda le dio una mirada de enojo a su nieto, aun no podía perdonar el comportamiento cobarde de este. — Eduardo no me ama, ya está decidido. Además no dejaremos de ser familia aunque me separe de el. — explica Yamel. — ¿Cómo es posible que nuestra niña quiera el divorcio? ¿Qué fue lo que hiciste? — pregunto el papá de Eduardo. Eduardo continuó comiendo sin prestar atención a lo que se estaba diciendo. Una llamada interrumpió la discusión, por la mirada de Eduardo se supo inmediatamente quien era. Yamel realmente no lograba entender como era que Sabrina siempre llamaba en los momentos menos oportunos. Justo cuando Domingo se preparaba para reprender a su nieto, este se levantó de la mesa a responder la llamada. —Si te vas procura no volver a esta casa. ¿Cómo es posible que cambies a tu esposa y tu familia por esa mujer? — Sabrina tiene cáncer abuelo, no puedo descuidar su salud. — dijo Eduardo antes perderse sin mirar atrás. — Miranda, sube y trae el certificado. Es mejor que Yamel consiga a alguien que si la pueda hacer feliz. No como el inepto de nuestro nieto. — Ordena Domingo levantándose de la mesa y retirándose enojado. Después de que el almuerzo se terminara de mala forma, Yamel salió de la mansión con el certificado de matrimonio. Ya no había excusas para que Eduardo la siguiera reteniendo. Aunque había obtenido la victoria esta vez, Yamel no sabía como sentirse. Había fracasado en su matrimonio y decepcionado a las únicas personas que formaban parte de su familia. Ya sola en su casa, se preguntó si había hecho lo correcto. Lo único que había hecho Eduardo era causarle dolor y tristeza al juntarse con otra mujer aún estando con ella. Yamel le envió una foto del certificado a Eduardo y se fue acostar después de decirle que solo esperaba la firma de este para estar finalmente lejos de él. Era necesario poner distancia de ese hombre que únicamente la hacía sufrir. Eso era lo mejor. Sanar y no pensar más en él. *** Cuando Eduardo recibió el mensaje se encontraba en el hospital con Sabrina, tuvo que pasar un buen rato antes de que entendiera lo que había pasado, el rumbo que iba a tomar su vida ahora. Yamel sería libre y él lo sabía. En ese momento miró a Sabrina que estaba acostada en la cama del hospital y luego al mensaje de Yamel. ¿Qué era ese sentimiento que empezaba a sentir? Le había prometido a Sabrina casarse con ella como su último deseo pero estaba perdiendo a la mujer con la que su familia lo habían obligado a casarse. ¿Qué sucedía con el? ¿Estaba dudando? ¿Qué eran esas cosas que pasaban por su mente? Los pensamientos de pérdida no dejaban de azotar a Eduardo. Tenia dos mujeres pero no sabia que quería realmente. Un hombre indeciso que había dañado a su esposa, con su ignorancia, su distancia y aquella traición, decidiendo divorciarse, pero ¿ahora dudada? ¿Qué pretendía?
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