Por cada paso que yo daba, tenía que contener la risa. El piso de madera estaba caliente y era cómodo, mis pies descalzos se sentían tan libres que no podía creer aún lo infantil de la situación. Estaba a punto de irme de la estúpida fiesta, cuando mi viejo y único amigo de la secundaria se cruzo en mi camino y me invito a una pieza, había estado sentada toda la noche mirando a Fiorella y sus secuaces reírse de mi, había soportado sus palabras, sus ofensas, sus impertinencias y todo por culpa de Lorenzo que me había dado su palabra de acompañarme y no había llegado a tiempo. Verlo en esa actitud tan posesiva con el pobre de Giovanni, fue divertido aunque extraño. Luego hizo algo que no esperaba y fue un detalle tan amable de su parte que mis ojos se conmovieron ante tal acto y luego esa