CAPÍTULO 20 Me quedo estupefacta en la silla, un espasmo en mi vientre bajo me consume, la forma en que sus labios chupan sus dedos es como una invitación sin retorno que me temo, estoy gustosa a aceptar. No puedo. «Es mi jefe». Me digo con constancia a ver si se me mete entre ceja y ceja. Eso no evita que el escalofrío que me recorra, haga vibrar mis piernas. —¿Sucede algo, señorita Santiago? —interroga, todavía chupándose el pulgar con gusto, viéndome cómo si quisiera estudiar toda mi reacción. Niego con la cabeza al instante. Trabajo, me recuerdo. Estoy aquí por trabajo. Enfoco mi atención en lo que debo y no en mi jefe que acaba de lamer el chocolate que estaba en mi boca. Me abrazo frotando mis brazos, con el frío que hace aquí, un trago de ese líquido marrón que toma me haría b