3 Años de Libertad.

929 Words
21 de diciembre de 2021. ANNIKA REED Las noches eran las más difíciles para mí. En la oscuridad de mi habitación, los recuerdos del secuestro volvían con una intensidad abrumadora. Pesadillas me despertaban, sudorosa y temblorosa, reviviendo cada momento de terror. Cómo todas las noches, me levanté de la cama, incapaz de soportar más. Camine hacía la camita de Klaus y lo observé dormir, su respiración tranquila era mi único consuelo en medio de esté maldito tormento. —Todo estará bien, mi amor –susurré, aunque no estaba segura de a quién intentaba convencer, sí a Klaus o a mí Con cuidado de no despertar a mi pequeño pedacito de cielo, salí de mi habitación cerrando la puerta. Ya estaba cansada de siempre recordar ese pasado tan espantoso que viví, algunas noches sí podía dormir tranquila pero había otras que me despertaba con la misma pesadilla de siempre. Cada vez que despierto después de una pesadilla hago mi rutina, primero sirvo una taza de café con leche, limpió toda mi casa, me pongo a hornear las galletas preferidas de mi bebé y las de mi padre y después preparó el desayuno. Y exactamente a las 8:30 de la mañana mi padre bajó las escaleras. —Buenos días cariño. —Buenos días padre, he preparado el desayuno. La preocupación en el rostro de mi padre era notable. —Gracias cariño, pero deberías descansar más, no es sanó que te despiertes tan temprano. —Lo se papá, pero es imposible volver a dormirme después de tener la pesadilla. Ya han pasado tres años de aquella horrible pesadilla que viví, y desdé entonces no he sabido nada de esa familia y eso me alivia un poco. Cuando desperté aquella noche me encontré en un hospital privado, también supe que casi moría a causa de una hemorragia por las heridas de mis muñecas que se habían abierto esa noche y gracias a Dios no morí y mucho menos mi hijo que está malditamente hermoso y regordete. Después de que desperté rápidamente una enfermera había llegado a mí y me preguntaba cosas y no las contestaba ya que no le entendía y pues llamo al médico y me atendieron rápidamente, el doctor me había hecho un ultrasonido para revisar cómo estaba mi bebé y para mi sorpresa sí estaba perfectamente bien. Dos horas después ya tenía a mi lado a una mujer que era una traductora la cual le comunicaba todo lo que yo les decía a ellos y también a los dos días llegó mi padre el cual me abrazó y lloramos mucho. También habían llegado oficiales y me hicieron preguntas las cuales yo contestaba, pero algo que me aterró demasiado fue lo que salió de la boca de uno de ellos. —Cuando llegamos a la dirección que usted nos dio no encontramos nada, la casa estaba deshabitada –dijo aquel hombre. Allí mismo abrazada de mi padre lloré de miedo al escuchar eso. Pero aun así en estos tres años no he sabido nada de ellos y ni quiero saberlo nunca en mi vida. Finalmente mi secuestro había terminado y ahora mi vida había cambiado totalmente, con mucha dedicación terminé la carrera en la universidad a mis 24 años. Y eso me puso muy feliz porque terminé una etapa que ellos me habían quitado sin siquiera preguntar. —¿No te has estado tomando las pastillas que te dió el psicólogo? En ése momento quise reírme, y no de una mala manera. Pero no me iba a vivir la vida consumiendo drogas que me dejaban cómo un zombie viviente. —Algunas veces lo hago padre, pero es imposible que me las esté tomando toda mi vida. Porque quiero disfrutar el crecimiento de mi hijo. —Lo sé cariño, pero es por tu bien. Con una sonrisa en mi rostro me acerqué a mi padre, lo tomé de las mejillas y besé su cabeza calva. —No te preocupes por mí padre porque estoy bien, ahora come tu desayuno. Con eso me alejé de la cocina, subí las escaleras al segundo piso, al entrar a mi habitación sonreí feliz al descubrir a mi pedacito de cielo despierto en su camita. Mi niño jugaba con un auto de policía. —Buenos días mi cielo. Mi niño al oírme rápidamente salió de su camita y corrió hacía mí, y yo lo atrapé y lo llené de besos haciéndole reír, por dios, amaba tanto oírlo reír y más escucharlo hablar, porque mi hijo hablaba muy bien era muy hablador. —Buenos días mami. Mi amor hermoso. —¿Ya fuiste al baño? –le pregunté mientras lo sentaba en su camita. —Sí, mami, también me lavé los dientes y mi cara. Del clóset saque un cambio de ropa para él, una camisa de manga larga, un jeans y un par de calcetines. Con una sonrisa de felicidad miré a Klaus. —Muy bien mi amor, ahora vamos a vestirte y después vamos a bajar a desayunar con el abuelo. Con rapidez lo vestí, lo peiné y le puse sus converse. Después bajamos al primer piso, en la cocina senté a mi bebé en su silla y le serví desayuno para él. —Está rico mami. Nada más oírlo me reí. —Gracias mi vida. Junto a mi padre y a mi bebé me senté en la mesa. Amó demasiado a mi hijo que daría la vida por él, mi niño hermoso no sacó nada de mí. Todo es de ellos y lamentablemente sé parecía demasiado a Renato. Al hombre que asesine para poder escapar.
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