Dejando las máscaras (2da. parte)

1956 Words
La misma noche Cannes, Francia Peter ¿Qué espera una mujer como Rebecca Calvin de una cita? Tal vez la actriz una cena suntuosa en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, o en algún yate majestuoso, o por último subirnos a un avión para cenar al otro lado del continente, pero sin miedo a equivocarme Avalon Jones, la chica a la que invité, prefiere un lugar familiar, sin tanta pomposidad, incluso discreto, romántico, como tal decidí arriesgarme trayéndola a la casa de un amigo que es pintor, ya que siempre cenamos en su terraza que es ideal para disfrutar de la vista de la ciudad, además la idea es mantener la simpleza con ella para conocer a la mujer detrás de la diva. Aunque mentiría si dijera que no he disfrutado de su compañía, porque tiene un magnetismo que te invita a seguirla conociendo, claro que me desconcierta la tristeza que noto en sus ojos profundos, puesto que en ellos percibo el reflejo de lo que su alma grita en silencio, hasta da la impresión que oculta su verdadera esencia para no salir lastimada, o puede ser que tenga demasiadas heridas abiertas, de cualquier manera su mirada confusa desafía a mi lógica, aunque ella es como toda mujer, un misterio indescifrable por momentos robándome suspiros, porque no hay forma de negar que me tiene cautivado, sintiéndome que estoy a su merced. Sin embargo, sus preguntas me han dejado con muchas dudas, fueron dichas al azar o en realidad sospecha de mí, obligándome a reaccionar ante su comentario teniendo que romper el silencio. –Por favor Avalon, soy lo que ves, un hombre común que quiere conocerte, no soy aquel enigma que sugieres, incluso diría que puedes leerme como la palma de tu mano si lo intentas, en cambio, creo que tú si eres un bello misterio– improviso. –Peter, no puedo negar que eres un hombre inteligente que sabe como escapar de un interrogatorio, pero para mí no basta cruzar unas palabras contigo para descifrarte, soy de las personas que requiere de más, la charla casual sin tener otras intenciones ocultas, todas las citas que pueda haber, esas cosas que para otros pueden parecer insulsas. –Lo reconozco, tengo otras intenciones contigo– confieso nervioso. –La verdad es que quiero muchas citas, el coqueteo previo para robarte todos los besos que quiero darte– sentencio quitándole los anteojos quedándome prendido de sus ojos marrones, pero ella desvía la mirada. –¡Guau! Muy directo, ¿No crees que vas muy rápido? ¿Qué puedo escapar? –averigua colocándose de nuevo los anteojos. –¡No lo pienso! Sino nunca hubieras aceptado salir conmigo, además me atrevo a decirte que es recíproco el interés. Me gustas mucho y yo te gusto– declaro sonriendo, viendo que arquea la ceja. –¡Peter! Por más que me gustes, no voy a ir a la cama contigo, así que te recomiendo ir muy despacio, de lo contrario aquí acabo nuestra primera y única cita– advierte incorporándose. –Avalon no te marches, lamento si estoy apresurando las cosas, pero no puedo controlar lo que me sucede contigo, porque lo que espero de ti, no es tan solo una noche que calmen mis ganas, busco algo más profundo– respondo y ella se sienta con su rostro pensativo. ¡Diablos! ¿De dónde salió este Peter? Me desconozco por completo, porque jamás he sido intrépido, audaz, confiado, cuando se trata de las mujeres, pero Rebecca me lleva a mis límites, enciende todos mis sentidos con cada palabra que repite, queriendo más que una amistad entre nosotros, incluso estoy perdiendo el control de la situación. Una hora más tarde Rebecca En mis planes no estaba conocer a Peter, pero en estas horas he dejado el miedo a un lado para disfrutar de su compañía, me ha costado soltarme, sentirme segura, pues sigo recuperándome de las heridas que tengo en mi corazón, porque tengo una coraza forjada a base de lágrimas, del abandono no solo de mis padres, sino de las relaciones fallidas, dejándome sin fuerzas, incapaz de creer en ese sentimiento llamado amor, aunque él me desafía a apostar por algo que no le veo futuro, lo cierto es que su sinceridad me desconcierta, me inquieta de una manera extraña. Tal vez es un juego peligroso este coqueteo previo, no obstante, sus ojos me hacen perder la sensatez, me obligan a querer seguir conociéndolo, incluso está volviendo a encender las luces que quise apagar al amor. En fin, parezco una adolescente embobada mientras baila con su novio, pues el verde de sus ojos me descoloca, pero no queda allí lo que me sucede, ya que su aliento en mí rostro está incendiando cada parte de mi ser, igual intento disimular todo lo que despierta en mí con una sonrisa afable, o charlando como ahora. –Peter aun no me has dicho a qué te dedicas. ¿Prefieres que adivine? ¿Serás un profesor? ¡No! Eres un millonario excéntrico que acecha a las chicas en la cafetería– bromeo un poco. –Lamento decepcionarte Avalon, pero soy un simple fotógrafo, incluso el motivo de mi estadía en Cannes, es para coordinar una muestra de mi trabajo, aunque aún no estoy seguro que se dé, porque no quiero hacer el ridículo, claro que Paul insiste en que lo haga. Igual tengo una vida a la que regresar– argumenta dejándome con el rostro pensativo. –¡Ah el pintor! Pienso que deberías contemplar exponer tu trabajo– sugiero. –¿Peter…? Nada– digo dejando la frase en el aire. –Avalon no importa que no se dé la muestra, yo igual quiero quedarme en Cannes por ti, porque un par de días contigo no me bastan, necesito mucho más– asegura sintiendo su mirada profunda. –Ya que estamos siendo sinceros también debo confesarte algo, estoy de paso en Cannes. Vine a trabajar por el verano, pero mi contrato termina en unos días y la idea es volver a Londres, a mi casa, aunque aun no he decidido nada– repito con mi voz envuelta en frustración y él solo sonríe. –Peter ¿Qué te causa gracia? –averiguo molesta. –Vivo en Londres, igual que tú, así que no podrás deshacerte de mí con tanta facilidad, aunque por ahora no te pienso dejar marchar, primero debes contestarme varias preguntas y tal vez lo haga– responde para terminar dándome una gran sonrisa. –¡Peter! Sabía que eras un acosador. Pregunta y si puedo contestaré, ¿Te parece? –me quejo y él asienta. –¿Te has enamorado? ¿A qué te dedicas? ¿Quién es la mujer tras los anteojos? –repite dejándome en jaque. –Peter, el amor es un sentimiento que no lo he conocido, o tal vez me cerré a él, lo cierto es que no ha habido las mariposas en el estómago, la mirada que me descoloca, ¡Nada! Sigamos, soy traductora, domino tres idiomas, pero vine a trabajar en el festival de cine, ¿Qué más? Soy una simple mujer que intenta sobrevivir, y el resto lo tendrás que ir descubriendo tú solo. ¿Satisfecho? –Aun no, ¿Demos una vuelta por la orilla de la playa? ¿Aceptas? Casi al amanecer Frank Desde que mi mirada se cruzó con los ojos marrones de Rebecca sabía que ella sería una triunfadora, pues esa noche en el bar pude palpar el misterio, la majestuosidad que desprendía con su belleza, era lógico, tenía esa combinación exótica que fascinaba a los hombres, ellos estaban cautivados por su sensualidad mientras la contemplaban bailar con su vestimenta hindú, pues para ellos era como un secreto oculto que solo los enloquecía más. Fue allí que vi la oportunidad de mi vida, tenía todo lo que buscaba, una mujer sedienta de triunfo, de ganas de conquistar el mundo, con la determinación para no dejarse vencer hasta obtener lo que quería, ser una aclamada estrella del cine, Sin embargo, hice lo imposible para conseguir el éxito, comencé por darle los instrumentos para que llegue lejos, montar un despliegue para darla a conocer, no fue fácil, porque tuve que batallar en una industria desalmada como lo es el cine, la convertí en la mujer que es hoy, claro que ha habido sacrificios como en todo trabajo, pero sin miedo a equivocarme a valido la pena. Por otra parte, me siento alarmado desde hace algún tiempo con esa obsesión enfermiza de Rebecca por querer conocer sus raíces, ¿Para qué? ¿Cambiaría algo? ¡No! Solo le ocasionaría miles de problemas, incluso corremos un gran riesgo que puede afectar su carrera, entonces yo tengo el deber de cuidarla, de protegerla, incluso de sí misma, porque puede parecer una mujer de acero, pero es muy frágil como una flor, capaz de romperse con una brisa, sobre todo no puedo quedarme dormido en los laureles esperando que mi obra de arte se derrumbe. Entonces decidí tomar medidas extremas contra mi voluntad, porque necesito saber cada paso que da, pues me salió con un discurso absurdo sobre su libertad, como tal hice que le siguieran los pasos, y ahora aguardo impaciente la llegada de Gregory al pent-house, aunque en un segundo el ruido de la puerta indica que ha terminado mi agonía. –¡Gregory tengo horas esperándote! Cuéntame, ¿Cómo te fue está noche? ¿Qué hizo Rebecca? –averiguo incorporándome del sillón. –Frank primero necesito una copa de brandy. Ya te cuento lo que hizo tú estrellita– responde caminando al bar, haciéndome resoplar. –¡Habla de una vez hombre! Porque te estoy pagando una buena suma por tus servicios, no me estás haciendo un favor– replico molesto viéndolo servirse el trago. –Mira Frank, hice lo que me pediste, seguí a Rebecca desde que salió de su casa, se subió a un taxi para quedarse en la calle del boulevard Croisette, luego camino unas cuadras más y se encontró con un sujeto cerca de una cafetería, pero me dio la impresión que se conocían– explica para terminar bebiendo su copa, dejándome preocupado. –¡Gregory! Debe haber un error, ¿Por qué Rebecca no conoce a nadie en Cannes? Solo que sea algún imbécil de los estudios de cine– argumento con firmeza y él suelta una mueca. –Frank no tengo porque mentirte, Rebecca se encontró con un tipo joven de unos 30 años, pero no daba con el perfil de la gente del medio, igual te comento que los seguí hasta un edificio antiguo, donde estuvieron por horas sabe que haciendo y luego…–afirma para después quedarse callado. –¡¿Y luego qué?! ¡Habla maldición! –le vocifero al rostro. –Deja los gritos Frank, porque yo no tengo la culpa que tu estrellita te adorne la cabeza con unos cuernos, por último, amárrate los pantalones, demuéstrale quién manda en su relación– repite con su voz envuelta en rabia. –¡Gregory! Deja de repetir estupideces, porque entre Rebecca y yo no hay nada, no tenemos una relación amorosa, solo me preocupo por ella. –Frank pues demuestras lo contrario con tu actitud, tu preocupación no es la de un amigo, mucho menos de un padre, es de un hombre enamorado. En fin, déjame seguirte contando sobre la parejita, ellos dejaron el edificio para luego caminar por las calles, pero unos pasos más adelante les perdí el rastro. –Gregory ahora lo primordial es que averigües quién es ese sujeto, porque no voy a permitir que un maldito imbécil se interponga en mi camino, mucho menos que se acueste con Rebecca, sabes lo que tienes que hacer.
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