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SINOPSIS
Elijah Donovick solía tener su vida meticulosamente planeada. En contra de su voluntad, manejaría el imperio de su padre y se casaría con la mujer que había querido durante toda su vida. Su vida planeada se derrumba en pedazos cuando la que consideraba la mujer de sus sueños anuncia su compromiso con otro hombre. Elijah se promete a sí mismo no permitir que inútiles sentimentalismos se vuelvan a interponer en su camino de nuevo. No después de haberlo dejado miserable. Hasta que por un desliz, se encuentra con una dulce sonrisa inocente que amenaza con romper la inquebrantable barrera que se ha impuesto con tanto recelo.
Olivia Santiago nunca fue considerada atractiva ante los ojos de los demás, y eso lo tenía muy en claro. Con sus ropas anchas, antiguas y oscuras, sabía claramente que era objetivo de burla para terceros, cosa a la que no le prestaba mucha atención. Nunca pensó que su vida cambiaría al conocerlo. Jamás imaginó que sentiría aquella pasión y ese amor que se profesaban los protagonistas en aquellos libros románticos que solía leer.
Elijah Donovick sin duda cambió su vida, y de lo que no tenía ni idea, es que ella también supo mover su mundo.
ELIJAH DONOVICK
Creí que el amor se había acabado para mí cuando la mujer de mis sueños, y la que creí de mi vida anunció su compromiso con otro hombre. Un hombre que ante mis ojos no era merecedor de su amor. Cuando vi lo enamorada que estaba no podía creer que todo mi esfuerzo fue en vano, todo tirado a la borda. No haría amaría a nadie más, ni ahora, ni nunca, me dije a mí mismo. Me hice una promesa.
No pensé que mi vida daría un giro drástico por ella. Creí que todo sentimiento había acabado.
Hasta que probé esos dulces labios inocentes que fueron mi perdición.
En el momento en el que su piel tembló ante mi toque se convirtió profundamente mía.
Y me temo, que rompí mi promesa.
Porque ahora me encuentro aquí, amándola a una magnitud que jamás había experimentado.
Estoy aquí, amándola sin más...
CAPÍTULO 1
Su piel dorada como si la luz solar lo hubiese tomado en un apasionante abrazo lo hace lucir como imagino a los dioses griegos de libros de fantasía romántica que leo cada noche «Y se instalan en mi mente, como si fueran reales». Es como si él hubiese sido hecho por un pintor o una ávida escritora de romance.
Su piel brilla como si hubiese estado en vacaciones de verano en alguna isla de sol violento. Esa tonalidad tan única en contraste con su cabello oscuro como la noche es una obra digna de apreciar. Como si esos dos tonos tan atractivos se fusionaran en uno para hacer una mezcla de belleza física que está a otro nivel del usual. Él no es lo típico que se ve en la calle. Su cabello negr0 azabache siempre está muy arreglado, propio de alguien tan minucioso como él. Sus hebras finamente arregladas me tientan a deslizar la palma de mi mano para comprobar si su cabello es tan sedoso como aparenta ser. Su mandíbula cuadrada con rastros de una barba que lleva días por crecer, al subir la mirada de esa barba me encuentro con unos labios carnosos, siendo el inferior más voluptuoso que el superior. Labios rosados, que resguardan unos dientes blancos alineados a la perfección. Arriba de sus labios, está su nariz tan recta que parece obra de un cirujano plástico. Sus ojos combinan con su cabello, a diferencia de que estas dos esferas brillantes guardan un misterio que no soy capaz de descifrar. Quisiera saber si de verdad se inmuta ante los sentimientos. Si es que actúa fingiendo ser el hombre duro que “aparenta” o es de su naturaleza todo le resulta igual.
Deseo conocer cuál es la razón de su sequedad, de esa inmutabilidad tan controlada con la que evita actuar como un humano normal con sentimientos y sensibilidad lo haría. Me causa tremenda curiosidad saber si su temperamento de acero es una fachada o la realidad.
Suspiro otra vez mordiendo el lápiz, bajando de su rostro, están sus hombros anchos cubiertos de trajes finos. Me pregunto cómo será su torso, que aparenta ser definido y trabajado. Sus piernas largas se ajustan a sus pantalones de tela exquisita, si hablo de su… Parte trasera… Parece como si hubiese jugado al béisbol durante algunas temporadas de su vida.
Es un hombre en toda la extensión de la palabra, un hombre hermoso de casi dos metros que me roba la respiración.
Alucinando con mi atención al techo como si fuera lo más interesante de éste planeta, mi vista está nublada al igual que mi mente y mi corazón por él. No debería de estar soñando despierta con mi jefe. No. Pero, ¿Cómo lo evito?
Desde que pisé un pie aquí en la empresa, no he hecho más que soñar con Elijah Donovick.
Día y noche.
Día, tarde y noche.
Día, tarde, noche y madrugada.
Si hubiese más etapas en el día, de seguro que también estuviese soñando con él.
¿Puede ser que esté trastornada?
¿Debería tomar una cita con el psicólogo, considerar la idea de empezar a hacer terapia?
¿En qué parte del capitulo de mi vida es en el que me encierran en un loquero?
El hombre apenas me mira. Y eso es para indicarme algo acerca del trabajo. Única y exclusivamente. Y eso es… a veces. Debido a que soy la secretaria de su secretaria. Es como si fuera invisible.
He sido invisible la mayor parte de mi vida. Por no decir toda. Yo soy lo que se llamaría “fea”, en todo el aspecto de la palabra. Con mis kilos extra para completar el kit, es una mezcla indiscutible para ser rechazada por la sociedad.
Gorda y fea.
¿Una mezcla nada buena, verdad?
Jamás entendí cual era el problema de los demás por mi peso extra, a todos parecían molestarles, menos a mí.
Yo nací así, no veía cuál era el problema al respecto.
Nunca tuve un enamoramiento real, ni primer beso. No sé lo que es que mis labios toquen otros, todo lo que sé, es por libros que devoro a diario y películas que alimentan mi soledad. Ni siquiera tuve amistades que valieran la pena en aquel entonces. Ser “gordita” parecía un obstáculo constante en mi vida. He sido señalada mayor parte de mi vida por mis kilos extra, aspecto físico y timidez latente.
Solo he cambiado de acosador durante los años, primero, fue mi odioso vecino del lado que tenía un problema personal conmigo el cual nunca entendí. Se encargó de hacer de mi vida escolar un infierno, en la secundaria seguía encabezando en la lista con éxito, se volvió peor, ya que ahora era el típico popular por el cual todas morían y todos querían ser sus amigos, por lo que buscaban su tonta aceptación. A la banda se unió su novia, Delia, si, la porrista popular. Eran la perfecta pareja de película adolescente, ejemplo claro de lo que no debes de ser. Ellos, con su insufrible grupo, más bien, séquito, se encargaron de hacer mi últimos años de colegio algo no memorable.
En la universidad pensé que la cuestión cambiaría. No lo hizo. Tal como en las otras veces que he creído lo mismo, fallé.
Está vez fueron un grupo de compañeros que se reían y cuchicheaban cada vez que les pasaba por el lado, al principio llegaba a la habitación a llorar, un año después ya estaba más que acostumbrada.
Cuando me gradué sostuve el titulo con fuerza y orgullo, creyendo que era todo. Para la adultez creí que lo superaría, nadie más me molestaría. ¡Sorpresa! Llegó Nella. Que se mofa a mis espaldas desde mi forma de caminar hasta mi manera de respirar. Ella, y otros compañeros más. Muchos más.
Las burlas no cesaron nunca, sólo incrementaron.
Acepto que utilizando ropa de segunda o heredada de mi abuela, la situación no mejora. Sin embargo, no puedo comprar un par de zapatos sin pensar en la deuda de mi padre, que me respira en la nuca y amenaza con arrebatar el hogar por el que tanto luchó ese maravilloso hombre que me lo dio todo. Así que el vestuario suele ser las menores de mis preocupaciones.
Durante el transcurso de mi vida jamás demostré demasiada atención al género masculino, ellos tampoco lo demostraban por mí, así que era una especie de rechazo mutuo. Sí, tuve algún que otro flechazo, pero nada que durara más de una o dos semanas. (Cuando duraban dos semanas, es porque los flechazos eran con famosos). Mi vida adolescente se basó en ser excluida, estar encerrada en mi hogar y estudiar.
Aunque no era por voluntad propia, el rechazo y el bullying eran las razones por las que me escondía en casa, con mi padre y abuela como únicas amistades. No asistí al baile de graduación, ¿Para qué? Mi presencia no era más que indeseable en ese lugar.
A decir verdad, y para agregar algo más picante a mi absurda imaginación, pienso en aquel día que fuimos a la discoteca. Recuerdo que el motivo de celebración era la despedida de soltera de Leila, la hermana de una de mis amigas más cercanas, Melanie. Puede que lo esté imaginando… pero sentí que él me vio diferente. Inusual.
No como siempre lo hacía, de reojo.
Me sentí vista por primera vez, el golpe bajo fue cuando noté que sólo me notó por mi milagroso cambio de vestuario.
Según mi subconsciente que me hace salir del encanto, si él me vio diferente en aquella oportunidad en la que cambié mis viejos harapos, significa que él no puede ver mi verdadero yo.
Sonrío embobada ante ese bobo pensamiento.
¿Por qué le interesaría conocer mi verdadero yo, en primer lugar?
La razón por la que Elijah Donovick actuó sorprendido ante mi momentáneo cambio de look es porque está acostumbrado a verme descuidada y mal vestida, esto se traduce a: desarreglada con todo el significado de la palabra. Para rematar mi look de harapos heredados de mi abuelita, ni siquiera me digno a peinarme con algo más que no sea una coleta bien ajustada. El peinado de una bailarina de ballet. Para justificarme, he de acotar que casi siempre salgo corriendo de casa para llegar al trabajo a primera hora y mi peinado es la última de mis preocupaciones. Domar mi cabello largo es algo que me tomaría horas y es un lujo que no me puedo dar. Así que, lo más que hago es hacerme un moño lo más fácil que pueda, eso sí, bien peinado, o eso intento. Y hablando de maquillaje… Ni siquiera puedo levantar un pincel sin terminar pareciendo una especie de payaso que acaba de descubrir su profesión, ya sea por accidente o casualidad.
No me vio porque le haya llamado la atención de ninguna manera.
Nadie lo hace.
El señor Donovick no ha sido si no, bueno conmigo. A pesar de que hemos intercambiado pocas palabras y todas ellas son acerca de trabajo, él nunca me ha hecho un comentario negativo como casi todas las personas que conozco. Se que mi flechazo por él se debe a que es el único hombre que ha sido genuinamente gentil conmigo. No veo en su mirada esa crítica que siempre me dedican los demás.
Él es un hombre taciturno, callado y frío. Según mi grupo de amistades está enamorado de una hermosa mujer llamada Sade.
Sade es la personificación de la belleza femenina. Ella es como un hada… Es la manera en la que camina, como si estuviese danzando a un ritmo lento y cuidadoso. Desde su sedoso cabello castaño brilloso, largo, que se mueve hasta con una pequeña brisa. Es su altura de modelo, que estoy segura que lo sería si así ella lo quisiera, una de las mejores pagadas y más reconocidas, estoy segura. Su cuerpo tan delgado y atlético, uñas siempre arregladas, delicadas. Si hablo de su rostro no podría describir tanta perfección. Con ella de ejemplo puedo comprobar que la simetría corporal no es un mito, si no, una realidad. Podría entender porque “supuestamente” Sade es la única mujer por la que Elijah Donovick ha demostrado que es un ser con sentimientos, y que le duele como a todos, un amor no correspondido.
Ella es la única mujer por la que él ha demostrado que es un humano y no un ser de acero.
Eso es lo que dicen los rumores.
Veo unos largos dedos pálidos de bruja chasquearme dos veces en el rostro lo que hace que sufra un espasmo del susto. Aunque lo lamento mucho, reconocería esas uñas largas en cualquier lugar. Nella “mi jefa” me mira con expresión de mala leche sacando un montón de carpetas que llevaba bajo el brazo.
Miro de inmediato todo el trabajo que voy a tener que hacer porque Nella cree que debo de hacer todo su trabajo para luego, por supuesto, atribuírselo con falsedad a ella misma. No es por nada que el señor Donovick la mantiene aquí, creyendo que es una de las mejores trabajadora, la más competente. Para lo único que es competente es para ser una arpía en su totalidad, arpía bruja a punto de fusionarse en monstruo. Con esa cara que hace, está lejos de estar en su mejor día.
¿Qué culpa tengo yo que el señor Elijah decida atiborrarla de trabajo sólo porque la boda de su querida Sade está próxima? Casi a la vuelta de la esquina. Esa información la se porque Elijah no tiene planeado asistir, así que le pidió a su muy querida secretaria que buscara el regalo perfecto y se lo hiciera llegar el día de la boda.
Esa tarea asignada a la “querida” Nella terminó en mis manos. En algunas vagas oportunidades, solo algunas, me preguntó ¿Qué hace Nella en el trabajo? Además de: fingir que trabaja, chismosear por teléfono, chismosear en la empresa, esto incluye el pequeño paquete de: difundir rumores falsos en su totalidad, hablar acerca de no lo que no debe y tampoco sabe y claro, cobrar su brillante sueldo.
Sería magnífico ser ella. La única desventaja sería atragantarse con su propia saliva y correr el riesgo de morir a causa de su mismo veneno.
A veces fantaseo que soy Nella y mi imaginación brilla, sueña como nunca antes, pienso con ironía, viendo sus brillantes ojos maliciosos esperando a atacarme con el mínimo movimiento. Me pregunto que veneno tendrá listo para disparar el día de hoy. Es todo un misterio hasta que abra su fragante boca indeseable.
—¡Despierta! —exclama, en un tono de voz tan mandatario que fácil podría confundirla con un dictador—. Deja de soñar despierta. ¿Se puede saber cuál es el motivo de tu sonrisa boba mientras ves al techo como si estuvieses viendo al más allá? Pareces una retraída, en el trabajo no se sueña despierta, tarada —me dice, tirando todos los papeles que tiene en su mano causando un estruendo sobre el escritorio.
«Claro, en el trabajo no se puede soñar despierta, pero si causar rumores falsos e indagar acerca de la vida de todos tus compañeros.» Pienso, cabizbaja. No puedo responderle. No.
Me muerdo los labios apretando las manos normalizando mi respiración. No es la primera vez que ella me ataca, ya estoy acostumbrada. No es la primera vez que me atacan del todo.
Es como si atrajera a personas para que me acosen, ya se que toda yo soy burlable o ¿Bulleable, se podría decir? Desde mi ropa hasta mi aspecto físico. No hay un espacio en mi que no haya sido criticado, así que lo raro sería que no me molestaran.
—Lo siento, Nella —tartamudeo con vergüenza arrastrando las palabras, cabizbaja, con el cuello hasta el rostro rojo de emociones encontradas. No sé si es vergüenza, rabia o desprecio. A lo mejor es desprecio a mí misma por haberme permitido un desliz delante de la bruja de Nella. Que me viera soñando despierta sólo va a provocar una ráfaga de comentarios malintencionados de su parte.
—Lo siento Nella —se burla distorsionando mis palabras—. Aquí tienes más trabajo, hazlo más rápido que la ultima vez, Donovick me riñó por haberle entregado el trabajo atrasado. ¡Adivina! Por tu culpa.
«¿Mi culpa? Por TU culpa, se supone que no debería de hacer tu trabajo. Sin embargo, aquí estoy, haciendo tu trabajo y el mío en conjunto.»
—Nell… señorita Nella, disculpa —me corrijo cuando la veo ceñuda—, pero le recuerdo que usted me entregó un trabajo que le designó el señor Donovick y usted recordó a última hora. No puedo hacer en un día lo que usted no hace en… una semana. —Le recuerdo con amabilidad, a pesar de mis buenas palabras, ella suspira de la rabia.
—¡¿Cómo te atreves?! Tú eres mi secretaria y debes de hacer lo que yo quiera cuando yo quiera —chilla.
—Lo siento…
—¿Sientes qué, no estar haciendo tu debido trabajo? Te recuerdo que te pagan por hacerlo. Por moverte… aunque viéndote bien, no creo que te muevas mucho —se burla con una sonrisa de largo a largo acompañada de una risita que me hace tragar seco—. Ahora dime, ¿Con qué estabas soñando? ¡No me digas! ¿Que eres una mujer esbelta, alta y bella? Esa debe de ser la razón por la que tus ojos brillaban como una idiota. Ponte a trabajar, obesa —exige en voz alta—. ¿Has considerado ejercitarte, moverte, hacer algo respecto a ese peso?
Sigue, y sigue, y sigue.
Mi cabeza aún se mantiene baja, mis manos tiemblan como si mi sistema estuviese excedido de cafeína. Inspiro fuerte porque estoy a punto de moquear para llorar.
—¿Esas son las maneras de tratar a su colega? —expresa una voz fuerte, autoritaria. Por inercia mi espalda se endereza sumado a un escalofrío que recorre mi columna vertebral. Mi cuerpo vibra, tiembla. Nuestro jefe nos observa con sumo cuidado esperando a nuestros próximos movimientos, en especial a Nella, su rostro bien maquillado parece haber abandonado todo color. Hasta la posición en la que se halla, es hilarante. Sus brazos cruzados se tienden a sus lados, inmóvil, pareciendo en posición militar. Se le ve nerviosa, con la respiración agitada. ¿Será que la valiente Nella que conozco a solas desapareció con la presencia de nuestro jefe que la mira como una bestia enjaulada?
Cuando decía que quería conocer si Elijah era resistente a sentimientos, no me refería a esto.
Universo, esto no fue lo que te pedí. A lo mejor es que no fui muy específica, recordaré ser más detallista en un futuro.
La respuesta a mi pregunta de formulada hace unos minutos es: no. El señor Donovick no es inmune a los sentimientos como si hubiese estado vacunado a temprana edad contra ellos. Sin embargo, es ajeno a su naturaleza verle así de exaltado.
Quisiera tragar más en seco pero es que no puedo, no tengo ni saliva. Nella abre la boca para dejarla en esa posición sin movilizarse durante algunos patéticos segundos.
¿Así me veo yo cuando ella me ataca?
Empezaré a practicar una reacción más neutra.
El señor Donovick sigue fijo, con la ceja levantada acompañando la ira que manifiesta con evidencia.
—Yo… Señor Donovick, ¡Usted no entiende! —exclama Nella, tropezando con sus palabras, buscando la excusa más inmediata para explicarle el porque de su trato tan nefasto—. Así nos tratamos Olivia y yo, nos jugamos entre las dos muy pesado. Unos juegos pesados no le hacen daño a nadie. Si usted supiera cómo nos tratamos en privado, somos muy amigas. ¿Verdad que no, Olivia? —pregunta, como si estuviese extorsionándome con la mirada. Nuestro jefe apenas me dedica una mirada, sigue fijo a ella juzgando hasta su respiración. Nella me ve a mí, Donovick a ella. Ella mueve la boca disimuladamente por lo que me remuevo en mi asiento. ¿Qué puedo decir al respecto?
Estoy a punto de abrir la boca para salvarle el pellejo a la bruja de Nella cuando el jefe levanta su mano hacia a mi evitando que agregue siquiera una sílaba.
—No me estaba dirigiendo a su compañera de trabajo, es con usted que estoy hablando —dice, ahora más peligrosamente cerca de ella. Veo a Nella sudar frío, en ninguna circunstancia he querido estar en su pellejo y ahora mucho menos—. He escuchado todo, señorita Nella. Es curioso… ¿Usted le delega su trabajo a la señorita Santiago, el que precisamente le indico que debe realizar usted? Le recuerdo que la señorita presente fue contratada por el excesivo trabajo que tenía en sus manos y usted no era capaz de realizar. Me explico, por si me ha desentendido —gesticula con desprecio, como si estuviese explicándole a un tonto algo muy simple—. La señorita Santiago fue contratada para realizar un trabajo que no podía ser hecho por una sola persona. Es decir: no fue contratada para hacer su trabajo y el de usted también, señorita Nella. Esto significa que ella está realizando su respectivo trabajo, así que usted es más que prescindible para la empresa.
A Nella se le abren los ojos, a mi también…
¿La está des…?
—¿A qué se refier… refiere, señor Donovick? —inquiere, sudando frío, caliente, pálida y temblando. Me siento mal por ella, se que no debería, pero no soy tan fuerte.
—Su anterior secretaria renunció porque según sus declaraciones usted se propasaba verbalmente, hasta el límite de la violencia verbal. En pocas palabras, según lo que me dijo, usted le acosaba. No obstante a eso, le creí a usted porque era su palabra contra la suya y usted tiene años en esta empresa, jamás me hizo algo que me hiciera dudar de su integridad. La primera vez decidí creerle a usted, señorita Nella, le brindé el beneficio de la duda. Pero adivine —agrega, tan frío que casi puedo ver a Nella temblar y retroceder—. No volveré a cometer ese error.
—Señor Donovick…
—No espere más. Puede dirigirse a recursos humanos para firmar su despido.
Elijah dice esas palabras como si fueran nada, me quedo allí sin poder creer lo que acaba de suceder. Nella se dirige a su escritorio mordiendo tan duro sus labios que estoy segura, pronto se saboreara su propia sangre.
Paralizada, veo como mi jefe se da la vuelta al llegar a la puerta.
—Señorita Santiago —me dice.
—¿Si, señor? —respondo casi atropellando sus palabras. No quiero terminar sin trabajo hoy. No, gracias.
—¿Por qué no me está siguiendo? —me pregunta como si fuera lo más obvio de este mundo.
¿Tengo que seguirlo?
—¿Puede venir conmigo a mí oficina, por favor? —me pregunta como si estuviese explicando algo que es muy obvio otra vez. ¿De que me estoy perdiendo?
—Sí, señor —le digo como flash, para pegarme a el como una lapa.
Abre la puerta señalando adentro y estoy segura que casi tropiezo con mis pies al atravesar la puerta. Pocas veces he estado en esta oficina y las que lo he hecho, la vista es la misma.
El suelo.
Ya me ha dicho mi padre que levante la mirada, que ser cabizbaja me hace lucir cobarde. Pero no puedo. No soy capaz.
Lo veo de reojo sentarse frente a mi, trato de enderezarme un tanto, ¿Estoy temblando yo también, como Nella?
—¿Va a necesitar una secretaria? —pregunta de repente, como si nada—. Puedo facilitársela.
Esta vez si levanto la cabeza, extrañada por su extraña pregunta. Me ve con curiosidad, rara vez he visto otra expresión que la frialdad y ahora conozco su enojo.
¿Qué ha despertado su curiosidad?
—¿Una secretaria, para que la necesitaría? —pregunto impulsiva, su respuesta es una mueca como si yo me estuviese perdiendo de algo. Sí lo estoy haciendo pues no sería raro, soy un poco (Bastante) lenta—. No… no… no entiendo. ¿Una secretaria de qué?
—Una secretaria para que le ayude con todo el trabajo, así como usted lo era. En realidad, diferente. La señorita Nella le asignaba su trabajo, usted no puede hacer eso. Estaría usted explotando a su secretaria.
¿Se refiere a…?
—Usted… Yo… —divago, sin poder comprenderlo.
Vale, es que está mañana cuando me desperté no pensé ni en mis mejores imaginarios falsos que se encuentran en lo más recóndito de mis memorias que mi jefe encontraría a la abusiva de Nella insultándome y la despediría. Por fin.
Para agregar más al escenario falso, el despido de Nella desencadena que yo seré su ¿Sustituta?
Me rasco la cabeza, es mucho que procesar. Un libro de trescientas páginas es poco para mí cerebro, pero esto ya es mucho.
—Usted será mi secretaria de ahora en adelante. El despido de Nella significa que usted ha sido ascendida, después de todo, ya usted estaba haciendo ese trabajo. Lo único que cambia es que ahora es oficial y legal. El ascenso incluye un aumento de sueldo, todas mis secretarias tienen buenos sueldos y beneficios por su arduo trabajo —explica, tan desinteresado como siempre—. Soy exigente, señorita Olivia, eso usted lo sabe… —musita, con esa voz tan gruesa y calmada que me causa un escalofrío—. A menos que usted no quiera seguir trabajando aquí.
—¡¿Qué?! No. Claro que quiero seguir trabajando aquí señor Donovick. Es que… no creí que iba a suplir el cargo de Nella —explico, sin palabras.
—No ha respondido a mi pregunta.
—¿Qué?
—¿Necesita usted a secretaria? —Inquiere, exasperado. Que me disculpe por sacarlo de sus cabales. Me es difícil digerir todo el embrollo.
—¡Ah! No, no. Estoy perfectamente.
—¿Segura?
—Sí, señor. Estoy bien —afirmo asintiendo con la cabeza repetidas veces.
Por primera vez, veo a Donovick mostrar genuina curiosidad. Se incorpora de la silla para estar justo al frente de mi, él se sienta en la silla que está a mi lado y me voltea, mi vista divaga entre el piso y sus alrededores.
—¿Durante cuánto tiempo Nella estuvo actuando así y más importante, por qué no dijo nada al respecto? —pregunta, con una agradable voz suave que me brinda calma. Soy capaz de inhalar y exhalar jugando con mis dedos como si fueran la cosa más interesante del planeta.
Porque nadie me iba a creer.
A nadie le iba a importar.
Trago una bocanada de aire, incapaz de poder actuar normal con él tan aproximado. Noto sus pobladas cejas oscuras en una forma que dejan en evidencia su molestia.
—Yo… es normal que la gente me haga comentarios despectivos, no los tomo en cuenta —respondo simple, escucho como suspira ¿Enojado?
—Significa que, ¿Si yo no la hubiese escuchado usted nunca hubiese dicho nada al respecto?
—Así es.
—No vuelva a hacerlo, no acepto esos comportamientos de nadie. Yo soy el jefe, y no trato a nadie mal aquí, eso no me da derecho de ser un abusivo. La próxima vez que algunos de sus compañeros utilice un lenguaje ofensivo, soez, quiero que me lo comunique sin pensarlo. ¿Me escucha?
—Si, señor.
El señor Donovick toma mi mentón con sus dedos alzando mi cabizbajo rostro rojo que lo mira con vergüenza. Nuestras miradas se chocan, siento que nunca he podido observarlo así. Sí, es hermoso y más que eso. Elijah Donovick debe de tener el cutis más perfecto que he visto en mi vida, eso sin contar sus rasgos simétricos entre si, creando una cara digna de un Adonis. Sus dedos suaves en mi mentón crean una nueva sensación en mi cuerpo inexperto. Es inexplicable, inigualable a su vez. Quisiera poder ser capaz de tocarlo y seguir descubriendo acerca de esta nueva sensación.
¿Puede sentir lo mismo? ¿Existe la posibilidad de que el experimente el mismo cosquilleo que atraviesa mi pecho y debilita mi cuerpo?
Ojalá.
Él sólo me mira. Me temo a qué si sigue así, va a descubrir lo fea que soy.
—¿Por qué tiene que ser tan sumisa, señorita Santiago?
—Yo…
—Debe de alzarse contra las personas que le hacen daño.
Asiento con la cabeza una vez, con mi mentón todavía en sus dedos. No soy capaz de emitir una palabra mas. Estoy absorta. Nunca había estado tan cerca de otra persona, menos de un hombre. Eso sin añadir que este es el hombre por el que suspiro y sueño cada noche sin falta.
Vuelvo a asegurar lo mismo:
Elijah Donovick es más guapo de cerca, no vi esa idea concebible. Ahora tengo más material con lo que soñar está noche.
—Les diré a recursos humanos que tengan tu contrato listo —farfulla. Vuelvo a asentir con la cabeza con un robot y él se aleja de mi como si yo tuviese una enfermedad contagiosa.
Vamos, que soy fea, eso no se pega.
Me incorporo de la silla para retirarme de la oficina del hombre del cuál ahora soy secretaria.
Tengo que estar más entusiasmada de lo que estoy. Después de todo, estoy siendo promovida.
La única desventaja es que soy la secretaria del hombre por el cual sueño despierta.
¿Qué tiene de malo? Después de todo, no es como si fuera a terminar enamorándome de él.
¿O sí?
No.
Más loco sería, si él terminara enamorándose de mí.