Jelena llegó al inasequible vecindario a las afueras de Moscú en donde le había indicado Lucifer que vivía. En dicho lugar solo se podían permitir vivir las personas que estuvieran podridas en dinero, y teniendo en cuenta que en Rusia pocas profesiones daban tanto dinero, ella sabía que la mayoría de personas que vivían ahí muy probablemente eran integrantes de la mafia rusa. Aparcó en el estacionamiento de la gran mansión, la cual tenía campo para 30 autos, y se dio cuenta de que la propiedad estaba rodeada por un bosque relicto, ajardinado con senderos para caminar y miradores. Ya la estaba esperando en la entrada un hombre entrado en años, con el típico traje de mayordomo. No era un demonio, así que Jelena supuso que Lucifer había optado por contratar humanos para que le sirvieran.