2. Familia

1179 Words
La alarma sonó. Aun con los ojos cerrados, percibí que el día estaba clareando. Al vivir muy al norte del planeta, la luz natural ya estaba iluminándote para las 5 de la mañana. El familiarizado cuerpo que estaba pegado al mío, hecho a mi medida porque embonaba a la perfección, me brindaba el calor, aroma y sensación a hogar. Podría decir que ella, era lo único que necesitaba para decir que mi vida era perfecta; pero había otros dos seres humanos, que habían sido creados en medio de ese amor y sueño de una vida feliz. Me pegué aún más al cuerpo, pasé mis manos por la menuda y delicada complexión de mi mujer, sintiendo cómo se removía entre mis brazos. ¡Oh! ¡Sí! Ella despertaba todo en mí: amor y deseo por igual. Mi erección matutina anhelaba ser atendida. Escuché su risa por lo bajo. -¿Escuchas algún ruido, gatito? –Me cuestionó con voz baja y aun somnolienta. Sabía lo que eso significaba, así que me levanté de golpe, para acercarme a la puerta y asomarme cual delincuente. El silencio reinaba por el momento en la casa. Me apresuré a cerrar con sigilo y caminar hacia la cama, desnudándome en el trayecto. Le arrebaté la sábana que la cubría, para contemplarla con su bata de dormir. Una pieza de tela que la envolvía con sensualidad, despertando en mí un hambre voraz, que sólo buscaba ser saciada con su carne, con su olor, con su sabor, con sus sonidos. Sólo ella podía satisfacer mis instintos. Esa mañana nos entregamos como solíamos hacerlo, en una mezcla entre la conexión que representa el amor y el desenfreno del sexo. Nuestra unión rayaba en la perfección, que prácticamente culminamos juntos. Y fue justo a tiempo… -¡Mamá! ¡Otra vez Junior está en el baño! –La voz aguda de Sara, se escuchó alterada en la distancia; y a pesar de estar la puerta cerrada, ambos entendimos su queja. Séfora, fue la primera en incorporarse, caminando hacia nuestro baño –Necesitamos un tercer baño. ¿Crees que podamos remodelar la casa? –Me preguntó con cansancio. -Será lo primero que hagamos –Le sonreí comprensivo. Tener dos, casi adolescentes, se estaba volviendo una tarea complicada y ardua de contener para ella. Salí de nuestra habitación para intentar poner un poco de orden, en lo que Séfora se arreglaba un poco después de la fogosidad matutina. Toqué con fuerza la puerta. -¡Escúchame bien Junior! ¡Más te vale bañarte en 15 minutos! ¡De lo contrario, voy a tirar la puerta para sacarte! –Sentencié, intentando escucharme molesto; pero, la verdad no podía. Ese par, se fastidiaba con el baño cada mañana, y me divertía ver esos desplantes infantiles que conservaban, porque sin lugar a duda, se estaban convirtiendo en adultos. Para mi gusto, demasiado rápido. -¡Gracias papá! –El rostro agradecido de mi pequeña Sara, acompañó a su prácticamente susurro. -¡No es justo papá! –Casi a la vez gritó Junior, indignado y enfadado del otro lado de la puerta. –¡Yo me levanté primero! –Sara me dio un abrazo fugaz, y la vi caminando hacia su habitación. -¡15 minutos Junior! ¡El tiempo está contando! –Casi de inmediato el agua comenzó a correr, y sonreí. Me fui a la cocina, encendí la cafetera y a los pocos segundos, apareció Séfora, cambiada y con el cabello totalmente recogido. -¡Por Dios! ¡Encendiste la cafetera! –Dijo con burla, mientras caminaba hacia mí. -¡Ja- Ja- Ja! ¡Muy graciosa! –Terminó por eliminar la distancia, provocando que me agachara para alcanzar sus labios, que llegó ofreciéndome en un beso. Salí de la cocina, dejando a mi esposa hacerse cargo del desayuno; mientras yo me preparaba para cumplir con mi horario laboral. El resto de la mañana, se resumió en comer todos juntos en la mesa, Primero, con las acostumbradas quejas del horario para el baño. Después, con el aviso de las actividades del día. Y por último, con el recordatorio de la fiesta que tendríamos en la noche. Una celebración que para mí, era el preámbulo y augurio de un grandioso éxito profesional. Antes de atravesar la puerta principal, Séfora me despidió con mi beso y mi abrazo, deseándome un buen día en la oficina. Salí a tiempo, para evitar el tráfico y alcanzar un buen lugar en el estacionamiento; aunque eso último, pronto iba a terminar. En un par de días, cuando fuera oficial mi nombramiento como socio del corporativo, me asignarían un espacio; el cual, la placa con mi nombre por encima del puesto: “Socio,” lo identificaría. Bajé feliz hacia mi lugar de trabajo, saludé con educación a todos mis compañeros, para terminar en mi pequeña oficina, que también sería mía por un par de días más. Mi mudanza hacia el piso superior, estaba programada para el mismo día que se haría oficial mi nombramiento: el siguiente lunes. -¿Cómo amaneció el nuevo socio de Lotus Corporation? –Horacio preguntó con diversión, mientras atravesaba la puerta sin siquiera haber tocado. Levanté la vista y le sonreí. –Pues… -Me recargué completamente en el asiento, para verlo cerrar la puerta y acercarse hasta la silla frente a mí. –Ansioso porque llegué el lunes – -¡Vamos, Elijah! ¡La Directiva ya habló contigo! Ya sólo falta la burocracia, y tú mejor que nadie sabe cómo es eso. El lunes todo será oficial, son sólo tres días más. –Me dijo con seriedad. -Sé que es un hecho mi nombramiento; pero, el que Harper haya votado en contra y que esté interponiéndose con cada uno de mis clientes, no me da confianza –Revelé con honestidad. -Haber logrado que la firma Valentine aceptara la propuesta, es un logro que sólo tú podías haber hecho. La directiva lo sabe, no van a desaprovechar un talento como el tuyo. ¡Harper se puede ir a la mierda! –Me carcajeé ante la última frase. No era un secreto que Horacio no podía ver a Harper. -Es precaución Horacio. Harper está creciendo a gran velocidad en el corporativo, puede obtener el favoritismo de la Directiva –Le hice saber. -¡Es cierto! –Se puso de pie, caminando con lentitud hacia la puerta. –Pero tú, eres un gran contrapeso –Se giró a verme desde la puerta –Además, tienes algo que él no tiene: tú si trabajas –Ambos sonreímos, cómplices, y terminó por salir de la oficina. Tenía razón, Harper tenía a un equipo trabajando para él; sus logros, eran más bien los logros de otras personas, él sólo era la cara bonita que recibía el galardón. El viernes, transcurrió como cualquier otro día para todos; sin embargo, consideré que para mí, sería el fin de semana más largo de mi vida. Pensé, que la fiesta programada para la noche me daría un poco de liberación y distracción; no obstante, fue sólo la maldita antesala de la tragedia.
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