Sostengo una copa en mi mano, veo a mis sobrinos jugar en el pasto, veo a mis hermanos sonreír junto a sus parejas. Todos tienen familias, luego de un año de mi fallido intento de boda, soy la única que permanece sola, sin hijos y mucho menos un prospecto para procrearme o formar lo que ellos tienes, un hogar.
—Hija, me ayudas con un par de bandejas.
—Claro mamá —dejo mi copa y camino con ella hasta la cocina.
Cuando entramos el lugar esta lleno de comida, demasiada para mi gusto. No somos tantos y no creo que los que estamos comamos todo eso.
—¿Por qué mandaste a preparar tanta comida?
—Tendremos invitados —suspiro frustrada.
—¿En serio madre? —le pregunto mirándola y dejando las bandejas a un lado.
—Hija a pasado un año, es justo que...
—No me interesa y lo sabes, no quiero estar con ningún hombre, no de ninguna forma romántica.
—¡Alessandra!
—¿Que? No soy de palo, tengo necesidades, pero no más. Y no me voy a emparentar con nadie. Todos son iguales.
—Tus hermanos y tu padre, son hombres honorables.
—Si, y por eso son mis hermanos y mi padre, no los que están afuera y que puedo cogerme para luego regresar a casa y pasar una noche tranquila.
—¡Alessandra Ferrara! compórtate.
—No mamá, compórtate tu. No es posible que cada domingo quieras meterme por los ojos a un hombre nuevo, quiero estar con mi familia. ¡No quiero esto!
—Pero hija —veo la tristeza en los ojos de mi madre.
—Se que de así no es como se supone que debería ser, pero así es madre. Lo intente, me enamore, lo ame, le entregue mucho y simplemente no funciono. Ahora mismo no tengo tiempo de pensar en nadie que no sea yo. No quiero a otro hombre en mi vida, no quiero a nadie que llegue la destroce y se vaya como si nada hubiese pasado.
—No sabes si el próximo hombre que llegue a tu vida haga lo mismo que...
—No lo nombres, no quiero escuchar su nombre en esta casa —respiro y me acerco para tomar sus manos, es una buena mujer y cómo toda Italiana me quiere casada y con hijos. Pero esa no soy yo—. Tienes razón, no se si el próximo sea igual, pero no quiero tomar ese riesgo madre, simplemente quiero estar tranquila como estoy.
—Señora, la familia Messina ha llegado.
—¿Los Messina, madre? —se da cuenta que estoy molesta—. Esto ya es demasiado.
Los Messina son una familia tan o más poderosa que la mía, mi padre y el señor Messina son amigos desde la escuela. Ayudaron a sus padres a forjar sus imperios y ahora esa labor recae sobre nosotros los hijos.
—Vamos, debemos saludar.
—Claro. Debemos saludar, madre.
Pongo mi mejor cara y salgo junto con ella a recibir a sus invitados, nos saludamos como si nos conociéramos de toda la vida, la señora Messina me repite una y otra vez lo hermosa que estoy y yo le agradezco una y otra vez, mis mejillas duelen de tanto sonreír.
—Mi hijo está por llegar.
—Pensé que Lorenzo llegaría con ustedes —dice mi madre y la miro incomoda.
—Lorenzo es demasiado solitario, hoy está... particularmente necesitado de soledad —el comentario es extraño, pero le resto importancia.
—Hija, espera aquí a que llegue. Vamos, todos están afuera en los jardines.
Miro a mi madre frustrada, porque se lo que pretende y no estoy dispuesta a seguir el estúpido juego.
—¡Dios mis mejillas! Duelen de sonreír.
—Entonces no deberías sonreír tanto.
La voz masculina me sorprende, pues estaba acariciando mi rostro con los ojos cerrados, no me percate de la presencia de nadie.
Abro mis ojos y se cruzan con esos ojos cafés que no salen de mi cabeza desde el día del intento de boda que tuve. Sonrío levemente.
—Tú.
—La novia plantada —enseguida y luego de su comentario, todo lo bueno que pensaba del tipo se vino abajo.
—Que grandísimo imbécil, tus padres están en los jardines —me acerco al perchero y tomo mi bolso porque no pienso quedarme a socializar con un tarado que un día pretende ser amable.
—Lo siento, no era mi intención. No soy bueno con las bromas.
—Se nota, puedes ir con tu familia. Allá al fondo están las familias felices.
—Espera, no te vayas. Mis padres se molestarían.
—¿Cuántos años tienes? ¿5?
—Es más complicado que eso.
—No me interesa.
—Por favor, te estoy pidiendo disculpas.
—Y yo te estoy diciendo que con esas disculpas me limpio el cu.lo —lo miro fijamente y sonrío.
Doy la vuelta y me encamino a la salida, me frena tomándome del brazo y mirándome fijamente.
—Tu no te vas, niña berrinchuda. Soy malo con las bromas, te pedí disculpas, pero no me vas a meter en problemas con mis padres.
No se en que momento puso sus manos sobre mi cuerpo, pero me quito el abrigo casi sin notarlo y dejo mi bolso en el mismo lugar en el que estaban.
—Vamos.
—Que hijo de la grandísima...
—No, a mi madre no la insultas. Vamos.
Por patético que parezca, me doy cuenta que si me voy sin avisar mis padres también se molestaran y también tendría problemas con ellos por culpa del baboso de Lorenzo.
—Soy Lorenzo —dice antes de llegar a las puertas del jardín.
—Lo sé.
—¿Qué?
—Nuestras madres hablaron de ti antes de que llegaras. Algo sobre que siempre llegabas o permanecías solo y que hoy era un día particularmente extraño. Aunque tu eres particularmente extraño.
—Y tu eres desgastante, pero mejor sonriamos. La gente nos mira.
Miro al frente y una sonrisa se pinta en mi rostro, una muy hipócrita. Todos nos miran, mis hermanos, mis cuñados, inclusive los bebés y por supuesto mis padres y los Señores Messina.
—Hijo, llegaste. Veo que ya conoces a la linda Alessandra. Es una lastima que no recuerden que se conocen desde niños.
—¡Qué interesante! —digo con la misma sonrisa en mi cara, miro a Lorenzo y esta igual que yo. Estoy segura que su rostro le dolerá después de esto.
Nos sentamos todos a la mesa y nos dejan juntos, todos hablamos de muchos temas y de los niños, de la familia, del trabajo y los negocios. Inclusive del clima, casi parecemos tan normales que no doy crédito a la escenita.
—Lorenzo ¿y con quién sales actualmente? —mi hermana Bianca pregunta descaradamente y la miro muy mal. Sabe que la voy a asesinar en la oficina.
—Con nadie, realmente señorita Bianca —lo veo beber agua para disimular su incomodidad.
—Bueno, pues entonces es perfecto porque Alessandra sigue soltera —el pobre idiota se atraganta con el agua y me pongo de pie para darle un par de golpes en la espalda intentando que consiga un poco de aire.
La conmoción dura poco y Lorenzo pide disculpas para ir al baño. Dejo lo que estaba bebiendo sobre la mesa y miro a Bianca muy molesta. No aguanto las miradas de todos sobre mi y exploto.
—Antes de que nada, quiero que ustedes señores Messina me disculpen —me pongo de pie—. Padres, hermanos, saben que los amo pero se pueden ir todos a la mismísima... lejos, se pueden ir lejos y dejarme en paz. No me voy a casar con nadie, no voy a volver a enamorarme de nadie y no pienso tener una relación. Así que no importa que tanto lo intenten, no va a pasar. Me voy a ir a mi apartamento y vamos a pretender que nada de esto paso. Con permiso.
Salgo furiosa y con mis manos frías por la ira que tengo. Cuando llego afuera, espero que mi auto se aparque frente a mi.
—También te vas.
—Si, no soporto que cada 8 días quieran emparentarme con una familia nueva.
—Se lo que eso significa. Hoy era el último intento.
—¿Cuántas llevas?
—12 familias, las mejores de Italia.
—Me ganas por 3.
—Entonces parece que somos los paria de nuestras familias.
—Eso parece, pero no me importa, me gusta estar sola.
—¿Nunca has considerado intentarlo?
—No, te lo dije ese día en el parqueadero de tus hoteles. Por cierto nunca te agradecí debidamente.
—Si, lo recuerdo "La próxima vez seré yo contra los hombres". Y recuerdo que me diste las gracias.
—Fueron 4 noches gratis, demasiado descaro de mi parte.
—Está bien, lo necesitabas supongo.
—La verdad es que si. Pude gritar y llorar, ver películas románticas, atragantarme de chocolate y seguir con mi vida. ¿Tú por qué?
—¿Qué?
—¿Por qué te ponen a casar novia?
—¡Ah!, un tema de la herencia, si no me caso y tengo un heredero. Pierdo todos mis derechos y pasan a mi primo.
—Qué mal por ti —lo miro con algo de lastima—. Estoy segura que si tengo un hijo mis padres me dejarían en paz.
Sonreímos y luego simplemente nos quedamos serios mirándonos fijamente. Llega el auto y me subo de prisa, antes de que mis pensamientos lleguen demasiado lejos.