Estaba furiosa con Ángel. No entendía cómo se atrevía a decirme esas cosas. Estaba cruzando todos los límites. Además, esa noche precisamente iba a poner fin a todos los límites que los Ricci habían sobrepasado conmigo.
Me senté en la mesa donde Julius solía estar. Ya era casi la hora de su llegada. Mi corazón latía con tanta fuerza que parecía que iba a salirse de mi pecho. Respiré profundamente y tomé un trago de agua de una botella que mi esposo me había preparado para llevar al gimnasio.
Mi sorpresa no se hizo esperar cuando él entró. Venía imponente, arreglado. Su presencia llamaba la atención; todas las mujeres lo miraban mientras pasaba a su lado. Eso despertó en mí un poco de celos, porque sabía que ese hombre nunca sería solo mío.
Su fragancia se percibía a metros de distancia. Comencé a temblar levemente y mi respiración se aceleró aún más. De repente, cruzó su mirada con la mía y mostró sorpresa.
—Querida preziosa, teníamos una cita a las siete de la noche. ¿A qué se debe este recibimiento y más aún en esas vestimentas? —me reprochó con furia, y su comentario me hizo darme cuenta de que no le había gustado mi forma de vestir.
Me levanté también imponente y lo enfrenté desafiante.
—He venido a decirte que tus malditas órdenes me importan un comino, Julius. Quiero que me dejes en paz a mí y a mi familia. ¿Entendido? —exclamé, desafiante. Todos los presentes soltaron carcajadas y se burlaron de mí en mi propia cara. Julius simplemente esbozó una pequeña sonrisa y se cruzó de brazos frente a mí, con los ojos llenos de furia clavados en los míos.
—Querida, no me gusta este tipo de escenas delante de la gente. Perturbar la paz de los demás me parece un tanto incómodo. Si tienes algo que hablar conmigo, podemos hacerlo en privado. Ven, sígueme, por favor —respondió con calma.
—¿Seguirte? Ni en sueños. Me quedo aquí. No voy a participar en tus juegos. Además, ya me voy. Solo tenía que decirte eso —respondí con determinación y lo empujé hacia un lado, sin temor alguno. Me estaba comportando como si fuera una mujer llena de poderío y fortaleza, pero en realidad estaba muerta de miedo por dentro.
Lo peor fue que él se aprovechó de eso, me tomó fuertemente del brazo y me arrastró hacia él.
—No te vas a ningún lado. No tolero este tipo de actitudes, y mucho menos en este lugar. Nadie se ha atrevido a tanto. Vamos —dijo Julius, tirando de mí bruscamente y llevándome a una especie de oficina, un lugar apartado del bar. En ese momento, una ola de miedo me invadió por completo. No podía imaginar qué se atrevería a hacer. Si salía viva de ese lugar, sería un verdadero milagro.
—¿Qué me vas a hacer? —pregunté, sin dejar de mantenerme firme en mi posición.
—Te voy a castigar —respondió con frialdad.
—¿Vas a matarme y hacer desaparecer mi cadáver? —pregunté, con temor en mi voz.
Julius me miró seriamente y soltó una carcajada sarcástica.
—¿En serio tenemos tan mala fama los mafiosos? Matarte sería liberarte del sufrimiento, y eso es lo último que quiero, preziosa. Ahora, quítate la ropa —ordenó.
—¡No! Por favor, déjame ir. Prometo que esto no volverá a pasar —suplique.
—Sé que estás molesta porque ayer no fui a verte. Fuiste muy excitante, mi pequeña diosa. Pero hay algo en ti que me impide poseerte —me dijo, observándome detenidamente.
—¿Crees que todo lo tienes bajo control? Me manipulaste para seducir a mi asistente, ¿y para qué? Si ni siquiera quieres tenerme —mis palabras estaban cargadas de tristeza y rabia. No podía creer que este hombre tuviera poder sobre mí a cambio de nada. Si al menos me hiciera suya, sería feliz.
—Eso es lo que quieres, lo tendrás en otro momento, cuando te hayas hecho unos senos gigantes y tengas un culo de ensueño. Por ahora, quítate la ropa —respondió.
Mis ojos se llenaron de lágrimas de inmediato, pero mi entrepierna exigía atención, así que obedecí y me desvestí. Él me señaló una habitación más pequeña detrás de su oficina y me hizo entrar. Mis ojos se abrieron como platos al ver todo lo que había frente a mí: una habitación b**m, con una camilla rodeada de fustas, esposas, látigos, piezas de cuero y una variedad de juguetes sexuales de todos los tamaños, entre otros detalles.
Un nudo se formó en mi garganta mientras caminaba lentamente hacia adentro, tal como él me lo había ordenado.
—Acuéstate en esa camilla —ordenó Julius.
Obedecí, con el pecho agitado y la respiración entrecortada. Nunca imaginé que ver todas esas cosas eróticas me haría sentir ansiosa por el placer. Él se acercó y, sin decir una palabra, me ató los brazos y las piernas. Las esposas de los pies estaban más apretadas que las de las manos, lo que me puso nerviosa. Pero con el mafioso, era eso o morir, o morir haciéndolo.
Tomó una especie de fusta con una pluma en la punta y comenzó a pasarla por todo mi cuerpo, desde mis senos hasta mi entrepierna. Empecé a sentir cosquilleo y humedad cuando llegó a mi zona íntima. Pero cuando Julius notó mi excitación, me golpeó con la fusta justo encima de mi v****a.
—¡Ay! ¿Por qué hiciste eso? —me quejé.
—Porque estás castigada. No tienes derecho a sentir placer —respondió.
—¿Qué? Entonces, no hagas cosas para provocar placer —contesté, desafiante.
Julius me miró con malicia, sonrió y continuó recorriendo mi cuerpo con la pluma. Cerré los ojos y traté de concentrarme en no sentir placer, pero sus caricias lo hacían imposible. De repente, usó la punta de la pluma para masajear mi clítoris, y un chorro de mi líquido escapó de mí. Julius limpió el líquido con la misma pluma y me golpeó más fuerte sobre mi zona íntima.
Solo pude gritar del dolor, pero era un dolor distinto, mezclado con placer. Cuando Julius tomó una fusta sin pluma, con la punta completamente dura, mis ojos se llenaron de lágrimas al verla.
—Julius, ¿qué vas a hacer? —pregunté con temor.
—Si te mojas de nuevo, te castigaré con esto... —respondió con determinación.
Se inclinó sobre mí y empezó a besarme uno de mis senos, mordiéndolo con fuerza, mientras acariciaba mi clítoris con la fusta. Traté de contenerme, mordiéndome el brazo para evitar gemir, pero él me estaba volviendo loca. Luego tomó mi otro seno y repitió la acción, haciéndome arder de pasión.
Mi entrepierna seguía mojada, y no pude evitar soltar un gemido fuerte cuando me penetró con la punta de la fusta. Arquee las caderas, deseando más. Desesperada por él, quería que me poseyera.
Pero justo cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, un golpe seco sobre mis senos me detuvo en seco. El dolor fue tan intenso que las lágrimas brotaron de mis ojos. Lo miré con resentimiento.
—Te dije que te iba a castigar. Nunca más hagas el escándalo que hiciste hoy, ¿entendido? —dijo con furia.
Lo miré con rabia y le escupí en la cara. Pero su reacción fue despiadada. Me giró sin importarle que estuviera atada, casi dislocándome las articulaciones, y me puso a cuatro patas frente a él.
Limpió con furia mi saliva de su rostro y, lleno de ira, continuó con el castigo.
Se acercó al estante en donde tenía toda la juguetería y tomo un consolador de unos veinte centímetros, pensé que me iba a follar con eso por mi parte de adelante, pero contrario a eso, sin preguntarle o por lo menos lubricarme, me lo metió por el ano, me rompió completamente, sus movimientos eran bruscos y dolorosos.
—¡Julius por favor, no más! — le suplique
De repente el desgraciado paro de hacer eso, me dejo el consolador metido en el culo, y se acercó a mi boca, me beso apasionadamente, excitándome de nuevo, pero no dejaba la brusquedad, pues me mordió un labio haciéndome sangrar.
De nuevo regreso detrás mío, y con severidad me empotro con el juguete, yo solamente podía gritar, pero estaba tan excitada, que descubrí que esas cosas me gustaban, así que comencé a disfrutarlo, estaba a punto de correrme, cuando de repente, él me saco el juguete.
Agaché mi mirada hacia la sabana de la cama y pude notar que estaba mojada por los jugos que habían escurrido de mi entrepierna, sabía que lo sé que se avecinaba era un completo infierno.
Julius tomo la fusta, y comenzó a darme latigazos en las nalgas, cada latigazo me hacía gritar del dolor, estaba llorando desconsolada, despues de haber disfrutado, estaba destrozada, pero a pesar de mis súplicas, él no paraba.
Luego de que vio que a mi trasero no le cabía una marca más, me volteo hacia él y me beso, pero lo hizo cálidamente, me aplico un aceite en la cola, y me acaricio, me besaba con dulzura, con desespero, con pasión, pero yo seguía atada.
Él no decía una sola palabra, de nuevo se acercó a su estante de utilería y tomó un vibrador en forma de micrófono.
Lo encendió a máxima potencia, y se bajó hacia mi flor que ya no estaba tan caliente como antes, le dio un lametazo, luego le metió dos dedos, y comenzó a sobarme con el aparato.
Me calenté de nuevo, las vibraciones me estaban haciendo sentir el cielo, la necesidad de sentir su m*****o dentro de mí me estaban llevando a perder la locura.
—Poséeme por favor te lo suplico—
—No, no lo haré— me respondió con severidad
—Por favor poséeme— le suplique, con todo el deseo del mundo, necesitaba explotarme, tener un orgasmo.
—eres una chica muy mala— tomó de nuevo la fusta de la pluma y me la acerco a mi flor, de nuevo me hizo cosquillas, él se pudo dar cuenta de que mi v****a estaba a punto de explotar, pues mis contracciones no eran un secreto, así que de un solo latigazo bloqueó cualquier posibilidad de orgasmo.
—No, maldito, eres un salvaje, te odio— le solté sin más, la pasión que habia sentido hacia unos segundos se habían convertido en un dolor real.
—Prezioza, me fascinas, y sé que eres la mujer perfecta para este mundo, pero no tolero que no seas una real sumisa, eso me defrauda un poco de ti, por eso te castigue hoy, además no me obedeces, no te vistes como quiero, no haces lo que te pido, así no podemos seguir—
— Pero Julius , he hecho todo lo que me has podido he arriesgado todo por ti, ¿Cómo me dices eso? —
—No todo, te doy una semana para que te pongas silicona en las tetas, tres tallas más grande, ya te daré instrucciones sobre el médico, ah y esa la pagas tú, eso por haberme hecho el escándalo de hoy—
Me desato de la camilla y me dejo ahí, no me habia dado cuenta, pero cuando me estaba vistiendo, sentí como el rozar de la ropa lastimaba mi cuerpo, no sabía cómo iba a manejar ese tema de las marcas con mi esposo, eso realmente era espantoso si él llegaba a darse cuenta de lo que tenía en el cuerpo.
Para rematar, mi piel era tan blanca que cualquier golpe, o latigazo en este lugar me dejaba una gran mancha morada, no tenía idea de cómo iba a evitar a mi esposo.
Salí demasiado adolorida de la oficina de Julius , también salí con más ganas, pues él no me habia permitido disfrutar, ni siquiera podía caminar gracias a los latigazos que él me había dado.
Nadie me miraba, todos estaban concentrados en lo suyo, me organicé mi cabello e iba salir del bar, cuando de nuevo me encontré a Ángel.
—Increíble lo que estás haciendo Loraine
—¿A qué te refieres?
—Nuevamente vimos todo, no sabía que te gustaba el b**m, traté de advertirte, pero ya estás en su oscuro mundo, sin embargo, ten en cuenta que aquí estaré para ti, por si algún día deseas salir de todo esto
—¿A qué te refieres? No estoy entendiendo nada Ángel
Él simplemente me miró con melancolía, no entendía para nada sus señales, muy seguramente lo único que sentía por mí era lastima, y a eso se refería, lejos estaba de imaginar que les gustaba a los dos mafiosos.