Si pudiera retroceder en algo sería este día. Sin duda lo haría, pero ¿cómo saberlo?
Jason no dejaba de cantar esa maldita canción de Maná y los tres queríamos patearlo, pero estaba ebrio y cuando lo está, es verdaderamente insoportable. Era viernes, por la noche y los cinco, estábamos sentados en el balcón del apartamento. Por supuesto, habían comprado dos cajas de cerveza y bebíamos, mientras Tatiana bailaba con mi Moritz y Danilo y Jason, se inmiscuían entre los mensajes que nos envíamos el niño y yo.
Decidí escribirle hace un par de horas, al salir del trabajo y hemos charlado de un par de cosas, nada serio, sólo por mensajes de texto, pero el infeliz de Jason tomó mi teléfono en un descuido en que fui al baño, y le escribió al niño, que nos viéramos el fin de semana. Por supuesto me tocó aclararle de inmediato que era para estudiar.
-No gonorrea, usted es bien bruto. No sé cómo se levantó a la mujer que tiene.-Se quejó Danilo y exhalé, era cierto. Ser tan evidente y descarado no conquista a nadie. Yo debía ser más sutil, no podía dañarlo todo por ir tan de prisa.
-Cállate, care verga.-Se quejó y empezaron a discutir, cuando vi que el niño me contestó.
-¿Podrías el domingo en la tarde? O bueno, si no trabajas.-Recibido, 20:45pm.
-Sí, si puedo.
-¡Genial!
-Locación.
-Si quieres en alguna cafetería o en mi casa tal vez.
-Tu casa estaría bien.
Tardó varios minutos en responder, supuse estaba ocupado o se distrajo en algo. Vi que pusieron en el computador el partido del Nacional vs Junior, veía los gritos y las apuestas venir.
-Ay, si tuvieras libertad, a tu lado yo estaría, amor.-Cantó con su voz horrible Jason, la cuarta canción de Maná y yo quería pegarle un escopetazo y parecía no cesar, porque iba a poner otra canción después en el karaoke. Mala idea que se haya ganado ese maldito karaoke en la empresa.
-Está bien, te espero a las 14:30pm. Te haré de comer -Recibido, 20:59pm. Hasta escribiendo eres cursi.
Entonces, llegado el día, conduje hasta la dirección que me dio. Sonreí para mis adentros cuando vi que Juan José me había enviado su dirección exacta. Así, llegué a la hora acordada y estacioné en la entrada. Dos enormes escoltas me requisaron por completo antes de dejarme ingresar y me dijeron que estacionara dentro.
Esta casa era impresionante, no esperaba menos. El narcotráfico da buen dinero. Era una enorme mansión blanca, con un jardín enorme. Por supuesto, la casa estaba encerrada por fuera, con miles de cámaras de vigilancia y por dentro, se veía la enorme mansión de dos niveles, lujosas palmeras, acabados y más escoltas en la entrada. Qué porquería, tenía mas escoltas que el propio Papa y es mucho decir.
Una empleada me abrió la puerta y me acompañó a entrar hasta la sala, donde estaba Juan José sentado en sobre la alfombra, leyendo alguna clase de revista que no sé qué era. Esta casa es tan deslumbrante que intimida. Los techos son altísimos, los muebles y absolutamente todo, parece de la realeza. Incluso la alfombra donde él estaba, la enorme televisión en frente, las pinturas abstractas. Había incluso, lámparas colgantes que brillaban, esto era demasiado.
-Llegaste.-Se puso de pie enseguida al verme y me señaló que me sentara en la sala. Se tiró al lado mío y no sé cómo se tiraba de esa forma, tan despreocupada, en estos muebles que parece que costaran más que toda la nación junta.-Eres bien puntual.
-¿Querías que llegara tarde?
-No, supongo que eres de los que no se hace rogar.-Comentó y lo miré confundido. Rompió en risas y me quedé más en blanco.
-No entiendo.
-Estaba bromeándote.-Se sentó de nuevo en la alfombra y me indicó que hiciera lo mismo. Lo hice. Tenía un par de cuadernos y libros sobre la mesita de madera.-¿Empezamos?-Asentí.
Me explicó primero lo básico y no podía entender, ¿cómo es que con la primera cosa que me explicó, pude entender cual era básicamente mi error? Con sólo explicarme la pronunciación correcta del abecedario, la cual lógicamente desconocía, me di cuenta que por eso no entendía una mierda. Juan José básicamente esas dos horas, me hizo memorizar no sólo la pronunciación completa del abecedario, si no los números del 1-20.
-No puedo creer que haya memorizado todo esto.-Él me miró curioso y me regodeé.-Soy estupendo.
-Qué odioso eres.-Dijo entre risas.-Pero sí, aprendiste bastante rápido.
-Al menos.-Exhalé.-Ya debía yo servir para algo.-Rió de nuevo y no entendía porqué reía con cada cosa que decía. ¿Será que te faltan cromosomas? Miré curioso, la revista que tenía cuando llegué. La abrió de nuevo y tenía algún tipo de ilustraciones a blanco y negro.-Oye.
-¿Sí, Sebas?
-¿Eso qué es?-Me miró confundido.-El elemento que tienes en las manos.-Rió aún más, completamente desconcertado.
-Es un manga.
-No entiendo.
-¿No sabes qué es un manga?-Parecía más divertido aún y yo estaba completamente fuera de lugar.-Es digamos, como una historieta, pero japonesa. Alguna vez habrás visto animes en la televisión o algo así, esos son basados usualmente en mangas.
-Nunca vi “animes” ni nada así.
-¿No? ¿ni super campeones?
-Mis padres no nos dejaban ver televisión.
-¿Nos? ¿tienes hermanos?-Preguntó interesado y asentí, le mostré el tres con mis manos y parecía más curioso aún, se notaba que estaba lleno de preguntas y no sabía cómo huir de esta situación.-¿Tienes tres hermanos menores?
-No, todos son mayores que yo.
-Pero, ¿cómo es que no los dejaban ver televisión? Eso es muy arcaico.
-En el campo esas cosas pasan a segundo plano. Hay mucho para hacer como para estar perdiendo el tiempo en la televisión.
-Vaya.-Enarcó una ceja.-No me malinterpretes, pero no luces como alguien que hubiese crecido en el campo.
-Mmm, ¿y cómo luce alguien que crece en el campo?
-Suelen ser más bronceados, por el sol y tu forma de hablar es muy elocuente. Sabes que en el campo hablan mucho más descomplicado.-En eso sí tenía razón. Nosotros siempre hablamos diferente por la cultura que nuestros padres nos dieron, pero así suele ser y al menos, como trabajo en un restaurante, ya no ando bronceado ni mucho menos.
-Así es.-Asintió.-Y tú, ¿por qué eres tan pálido?
-¿Pálido?-Repitió entre risas.
-Sí, eres demasiado pálido.-Lo miré, estaba anonadado.-Y tu pelo, no sé, ¿alguna vez te destiñeron o qué?
-¿Qué carajos?
-¿Por qué tu cabello es de ese color?
-No me destiñeron.-Su color pálido del rostro, se tornó rosado, de tanto reírse. Hasta le salían lágrimas y yo seguía sin comprender.-Sí, soy muy blanco, es la genética y no, no me destiñeron, ni me bañaron en cloro ni mucho menos. Lo pinto para que se vea así.
-Mmm, si eso dices.
-¿No me crees?
-Sí te creo.-Sonrió de nuevo y se puso de pie. Su sonrisa… no sé, era muy delicada. Su rostro en general lo era. Sus facciones parecían casi pinceladas a mano. No lo entendía, podía asemejarlo a un muñeco en exhibición.-¿Tienes hambre? Cociné para ti.
-¿Tú cocinas?-Pregunté incrédulo y de inmediato, negó con la cabeza.
-Lo cocinó la empleada, lo siento. Pero la próxima lo haré yo, ya verás.-La próxima dices, Picasso.-¿Quieres comer?
-Tal vez más tarde.
-Entonces, ¿quieres tomar algo?
-Mmm.-Lo pensé unos segundos.-Sólo si ese algo tiene alcohol.
Sonrió y me hizo señas de que lo siguiera. Caminamos a través del enorme comedor y la cocina, todo era deslumbrante. Abrió una puerta detrás de esta y había unas escaleras. Bajamos y lo que vi, me dejó boquiabierto. Era una bodega, completa, de vinos y no, no era cualquier tipo de vinos, eran añejos. De los buenos, buenos. Sabía de vinos por mi abuelo y sin duda, había varios miles aquí.
-Estás sorprendido, ¿no es así?-Preguntó orgulloso y asentí.
-Te gusta regodearte, por lo que veo.
-Yo no bebo.-Se encogió de hombros.-Pero escoge lo que quieras, lo beberé contigo, pero sólo un poco y ya, no me quiero embriagar.
-¿El que quiera?
-Sip.
Escogí un vino que tenía unos cien años de antigüedad y el sólo olor, era tan increíble, que me sentía hasta indigno de beberlo. Así, cuando nos sentamos de nuevo en la sala, miré por mucho rato la botella de vino. Es que me parecía fascinante todo y leí en la etiqueta sobre su fabricación. No sé por cuánto tiempo la vi, pero luego, noté que él me miraba divertido, y lo puse de nuevo en la mesa.
-¿Qué me miras, niño?
-¿Niño?
-No pues, el anciano.
-Qué grosero eres.-Rió.-Pareces un niño tú, mirando el vino como niño con juguete nuevo.
-Lo siento, soy fan del buen vino.
-Sabe extraño, pero bueno.-Bebió de un solo sorbo, la copa completa de vino y enarqué una ceja. Esta es la primera vez que él bebe en su vida, podría beneficiarme mucho el tenerlo completamente ebrio. Podría ser.