Apenas abrió los ojos, se levantó de su cama sin ver la hora, su papá estaba en el baño por lo que era demasiado temprano para ella. Suele despertar cuando todos ya están en la cocina. Es un milagro que haya despertado, pero si con trabajo pudo dormir, tenía tanta emoción que con trabajo durmió 5 horas.
Se puso su gran chamarra y salió corriendo al patio para ir a la puerta, abrió el correo y vio que tenía un sobre color azul. Lo tomó en sus manos y lo metió rápido a su chamarra, volvió corriendo a la casa, por suerte su papá seguía en el baño. Entró a su habitación, se quitó la chamarra, tomó el sobre y entró a su cama de nuevo.
El sobre tenía su nombre escrito con letra cursiva Emma, una gran sonrisa se le formó. Abrió el sobre y cayeron algunos pétalos de rosas, incluso aún tenían ese agradable aroma. El hermoso aroma a rosas. Entonces sacó la carta que tenía, era una hoja color rosa, sentía su corazón desbocado, pero trató de relajarse para poder leer la carta.
Querida Emma:
“Duda de que ardan las estrellas, duda de que mueva el sol, duda de que haya verdad, más no dudes de mi amor.”
No ha pasado una semana desde que te vi por primera vez y siento que llevo una eternidad a tu lado, el tiempo se detiene y el mundo deja de girar cuando estoy contigo. No sabía que era el primer amor, jamás lo experimenté, pero en cuanto te vi mi corazón latió con demasiada fuerza y te fue entregado sin saber que eras para mí.
Mi corazón se desborda por cada emoción que siento, te siento en cada una de mis células. Emma, hablo totalmente en serio, quiero todo contigo, quiero seducir tu corazón, tu alma y tu mente, antes de siquiera seducir tu cuerpo.
Soy completamente tuyo, mi corazón, mi alma y mi amor, son tuyos.
Nicolas.
Releyó la carta una y otra y otra vez, sentía cosas distintas con cada leída. Amor, emoción, nerviosismo, felicidad, no sentía las típicas mariposas en el estómago, sentía una gran paz cuando leía la carta. Ciertamente no ha pasado ni una semana y lo ama, lo ama, lo ama. Es impresionante el amor que siente hacia él.
Beso la carta como si fuera él mismo. La guardó en uno de sus libros favoritos y se levantó. Tenía que contarle eso a Ian cuanto antes.
- Alguien despertó de buen humor – sonrió su madre al verla radiante y con una gran sonrisa.
- Ian me ha dicho que me llevara a la pastelería donde comimos ese pastel de seis chocolates diferentes, ruego porque haya ese pastel de nuevo.
- Supe que irá con su padre la siguiente semana ¿vas a acompañarlo? – dijo su padre.
- No me ha dicho nada, así que no.
- Te lo dirá en cuanto te vea – dijo su madre – Te digo algo si no fuera gay, sería un buen partido para ti.
- ¡Mamá! Por Dios, es como mi hermano, que te pasa.
- Lo sé, por eso ya no dije nada – le sonrió – Desayuna anda.
En su familia, debías contener tu felicidad y no hablar de más, porque si no te harían cientos de preguntas y al final hablaría de Nicolas. Lo hablara, pero no ahora. Como dijo Ian, disfrutara de su tiempo siendo solo ellos dos.
Cuando terminó su desayuno, se cambió de ropa, acomodó su cama y tomó sus cosas para irse, en eso su teléfono comenzó a sonar. Lo tomó y sonrió al ver quien le estaba mandando mensajes.
>> Sal de tu casa, estoy fuera <<
Frunció el ceño, se puso sus anillos y salió de casa. Y efectivamente, ahí estaba. Sentado en la banqueta, tenía un pantalón n***o y una playera que tenía a Bob Esponja, casi se derrite al verlo.
- Te ves bien, pantalones cuadrados – sonrió divertida. Nicolas levantó su vista y la miró con una gran sonrisa. Se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla.
- Hola amor – suspiró mirándola – Te ves hermosa.
- Tú también estás muy guapo – lo miró con una sonrisa.
- ¿Quieres comer algo? Podemos ir por un café, un atole o un tamal – tomo su mano y comenzaron a caminar – Tú pide lo que quieras.
- Recién desayuné – suspiro – Pero jamás le diré no a un tamal – los dos se sonrieron.
- Pues vamos por un tamal, que desde ayer tengo antojo de uno.
Tomados de las manos caminaron hasta un puesto de tamales, al llegar pidieron sus tamales y un café y se fueron a una de las bancas del centro. Se sentaron y disfrutaron de sus respectivos tamales.
Nicolas ama comer tamales, pero ver como Emma comía su tamal como si fuera la primera vez que degustaba uno, le encantaba. Notaba que realmente disfrutaba la comida y eso le gustaba demasiado. Cada día, descubre cosas que hacen amarla aún más.
- Te tengo algo – dijo Nicolas – Pero quiero que cierres los ojos.
- ¿Para qué? – frunció el ceño.
- Tú solo cierra los ojos y quiero que uses tu nariz para esto – le sonrió – Por favor – hizo un puchero que le saco una sonrisa a Emma. Cerró los ojos. Abrió su mochila y sacó el frasco que tenía para ella, lo abrió y lo acercó a su nariz – Huele.
- ¿Cómo?
- Tú solo huele.
Emma estaba confundida, pero hizo lo que le pidió, comenzó a oler lo que tenía cerca y el intenso aroma a rosas llegó a ella. Cambió su expresión de confusión y se acercó más para oler esas rosas. Era intenso el aroma, lo cual le impresionaba. Abrió los ojos y pudo ver un frasco con agua con un tono rosita.
- ¿Qué es esto? – sonrió tomando el frasco para oler mejor.
- Agua de rosas – sonrió mirándola – Soy el único en mi familia que ha podido igual la receta de mi abuela – miró el frasco, lo tomó en sus manos y le puso la tapa – Lograr capturar todo el aroma de las rosas e intensificarlo.
- Huele estupendo amor, me encanta – Nicolás se sonrojo y la miró - ¿Qué? – pregunto divertida al verlo sonrojado.
- Me dijiste amor – susurro con una sonrisita. Ahora Emma estaba sonrojada – Las rosas son un poderoso afrodisíaco natural, sin mencionar que la receta especial de Nicolas – los dos se sonrieron – Al ser tan intenso su aroma, la puedes usar como tónico, perfume o como gustes – le dio el frasco en sus manos – Espero te guste.
- Gracias – lo miro, se acercó y le dio un beso en la mejilla – Me gustó mucho y aún más porque tú lo hiciste para mí.
- No fue nada, solo quise hacerte un dulce detalle – acaricio su mejilla.
Guardó el frasco dentro de su mochila, con sumo cuidado para que no se abriera o se rompiera.
- ¿Tienes algo planeado? – pregunto mirándolo.
- Ayudaría a mi mamá a arreglar su jardín. ¿Por qué? ¿Tienes algo en mente?
- Te llevaría a pasar el día conmigo, pero ve con tu mamá – le sonrió – Podemos vernos otro día, además – lo miro - ¿Recuerdas el chico que estuvo conmigo el día que nos conocimos?
- Ian ¿verdad?
- Si – sonrió en grande – Le conté de nosotros – Nicolas asintió mirándola – Y quiere que este domingo vayamos a un picnic en la casa del árbol de su hermana, te quiere conocer, es mi mejor amigo y es muy importante para mí – suspiro – Y también me gustaría que lo conozcas.
- Claro que sí – tomó sus manos y le sonrió – Quiero conocerlo también, me mandas un mensaje un día antes para saber qué llevar.
- Está bien – se levantó – Y bueno, si quieres verme estaré en la biblioteca esta tarde.
- Ahí estaré, quiero verte – se acercó y la abrazo – Me conformo con solo verte unos minutos, recibí mi dosis de Emma – los dos rieron – Te quiero – le dio un beso en su frente.
- Te quiero – susurro.
Juntaron sus frentes y se quedaron un breve momento así antes de irse, cada uno por su camino.
Emma volvió a casa, quería dejar su frasco que le dio Nicolas. Sentía como la felicidad abundaba en todo su pecho, sus mejillas estaban sonrojadas y no quería ocultar su enorme sonrisa.
En cuanto llego a casa, se escabulle para entrar en su habitación y dejar el frasco en un lugar fresco y donde no diera tanto la luz, tomo un algodón y lo humedece con el agua de rosas, su aroma era intenso y delicioso, paso el algodón por su cuello y muñecas, quería tener ese aroma todo el día. Le recordaría mucho a Nicolas.
Tomó de nuevo sus cosas y se volvió a ir, tenía que estar en la cafetería para comenzar su turno de medio día. Se amarró el cabello y corrió para llegar a tiempo. Estar enamorada hacía que el tiempo pasara muy rápido.
[…]
Nicolas se había cambiado de ropa, tenía unos guantes puestos y una gorra, cuando se disponía a ayudar a su madre en el jardín era todo el día y abusaba de él porque sabía que podía hacer más cosas que ella. Después de terminar de hacer el segundo hoyo que era para un árbol, se sentó en el piso y se dispuso a descansar.
- Te hice limonada hijo – sonrió su madre.
- Gracias mamá – tomó el vaso con limonada e hielos, muy buena para el calor y su sed. Tomó su teléfono y revisó para ver si tenía algún mensaje de ella, pero no había nada.
- Dejó su vaso a su lado y decidió mandarle un mensaje.
>> Hola cariño, te extraño mucho. Espero estés teniendo un buen día y si no lo estás teniendo puedo mejorarlo. Con amor, tu Nicolas. <<
Suspiró y guardó su teléfono.
- Supongo que no te ha mandado mensaje – dijo su madre.
- No sé de qué hablas mamá – le sonrió, se levantó y tomó más limonada – Te quedan estupendas las limonadas.
Nicolas no puedes ocultarle nada a tu madre.
- No te oculto nada – la miro – Solo no quiero estropear esto, lo sabrás cuando yo quiera decírtelo.
Tomó su vaso y entró a la casa. Estaba cansado y tener que lidiar con su madre era difícil, es decir, la ama y siempre le dice las cosas, al menos las que debería saber. Pero si sabe que está enamorado de una chica, comenzará a bombardearlo con preguntas y terminará por planear su boda. Era el mayor de los hombres, porque sus hermanas eran las más mayores. Y no es como sus hermanos tampoco, él ha sido el que se queda en casa para leer libros, ver una película o algo que no sea salir de fiesta o ir a un antro.
Es totalmente opuesto a sus hermanos y hermanas. Su madre dice que salió a su padre, pero no como es ahora, el hombre de negocios que siempre está ocupado, sino que el hombre que ella conoció, siempre metido en bibliotecas leyendo libros y pintando. Es justo así.
Decidido que era momento de volver a abrir su caja de magia. Al abrirla se le dibujó una enorme sonrisa. Cumplió su propósito, no tocaría nada hasta haber leído Romeo y Julieta. Le tomó dos semanas instalarse en el nuevo pueblo y la nueva casa, después fue a la biblioteca a buscar el libro que tanto deseaba y entonces la vio.
Soltó un pequeño suspiro, sintió como su corazón latía con fuerza con solo pensar en ella. Dios. En verdad estaba loco por ella.
Cuando Emma le dijo que le encantaban los violinistas, sintió algo que le llenó por completo, estaba feliz y emocionado. Quería contarle y decirle, Emma, amor mío yo soy violinista, pero no se lo dijo. Y no porque no quiera, sino que la va a sorprender. Además, volver a tocar le servirá para seguir practicando y poder entrar a la escuela de Londres, donde puede desempeñarse mejor como músico.
Querida Emma, voy a crear algo nuevo para ti, solo para ti. Serás mi musa.