CAÍDA VEINTE Héctor golpeó sobre el metaacero como un Dios Griego de la Montaña del Fuego. Estaba empapado en sudor, se había quitado la camisa y se sentía mejor con cada golpe. ¿Quién se creía que era? ¿Venir a su casa, sus negocios y tratar de cambiarlo todo? Héctor no soportaba el cambio muy bien. Manejaba la vieja pick up de su papá, hacía el viejo trabajo de su papá, se había quedado en la misma casa en la que había crecido, ¡diablos!, incluso comía en los mismos viejos platos que tenía cuando estaba creciendo. Si algo no tenía al menos 30 años, no lo usaba. El golpear las cosas lo hizo sentir mejor. Se secó el sudor con una toalla sucia. Jadeando, vio a Patty parada en la puerta, tenía una amplia sonrisa en la cara que no le había visto antes. “¿Hace cuánto tiempo has estado para