Capítulo 4 Confrontación

1697 Words
— No entiendo como puedes dejar que Yamel se marche sin poner nada de objeción. — habló Miranda mirando a su nieto con enojo. — Ustedes hacen una linda pareja y tendrán lindos bebés. Hablaré con tu abuelo para que se haga cargo de la empresa así tienen más tiempo juntos. ¿Qué te parece la idea? — Nos estamos divorciando, abuela. Eso ya es un hecho.—pese a que él aún no firmaba. ¿Por qué? Ni Eduardo lo entendía. — ¿Qué? ¿Es por esa mujer? ¿Cuantas veces te tengo que recordar que esa mujer no es buena para ti? Siempre está envuelta en escándalos con hombres que podrían ser su padre. — se quejo Miranda. —¿Cómo es posible que cambies a una mujer tan buena por alguien como ella? ¡Sabrina no es más que una cualquiera! Alguien con quien puedes pasar una noche de calor, pero nada más. Eduardo se quedó callado considerando lo que debía decir para no sobresaltar a su abuela. — Sabrina está enferma, no le queda mucho tiempo de vida. Sólo estoy tratando de cumplir su último deseo. — Lo sentimos por ella pero no puedes hacer feliz a alguien a costa del sufrimiento de otra persona. — interviene la madre de Eduardo. — Yamel es parte de nuestra familia, no esa actriz de última categoría. Tu esposa no se merece esto, aún si Sabrina está agonizando o no. — Está decidido y Yamel esta de acuerdo con el divorcio.—dice Eduardo, mirando a su abuela. — ¡Claro que estará de acuerdo! ¿Qué mujer quiere ver al hombre que ama involucrado con otra mujer? ¡Mucho a aguantado ella! Con todas las estupideces que has hecho, Eduardo. ¿Cómo crees que se ha sentido ella todo este tiempo?— pregunta Miranda un poco agitada. — Abuela… — Te vas a arrepentir hijo, créeme cuando te lo digo. — reprende Esther sintiéndose enojada con su hijo. Tanto Miranda como Esther continuaron regañando a Eduardo. Este se quedó en silencio ya que no quería que por su culpa le sucediera algo a su abuela. — Si traes a esa mujer a la nuestra familia te puedes olvidar de que eres mi nieto. — dice Miranda por último secándose el sudor, dejando aquella sentencia sobre su nieto. — Y llama a Bruno para que venga a recogernos. ¡Ya quiero irme! Eduardo se traga la ira que empezaba a bullir en su interior. Sabía que su abuela no hablaba enserio. Sólo hablaba desde la ira y decepción al no ver que la vida que intentaba construir con él y Yamel no se volvía realidad. Este se quedó hasta que el chófer llegara y se despidió de ambas, recibiendo el hombro frío de su abuela. Entendía a su madre y a su abuela pero debía hacer feliz a Sabrina. Entró a la casa dejando atrás y fuera de su mente la discusión de hace un momento. El silencio fue lo único que lo recibió, fue como si el fuera el único en esa casa y era algo que no permitiría que sucediera. Eduardo subió a la habitación y se quedó observando a Yamel. Tres años la habían hecho cambiar mucho. Su pelo esparcido en la almohada y esos labios rosados entreabiertos le hicieron recordar que nunca había asumido su papel como esposo. Se acercó a la cama y sus ojos se oscurecieron ante el pensamiento de reclamar el cuerpo de su esposa como suyo, especialmente esos labios inocentes y tentadores. Apretó la mano contra las sábanas y se obligó a tranquilizarse. No podía permitir que Yamel saliera de su vida, no quería aceptarlo pero en lo profundo sabía que no podría vivir en un mundo en donde no existiera ningún lazo que atara a su esposa a su lado. Yamel frunció el ceño y murmuró algo. Eduardo se fijó nuevamente en sus labios preguntándose qué se sentiría probar esa boca hasta que perdiera la capacidad para pensar ¿habrá recibido un beso apasionante de otro hombre? ¿el que mencionó en el restaurante? Justo cuando un sentimiento extraño empezaba a nacer en su interior Yamel se despertó tomando a Eduardo desprevenido. Ambos se miraron por un tiempo sin saber como reaccionar. El sonido del teléfono fue el que cortó el extraño ambiente entre los dos. Sabrina estaba llamando. — Eduardo no me estoy sintiendo bien ¿podrías venir? siento que voy a morir. Tengo mucho miedo.—decía la teléfono. Eduardo miró a Yamel mientras intentaba consolar a Sabrina, en este momento veía que ambas estaban enfermas pero su comportamiento eran tan distinto. Realmente no se sentía con el deseo de escuchar las quejas de Sabrina. — Hoy tengo algo importante que hacer no te esfuerces demasiado. Estoy seguro que con una siesta te podrás mejorar, luego iré a verte. Eduardo colgó el teléfono y se acercó a Yamel deteniéndose frente a ella y tocando con una mano la frente de esta. — ¿Te sientes mejor? — le preguntó preocupado. — ¿Por qué haces esto? — preguntó Yamel apartándose de su toque. — Eso de estar conmigo y Sabrina al mismo tiempo debe ser agotador. ¿Cuándo me entregarás los papeles del divorcio? — Es lo único que piensas ¿verdad? Eduardo la miró con desdén. Yamel no sabía que la había motivado pero sostuvo esa mirada sin retroceder. — Estoy haciendo lo que querías que hiciera. Amas a Sabrina no a mí, solo intento hacer las cosas más fácil para los dos. — replicó, Yamel no podía quedarse encadenada a él por más que lo amara. — Aún no he cumplido mis deberes como esposo y los trámites del divorcio no son tan fáciles. Además necesito que el abuelo apruebe y me entregue el certificado de nuestro matrimonio. ¿Qué quiso decir con eso? Yamel sacudió la cabeza e intentó decir algo más pero fue interrumpida por Eduardo. — Sabes muy bien que mi familia es la principal que impedirá este divorcio y así tomará mucho más tiempo para que el proceso se complete. Yamel se quedó mirándolo intentando encontrar algo que confirmara la sospecha que había empezado a surgir en su mente. Eduardo estaba tratando de manipularla. Tal vez este pensaba que el amor que Yamel sentía por él era suficiente para mantenerla a su lado y cumplir todos sus caprichos. — Vete, ve con Sabrina, no tienes que seguir fingiendo que te preocupas por mí. — Aún sigues siendo mi esposa. — habló con impaciencia Eduardo. —Estoy obligado a cuidarte si estás enferma. — No necesito tu lástima Eduardo, la única forma de terminar todo esto bien es que no interfiramos más en nuestras vidas. — Pidió Yamel con un tinte de cansancio en su voz. No quería estar en una relación así con él, lo amaba mucho pero no para someterse a un dolor tan insoportable como el que estaba sintiendo en este momento.— Espero sinceramente que pueda ser feliz con Sabrina. — Tan amable como siempre, Yamel. — dice Eduardo con ironía. Yamel sabía que a Eduardo no le gustaba que se metiera en sus asuntos privados pero era algo que los involucraba a ambos. — Voy a dormir deberías ir a ver a Sabrina, ella te necesita más que yo. Yamel entró a la cama y se tapó con la manta evitando la presencia de su esposo en la habitación. Ambos se sentían enojados pero ella era la más afectada. Al día siguiente Yamel se olvidó de la discusión que había tenido con su esposo y se marchó rumbo a su nuevo trabajo con una actitud positiva y y sintiéndose mejor. Cuando llegó al lugar todos le dieron una cálida bienvenida y le mostraron lo que debía hacer. Inmediatamente Yamel adoptó una actitud seria e inició a memorizar el guión para el programa. Todos se quedaron sorprendidos por su buen manejo, se sabía que no tenía experiencia alguna pero no se pudo evitar que algunos dudaran de eso. — Espero seguir trabajando con usted, señorita Gutiérrez. — habló su superior con una sonrisa. — Haré mi mejor esfuerzo. — respondió esta contenta por haber logrado destacar en el primer día. — Hoy comeremos fuera. No estaría mal que nos acompañe. — Lo siento pero tengo otro compromiso. — rechazó Yamel de manera cortés. No quería que sus demás compañeros la rechazaran por involucrarse con los jefes. — Esta bien, después de todo es tu primer día. Yamel se despidió y continuo con su día. Hubiera seguido maravilloso si al momento de comer no se hubiera encontrado con Sabrina en el restaurante. ¿Por qué estaba esta mujer tan cerca de su trabajo? — ¡Oh, que casualidad! Podemos sentarnos juntas a comer. – hablo esta con una sonrisa que se notaba falsa desde lejos. Al parecer Sabrina solo mostraba su verdadero rostro cuando Eduardo estaba lejos. — No creo que sea conveniente en nuestra situación. – Yamel trato de mantener una expresión que no delatara el disgusto que empezaba a sentir. — Claro que sí, tengo que aprovechar que Eduardo me haya permitido salir del hospital. Además quiero pedirte un favor. Con tal de que se callara y dejara de parecer tan falsa Yamel aceptó de mala gana. Ambas se sentaron a comer. — No se si Eduardo te lo haya comentado pero no tengo mucho tiempo de vida y quisiera poder casarme con Eduardo antes de que mi situación empeore. – dice Sabrina tomando de repente las manos de Yamel. — ¿Podrías apresurar el divorcio? Esta frunció el ceño sin saber que hacer, no quería llamar la atención. — Solo espero a que Eduardo me entregue los papeles, así que es con el que deberías hablar para que apresure las cosas. No tenías que venir hasta aquí solo para eso. – Yamel podía ver a través de la actuación tan miserable de Sabrina. – De cualquier manera ya Eduardo y yo hemos acordado todo. Pronto estaremos divorciados. Tras conseguir lo que quería Sabrina se marchó dejando a Yamel de mal humor. Esta había arruinado el placer que sentía al conseguir su primer trabajo.
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