CAPÍTULO 6
—Se supone que Stefan debe estar curando —habla el doctor, preocupado. Su expresión no miente al igual que su corazón que late ansioso—. Aun no entiendo porque no está curando, supongo que es porque las heridas hechas por un alfa duran más.
—Sí —digo desesperada, con las lágrimas avecinando por salir. La preocupación había invadido mi mente corroyendo mi mente amenazando con destruir mi actuada tranquilidad—. Él es un alfa, tendría que haber curado hace tiempo…
—Luna, no lo sé. Siempre me dijeron que las heridas de alfas duran más, no sé si esa ley se aplica también con los alfas —farfulla divagando entre tartamudeos. Abro la boca estupefacta ante su falta de información y me cruzo de brazos observando la habitación.
—Eso no tiene lógica —gruño, tratando de hacerle entrar en razón—. ¿Y si no se cura?
—Eso no pasara, bueno, no que yo sepa —murmura con nerviosismo. Mis ojos se abren exaltados y mi loba gruñe por instinto.
—¿Stefan puede morir? —Pregunto finalmente, con la voz amenazando en romperse por el llanto que se avecina. Mi garganta se cierra, como si no pudiese hablar. Él me observa con miedo y se aleja con lentitud, como si temiera que le haga daño.
—Excelente, ¡Ni siquiera tú sabes que le sucede! —Vocifero con rabia. Mi corazón late tan fuerte que puedo creer en cualquier momento se detendrá o romperá, un dolor inexplicable recorre mi espina dorsal viajando hasta mis extremidades. Llevada por la furia que me posee doy un paso adelante observando como una vena se alza hinchada en el cuello del doctor, no sé con claridad lo que haré, pero se lo que soy capaz. El dolor es incesante, insoportable. Con las manos hechas puños las garras empiezan a salir lastimando mis palmas, la sangre se desliza pero no me importa. Sólo puedo pensar en una sola cosa.
Puedo escuchar a una persona aproximarse a nosotros con apuro, por mi olfato intuyo que es mi padre, que camina con rapidez hasta situarse detrás de mí sabiendo que es un peligro hacerme frente en una situación como esta.
—Alice, tienes que calmarte —le escucho decir con tranquilidad deslizando su brazo por mi hombro estrechándome hacia él, mi espalda se encuentra con su pecho y su calor me reconforta, aunque sigo en alerta—. Stefan estará bien, hija, te lo prometo.
Escucho los pasos de otra persona acechar y mis ojos se mueven con velocidad hacia el origen del ruido. Nuestro pasado alfa me observa con cuidado y levanta sus manos como si entendiera lo que estoy pasando. Mi respiración se va normalizando mientras que él se acerca con cautela.
—Es fuerte —dice el padre de Stefan al lado de Bruce, dándole un apretón en el hombro, como si estuviese diciéndole que todo está bien—. Es un alfa fuerte, no le sucederá nada. Para nosotros, es como un rasguño.
—Me tengo que ir —Dice un Bruce muy tartamudo y sudoroso, aun puedo oír sus latidos descontrolados, él nos mira con la cabeza gacha antes de empezar a caminar como si estuviese pidiendo permiso—, hay más pacientes.
—Espero que no les digas "No sé" a media manada —le digo aun enfurecida. Mi padre acaricia mi hombro antes de unirnos en un abrazo que me reconforta un poco.
—Alice, cariño —dice mi madre acariciando mi espalda, uniéndose a nuestro abrazo—. Estará bien.
Eric se acerca a nosotros junto a Irina que lo agarra de la cintura, ya que se encuentra algo lastimado por la pelea reciente. Él también luce como si estuviese trastornado y demasiado alarmado, Irina le susurra al oído intentando tranquilizarle pero él sigue teniendo un semblante que denota su angustia.
—Tengo que hablar contigo —le digo a Eric, los demás presentes nos siguen con la mirada hasta que abandonamos la habitación. Irina insiste con acompañarnos, y no estoy en ánimos de llevarle la contraria.
—Entiendo tú preocupación Alice, sé que quieres saber el porqué de los ataques —musita en cuanto estamos a solas, como si pudiera adivinar mis pensamientos.
—Exacto.
—Somos dos manadas fuertes, muy fuertes, sin sus alfas, que en estos casos somos Stefan y yo, ellos se quedarían con la manada...
—Cosa que no sucederá —interrumpo, antes de que pueda seguir hablando, la idea de perder a mi compañero me debilita hasta los huesos.
—Está sucediendo Alice, ya lograron que Stefan cayera, sólo falto yo —reflexiona en voz baja, Irina lo abraza con los labios temblando.
—Stefan no cayó —le gruño con advertencia.
—Me refiero a que la manada es menos fuerte sin él. Es la verdad, nos iremos dentro de dos días, no queremos que su paquete salga más afectado.
—No lo entiendes, quieren esto, Eric, que estemos lejos, así será más fácil atacar.
—No me importa lo que quieran, su paquete no saldrá afectado por mi culpa —dice y se va dando un portazo. Irina me ve con una mueca disculpándose por él y lo sigue.
Suspiro furiosa, para encontrar a los padres de mi compañero, que insisten en no me dejarme verlo, hecho que me desespera más y despierta mis ansias al máximo. Decido tomarme una ducha para relajarme, o al menos tratarlo. Con el agua caliente sobre mi cuerpo, soy capaz de pensar con más claridad. Todo lo que necesito es hallar la razón del porqué estamos siendo atacados, y proteger a Stefan a como dé lugar. Luego de asearme, y procurar por todas mis fuerzas dormir, que no lo logro, decido escabullirme a la habitación de la persona que no logro sacarme del cerebro. Escabullirme es un trabajo de inteligencia, yendo en dirección al cuarto de mi compañero con demasiado sigilo. Entro notando como su cuerpo débil yace en la cama, parece en una especie de coma, o trance.
Su corazón palpita con lentitud, moviéndose con más fuerza al advertir mi presencia. Una chispa se incendia dentro de mí alegrándose de que pueda reconocerme a pesar de su languidez.
—Estas bien —murmuro con los ojos llorosos, llena de alegría de poder verlo otra vez—. Por lo menos lo estás. No me dejes Stefan, no lo hagas —digo, sentándome a su lado, tomando su mano tibia con delicadeza, que me responde apretándome suavemente. La electricidad que recorre mi cuerpo sabe que el suyo también ha sentido lo mismo correspondiéndole. Sus ojos de océano me escrudiñan con atención. No puedo dejar de llorar de felicidad hipeando como una tonta. Deslizo mis dedos debajo de mis ojos para secar las pequeñas gotas.
—No te dejaré, amor mío. Dije que no lo haría —susurra como si estuviese cansado tan solo al hablar.
—Estás despierto —chillo, lanzándome a su cuerpo abrazándolo con todas mis fuerzas, recordando muy tarde sus heridas así que me alejo con brusquedad. Él suelta un jadeo de dolor y me siento algo culpable por ello—. Lo siento tanto, no me acorde de tus heridas.
—Nena, si me duele es porque me dejaste de abrazar.
—No gastes tu fuerza en mí, Stefan.
—De una cosa estoy seguro, cariño. Tú eres mi fuerza, Alice —dice, con toda la seguridad y firmeza que puede tener.
Dicho esto, miro sus ojos tentándome a darle un beso, cosa que no espero y hago. Le doy un beso suave logrando que él se sorprenda por un momento, pero me devuelve el beso con más intensidad. Deslizo su suave cabello en mis manos acariciándolo, con el cosquilleo revoloteando en mi vientre. Sus manos agiles me acarician erizando mi piel, él cambia de posición situándose encima de mí, sujetándome a la cintura estrechándome más a su cuerpo. Su erección se clava en mi feminidad haciéndome soltar un jadeo de sorpresa. Sus ojos cargados de deseos me inspeccionan cuando me suelta con cuidado, él juega con mi cabello rozando su nariz en mi cuello, enviando descargas chispeantes que amenazan a mi cordura.
—Tengo miedo, Stefan —le susurro temerosa, haciendo contacto visual con fosas azules.
—¿De qué podrías tener miedo, cariño?
—De todo, tengo miedo de que te hagan daño, miedo de que te lastimen, a ti, a la manada, a mi familia, tengo miedo de todo en este momento… Soy débil.
—No lo eres, allá afuera lo demostraste.
—Me convertí —recuerdo boquiabierta, en ese momento me doy cuenta. Me convertí me repito mentalmente, una y otra vez sin cansancio.
—Eres igual que yo —me observa juntando las cejas, como si estuviese confundido.
—Claro Stefan, y también igual que los del paquete y cambiafor...
—No me refiero a eso —me interrumpe rodando los ojos—. Eres de mi color, se supone que soy el único lobo oscuro, o eso creía hasta hoy.
—Uh, así que te robe el color —me burlo con fanfarronería, queriendo burlarme.
—Así es, aunque no me molesta mucho, eres hermosa —acaricia con una mano mi cabello, y con la otra bajo hacia mi cintura.
—Tú también lo eres.
—¿Así que soy hermosa? —Pregunta con fingida coquetería esbozando una sonrisa divertida.
—Demasiado —respondo de la misma forma.
—Sé que soy hermosa —parpadea rápidamente y me sonríe.
Ignoro su comentario egocéntrico subiendo su camisa, mientras que Stefan me observa divertido.
—Cariño, si querías que me quitara la camisa sólo tenías que decirlo.
—De hecho, solo quería ver tus heridas, campeón.
—Es la excusa menos creíble que he escuchado. Que quieres ver mis heridas… —Ironiza rodando los ojos.
—Stefan —replica.
—Bien, ve —se quita la camisa, dejándome ver su abdomen totalmente normal, como si nada le hubiese sucedido.
—Pero, Bruce me dijo que todavía no te curabas.
—Tú me ayudaste.
—Estoy cansada que me tomes de la cintura. Deberías ponerlas en un lugar —bajo sus manos a mi trasero ganándome una mirada de sorpresa de su parte—. Mejor.
—Me parece perfecto —le digo, mientras que él sigue besándome, apretándome y acercándome más a su cuerpo caliente, haciendo que gima por su tacto—. Quédate. Duerme conmigo, por favor.
—Siempre que me quieras contigo, allí estaré, Alice —murmura trazando un camino invisible en mi rostro. Sonrío encantada acurrucándome contra él suspirando del cansancio. No puedo imaginarme lo que sería perderle, y no tenerlo junto a mis brazos todas las noches. Simplemente no podría.
—Mi luna —me dice, dándome un suave beso en la frente.
—Mi Stefan —murmuro, antes de caer en sus brazos.