Visita inesperada.

887 Words
Antes de salir del centro comercial me fuí a la tienda que se ha vuelto mi favorita, ahí venden unos vestidos hermosos y por desgracia sólo he comprado uno, el primero fue uno de color verde oscuro y el que quiero el día de hoy es uno igual pero de color rojo. Después de comprar el vestido salí del centro comercial cargada de bolsa, con las bolsas ya en el maletero me subí al coche, lo encendí y salí del estacionamiento. Mientras conducía pude ver por el retrovisor un coche n***o y me hacía sentir nerviosa porque ya tenía bastante tiempo siguiéndome o tal vez todo era producto de mi imaginación. soltando un suspiro de cansancio seguí conduciendo a casa. Cuando llegué bajé del coche tomé todo lo que había comprado y entré a casa, en el momento en qué cerré la puerta con llave fuí recibida por Lily, ella cargaba en brazos a mi hijo, en su rostro había algo que me hizo sentir preocupada. —¿Todo bien? –pregunte rápidamente, las bolsas las dejé en la sala de estar y rápidamente tomé en brazos a mi hijo. Por unos segundos Lily se quedó callada pero entonces ella sonrió. —Por supuesto que sí, el pequeño no quería dormir hasta que llegará su mamá pero sé cansó de jugar y se quedó dormido. Con una sonrisa en mi rostro miré a mi pequeño y le dí un beso en su frente. —Gracias por cuidarlo, sé que dije que no tardaría pero se me fue la mano en las compras. Como pude saque dinero de mi bolso y le dí su paga del día. —No te preocupes, yo amó cuidar de esté pequeño. Con cuidado de no despertar a mi hijo la acompañe a la puerta. —Nos vemos mañana Lily. Con eso miré cómo ella abandonó mi casa, de nuevo cerré la puerta con seguro y me dispuse a dejar a mi pequeño en su camita, con un beso en su pequeña frente salí de la habitación en completo silencio. En la sala de estar me puse a envolver los regalos de navidad que tenía y que había comprado está mañana, a las 12 de la mañana exactamente terminé de envolverlos, después me puse a recoger el desastre que había hecho. Cómo sueño no tenía limpie toda la casa. Con cada objeto que colocaba en su lugar, sentía una pequeña chispa de control regresando a mi vida. Me moví hacia la cocina, donde algunos platos sucios se apilaban en el fregadero como una montaña insuperable. Abrí el grifo y dejé que el agua caliente corriera, llenando el fregadero con espuma. Mientras fregaba los platos, mi mente vagó, en lo que haría de almuerzo de mañana y las horas interminables en el trabajo. El sonido del agua y el jabón burbujeante era casi terapéutico. Me concentré en cada plato, cada vaso, cada cubierto, como si al limpiarlos pudiera también limpiar mi mente de las preocupaciones que sentía. Cuando terminé, sequé mis manos y miré la cocina con una satisfacción que no había sentido en mucho tiempo. Tomé un trapo y un limpiador y froté con fuerza, eliminando manchas y restos de comida, sintiendo cómo la ansiedad se desvanecía con cada movimiento. Con la sala de estar y la cocina ya reluciente. Tomé la aspiradora del armario del pasillo y la enchufé. El ruido del motor llenó mi casa mientras pasaba la aspiradora por cada rincón, asegurándome de no dejar ni una mota de polvo. El zumbido constante de la aspiradora era casi hipnótico, ayudándome a desconectar de mis pensamientos intrusivos. Por un momento me detuve, observando el progreso que había hecho, satisfecha apague la aspiradora y la guardé en su lugar. Me estiré, sintiendo cómo los músculos se relajaban después de tanto esfuerzo. Tal vez hoy sí pueda dormir bien, pensé. Pasé por la sala de estar una vez más y por unos segundos me dejé caer en el sofá, exhausta pero satisfecha, lista para disfrutar de un merecido descanso, antes de irme a dar una ducha. Cerré los ojos por un instante, disfrutando del silencio que llenaba la casa, sin embargo, esa calma no duró mucho. Algo en el ambiente había cambiado, una sensación de ser observada hizo que la piel se me erizara. Abrí los ojos lentamente y mi corazón comenzó a latir con fuerza en mi pecho. Confundida me froté los ojos intentando que el sueño se fuera de mi sistema, pero esa persona aún estaba parada en ese lugar. Con miedo negué con la cabeza, no ésto no podía ser verdad pero Román King estaba aquí, de pie en el umbral de la sala de estar en mi casa, mirándome fijamente. Su presencia era imponente, vestido con un pantalón café, camisa de botones negra, con esos ojos fríos y penetrantes que parecían que podía atravesarme. El pánico me invadió, en el sofá me quedé paralizada por un momento, incapaz de procesar cómo había entrado sin que yo me diera cuenta. —¿Qué... qué haces aquí? –apenas lograba balbucear, mi voz temblaba. Román no respondió de inmediato, simplemente me observó con esa expresión inescrutable. Cuando finalmente habló, quise gritar, el tono de su voz era calmado y controlado que solo aumentó mi miedo. —Tenemos asuntos pendientes, mi amor
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD