-Cariño, ¿estás bien?-Preguntó María Camila al verme distraído. Estábamos en su casa esa noche de domingo. Habíamos salido a beber un rato como acostumbrábamos a hacer y regresamos a eso de las 22h a su casa. Habíamos estado juntos hacía unos minutos y ella estaba recostada en mi pecho, pero yo estaba muy distraído. No podía sacarme de la cabeza lo ocurrido hacía unas horas.
Como mencioné anteriormente, nosotros teníamos un plan muy elaborado en mente. Algo que habíamos calculado minuciosamente por mucho tiempo, pero es que no tenía idea de que tan pronto iniciaríamos, y todo por una simple casualidad. Había estado en contacto con el niño toda la semana. Por algún motivo que se escapa de mi comprensión, me reservaba un lugar a su lado todos los días y no sé qué gracia le veía a sentarse junto a mí. Yo no era interesante ni mucho menos y, además, tenía constantes roces con la profesora, porque siempre quería huir cuando empezaba a preguntar cosas y ella, ya había descubierto que yo huía adredemente y me tenía amenazado. En palabras textuales me dijo la última vez: vuelves a ir al baño cuando empiece a preguntar, y es mejor que ya ni entres a mi clase. Maldición, entonces me vi obligado a presentar los compromisos, que afortunadamente Moritz realizó por mí y en ese sentido no tenía problemas, pero cuando me mandaba a leer algún párrafo del texto, olvidaba por completo lo que me había enseñado Juan José, y me bloqueaba. Creo que moriría de hambre si fuese a Estados Unidos. Sería toda una desgracia.
Entonces, no sólo lo veía en clases. Nos escribíamos mensajes durante el día completo, ¡era una locura! Nunca fui de tener esas costumbres, pero empecé a adquirirlas porque debía hacerme cercano a él. Durante el día le contestaba muy poco porque tenía ocupaciones y si me ponía a andar mensajeando en horas laborales, me metería en problemas, pero en las noches, sí le contestaba y hablábamos de muchas cosas. Se convirtió en una especie de rutina y casi de inmediato, a los pocos días, notaba como su personalidad, que conocía por supuesto, salía a flote.
A veces me ocupaba en la noche con cualquier cosa, tal vez me dormía o distraía haciendo algo y le respondía un rato más tarde, o incluso horas, pero cuando me respondía, lo hacía de una manera… no sé ni cómo llamarlo, sería: ¿tosca? No lo sé, cambiaba repentinamente la forma de responderme y parecía molesto, pero no decía nada.
A pesar de que ya habíamos espiado un poco su forma de ser y que creía conocerlo por completo, me di cuenta de que estaba muy equivocado. Me lo imaginaba mucho peor francamente, que sería extremadamente cursi, empalagoso y que demostraría de inmediato o lo diría tal vez, la atracción, pero no fue para nada como pensé que sería. El niño no era empalagoso en lo absoluto, ni cursi o esas cosas, pero sí noté de inmediato que se enojaba fácil, se ofendía por cosas mínimas y que era muy paranoico. No lo decía en palabras textuales, pero sí notaba que se molestaba cuando tardaba mucho en responder o como, por ejemplo: el viernes, en que le dije que bebía algo con mis hermanos y unas amigas, no eran amigas mías sino de ellos, como es de esperarse nunca fui de hacer amigos, pero sé que se molestó y ni sé bien por qué. Otro rasgo destacable, es que se expresaba de forma impecable, era muy elocuente, inteligente y que se interesaba genuinamente en mí. Es que vamos, pensé le atraían los tipos simplemente por el rostro o el cuerpo, tipo que se fijaría en alguien simplemente por ser atractivo, pero no era así para nada. No le gustaba hablar con alguien que no fuese inteligente o que demostrara a leguas, las intenciones sexuales hacia él. Pensé que él rechazaba a los tipos que se le insinuaban porque quería que se enamoraran de él primero, pero no era así. Me di cuenta de que lo que él quería en verdad, es que se interesaran en él, en cómo era, lo que le gustaba y que conociendo su complicada forma de ser, porque claro, alguna vez conversando me confesó que podría llegar a ser muy celoso y dramático innecesariamente, pero que sabiendo todo esto, lo quisieran. Aún con esos defectos.
No me pareció del todo loco que él pensara de esa manera, tenía sentido. Entonces noté, que él solía tratarme, exactamente como deseaba que lo trataran a él. No era que me dijera cosas románticas ni mucho menos, jamás mencionó algo así, pero me preguntaba muchas cosas, sobre mi vida, mi trabajo, mi familia, etc, y se veía genuinamente interesado en mis cosas, como mi personalidad, mis gustos, lo que yo quisiera. Era extraño que se interesara tanto en mí, más en lo que yo pensara, mi forma de ser y demás, que en cómo me veía físicamente. Vamos, sé que puedo ser un poco lento, pero no soy estúpido. Sé que eso es lo primero que todos ven en mí y nunca es que me haya importado antes. Incluso con María Camila, fue de esa manera. Nos conocimos, hablamos mucho, pero no como tal de cosas mías, ella siempre fue de hablar bastante y me limitaba a escucharla. Nunca fuimos de tener conversaciones profundas o ella jamás fue de preguntar mucho sobre mí, pero siempre repetía que yo era precioso, sus amigas también lo hacían y sabía que eso era lo que la había enamorado de mí, mi apariencia. Tal vez por eso me resultaba tan extraño que las cosas con él fueran de esa manera.
Entonces, el sábado, trabajé hasta eso de las dos de la tarde y al salir, recibí un mensaje suyo.
-Sebas, ¿ya estás libre?-Recibido, 14:22pm.
-Sí, ¿por?
-Estoy aburrido, no he hecho nada hoy. ¿Nos vemos?
-Mmm, ¿y para qué o qué?-Respondí, pero al ver que tardaba en responder, supuse que se había ofendido por algo. Había aprendido a conocerlo y podía reconocer con su simple tardanza que se había sentido mal por algo que dije y no lo entendí. Así es como suelo escribir, no es que haya sido adrede con él.-¿Estás bien?
Pensé unos segundos mientras conducía. Había salido recién del parqueadero del restaurante. Como mencioné anteriormente, este está ubicado en el norte, cerca de el golf, pero cuando me detuve en un semáforo en rojo, saqué mi teléfono un momento y vi que seguía sin responderme, decidí hacer una pequeña parada antes de regresar a casa. Conduje por unos quince minutos hasta llegar a su residencia. Ni sé bien por qué fui, aún no me explico por qué lo hice, pero cuando llegué a su casa, como siempre, me requisaron hasta el alma los escoltas, pero esta vez me requisaron de forma más minuciosa que la anterior. No sé si es que porque llegué por mi cuenta esta vez, causaba desconfianza o no lo sé, pero fueron bastante agresivos y como era de esperarse, eso no me sentó nada bien.
-No pues, ¿no quieren que mejor me desnude?-Me quejé cuando por fin terminaron de requisarme los bolsillos.-Ya como que me estaban tocando mucho.-Resoplé.
-No se queje, son las reglas del patrón.-Dijo el más alto, el moreno. Tiene cara de llamarse Francisco. Reí.
-¿Quién? ¿el niño?-Me burlé y ambos miraron confundidos. De inmediato me di cuenta de que lo llamé como solemos llamarlo en casa.-Perdón, me refería a Juan José.
-No, las reglas las estableció hace mucho el padre de él.
-Mmm.
Después de la interminable requisa, me dejaron ingresar y una de las empleadas, me llevó hasta la sala donde vi que el niño estaba sentado, justo donde estuvimos sentados la vez anterior. Revisaba algo en su computadora y parecía absorto en lo que hacía. ¿Cómo es que te vistes de esa manera incluso estando en casa? No sé de moda ni mucho menos, pero él siempre está vestido como con ropa que vería en televisión o revistas. No me vio cuando entré.
Me senté a su lado, como si nada y apoyé mis zapatos sobre la mesita. Lo miré de reojo y él me miró desconcertado. Estaba completamente sorprendido, exhalé.
-Qué lindo te ves aquí sentado mientras me ignoras.-Comenté enarcando una ceja y él, aún no parecía creer que yo estuviese aquí, no lo entendía. ¿Por qué se le hacía extraño?
-Yo… tú… viniste.-Titubeó y luego, vi formarse una sonrisa nerviosa en sus labios.
-Mmm sí, ¿por qué la cara de sorpresa?
-Es que…-Dejó la computadora que tenía en las piernas sobre la mesita. Se acomodó un poco, entre nervios, y me miró.-Nadie antes había venido a verme porque no le respondiera.
-Ah.-Ahora que lo pensaba, esto fue muy patético de mi parte. ¿Por qué demonios estaba aquí? ¿por qué conduje molesto porque él me estuviera ignorando? No entendía que me había sucedido.
-De hecho, nadie a excepción de mis amigos, había venido hasta mi casa sin motivos.
-¿A excepción de tus amigos?
-Sí, sabes que tú no eres solo un amigo.-Rió nerviosamente, sonrojado y yo, quise en ese momento que se abriera un hueco en la tierra y me succionara. Lo miré de reojo.
-¿Qué insinúas, niño?
-Nada, nada. Lo siento.-Dejó de mirarme y de nuevo, se me salía hablarle de esa manera. No fue lo que dije, pero sé que la mirada que le habré lanzado, habrá sido todo menos fraternal. Debo evitarlo, controlar mis gestos, mis emociones o terminaré ahuyentándolo. Aunque este tema de la mirada no me sucede solo con él, sé que miro mal en general, así es como está constituido mi rostro, pero sé que con él debo controlar esto. Maldición. Habrá pensado que me ofendió lo que dijo.
-Oye.-Le dije al verlo triste. Me había dado cuenta de que a él las cosas mínimas, le afectan muchísimo más que al resto de las personas. Lo había notado a través de los mensajes, pero era la primera vez que lo veía así de frente. No me mira, sólo se limita a mirarse las manos y frunce levemente el ceño, al igual que los labios. Me acerqué un poco a él y puse mi mano sobre su cabello, lo acaricié e hizo pucheros. Exhalé.-¿Te hice sentir mal?
Lo pensó unos segundos, pero vi formarse una sonrisa en su rostro producto de mis caricias en su cabello. De inmediato, alejé mi mano y él me miró.
-Es que… eres tan confuso.
-¿A qué te refieres?
-Creí que te hice molestar cuando te dije que nos viéramos. Digo, por la forma en que me respondiste, pero ahora, estás aquí, viniste a verme.
-Mmm.-No supe qué decir.
-Pero me miras de esa manera cuando te dije… ¡ah! Mejor olvídalo.-Se quejó, nerviosísimo y no entendía por qué se puso de esa manera.
-¿Qué yo no era solo tu amigo?-Repetí y el niño, se puso tan nervioso que su rostro se enrojeció a más no poder. Esto empezaba a tornarse divertido.
-Lo siento, es que… no sé por qué suelo mal interpretar las cosas. Soy muy tonto siempre.
-No te preocupes tanto.
-Pero, quisiera saber algo.-Comentó y lo miré a los ojos.-¿Por qué viniste?
-Para descubrir por qué me ignorabas. Pensé que tal vez te habías caído, accidentado, pero aquí estás vivo como si nada, mientras ignoras mis mensajes.
-Qué lindo eres.-Rió con ganas y desvié la mirada. No me miraba, pero podía notar que el niño estaba feliz en ese momento. No entendía por qué lo estaba y tampoco, por qué el percatarme de esto se sentía tan extraño.
Hablamos por un rato y decidí relajarme un poco. Debo admitir que sí me distraje, él no era desagradable ni mucho menos, debo aceptarlo. Siempre era conversador, alegre y por algún motivo, se seguía interesando en mis cosas, en mi vida, pero hubo una pregunta en concreto que me bloqueó y no supe qué responder. Debí tener una respuesta preparada antemano, era lógico que en cualquier momento me preguntaría eso. No sé cómo no lo pensé y mis hermanos tampoco.
-Sebas.
-¿Sí?-Preguntó dudoso y no sabía qué podía querer preguntar que lo hacía sentir de esa manera.
-Tú… ¿tienes novia?
Maldición, ¿qué debería responder? ¿por qué no pensé en esto antes? Era lógico que en algún momento querría saber si yo salía con alguien, no sé como no se me pasó esto por la cabeza antes. Ya había planeado de antemano el mentirle, como lo he hecho, pero no han sido mentiras como tal de cosas que le haya contado, en ese aspecto he sido sincero, pero ha sido más en mi forma de actuar. Me he obligado a ser otra persona, intentar ser amigable, o sonreír, porque nada de esto se me da por naturaleza, pero ahora… no sabría qué decirle. Es muy arriesgado cualquier cosa que vaya a responder. Por un lado, si le admito que tengo novia, de inmediato no tendré ninguna oportunidad con él y por el otro, si le digo lo que quiere escuchar, que no tengo relación alguna, estaría bien por ahora, pero pensé en una cosa terrible que podría joderlo todo. ¿Qué pasaría si el niño descubre que tengo novia cuando le dije que no tenía? Barranquilla es una ciudad muy pequeña, la probabilidad de que te encuentres a alguien puede parecer nula a veces por la cantidad de gente, pero de igual forma, podría pasar y más por como han estado cambiando las cosas. Él cada vez pregunta más y más sobre mí. ¿Qué haré si me pide algún día visitar mi casa? Podría aparecer en cualquier momento y mi novia, podría estar allí. Incluso, los fines de semana, siempre los paso junto a ella y sé que la enojaría mucho que no pasara junto a ella esos días. Salimos a lugares usualmente del norte y… aunque él me ha dicho que no le gusta beber, ir a bares, discotecas ni nada así, sé que sus amigos deben gustarles frecuentar ese tipo de sitios. No sólo el niño puede verme con ella, si no cualquiera de sus amistades. Maldición, ¿qué haré cuando logre que las cosas avancen más y él quiera pasar tiempo conmigo? No sé cómo no pensé en todas estas cosas antes.
Sabía que cualquier respuesta podría joderlo todo, pero sólo había una que no jodería nada en este momento y era justo la que debía decir.
-¿Sebas?
-No, no tengo.
-¿Y novio?
-¿Ah? Por poco me haces infartarme.-Respondí, tal vez demasiado sincero y él, me miró confundido.
-Eres completamente heterosexual, ¿cierto?-Preguntó desilusionado y rodé los ojos.
-Mmm, no lo sé. No he pensado en eso.
-¿A qué te refieres?
-Pues…-Lo pensé unos segundos.-Creo que puede gustarme cualquier persona, independiente del género que sea, sólo si me gusta la personalidad.-Respondí y de nuevo, esa sonrisa. Esta respuesta que di, fue algo que pensé alguna vez, pero… ni sé bien por qué lo dije, aunque a él pareció gustarle mucho lo que escuchó.
-Eres tan… inusual. Es difícil de explicar.
-¿Por la cara? Sí, sé que tengo tremendo defecto en los ojos que…-Me interrumpió, entre risas.
-No, no.-Rió aún más.-Eres tan… diferente, no lo sé. No había conocido a alguien como tú antes.
-No entiendo.
-Lo sé.-Sonrió.-Nunca entiendes nada.-No supe qué responder, lastimosamente tenía razón. Muchas veces no comprendía a qué se refería.-Ahora lo entiendo todo. Es tan lindo que hayas venido a verme preocupado porque no te respondía.
-Yo…
-Te pusiste nervioso.-Rió de nuevo y yo, rodé los ojos.
Hablamos por un rato más, pero luego, escuchamos ruidos de personas y al darme la vuelta un poco, solo por mera curiosidad, me quedé en blanco al ver un par de personas mayores entrar. Era una pareja, ambos vestidos de manera impecable y… el hombre, tenía un leve parecido a Juan José. ¿Será que él… podría ser?
-¡Papá!-Exclamó y lo vi correr a abrazarlo. Luego abrazó a la señora y yo, no pude ni seguir mirándolos. Sentía el enojo apoderarse de mí y tuve miedo, de no poder controlarme, de explotar y hacerles daño a todos, pero nada ganaría con hacer eso, sería arruinar un plan de muchos años, pero lo que sí sabía, es que debía irme de inmediato, antes de que lo jodiera todo.
No miraba hacia atrás, donde los escuchaba conversar, por temor a no poder controlarme y estallar. Luego, de unos cuántos minutos, vi al niño acercarse a mí con sus padres. Vaya, personas como estas, jamás nadie imaginaría el historial de homicidios y corrupción que tienen encima. Ángeles Cabarcas, era una mujer de unos cuarenta y tantos, delgada y arreglada en sobre manera. Usaba el cabello largo, n***o, facciones delicadas y llevaba un vestido blanco elegante que llegaba debajo de sus rodillas. Podía notar el exceso de joyas, vaya mierda.
Creo que nunca miré con tanto odio a una mujer mayor, pero este no se asemejaba a cómo miré a ese tipo, al hombre que llevamos tantos años buscando. José Antonio Cabarcas. Era desagradable por donde se mirase. Un tipo de unos cincuenta y tantos, con canas, ni tan delgado, ni tan pasado, como un término medio, pero eso sí, sobresalía de él una barriga desproporcional a su cuerpo. Llevaba una camisa gris abierta, que dejaba ver su pecho y pensé: se le vería genial unas cuántas puñaladas en el pecho. Intentaba vestir elegante, pero aún así, resaltaba la ordinariez de su persona y esa sonrisa en su rostro al acercarse junto al niño y su mujer, juro que esa sonrisa, jamás la olvidaría en toda mi vida, porque sería el detonante de las miles de cosas que estarían por ocurrir.
-Mira, Sebas. Son mis padres.-Ambos me extendieron la mano y las estreché, a regañadientes, pero sin mirarlos, porque sabía que si los miraba a los ojos, habría una masacre aquí y no ganaría nada con eso. Juan José se alejó a la cocina para buscar bebidas que le pidió su madre y entonces, me quedé solo con la pareja, y sabía que debía huir de inmediato.
-¿Eres amigo de mi hijo?-Preguntó y pude notar en su tono de voz, la incomodidad al notar mi enojo, que no cesaba de crecer.
-Sí, por ahora.-Lo miré fijamente, sin contener en nada mi enojo y ambos, se miraron entre sí extrañados.
-¿Qué quisiste decir? ¿Qué serán amigos por un tiempo determinado o que… serán más que amigos?-Preguntó la mujer y exhalé fuertemente. Me puse de pie.
-Un poquito de esto, un poquito de aquello.-Me miraron más confundidos y en ese momento, vi que el niño se acercaba.
-Niño, me voy. Estoy cansado.
-Está bien.-Ni bien terminé de escucharlo, me dirigí hacia la entrada y salí. Él me siguió y me detuvo cuando me acercaba a mi moto.
-Oye, ¿estás bien? ¿por qué te fuiste sin despedirte de mis padres?-Preguntó y no supe qué responder.-¿Te pusiste nervioso?-Vaciló y asentí, me miró desconcertado.-¿De verdad?
-Sí…-Me vi forzado a decir.
-Está bien, no hay problema.-Sonrió y se acercó un poco. Por la forma en que me miraba, con ese extraño brillo en sus ojos… no sé si es que quería que lo tocara, acariciara como hace un rato o si quería que lo…¿besara? No, no podía con algo como eso.
-Bueno, nos vemos.-Sonreí y me subí en la moto.
Me alejé sin mirar atrás.