Libertad.

1620 Words
Mi cuerpo se pone rígido al escuchar sobre el embarazo salir de su boca. —Está bien, ahora hay una sorpresa para ti hermosa Annika -me dice Renato con una gran sonrisa en sus labios. Vaya una sorpresa, me encantan las sorpresas y más sí provienen de ellos. —¿Dónde? Por Dios me he vuelto muy sarcástica desdé que estoy aquí Por la emoción corrí hasta donde se supone que estaba mi sorpresa pero no ví nada. —¿Y mi sorpresa? -Les pregunto. Los hermanos King se voltean a ver un momento, después Renato agarró el teléfono de casa y marcó unos dígitos para después extenderlo hacia mí. —Tomalo está sonando pero no vayas a decir nada que nos vaya a meter en problemas pequeña o sí no él pagará las consecuencias -apunta con el teléfono en su mano en dirección a mi vientre y por inercia lo cubrí con mis manos en él. Hijo de perra, con mi bebé no te metes. —Está bien no diré nada –hable rápidamente. Renato sonrió complacido pero Román no se veía muy feliz, antes de entregarme el teléfono le puso el altavoz. —Bueno ¿quién habla? Por dios, las primeras lágrimas de alegría se deslizaron por mis mejillas al oír la voz de mi padre, como pude me aguante el sollozo y con las miradas de Imbécil 1 e imbécil 2 me senté en el sofá intentando no desmayarme por la sorpresa. -P-papá -hable entre tartamudeos. En la otra línea se escuchó mucho ruido y un pequeño estruendo. —Annika ¿eres tú? -lo escuché preguntar. El primer sollozo se me escapó. —Si, soy yo papá, te extraño. Los sollozos de papá se escucharon por toda la sala parte de los míos. —¿Dónde estás cariño? Dime e iré por ti ahora mismo. Por inercia miré a los chicos que me advirtieron con sus miradas. —Lo siento papá no puedo decirte pero recuerda que te amo a ti y a los abuelos también recuerda a donde quería ir cuando fuera mayor y que haría. Adiós papá te amo -le digo dándole una indirecta. —Si lo recuerdo cielo, tú querías ir …–y sin pensarlo corté la llamada. —Gracias –le agradezco. Con mi mano limpié las lágrimas de mis mejillas. —Muy bien muñequita… Ahora vamos a la habitación para que descanses. Sin decir nada Renato y yo subimos a una de las habitantes principales. —Aquí es Annika Renato abrió la puerta, dejándome pasar primero a la habitación. —Quiero dormir, podría dejarme sola, no haré nada, lo juro. —Por supuesto muñequita. . . Dormí toda la tarde hasta que desperté por unos toques en la puerta. Y por un momento dudé mucho de que fueran los chicos ya que ellos nunca han tocado la puerta desde que estoy con ellos. —Adelante –dije con voz adormilada. La puerta se abrió y por ella entró la misma mujer que está mañana. Con mucho cuidado de no lastimar mis heridas me senté en la cama y con atención miré a la mujer. —Добрый день, мадам, я принес вам обед (Buenas noches señora, le he traído la cena) –dice la mujer haciendo una pequeña inclinación. ¿Qué mierda me habrá dicho? Veo como la mujer se acerca a mí y pone una bandeja de comida en mi regazo y me dice. —С этого момента я в вашем распоряжении, мадам (De esté momento estoy a su disposición señora) —Lo siento no le entiendo –susurro. La mujer sonríe y se sienta en la orilla de la cama. —Por órdenes del señor King estaré a su disposición y sabe que ellos son buenos niños y se nota que la aman aunque no se ve muy bien esto de tener dos esposos, pero aun así se nota que la aman y más por ese pequeño que esperas –susurra para después levantarse de la cama y salir de la habitación. Buenos niños sí claro. Ellos no aman y nunca lo han hecho. Se que tengo que buscar la manera de salir de aquí sin que mi niño salga lastimado y la única manera de hacerlo es permanecer aquí hasta que nazca o manchar mis manos de sangre y huir. En el momento en qué terminé de cenar dejó el plato en la mesita de noche y me recosté en la cama un momento. Levantó mi blusa y dejó al descubierto mi pequeño vientre y sonrió, al notar un diminuto bulto. —Hola bebé, sabes me tomaste por sorpresa, y la verdad no se si vaya a ser una buena madre para ti pero haré el intento pequeño –le digo acariciando mi vientre —Te quise desde el mismo momento en que me hablaron de ti y me propuse que te amaría por siempre y te protegeré con garras y dientes. —Si serás una buena madre para nuestro hijo amor. Pegué un brinco del susto al escuchar su voz. Estúpido Román. . . Me senté en el sofá mientras comía de lo que fuera que me había dado la mujer rusa que se llamaba Rose y qué fue nana de los hermanos King cuando eran pequeños y por cierto me contó que Román cuando era pequeño fue una pequeña bola de carne andante, me enseñó fotografías y me reí tanto al verlo, porque sí era verdad. Mi querido esposo era gordito cuando era pequeño. Se veía bien gracioso. En la mansión me encontraba sola ya que Román y Renato salieron de urgencias por una empresa que tienen aquí en San Petersburgo y Rose salió al supermercado o como sea que se diga aquí, dejé el plato de comida en la mesita y me limpie los dedos con una servilleta. —Es ahora o nunca –susurré. Agarró el teléfono y marcó el número de papá, de reojo veo que nadie viene. A los dos tonos la voz de papá suena. Antes de que pueda decir algo papá le digo. —Papá. —Annika. —Sí soy yo papá –susurro. —¿Cariño dónde estás? –pregunta. —Exactamente no lo sé, pero sé que estoy en San Petersburgo, ven por mi pronto por favor –le digo. El teléfono es arrancado de mis manos bruscamente para terminar estrellado en la pared, con miedo miré a Renato. —¡¿Con quién mierda hablas?! –grita y me agarra del cabello. —¡Me lastimas! –grito sin importar que mañana amanezca con la garganta irritada o tal vez no haya mañana. Agarrada del cabello me arrastra a la habitación y con brusquedad me la arroja a la cama, intentó huir pero Renato me agarró de las piernas y me jaló hacia él. —¡Reno no! –grite para que me soltará. Siento como me voltea y me deja boca arriba y aprieta su agarre en mis muñecas —¿Acaso no quieres estar con nosotros muñequita? –pregunta con tranquilidad pero esa tranquilidad que da miedo. —No, ¡no quiero! –grite en su cara. De la nada sentí como mi rostro se hizo a un lado y como mi mejilla ardía y dolía a la vez, la habitación se llenó de silencio. Asombrada por el golpe y por la persona que me lo ha dado. Pero algo pasó me dejó en un estado de Shock fue sentir como la palma de su manos se paseaba por mi vientre y lo apretaba con fuerza. —¡Ah! –grito de dolor. De golpe saqué mi mano de las suyas y lo golpeé hasta que soltó mi vientre y sin pensarlo con una fuerza que no sabía que tenía golpeé su parte con mi rodilla y lo empuje con mis manos ocasionando que se cayera de la cama. —Perra –dice con esfuerzo. Cómo aún el imbécil estaba tirado en el suelo, reaccioné rápido y sin pensarlo agarré la lámpara de la mesita de noche y con rapidez me puse arriba de él. —Conmigo lo que quieras Reno pero con mi hijo no, hijo de puta–le digo y sin que se lo espere levante la lámpara y en repetidas ocasiones lo golpeé con ella, no me importó mancharme las manos con su sangre pero por mi hijo haré lo que sea. Cansada de golpearlo arrojé la lámpara a la pared ocasionando un estruendo, pero no me importaba nada. Con rapidez le hurgue los bolsillos y sonreí al encontrarlas. —Espero que estés muerto maldito hijo de puta –con eso me despedí del imbécil 2. Con cuidado me puse de pie y con las llaves en la mano salí de la habitación cubrí con mis manos mi vientre, mientras bajaba las escaleras y lo acaricié. También le hablé a mi pequeño pedacito de cielo. —Lo siento pequeño, pero está era nuestra única oportunidad. Me maldije mentalmente al no haber agarrado un abrigo, pero eso no me impedirá escapar de aquí. Con rapidez me subí a la camioneta que me había traído está mañana, y con velocidad conduje el auto, no me detuve hasta llegué a una estación de policía —Ya estamos a salvo, al menos estamos lejos de ellos pequeño mío y juntos nadie nos separará nunca mi amor. Las autoridades van a ayudarnos. Con cuidado bajé de la camioneta, ni siquiera cerré la puerta tan sólo caminé a única salvación. En el momento en qué entré a la estación rápidamente las miradas de las personas que había cayeron en mí. —Necesito ayuda, me han secuestra… –ni siquiera alcance a terminar de hablar cuando perdí la noción.
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