Yun y Mei, quienes se encontraban exhaustos al haber perdido todo un día, sin encontrar un camino que los llevara hacia el monumento del Fenghuang y menos al rastro de los hijos de ella, detuvieron el paso al oír voces entablando una conversación. Habían escuchado lo que aquel hombre dijo, aunque sonaba poco entendible, ya que se estaban alejando para continuar su camino; en realidad, solo habían parado a tomar agua, cuando se toparon a ese hombre corpulento. Mei por poco gritaba del susto, ya que, lo que ella había vivido con aquel otro hombre secuestrador, al parecer la había dejado asustada de cualquier persona que se toparan por el camino. Ella solo se limitó a posar su mano en el hombro de Yun para sentirse protegida. Yun se quedó estático ante aquello y no hizo ningún comentario; e