CAPÍTULO 4
—Me iré a Italia con el señor Donovick en un mes —suelto como si nada. Como suelto la cartera que llevo al sofá echándome allí con el cuerpo inmóvil.
Desde que el señor Donovick me anunció que sería su acompañante imaginé alrededor de un millón de escenarios por las que terminaría mal ser su acompañante que más que una boda, será un “evento”. Según las palabras de él mismo.
Comenzando por un factor que el señor Donovick no reparó en pensar.
No soy la compañía adecuada para una boda de élite.
Esperarían que una mujer alta, fina, esbelta y bien vestida sea la acompañante del señor Donovick. Eso sin agregar que esa mujer fina y esbelta, seguramente ha de tener los millones de herencia que yo no tengo. Y la ascendencia multillionaria que ¡Sorpresa! Tampoco tengo.
No su secretaria regordeta que le saca al menos dos cabezas de altura.
Resoplo soltando el incómodo moño que ata mi cabello largo. ¿Por qué me estoy estresando por ser algo que no soy?
Porque no podré soportar los ojos juzgadores de las personas que vean quien irá del brazo del señor Donovick.
Un momento, ¿Me tomará el brazo?
El ruido de una espátula de aluminio caer me hace salir de mis pensamientos intrusivos, volteo para ver a Nina bajando el fuego de la cocina para sentarse a mi lado chillando de la emoción. Le veo con la cejas levantadas sin saber el motivo de su alegría.
¿No acaba de escuchar lo que le dije?
Me van a someter al público de millonarios, los cuales me convertirán en una paria social.
—Para ya, corta tus pensamientos ansiosos, te conozco —dice Nina con un entusiasmo que me dan ganas de ir por la espátula que soltó y pegársela por la cabeza—. ¡Italia, que maravilla!
—A una boda —logro decir, entre dientes—, lo voy a acompañar a una boda. ¿Sabes lo que significa?
Entonces, Nina empieza a brincar y chillar como si le acabase de decir que se ganó la lotería y es millonaria. Me quedo atónita en el asiento jugando con mis dedos mientras que ella habla de los lugares que debo frecuentar.
—¿Sabes que significa? Qué la vida te está sonriendo, es Italia, no el patio de la casa de mis padres. Estoy tan feliz —chilla—. ¿A la boda de quién, y cuando?
—Es el mes que viene —susurro, pensando que si fuera la nueva temporada para mí serie favorita el mes que viene sería demasiado, mucho tiempo. En esta ocasión, ¡Es poquísimo tiempo! Menos del que debería.
—Tienes que comprarte algo lindo, tengo que darte mis ahorros —dice mi amiga mostrando los dientes hasta las encías. Me conmueve su acto, así que la freno de inmediato. Jamás, bajo ninguna circunstancia le quitaría los ahorros a Nina, se lo difícil que ha sido para ella todo su proceso y aquí está, ofreciéndome años de trabajo duro para que me compre algo lindo.
—¡No! Nina, no te preocupes por eso, el señor Donovick pagará lo que use, debido a que, prácticamente, estaré trabajando.
—¿Sabes lo que eso significa? —me replica, burlándose de mi con gracia—. Qué podrás usar algo de marca, algo muy caro. ¡Carolina Herrera!
Abro los ojos pensando en cuánto podría costar algo de mi diseñadora favorita. No, no le haría eso a la tarjeta del señor Donovick.
—No Nina, me compraré algo normalito. Igualmente, no creo que tengan 3XL —digo resignada, ser talla grande dificulta conseguir algo lindo.
—Olivia Santiago, no seas tan exagerada en la vida, además, ¿Qué te importa el dinero? ¿Sabes que tan rico es tu jefe? Sale en la portada de una revista —me dice, ella se incorpora por lo que la sigo con la mirada. Veo que busca dentro de su cartera hasta sacar una revista. Alzo las cejas al verlo de espaldas.
Sí, jamás creí reconocer a alguien por su espalda. Para mí, éste hombre es reconocible hasta de lejos. Espalda ancha de hombros gruesos y brazos trabajados cubiertos en un traje caro, más caro que el sillón en dónde me encuentro sentada.
El apellido Donovick en mayúscula es la portada y habla acerca de como hizo la ya multimillonaria empresa de su padre billonaria.
—Que conste que la compré solo porque quería verle la cara y eso es lo que menos sale. Así que deduzco que tú dios griego no es más que producto de tu fantasía —acota Nina con una gran sonrisa—. Un hombre tan bello como tú dices, no posa de espaldas.
Ruedo los ojos bufando y ella se ríe. Es verdad, he sido bastante explícita ante la descripción de mi jefe y no he exagerado ni una pizca. Él es, de verdad, hermoso.
—No he exagerado, si es un hombre atractivo, más de lo que te imaginas —confieso apenada. Ella sube y baja las cejas con exageración a lo que le doy con la revista enrollada para que deje de mofarse.
—¡Está bien, está bien! Creo en tu palabra. Aunque, hasta que no lo vea, voy a dudar aunque sea un poquito —dice, achicando los dedos en ejemplo—. Me voy, se me va a quemar la cocina. ¡Y no sabes la delicia que cociné hoy!
Entre la exquisita cena, los cuentos de Nina de su terrible jefe y los avances a paso de tortuga en su trabajo, pasamos la noche. Una hora antes de dormir, me acerco para leer la entrevista.
El señor Donovick es frío, poco descriptivo y comedido. Incluso su propia portada. La razón con más peso para leer acerca de él es que quiero saber sobre su vida amorosa.
Nada.
Solo hay una afirmación “Soltero, de treinta años de edad” luego de eso, escasez de información personal.
Al otro día despierto tan temprano que puede que yo sea quien despierte a los gallos. He cogido cierto gusto a estar tan temprano en la oficina, todo es tan frío, gris con la niebla de la mañana que me da gusto. Paso antes por el café y me arriesgo a incluir uno extra para Donovick.
Empiezo mi trabajo con el objetivo en mente.
El amor de Donovick, Sade.
Me meto en el papel de “fangirl” para obtener información conveniente. Si pude descubrir tanto acerca de Justin Bieber hace unos años, puedo saber de ella también.
Resulta que es rica y preciosa de cuna, el sol salió cuando ella nació y la luna sintió envidia. Es una it girl que se ha hecho paso por el camino de la moda, porque tiene millones de seguidores en i********: siendo más que un modelo a seguir, un sueño a alcanzar. Su prometido es tan perfecto como ella y las fotos que se toman parecen portada de Vogue. De hecho, fueron la portada de Vogue.
Tener que saber todo esto, es casi doloroso. No pensé en investigar la vida ajena sería mi primer trabajo como secretaria de Donovick. Específicamente, ella.
Llego a la conclusión de: los diamantes son los mejores amigos de una chica. Y más si es una chica como Sade. Pero eso no es un buen regalo para su futuro esposo también…
—Buenos días —saluda mi jefe extrañado viendo como muerdo en lápiz mientras mantengo la mirada fija al monitor.
Hoy está más arrollador que cualquier otro día, vestido completo de n***o, pareciendo misterioso y elegante. Su cabello no está tan peinado, parece que ni siquiera le prestó atención, lo cual lo hace perfecto. Lleva la barba creciente sobre su mandíbula cuadrada y huele a un caro y fuerte perfume de hombre que me hace babear.
Está mal, lo sé. Pero siempre fui una chica muy recatada, no sabía que era un ser vivo atraído por otros hasta que Donovick entró en mi vida.
Es injusto que el único hombre que quiera es el que no puedo tener.
—Bu… enos días —tartamudeo, ganándome otra mirada de curiosidad. ¿Será que soy una especie de rareza para él? Porque siempre me da esa mirada de curiosidad—. Le dejé café en mi escritorio.
Otra vez esa mirada.
—¡En su escritorio, disculpe! —me corrijo. Donovick relaja su expresión seria a una sonrisa lobuna que me hace apretar las piernas por la sensación que me causa.
—Muchas gracias —me dice, ahora, parece feliz.
Asiento una sola vez con la cabeza para volver a lo que estaba viendo como si fuera más interesante que él ya que no tolero su rostro de gracia. Seguro que le he hecho el día. Él se despide con amabilidad «raro» y antes de que cierre la puerta deja salir una carcajada contagiosa.
Abro la boca estupefacta, ni siquiera ha esperado a cerrar la puerta para burlarse de mí. En silencio, yo también me rio. ¡¿Por qué a mí?!
Hago el trabajo de siempre sin más encuentros con mi jefe, en cambio de él que tiene varios encuentros en el día. Me encargo de atender a las visitas, que son todos empresarios con aires de superioridad y me voy a mi puesto hasta que es hora de almuerzo.
Llego donde están Bridget, Melanie, Sandra, Lyd y Ben.
—Hola querida —me saluda Ben deslizando la silla para que me siente—. ¿Cómo vas con el jefe más amargado de la existencia?
—Oh vamos, no le digas así —le defiende Melanie.
—Tú porque eres una de sus protegidas, Donovick siempre está de mal humor —acota Lyd, comiendo de mala gana su ensalada.
—No sean así, el señor Donovick es humano y también pasa por cosas —agrega Sandra como pacifista. Los demás le hacen mofas por su comentario hasta que decido en abrir la boca.
—Bien, no tengo quejas.
—¡Y con ese sueldo, hija mía, quien no! —se adelanta Ben, ganándose una risa certera de todos.
—Me ha pedido que lo acompañe a la boda de Sade —les confío.
Ellos emiten un sonido de shock dejando sus utensilios de comida ipso facto. Ben aplaude emocionado, Bridget mastica su comida con lentitud, Sandra y Lyd parecen estar en especie de un trance y Melanie se mantiene pensativa.
—Es la boda del año. ¡Tengo que conseguirte el vestido correcto! —exclama Ben soñando despierto.
—Es normal… soy su secretaria, es lo que uno debe de hacer —acoto restándole importancia.
—Es verdad, es normal, pero si tú trabajo te lleva a una boda en Italia, chica, lo estás haciendo bien —dice Lyd, reanudando su comida.
—Dicen que estuvo planificando la boda alrededor de ocho meses, por lo que será un fiestón —cotillea Sandra.
—¿Sandra, cómo sabes eso? —le pregunta Melanie con curiosidad.
—¿No tienes r************* ? Sade es la reina de ellas.
Melanie levanta las cejas sorprendida para seguir comiendo, mientras que Ben sigue enfocado en lo que tendré que utilizar.
—Lo que te digo es, suerte con el señor Donovick. Apenas puedo soportar su mala leche, imagínate tú durante veinticuatro horas —dice Bridget.
—Oh vamos, ¡Seguro que la pasas bien y experimenta nuevas cosas en Italia! — me entusiasma Melanie—. Aunque si te puedes alejar del mal humor de nuestro jefe, no lo dudes.
—Es la boda de la mujer que ama, de rosas y pasteles no va a estar, eh —interviene Ben. Mis amigas asienten mientras yo curvo los labios pensando.
—Yo con un hombre como el señor Donovick, lo único que experimentaría sería su cuerpo —añade Sandra con picardía, nos reímos con gracia.
—¿Cómo se puede rechazar a un espécimen como el señor Donovick? —se pregunta Lyd, con cara de pensativa—. Seguro que algo malo tendrá, no hay dudas.
—Puede que sea… pequeño —echa más fuego a la candela Bridget, Melanie se ahoga con su bebida para reírse.
—¡Vamos, que no todo es eso! —defiende Ben.
—Y lo dices tú —le dice Melanie, ganándose las risas de nuestra parte.
—Buen provecho —dice, nuestro jefe con cordialidad apareciéndose en nuestra mesa de costumbre en el café al cual es nunca asiste. Melanie tose, Ben se ahoga, Sandra finge comer, Bridget le da palmadas a Ben y Lyd lo ve boquiabierta—. ¿Por qué esas caras, estaban hablando de mí? —suelta con “humor”, aunque su tono de voz es serio. Definitivamente, le hice el día hoy al señor Donovick.
Nos quedamos estáticos hasta que siento un codazo de Lyd por lo que formó más que una sonrisa, una mueca. Nos reímos “convincentemente” haciendo que él nos observe como si nos estuviese estudiando.
—Así es, señor Donovick. Estamos hablando de todas las veces que me ha amonestado —dice Bridget, con una sonrisa brillante. El arquea las cejas desinteresado.
—Eso no pasaría si, precisamente, estuvieses en tu puesto de trabajo —le explica—. Que tengan buen almuerzo —dice, para dirigirse a un educado muchacho que parece entregarle su orden. Desaparece del café, siendo nuestro otra vez.
—Es eso, es su falta de humor —señala Bridget achicando los ojos.
—¿Podemos dejar de juzgarlo? —dice Sandra—. Solo es un hombre serio, taciturno. Lo tuyo con él es personal.
—Es verdad, él te amonesta, tú cuchicheas entre dientes cuando lo hace. Él no te despide, tú no renuncias —bromea Ben. Nos reímos, sabiendo la relación de amor-odio que llevan Bridget y Donovick.
—Te deseo lo mejor —me dice Bridget con sarcasmo. Me rio con timidez sabiendo que lo necesitaré.
—No es nada del otro mundo… es un viaje de negocios y nada más, seguro que estaré trabajando como loca y lo único que conoceré de Italia será el suelo y cuatro paredes —digo en voz baja—. Es más, con que conozca Italia es suficiente.
Ellos me animan ideando como debe de ser el vestido, lugares que podría conocer en cualquier instante de escape y un montón de cosas más. No me dejó de pensar en una sola cosa.
¿Es el señor Donovick ese témpano de hielo impenetrable al cual es imposible entrar? ¿O serán apariencias las cuales mantener ante el público?
¿Cuál es la verdad?
Sea cual sea la razón, ¿Qué le hizo ser el hombre que es ahora?