La misma noche
Cannes, Francia
Rebecca
Cualquiera en su sano juicio me hubiera criticado por haberme escapado de la fiesta, no entendería que no me siento cómoda en ese mundo, por más que sea parte de él, hasta muchas personas hubieran dado todo por disfrutar de la compañía de las grandes estrellas del cine, pues están enamorados de una imagen, de un rol, en cambio yo conozco la realidad de ellos, son simples personas con demasiados defectos, mortales comunes, incluso algunos con el ego muy grande. Lo cierto es que necesitaba un tiempo para mí, siendo solo Rebecca, no la actriz, como tal, una de las pocas cosas que disfruto es poder caminar por las calles sin preocupaciones, percibir en cada paso esa libertad que muchas veces no poseo, para terminar en alguna cafetería disfrutando de un café y unos croissants mientras me quedo en el sitio a leer algún libro que llevo conmigo, pues no es solo la prensa quién corta mis alas, también la gente con la que trabajo, entonces tengo la necesidad de refugiarme, aunque para tener mis paseos debo hacerlo disfrazada y a horas avanzadas de la noche, para evitar el caos del tránsito, la multitud de la gente, sin embargo, vale la pena por un momento de paz, de sosiego, igual siempre intento no llamar la atención.
Pero está noche pensé que sería igual a mis otras salidas, más acabo de ser arrancada de mi mundo por la voz de un hombre de unos 30 años de edad, buen mozo, piel blanca, de ojos verdes, con una media barba que lo hace lucir muy varonil, además de ser culto e inteligente, pues acaba de repetirme un fragmento de un poema de Whitman, aunque en medio de mi asombro reacciono clavándole mis ojos sin saber que busca, porque no puedo evitar pensar que puede ser un maldito reportero, más tiene un aire diferente con esa ropa que trae puesta, con esa mirada que me confunde, aun así improviso haciendo mi voz presente.
–Quand je perds mon sang-froid, bébé, il n’y a aucun endroit oú tu peux la trouver (Cuando pierdo la calma, cariño, no hay donde puedas encontrarla) –repito sin abandonar el verde de sus ojos.
–Eh bien, je pourrais t’aider á trouver ce calme que tu as perdu, même ce que je pense vaut mieux qu’un poéme de Whitman (Pues podría ayudarte a encontrar esa calma que perdiste, incluso lo que tengo en mente es mejor que un poema de Whitman) –replica contestándome en el mismo idioma, en francés mientras aparta la silla para sentarse y terminar cruzando sus brazos quemándome con su mirada intensa.
–Entiendo que debes haber requerido mucho valor para haber dejado tu mesa y venir a la mía, incluso me asombra que te hayas tomado el trabajo de mirar lo que leía, pero no me interesa descubrir lo que me propones. ¡Gracias! –argumento para terminar ignorándolo mientras sigo con mi lectura.
–¿Te asusta que alguien pueda acercarse a ti? ¡Mírate! Eres hermosa, inteligente, hablas dos o más idiomas, entonces sería un tonto si no intentará conquistarte, ¿Quieres salir conmigo? –confiesa teniendo una sonrisa pícara para terminar haciéndome una propuesta.
–No es mi problema que te sientas solo, mucho menos que intentes llevarme a la cama, porque no tengo dudas que buscas diversión, pues tienes escrita en la frente con letras grandes la palabra sexo, nada más te interesa– replico con mi voz llena de malestar, mientras cierro mi libro para luego fulminarlo con mis ojos.
–¡Eres cruel! No voy a negar que me encantaría estar contigo, pues es verdad que hace mucho tiempo que no tengo sexo, pero no soy tan básico, me interesa tener una buena charla, aunque te resulte difícil de creer. Además, miremos las señales, ¿Quién está un jueves a las 1:00 a.m. en una cafetería? ¿Qué tipo de hombre? ¡¿Un mujeriego?! No lo creo, ellos buscan a su presa en otros lugares como una discoteca, más bien, los sujetos como yo terminan en un lugar como este, porque quieren disfrutar un poco de su soledad, de tener un momento de relax, y si corren con suerte encontrar una chica inteligente y hermosa con la que puedan conversar con la esperanza de llegar a algo más.
–¡Parece que eres un afortunado! Pues tuviste cinco minutos de una charla dinámica, del resto puedes encargarte tú solo. ¡Disfruta de tu soledad! –afirmo con mi voz envuelta en sarcasmo para terminar levantándome de mi sitio.
–Para mí no son suficientes cinco minutos, porque soy un hombre más profundo que necesita de citas para conocer bien a la chica que le interesa, sobre todo soy un caballero que no puede permitir que te marches sola a tu casa, ¿Déjame acompañarte? –declara dejándome con el rostro desconcertado.
Peter
En verdad todavía estoy perplejo por cada palabra que le repetí a Rebecca Calvin, pues la charla me llevo a seducirla sin proponérmelo, fue un impulso que me obligo a no aceptar una respuesta negativa dé ella, sobre todo sus ojos marrones me invitaban a seguir insistiendo, dejándome atrapado por su rudeza, por esa mirada enigmática que me descoloca, está mujer me tienta con su forma de ser de una manera extraña, al punto que me desconozco, porque jamás fui atrevido, mucho menos seguro, cuando se trataba de conquistar a una mujer, todo lo contrario, era un fiasco delante de ellas, más creo que Rebecca Calvin acaba de hacer un milagro conmigo sacando esa parte de mí oculta, pero para que no me queden dudas le he propuesto acompañarla, dejándome expectante ante mi propuesta mientras estoy hechizado por su mirada, hasta que acaba mi agonía al escuchar su voz.
–Creo que te he dado las señales equivocadas, pues piensas que busco charlar, tal vez una cita con alguien como tú por encontrarme en una cafetería a esta hora tan avanzada, pero es todo lo contrario, estoy agotada después de una jornada de trabajo extenuante, donde tuve que soportar a muchos imbéciles, por esa razón necesitaba desconectarme, distraerme sin ser agobiada, y la mejor forma es hacerlo en la paz de la noche. No obstante, arruinaste mi momento con tu manera de abordarme. ¡Permiso!
–¡Diablos! Eres bastante difícil, muy desconfiada, pero deberías intentar sacarte esa coraza que llevas puesta para permitirte vivir la vida, por más miedo que tengas a lastimarte. ¡Vive! –afirmo con mi voz envuelta en frustración.
–¡Imbécil! ¿Quién carajos te crees para hablarme de esa forma? Pero es mi culpa por haberte prestado atención– exclama furiosa, para terminar, contemplándola con impotencia mientras se aleja.
Con toda la rabia del momento cierro mis puños, pensando que fue lo mejor, porque no tengo intenciones de seguir el plan descabellado de Bárbara, pero aparece mágicamente mi realidad, no puedo quedarme en la calle, aunque no es solo esa la razón, Rebecca Calvin me ha cautivado con su mirada desafiante, con su actitud rebelde, dejándome con la necesidad de conocer más de ella. Como tal reacciono apresurando mi paso para alcanzarla.
–Espera por favor, no te marches de esta forma. ¿Comencemos de nuevo? Hagamos de cuenta que acabo de cruzar la puerta perdiéndome en tus bellos ojos. Soy Peter Gordon, tengo 30 años de edad, mi última cita fue hace como 8 años, cocinar me distrae, pero lo que disfruto es una tarde caminando a la orilla de la playa, y si me lo permites podemos continuar con esta charla siendo tu fiel acompañante– replico cruzándome delante de ella sin abandonar sus ojos marrones, teniendo los latidos de mi corazón acelerados.
–Muy jugado Peter, aunque todavía tienes algo más en tu contra, no confió en ti, porque puedes ser un delincuente, un sujeto peligroso, sobre todo me basto sola para cuidarme. ¡Adiós! –declara queriendo alejarse.
–¡Por favor mírame bien! No soy un criminal, en tal caso soy un hombre que se siente atraído por una mujer muy hermosa, desconfiada, e inteligente. Por ese motivo te pido una sola oportunidad, una cita, lo que prefieras, ¿Qué me dices? –confieso con sinceridad.
–De acuerdo Peter, voy a acceder a tener una cita contigo, sí es la única forma de marcharme, mañana nos podemos encontrar aquí, a las 10.pm. ¿Te parece bien?
–Perfecto, solo te pido una cosa más, ¿Cuál es tu nombre? O ¿Prefieres el misterio? –digo con una sonrisa en mis labios dejándola con el rostro pensativo.
–Peter no me parece justo que desconozcas mi identidad, por más que disfruto del misterio, mi nombre es Avalon Jones.
Una hora más tarde
Rebecca
Tras haber abandonado la cafetería mis pasos me llevaron a recorrer el boulevard de la Croisette, perdiéndome en la magnífica playa que posee, además fue inevitable mirar a las pocas parejas deambulando a esa hora, me embargó un sentimiento extraño de melancolía, incluso en una forma absurda recordé las palabras de Peter, “Deberías intentar sacarte esa coraza que llevas puesta para permitirte vivir la vida”, tal vez tenga razón, pero en mi defensa muchas personas dejaron mi alma fría, me endurecieron el corazón, no significa que soy incapaz de amar, aunque me cuesta muchísimo abrirme, más que todo tengo un gran obstáculo que no me juega a favor, soy una diva del cine de fama mundial, que es imposible confiar en cualquier sujeto, pues siempre está presente la pregunta, ¿Qué busca un hombre de mí? ¿A la mujer o a la actriz? Igual contra toda lógica accedí a tener una cita con Peter, porque por primera vez un hombre me habló con sinceridad, con honestidad, me atrapó con su forma peculiar, desde impresionarme con su inteligencia, hasta con la mirada penetrante de sus ojos verdes, dejándome con esas ganas de volver a verlo a solas.
En fin, por más que hubiera querido seguir recorriendo la ciudad era hora de regresar a la casa, además que el cansancio comenzó a vencerme, teniendo que abordar un taxi para que me deje en la entrada de la residencia, más apenas abro la puerta para subir a mi habitación soy detenida por la voz envuelta de malestar de Frank.
–¡Rebecca! Me tenías preocupado, ¿Dónde carajos estuviste toda la noche? –grita con su voz enardecida.
–¡Frank! Deja los gritos, porque no te permito que me trates de esta forma, recuerda que eres solo mi manager, además no te debo ninguna explicación de lo que hago con mi vida– vocifero encendiendo las luces de la sala.
–Te equivocas Rebecca, tienes la obligación de contarme el más mínimo paso que des, porque yo cuido de tu carrera y cualquier error que puedas cometer, yo tengo que resolverlo, yo debo dar la cara a la prensa, al estudio, ¡¿Entendiste!? –replica con sus ojos llenos de rabia.
–Mira Frank, me cansé de no poder dar un paso sin que el señor lo apruebe, se terminó esa etapa, ahora las cosas cambiarán, se harán a mi manera, de lo contrario allí tienes la puerta.
–Rebecca, ¿Por qué haces esto? ¿Por qué no apruebo tu búsqueda ridícula de tus padres? O ¿Por un imbécil que conociste? ¡Contéstame!