Esa noche llegué exhausta a casa, donde mi esposo me aguardaba despierto con una ensalada preparada con cariño.
—Qué bueno que llegaste, no podía conciliar el sueño sin ti—, dijo Emanuel levantándose de la cama para darme un dulce beso.
—Imagino, cariño. Hoy fue un día agitado en la oficina. Me gustaría descansar un poco—, respondí, yendo directamente al armario en busca de una pijama larga para ocultar las marcas en mi trasero y evitar que notara lo que había sucedido.
¿—Pero seguro tienes hambre. ¿Sabes qué? Te traeré la cena aquí mismo—, continuó Emanuel, acercándose para darme un beso apasionado que me hizo sentir incómoda al comprender sus expectativas para la noche.
Mientras él fue a la cocina, apagué mi teléfono y me metí bajo las cobijas, haciéndome la dormida cuando regresó con la comida después de diez minutos.
—Aquí está la cena, amor... —, insistió, pero no respondí, simulando seguir dormida para evitar la situación.
Horas más tarde, desperté y lo encontré abrazándome.
Su amor era demasiado incondicional.
Al día siguiente, me di cuenta de que solo tenía una semana para someterme nuevamente a la cirugía de aumento de senos, cayendo una vez más en las trampas del mafioso sin sentido. En esa ciudad en particular, ese tipo de procedimientos eran extremadamente costosos. Necesitaba encontrar una manera de sacar el dinero de la cuenta familiar sin que mi esposo se diera cuenta. Aunque podía encubrir el desfalco, no podía ocultar unos senos nuevos, así que decidí que debía contarle la verdad.
Esa tarde, fui a recoger a Evelyn del jardín infantil y, como una madre abnegada y esposa, me dirigí a casa. Preparé su comida favorita y me vestí de manera seductora para él, esperándolo en casa. La mesa estaba lista con dos copas de champagne, velas encendidas y un plato de pasta carbonara, su favorita.
Cuando cruzó la puerta, su reacción fue de sorpresa y alegría al ver la sorpresa que le había preparado. —¿Qué es todo esto, mi amor? —, preguntó incrédulo.
—Es solo una atención para el esposo más maravilloso del mundo. Esta noche, déjame consentirte un poco", respondí, acercándome para ayudarlo con su chaqueta y correr la silla para que se sentara.
Habia hecho que mi hija se durmiera más temprano esa noche para poderme quedar completamente a solas con Emanuel, él comenzó a cenar, pero yo no dejaba de mirarlo seductora mientras lo hacía, yo tambien comía, pero cada vez que me llevaba el cubierto a la boca o hacia un gesto, lo miraba y movía mi lengua, eso lo hacía de manera intencional para que él se provocara.
De repente, despues de haberse comido casi todo el plato de comida, no se pudo resistir, se limpió la boca con una servilleta, y se fue directo a mí.
Como mis senos estaban al medio descubierto, giro la silla del comedor hacia su cara, se arrodillo frente a mí y comenzó a chuparlos sin control, con sus dos manos me los apretaba y con su boca hacia maravillas.
—Oh, sí Emanuel, sigue por favor—
—Querida, jamás cuestionaré por qué me enamoré de ti. Eres la mujer más bella y deseable del mundo.
—¿Te agradan mis pechos, cariño?
—Por supuesto, me encantan, me fascinan— él continuaba acariciándolos y lamiéndolos. En medio de la pasión, decidí cambiar de posición. Ahora él estaba sentado frente a mí mientras yo estaba de rodillas. Saqué su m*****o erecto y comencé a estimularlo, realizando una paja rusa. Mis pechos pequeños no lograban cubrirlo por completo, así que aproveché la oportunidad.
—¿Te imaginas cómo sería con unos pechos grandes y redondos? Sería un verdadero paraíso.
—Querida, tus pechos me encantan ¡ah! Justo así ¡ah! ¿Qué estás haciendo?
—Emanuel, amor mío, déjame operarme los senos. Si lo hago, te prometo que serás el hombre más feliz del mundo.
Al escuchar eso, él se apartó bruscamente, dejando a un lado toda muestra de pasión.
—¿Estás loca? Las mujeres que se operan aquí suelen estar vinculadas con los mafiosos, y tú eres la esposa de un abogado respetado. ¿Cómo puedes pedirme eso, Loraine?
—Emanuel, por favor, es lo que está de moda en este momento. Además, no estoy contenta con mis pechos. Por favor, déjame operarme. Te aseguro que te encantará.
Lo atraje nuevamente hacia mí y, como había aprendido en los últimos días, me concentré en darle placer, sin mencionar nuevamente mi solicitud. Tuvimos un breve pero erótico encuentro en el comedor. Afortunadamente, mi esposo se conformaba con una sola vez en la noche, así que su humor era excelente.
Mientras estábamos acostados en la cama, comencé a buscar en internet las mejores clínicas de cirugía plástica. Programé una cita para los exámenes al día siguiente, mientras Emanuel simplemente negaba con la cabeza.
—¿Y cómo vamos a pagar la cirugía? —me preguntó resignado.
—Usaremos parte de los fondos que tenemos en el ahorro familiar. Tenemos suficiente dinero en esa cuenta, así que no te preocupes por eso—respondí.
—Loraine, habíamos acordado que ese dinero se destinaría únicamente para renovar nuestra casa. La cirugía cuesta demasiado dinero.
—Mi amor, pero necesito sentirme bien conmigo misma. Después de tener a nuestra hija, mi cuerpo no es el mismo. Por favor—lo miré con una expresión de súplica y empecé a aguar mis ojos para que creyera que estaba a punto de llorar. Finalmente, accedió.
Al día siguiente me realizaron los exámenes médicos y, como era de esperarse, estaba en perfectas condiciones. Estaba tan ansiosa por someterme a la cirugía que, en tan solo un par de días, ya me encontraba en el quirófano.
Cuando me miré al espejo, apenas pude reconocerme. La verdad es que el cirujano había hecho un trabajo increíble. Lo primero que se me vino a la mente al ver mi nueva apariencia fue lo mucho que le iba a gustar a Julius.
Había valido la pena cada centavo que invertí en ese par de implantes.