Tal vez para Alessandra tomar la decisión de mantenerse alejada de mi había sido sencilla. Pero para mi verla pasear por la casa con esos trajes ajustados, su senos creciendo por segundo y sus provocativos labios, me estaba matando lenta y tortuosamente. Desde que habíamos llegado de la luna de Miel, que por supuesto se arruino por completo, ella decidió continuar durmiendo conmigo, pero no me hablaba en absoluto y realmente parecíamos dos desconocidos habitando un mismo espacio, de manera inclemente porque verla en esos pequeños pijamas era más bien una tortura. Ver su cuerpo y sentirlo junto a mi hizo que en más de una noche tuviese que levantarme a tomar una ducha fría por no decir que hubiese preferido meterme entre una bañera llena de hielo. Pero en todo juego largo siempre llega