CAPÍTULO 5
—Éste es —afirma Ben frotando sus manos como si estuviese ideando un plan malvado que culminará en éxito rotundo.
Suspiro por no sé cuánta vez en el día, si hubiese algún récord de suspiro, en un día, el récord Guinness sería mío.
—Te ves fenomenal, si es —dice Lyd, que siempre está entusiasmada, y ahora más con el segundo café que recién se tomó.
Sandra desliza su mano sobre la tela asintiendo, diciendo un “mju” cada que evalúa la fábrica.
—Vas a parecer una diosa —canturrea Bridget.
Ellos me miran como si me estuviesen rogando, prosigo a suspirar ganándome un quejido en unísono.
—¿Por qué lo dudas tanto? —pregunta un Ben sofocado que no reconozco. Aunque no me causa nada verle así, me da gracia. Su frustración es tan notoria que podría tocarla.
—¡Lo lamento, llegué tarde! —exclama una apurada Nina de rostro coloradas entrando a la tienda. Mis amigos se voltean para dedicarle una cálida sorpresa. No sé que magia hizo Nina para que su jefe le diera un permiso, pero aquí está conmigo acompañándome de todos modos. Me recuerdo que debo de reprocharle el sacrificio de haber venido. Se que la situación en su trabajo es todo menos llevadera.
—¡Tú debes de ser la compañera de cuarto que tanto nos habla Olivia! —le saluda Sandra, plantándole dos besos de bienvenida.
—¿Les habla acerca de mí? ¿Ella habla con ustedes? ¿Qué clase de líquido revelador le dan? —inquiere con desconcierto. Con ese comentario mis amigos, oficialmente son sus amigos también.
—Le tenemos que inyectar el suero de la verdad —le dice Bridget.
—Tienen que darme un poco de eso…
—¡Oh no, querida! Si nos ha contado de ti porque le preguntamos si no tenía más amigos además que nosotros —revela Ben, haciéndola reír.
—Nos contó solo porque preguntamos —gesticula Lyd, con un gesto desaprobador.
—Olivia es la persona más introvertida que han conocido, si dice dos o tres palabras a su alrededor, algo están haciendo bien —cotillea mi traicionera Nina, que se ha ganado la confianza en un dos por tres—. A mí me contó que tenía familia a los dos años de amistad, eso porque fueron a visitarla en el campus. ¿Qué les parece?
—Fenomenal, ya se a quién confiarle un secreto —reflexiona Bridget.
—Entonces son Ben, Bridget, Sandra y Lyd. Hace falta una. ¿Melanie, no?
—Oh, si. Melanie se fue a las Europas para recuperar a su amor —añora Bridget, que ya no tiene dónde colarse a tomar café en las mañanas. Nina arruga su cara señalándome.
—¡Eso no me lo dijo!
—¡No se me ocurrió! —le revelo con franqueza.
En primer lugar, no me gusta comentarle las cosas de mis amigos a otros amigos. Hice hincapié en la situación de Melanie y Bastian porque, cuando los veía, era todo en lo que podía pensar.
En un amor así de magnético, mágico.
Un día, sin dejar de pensar que Melanie actuara tan desconfiada sin creer en el amor de Bastian, le pregunté a Nina que si ella no notaba cuando un hombre de verdad, la amaba.
A lo que me respondió, claro, que todos los hombres que habían estado en su vida habían jugado con ella deliberadamente. Nina no pudo evitar preguntarme el por qué de mi pregunta, a lo que decidí confiarle la situación Melanie-Bastian.
No entendía cómo no ella no lo notaba. Bastian no mostraba reparo alguno en ocultar su entre por ella, mientras que ella… Desconfiaba de cada palabra que él decía, y se mostraba reacia a lo que Bastian le demostraba con pruebas y hechos.
Era casi hilarante verlos en acción, era algo que debías ver con tus propios ojos.
Bastian Werner es un famoso magnate empresario de una familia tan importante que llevan años de años en el mundo de los negocios. El hombre es tan bonito que duele, y para más, adora a mi amiga Melanie, solo que ella era la única que no se daba cuenta.
Desde que les vi, lo supe. Era el amor que veía en novelas y películas que usaba de alimento. Ese que leía con fidelidad, casi a diario. Oíamos a Mel decir cuánto detestaba que el hombre jugara con ella cuando sabíamos que el alemán estaba perdidamente enamorado de ella. ¿Cómo era factible que no se diera cuenta?
¿Estaba ciega?
Al final, tuve que contarle su historia de amor y también actualizarla ante los nuevos sucesos. Nina esperaba a que yo llegara del trabajo con una taza de café para interrogarme como detective a un potencial sospechoso de un crimen.
Hace menos de un mes mi amiga Melanie se fue a Alemania en busca de aclarar los malentendidos con Bastian.
La razón por la que no le conté las nuevas actualizaciones a Nina, es porque las últimas semanas han sido más allá de caóticas. Con la falta de Melanie, la carga de trabajo es dura, eso sin contar tener que acompañar a Donovick a sus interminables juntas y todos sus pedidos. He trabajado los precios veinte días más de lo que puedo recordar en mi vida, y eso es decir mucho. Apenas llego, como, tomo una ducha y caigo en mi cama rendida hasta el otro día siguiendo un ciclo de monotonía.
—Está bien, dejaré pasar tu descuido, mala amiga —dice Nina estrechando su atención a mi, cayendo en cuenta de lo que llevo puesto. Ella abre la boca estupefacta, tras su reacción, Ben me da una sonrisa ladina victoriosa haciéndome saber que tiene la razón.
—Te lo dije —informa, cruzando los brazos.
—Estaba tan ocupada reclamándote el porque no me has dado nuevas actualizaciones de mi novela turca que no me di cuenta —manifiesta aun boquiabierta para tocar el vestido. Sus dedos son cuidadosos, Nina admira la vestimenta con orgullo, esbozando una sonrisa.
—Tienes que llevártelo —coincide con las opiniones que he escuchado desde que me lo probé.
—¿No les parece que es demasiado para mi cuerpo voluptuoso? —susurro intentando suavizar las palabras que me dirijo, con pena. Ben pone los ojos en blanco como si me estuviese diciendo ¿A qué te refieres? Decido ser honesta—. Mi cuerpo… gordo… eso.
Mi tartamudeo es torpe al pronunciar las denigrantes palabras sobre mí misma, sé que estoy tan roja como una manzana. Lo sé, me ha tomado más de lo nadie pudiera imaginar decir eso.
—¡¿Estás loca?! —exclama Bridget—. Si te ves tan elegante, no puedo imaginar como será el resultado final.
Vuelvo a suspirar para dejar de evitar el espejo. El vestido es tan precioso que no puedo creer que lo tenga puesto. Me ánimo a ver la etiqueta, y con esa cantidad de ceros, mis ojos parecen salirse de sus cuencas.
—¡El precio! —balbuceo.
—El precio nada, es de la empresa. Dame esa tarjeta —determina Sandra con una misión por cumplir.
De tanto jaleo, lo acepto. Ben me arrebata la tarjeta de las manos. Saliendo de la cara tienda a la que me obligaron a entrar, vamos a tomarnos algo.
—Ahora si, ¡Cuéntenme todo acerca de Bastian y Melanie! —chilla Nina como loca, mis amigos empiezan a explicarle los nuevos detalles del romance mientras yo callo enfocada en mis preocupaciones.
La siguiente hora sigo sin abrir la boca, ensimismada en mis pensamientos que se dirigen a: asistir a la boda del año.
Termino con un vestido lujoso en camino a casa en autobús. Fue difícil que Nina y el grupo aceptaran que ya era hora de marcharnos del lugar.
—Espero que Melanie se case con ese hombre —anuncia Nina cuando entramos al departamento. Ella se quita los zapatos con cuidado de no ensuciar el suelo que limpiamos el día de ayer.
—¿Qué hiciste para que te dieran permiso? —le pregunto, cerrando la puerta con seguro. Ella voltea enderezando su boca de la mueca.
—Tengo que hacer horas extras —levanta sus brazos como si no fueran suficientes las horas extras que ya hace.
—Nina, ¿Cómo crees que harás horas extras de las horas extra? —reprocho, me siento culpable de su decisión.
—Me comentaste que ibas a probarte el vestido para la boda y no pude evitar ir. Tenía que verte, y… Que sepas que te tengo un regalo —anuncia, veo una bolsa en el mueble que me extiende con una alegría que contagia.
—No tenías que hacerlo —me adelanto, a lo que ella repite mis palabras antes de que pueda pronunciarlas.
—Ya sabía lo que ibas a decir. Hermana, no puedes ir usando lo que siempre usas…
Nina siempre se ha ofrecido a comprarme ropa, lo que me he negado rotundamente. Nunca he aceptado nada, se que ella está en posiciones incluso más desfavorables que las mías.
—Dale una oportunidad —insiste.
Me acerco a la bolsa, sacando tres blusas de vestir, dos blancas y una negra, que podrían quedarme hasta un poco más grandes de lo usual, pero son perfectas. Con ella hay tres pantalones de vestir, beige y dos negros de cortes diferentes. Es un estilo señorial pero mucho mejor a lo que uso cualquier día.
—No sé cuál es tu estilo, fue lo más cercano a ti que pude encontrar —expresa con modestia, se que espera a que le diga si me gustaron o no, así que le digo la verdad.
—Me encantan —prometo, sonriendo como niña chiquita abrazando la nueva ropa—. No debes de gastar tu dinero…
—…¡Sabía que dirías eso! Es ropa de segunda mano, la compré a un muy bajo precio, que por cierto, me gané por una propina de un grupo de comensales que les gustó la primera sopa que me permitieron hacer —manifiesta brincando, aunque no me guste el contacto físico, me abalanzo para abrazarla.
—Que gran logro —le digo—, felicidades, amiga. Gracias por la ropa.
—¿Estás loca? No puedo dejarte ir a Italia así —me anima—. Creo que ha sido suficiente de contacto físico.
—Lo creo.
—Todo muy bien, pero debo irme a dormir. Aún tengo que hacer horas extras de trabajo.
—¡Por mi culpa!
—¡Mi decisión! —corrige, señalando amenazadora con su dedo índice—. Qué tengas buenas noches.
—Buenas noches, Nina, gracias —le repito con timidez.
Ella rueda los ojos sabiendo que me encuentro apenada. Yo suelo comprar ropa de segunda pero no hallo cosas tan decentes como está. Es ropa básica, pero es más lindo que mis gustos. A lo mejor es que tengo malos gustos, puede ser, hago lo que puedo.
Decido irme a la cama, entrando al baño para tomarme una larga ducha. Lavo mi cabello y me pongo la cómoda pijama que consiste en un mono y un suéter.
Veo al techo jugando con mis dedos de puro nerviosismo sin poder pegar un ojo.
El día de mañana conoceré Italia.