Como había mencionado anteriormente, justo ese fin de semana, sucedería algo que me forzaría a tomar una decisión y más precisamente, por un error amoroso.
Había estado ese día en la sede, en la finca y nos encontrábamos afuera de la hacienda, justo donde empezaban los interminables almendros y hubo un error tremendamente estúpido, que por poco acaba con uno de nosotros. Después de varios meses de práctica, todos éramos muy buenos manejando armas, sabíamos donde ubicarnos, medir distancia, la forma en que se debe alinear tu cuerpo para dar un tiro más acertado. Conocíamos las diferencias entre las armas de bajo calibre y las de alto, cómo estas impactan a tu cuerpo al usarlas, porque claramente, no es lo mismo hacer un tiro desde un fusil de combate, que de una automática calibre 40. Un ejemplo: si usas digamos, una escopeta tradicional, esto produce en tu cuerpo una fuerte sacudida, por la velocidad en que viajan las balas y la cantidad de pólvora. La fuerza de impacto es letal y es por eso, que estas armas de alto calibre, se deben usar con mucho cuidado y jamás, nunca, bajo los efectos del alcohol.
Veía a mi hermano Danilo cargar el subfusil, la maestra MP40 y era la primera vez que la usaría (no me pregunten sobre el origen de esta arma o cómo carajos la vieja Justina poseía ese tipo de armas, que claramente ya no se usaban). Le teníamos mucho respeto a esta por su valor, la antigüedad y por el uso que debió recibir en su momento. Esta fue usada en Alemania, en la segunda guerra mundial y no teníamos idea de cómo carajos podía existir aún, sólo pocas personas en el mundo la poseen y menos, como vino a parar a Colombia y a manos de gente como nosotros.
-Es muy bella, alguien tan inmundo como tú jamás debería tocar tan preciada creación.-Dijo Jason arrebatándosela.
-Oiga, no sea atrevido, ¡yo la agarré primero! ¡suéltela!-Se quejó y los vi forcejear.
-¡No la mereces!
-¡Cállese!-Iba a intervenir en tan absurda discusión, pero sin previo aviso y por el forcejeo, el arma se disparó impactando el casco ruso que usaba Moritz, el que no se había quitado desde que llegó. Nos aterramos de inmediato y corrimos hacia él, quién estaba impactado, en shock y se quitó el casco, lo miró y posteriormente lo abrazó.
-Ya nunca me lo quitaré.-Dijo casi entre lágrimas. Fulminé con la mirada a ese par y ambos, me miraron avergonzados.-Ahora tengo un nuevo respeto por la vida.
-Él porque es medio zopenco, pero imaginen donde no hubiese estado usando ese casco. Tendríamos estofado de Mortiz al TNT.-Dijo Luis Alberto entre risas.
-Miren, ¡ya suelten eso!-Les quité el arma y ambos no rezongaron, sabían lo irresponsables que habían sido, con estas cosas no se juega. No entiendo qué carajos pasa por sus cabezas, si es que hay algo de materia gris en ellas.-Volverán a tocar un arma de fuego en la próxima edad de piedra.
-Sí señor.-Dijo Danilo avergonzado y le enseñé mi dedo del medio.
Más tarde, fuimos a comer algo en un restaurante de carretera, porque la sede queda bastante distante de la ciudad. Trabajé esa tarde y me excusé con María Camila, le dije que debía acompañar a Danilo a realizar unos trámites y no le dio mayor importancia. Esto no me está gustando, tener que mentirle y hacerlo en general, no me gusta. Siento que en cualquier momento puedo ser descubierto y no me gusta vivir de esa manera, pero no es que pudiera hacer mucho al respecto.
En la noche, me dirigí a casa solo un momento, para ducharme, vestirme y debía salir de inmediato o llegaría tarde. En la mañana había conversado con el niño sobre lo que haríamos la noche de hoy. Le pregunté qué le gustaba y pareció dudoso, no me dio ninguna respuesta en específico. Se nota que no es que salga muy seguido o puede que le avergüence sugerir algún lugar que pueda no ser de mi agrado. Entonces le dije que fuéramos a cenar algo y accedió, pero no tenía idea de donde llevarlo. Así que antes de salir, me acerqué a mis hermanos, quiénes bebían en el balcón con sus respectivas parejas y escuchaban música de la radio.
-Los tres.-Los llamé y las seis personas en el lugar, voltearon a verme.-Hoy voy a salir, ustedes saben con quién.-No podía decir que iba a salir con el niño porque primero, ninguna de las tres conocía el plan, segundo, Tatiana conocía a mi novia y tercero, jamás diría que voy a salir con un chico. Es que de solo decirlo… maldición. Cuando finalice el plan, tendré que ir a que me exorcicen en el amazonas.-¿A dónde puedo ir? Necesito un lugar agradable y que deje muy buena impresión.
-¿Cuál es el drama? ¿no saldrás con la María Camila?-Preguntó Tatiana y los cuatro, nos pusimos muy incómodos de inmediato.
-Es una sorpresa, necesito un lugar agradable.
-Vaya, ¿es que le vas a pedir matrimonio? Porque si piensas hacerlo en un restaurante, te digo que…-La interrumpí.
-No, ni menciones algo como eso.-Me quejé y todos rompieron en risas.
-Olvídalo bebé, el Sebastián le tiene fobia a atarse por lo legal.-Dijo Jason y chasqueé la lengua. No pierden oportunidad para hablar mal de mí delante de la gente.-Primero yo me vuelvo el rey de España que ver a este, ante un altar.
-Ni somos católicos.-Me quejé.-¿A dónde puedo ir? Se hace tarde y, de hecho, ya voy tarde.
-Hay un buen lugar que conozco, es italiano y la ubicación está genial, es por el colegio católico de la sagrada familia.
Después de que me explicara cómo llegar al lugar y que me ayudara a saber qué pedir, porque por más que yo sea chef, cada lugar tiene su especialidad y debía dar hoy la mejor impresión posible. Conduje hasta su casa y llegué a eso de las 20h, tenía quince minutos de retraso. No me gusta llegar tarde en general, me avergüenza hacerlo, me gusta siempre dar una buena imagen, pero hoy se me salió de las manos. El retraso fue por escoger el lugar para llevarlo.
Como era de esperarse, estos tipos no me dejaron pasar, por lo que tuve que esperar a que él saliera. Le mandé un mensaje, y salió alrededor de diez minutos después. Lo primero que noté, fue su vestimenta. Yo jamás me suelo fijar en eso cuando veo a alguien, puedo muchas veces no notar si llevan lo mismo puesto por varios días, pero con el niño es diferente. Él se viste de forma tan llamativa, que es difícil no percatarse de este hecho y ahora, al verlo vestido así, de manera formal por la camisa blanca, es muy extraño. Se ve diferente, enarqué una ceja.
-Discúlpame por hacerte esperar.-Dijo nervioso mientras se acercaba e incluso, le costaba mirarme a los ojos. Qué curioso.
-No pasa nada, yo también llegué tarde. Perdón por eso.
-Sí, lo noté. Sé que no es tu estilo llegar tarde, llegas muy puntual a las clases.
-Sí, lo siento. Fue culpa de mis hermanos.
-¿Tuvieron algún problema?-Preguntó y negué con la cabeza. Le entregué el casco que debía usar y lo miró como si se tratara de un acertijo por descifrar. Era una de las cosas que había notado de él, su curiosidad ante todo lo relacionado a mí. No solo porque me pregunte cosas todo el tiempo, pero sé que con ciertos detalles que digo o hago, él analiza y deduce cosas sobre mí que ni yo mismo he notado. Solamente la otra noche, justo antes de dormir, le marqué y le dije que había olvidado cenar. Yo nunca le he prestado atención a cuidarme en ese aspecto, pero él me dijo que yo cuidaba de todos, menos de mí mismo y no entendí por qué lo decía. Lo pensé por un rato y llegué a la conclusión que fue por las cosas que le he contado, pero detalles en específico. La rutina en casa con mis hermanos, mis regaños hacia ellos e incluso en el trabajo, las normas de seguridad que establecí. Notó algo de mi personalidad que ni yo mismo conocía y él lo supo, sólo por los mensajes que nos enviábamos, así puede llegar a analizarme.
-No, solo me atrasaron como siempre suelen hacer.-Me subí en la moto y lo vi ponerse el casco. Le quedaba grande y parecía muy incómodo al usarlo, tampoco sabía bien como ponérselo.-Niño, supongo jamás te habrás subido en una moto antes.
-No… no lo he hecho.
-Lamento no tener auto, sé que estás acostumbrado a moverte a todos lados en camionetas blindadas.
-Oye.-Se quitó el casco y se acercó a mí, me miró.-Eso no me importa, creí que lo sabías.
-¿Qué no tenga auto?-Pregunté y sonrió.
-No, tonto. Me refiero, a que esas cosas no me interesan. Lo único que quiero es pasarla contigo, no me importa nada más.-Dijo sonriente, de nuevo, con ese brillo en los ojos y acarició mi antebrazo. Me alteré de inmediato, no esperaba que hiciera algo como eso.
-Mmm.-Desvié la mirada.-Súbete, llegaremos muy tarde.
Después de que el niño se subiera y yo asegurara mi casco, aceleré. Él se sujetaba por mi cintura y no entendía por qué hacía eso, no estamos en una vieja película de los ochenta y no me gustaba que hiciera eso. No me gustaba la manera en que me hacía sentir, me desconcentraba y me impedía pensar con claridad, no entendía que me estaba sucediendo. Afortunadamente, el trayecto desde su casa hasta el lugar que me dijo mi cuñada, fue de solo unos veinte minutos, porque si hubiese sido un trayecto largo y él, hubiese estado sujetándome así, podríamos habernos accidentado.
Al estacionar, entramos y un mesero nos asignó una mesa junto a la ventana de la esquina. El lugar estaba lleno, mayormente de parejas y yo… tenía a ese niño sentado diagonal a mí en la mesa y me mira entre veces lleno de nervios y yo… ni sé cómo me sentía al verlo así.
-Oye, tú.-Me miró fijamente y se enderezó un poco.-Si me vas a seguir mirando de esa manera, tendré que darme la vuelta.
-Siempre tienes que arruinar los momentos.-Rió y lo miré confundido.
-¿Cuáles momentos? ¿es que estás borracho?
-No.-Rió aún más y me acomodé en mi asiento.-Anoche, cuando hablábamos por teléfono y se me salió decirte, que me gustó como te veías en la mañana, me cerraste la llamada.
-Mmm, creo que fue cuando se me descargó el teléfono.-Mentí. Después de escuchar que me dijo algo semejante, preferí colgar y esconder mi teléfono bajo la cama.
-Sebas, ¿eres un niño o qué?-Preguntó divertido.-Eres el peor mentiroso que conozco.
-Si eso dices.-Rodé los ojos, si tan sólo supieras, dije para mis adentros.
-Te volví a llamar dos veces y tu teléfono timbraba, pero no me contestaste.
-Mmm, bueno ya está como bueno el interrogatorio.-Me quejé y rió con más ganas. Justo en ese momento llegó el mesero y ordenamos. La especialidad del lugar era la pasta a la carbonara, y justo eso pedí, pero el niño ordenó una hamburguesa con papas y exhalé fuertemente. El mesero se retiró y regresaría con las copas de vino que ordené.-¿Te traigo a un restaurante italiano y lo que haces es pedir una hamburguesa?
-Sí, ¿qué tiene?-Se encogió de hombros.
-Niño, ¿jamás alguien te he pegado a las 20:40h de la noche?-Negó con la cabeza y apreté su mejilla, rió aún más y lo fulminé con la mirada.-Qué inculto eres.
-Eso no me importa. Yo sólo como lo que me haga feliz, nada de platos extraños ni esas groserías que no le gustan a nadie.
-Tienes a un chef en frente tuyo. Justo esas “groserías”, son las que más se venden en todos lados.
-¿Me vas a sermonear?-Negué con la cabeza y bebí la copa de vino que acaba de traer el mesero. Le dije que dejara la botella.-¿Quieres saber algo curioso?
-Supongo.
-Esta es mi primera cita con alguien… bueno, mi primera cita en serio.-Casi me atraganto con lo que bebía y él, pareció preocupado de repente.-Lo siento.
-No te preocupes.-Dije mientras me limpiaba con una servilleta.
-¿Es que acaso…me confundí?-Preguntó dudoso y lo miré.
-¿Por qué dices eso?
-Cuando me dijiste de salir, era a una cita, ¿no?-Preguntó nervioso y sonreí.
-Sí Juan José, quería tener una cita contigo.-Lo vi enrojecerse hasta las orejas y desviar la mirada, completamente lleno de nervios.
Pasó el rato. Cenamos y conversamos todo el tiempo. Debo admitirlo, siempre hablaba mucho con él de muchas cosas y justo en ese momento, mientras hablábamos cuando cenábamos, fue que me di cuenta de lo mucho que él ya me conocía y que las cosas que conocía de mí, eran todas ciertas, no le mentí en ese aspecto, ¿cómo es que ya podía conocerme tanto? Y lo peor de eso, es que yo también ya lo conocía y no, no por lo que habíamos averiguado de antemano. Lo conocía por las mil cosas que me contó sobre él. Sabía cómo iba a reaccionar ante cada cosa que dijera, cuando se iba a sonrojar o poner nervioso.
Al rato, cuando acabamos de cenar, salimos y nos subimos en la moto. Eran cerca de las 22h y pensé en llevarlo de regreso a su casa, pero me dijo que nos detuviéramos en un parque que quedaba a unos diez minutos del restaurante. Nunca me había detenido aquí antes. Estacioné y caminamos por el lugar. Era bonito, muy verde y no había muchas personas cerca. Debe ser por la hora. Él jaló mi brazo y nos hizo sentarnos sobre el césped, cerca de un enorme árbol.
-No vengo a un parque desde hace unos diez años.-Admití.
-¿Sí? ¿ni a jugar en la escuela?
-Sólo de niño.
-Sebas, siempre que te pregunto sobre tu infancia, cortas el tema en seco o empiezas a hablar de otra cosa. Al igual que cuando te pregunto sobre tus papás.
-Por mis papás es que no me gusta hablar de mi infancia.-Me miró a los ojos.-Fueron asesinados.-Confesé.
-Dios… cuánto lo lamento, debió ser horrible.-Acarició mi mano y bajé instintivamente la mirada. No soporto hablar de ese tema, no he podido superarlo aún con los años que han pasado.
-Yo… no quisiera hablar sobre eso.
-Está bien, lo entiendo. Perdona por tocar ese tema, soy muy imprudente a veces.-Admitió avergonzado. Pareció afectarle que le haya dicho eso y más, el ver mi reacción.
-Niño.
-¿Sí?
-¿Me abrazas?-Pregunté y lo vi morder sus labios. Se acercó de inmediato y me abrazó, fuertemente. Lo abracé también y por mi mente pasaron mil cosas en esos instantes. No sé por qué le pedí que me abrazara, no es algo que hubiera planeado y menos, por qué un calor inundaba mis mejillas y hacía sentir tan… bien. Pude sentir su olor, ya lo reconocía y el solo tacto de sus manos en mi espalda, su rostro tan cerca al mío… dios, esto se sentía… tan bien que sentí mucho temor, de nuevo.
De repente, escuché el timbre mi teléfono sonar y me separé un poco. Lo había dejado sobre la hierva y vi el nombre de María Camila en la pantalla. Instintivamente por el ruido, el niño miró también y sé que alcanzó a leer su nombre. Me puse nervioso a mil e ignoré la llamada. Maldición, había olvidado llamarla. No le he contestado desde que salí de trabajar y era más de medianoche. Decidí ignorar la llamada, se la regresaría después y le inventaría alguna excusa, que me dormí o algo así. Hablamos por otro rato, pero el teléfono volvió a sonar sin parar, llamada tras llamada y Juan José me miraba incómodo. Quité el sonido del teléfono, pero se escuchaba vibrar, llamaba sin parar.
-¿Por qué no contestas?-Preguntó dudoso y me maldije a mí mismo, por estúpido. ¿Cómo olvidé apagar mi teléfono? ¿cómo pude tener un error tan básico?
-Mmm, no quiero ponerme a hablar por teléfono mientras estoy contigo.-Le dije, pero no pareció nada conforme con mi respuesta.
-Si eso dices.-Noté el sarcasmo y la molestia en su respuesta. Era lógico que no iba a estar convencido con lo que le dije, nadie que no sea alguien importante, llamaría a otra persona tantas veces a más de medianoche. Esto no era bueno y menos en la primera vez que salíamos, empezaría a desconfiar de mí.
-Mmm.
Cuando se hizo más tarde y vimos que no quedaba nadie en el lugar, le dije que era mejor que lo llevara ya a su casa. Esta es una ciudad muy bonita y buena en general, pero soy consciente de lo peligroso que es estar en un lugar como este a altas horas de la noche. Entonces conduje hasta su casa y nos detuvimos en la entrada. Ambos nos bajamos y lo acompañé hasta la puerta. Todo se volvió incómodo después de las llamadas, su sonrisa se esfumó y parecía no querer hablarme. Maldición, esto no era bueno.
Sacó sus llaves y abrió la puerta, luego se dio la vuelta y me miró. ¿Será que me echará? ¿o me dirá que no le vuelva a hablar?
-La pasé bien hoy.-Comentó serio sin mirarme a los ojos.
-Mmm, no pareces muy seguro de eso.-Elevó la mirada.-Apenas me vaya, empezarás a ignorarme, ¿verdad?
-No.-Sonrió levemente.-Sebas.
-¿Qué pasa?
-No quiero que jueguen conmigo, ya me ha pasado muchas veces antes y una vez más, no lo podré soportar.-Dijo y noté la preocupación en su mirada. Suspiré, incómodo.-Te lo diré directamente. Creo que habrás notado que quiero algo serio, justo eso busco, una relación. No quiero ilusionarme en vano.
-Oye…-Me interrumpió.
-No juegues conmigo.
-¿Sólo por esas llamadas llegas a la conclusión de que estoy jugando contigo?-Pregunté y el abrió la boca, luego la cerró. Sin saber qué decir.-No sé qué podría ganar haciendo algo como eso.
-Mmm.-Parecía dudoso aún, por lo que me acerqué a él y acaricié su rostro. Sentí cómo se elevaba su temperatura corporal.
-No dudes de mí, ¿sí?-Bajó la mirada, pensativo y luego me miró. Se formó de nuevo su acostumbrada sonrisa, y sonreí también.
-Confiaré plenamente en ti, en todo lo que me digas.
-Está bien.-Por impulso, o no lo sé… besé su mejilla y lo miré. Sonreí antes de alejarme y noté que se puso más rojo que un tomate. Fue divertido, debo admitirlo.
Me alejé, sin saber cómo de nuevo iban a cambiar las cosas entre nosotros, en cómo ahora empezaría otra etapa, lo que yo llamaría: el cariño.