Me encontraba esa mañana, sentado junto a Juan José en la cafetería del instituto. Había terminado la clase y como queda me queda un espacio antes de tener que ir a trabajar, podía estar aquí con él. Aunque esto casi nunca se podía, muchas veces debo llegar antes por el tipo de lugar en que trabajo, casi siempre hay eventos privados y estos requieren mucho tiempo y preparación, pero hoy tenía ese rato libre y apenas él supo que no debía irme enseguida como siempre, me pidió que pasáramos un rato juntos y justo eso hacíamos.
-¿Qué quieres comer?-Pregunté.
-Todo lo que venden aquí es muy bueno, no sé. Quisiera todo.-Bromeó y lo fulminé con la mirada.
-Lo que comimos la semana pasada, el intento de emparedado de tres carnes, sabía más malo que cagar con hambre.
-Nada te gusta, ya veo las desventajas de salir con un chef.-Rió y me puse de pie.
-Te traeré lo mismo que comes siempre, las groserías repletas de grasa.
-Oye, espera.-Se acercó.-¿Cuánto es?-Preguntó.
-Déjalo así.
-¿Por qué siempre te niegas a que yo pague?-Preguntó incómodo.
-Ya sabes cómo soy.
-Pero…
-No me gusta.
-No me había percatado de que tienes ciertas actitudes… no sé ni cómo decirlo, ¿eres machista?
-¿Acaso eres mujer?
-Eso no tiene mucho que ver.
-Son simples costumbres de crianza. No tendría a alguien para que esté solo en casa, haciendo todo por mí, ni nada de esas actitudes de la edad media.
-De verdad tú eres tan tú.-Sonrió.
Al rato, regresé con la comida y comimos. Se había vuelto como una costumbre, que siempre que tuviera este espacio libre, pasarla con él, pero yo no se lo pedía, siempre era él quién lo hacía y podía sentir las miradas de todos. Sé que nuestros compañeros han podido notar que hay “algo” entre él y yo. Por mi parte no soy evidente, siempre he sido discreto independiente de quién sea, pero con él, no es así. Siempre me hace sentarme junto a él, toma mi mano entre veces y por sus miradas, “nada delatadoras”, es más que evidente que algo sucede y sé que todos han podido notarlo. Incluso ahora, cuando venimos a este lugar, el niño toma mi mano y no le importa que todos nos vean, se ve feliz y yo… realmente nunca me ha importado la opinión de los demás sobre mi vida, me importa poco o nada, pero no lo sé. Supongo con esto es diferente, jamás había caminado con otro chico tomado de la mano antes y de sólo pensarlo, se siente muy extraño, pero ese malestar, la incomodidad, se aleja cuando lo miro a mi lado y veo esa mirada de felicidad. No entiendo qué tiene esa mirada, cómo es que logra hacer que todo deje de importarme. No me entiendo, no sé qué me pasa, si esto es normal o no, yo jamás he sido así, jamás me he sentido de esa manera cuando he caminado tomado de la mano con otra persona. Sólo me ha sucedido con Juan José. De verdad debe haber algo mal en mí, no sé si es que todo esto del plan, me ha jodido la cabeza, porque no encuentro otra explicación para que me sienta de esa manera.
Luego de un rato, cuando terminamos de comer, noté que el niño me miró y reconocí esa mirada demandante, ese ceño fruncido y el puchero que se forma en sus labios cuando quiere algo. Algo cambió desde la primera vez en que salimos y eso era… el afecto, las muestras de afecto. Desde esa noche, cada vez que nos veíamos, el niño me pedía que lo abrazara, que besara sus mejillas o que lo… mimara. Puedo hacer esto con facilidad, no es difícil, pero he estado postergando algo, ese pequeño ítem que sé que debo cumplir, no puedo darle más vueltas. Sé que ya debería haberlo besado, cada vez que lo veo me propongo hacerlo, pero no, no me atrevo. No sé qué me está sucediendo, nunca me ha costado dar un beso antes. Debe ser porque es con un chico. Sí, eso debía hacer. No estoy tan mal de la cabeza.
-Ya vas tú.-Me quejé, al ver esa mirada demandante y sonrió levemente.
-Sebas…-Lo miré de reojo.-¿Me das cariño?
-Pero qué consentido eres.-Reí y pasé mi brazo por sus hombros. Lo acerqué a mí, abrazándolo y besé su mejilla, varias veces. Escuché su risa y justo en ese momento, sentí que se sentaron varias personas junto a nosotros. Volteé a ver, aún sin soltarlo, y vi al trío de engendros sentados en nuestra mesa, frente a nosotros. Nos miraban entre risas y desconcierto, y yo quise en ese momento que pasara un tornado y me llevara con él. Mierda.
Me separé, avergonzado y podía escuchar el sonido de sus irritantes risas. Genial, me acaban de alegrar la mañana con su grata presencia. Absolutamente genial.
-Vaya, vaya. ¿Cuándo pensabas decirnos oficialmente que eran novios?-Se burló uno de ellos, no sabía su nombre, ni si era hombre o mujer, pero tenía un enorme afro rosa nada bonito a la vista. Parecía un maldito micrófono.
-Oye…-Se quejó Juan José.-Aún no hemos quedado en eso…-Corrigió en voz baja, avergonzado.
-¿Y? si se nota que lo son, con esas muestras nada sutiles de afecto en público.-Dijo su otro amigo o amiga, tampoco sabía qué era. ¿De dónde sale este tipo de gente? ¿es que en el vientre no supieron para qué lado irse y se quedaron en el medio?
-Sí, ya se huele el amor.-Se burló de nuevo el primero, el micrófono.
-Oye tú.-Le hablé.-¿Eres hombre o mujer?-Me miró desconcertado y escuché las risas de todos. No entendía por qué reían, lo preguntaba en serio.
-¡Soy mujer!
-Pero… también pareces hombre, y a la vez mujer. No entiendo.
-Es transgénero.-Corrigió el tercero de ellos, el único que sí se notaba que era hombre, a pesar de su manera afeminada de ser.
-Oh.
-¿Te dejaron caer de pequeño o qué?-Se quejó… no sabía su nombre.-Me llamo Santiago, ya que veo que no sabes mi nombre después de sentarte cerca de nosotros por más de un mes.-Me miraba muy mal, creo que este individuo me odiaba. No lo culpo, el sentimiento es mutuo.
-Oye, no te enojes con él. Si lo conocieras, entenderías que él no comprende la mayoría de las cosas que nosotros sí.-Comentó Juan José y lo miré de reojo.
-¿Me acabas de llamar retrasado?
-No bebé, es que tienes una manera única de ver las cosas.-Respondió y rodé los ojos. Bebé, ese era otro de los tantos apodos que ahora usaba conmigo. Me llamaba bebé, mi amor, mi vida y lo peor por lejos, es cuando me decía: “bebito”, eso me daban ganas de arrancarme la piel. Le he dicho que no me llame por apodos cursis, me incomoda, pero de igual forma, se le ha hecho costumbre el hacerlo y ya como que me da igual.
-Vaya, hasta ya le dices bebé y todo. Y claro, no son novios.-Dijo de manera sarcástica el micrófono y lo fulminé con la mirada. Se aterró y se escondió tras su amigo. Al menos me sirve de algo esta cara que infunde terror, para espantar engendros entrometidos.
-¿Te gusta en serio Juan José?-Preguntó Santiago, con una vez me grabé su nombre. Creo que no lo había escuchado antes o no presté mucha atención. Por poco me intoxico con mi café al escucharlo decir algo como eso. Me pregunta si me gusta Juan José… ahora que lo pienso, jamás le he dicho algo así. ¿Qué podrá pensar al respecto? ¿pensará que me gusta? Bueno, lógicamente debe pensarlo, más por la forma en la que hablamos y porque ya lo invité a salir, aunque no se lo he dicho. ¿No se le hará extraño que jamás le haya dicho algo así? ¿o será que está esperando que lo haga? Porque si espera eso, sería una lástima. Jamás le diría algo así, nunca. Me limpié un poco.
-Creo que me acabo de poner mal del estómago por tu culpa.-Me excusé y me alejé de inmediato, antes de que me estallara la vena de la frente. Maldito seas, no me agradas. No me gusta su actitud a la defensiva conmigo. Nunca le he prestado atención, pero sí he notado que no me mira bien y no sé por qué hace eso o qué motivos tiene para desconfiar. ¿Será que…sabe algo? No, no es posible que sepa algo. No tiene sentido. Su enojo hacia mí debe ser por otro motivo que aún no he descubierto, pero que pienso hacerlo.
Espero que esos tres no lo hagan dudar de mí, o que lo hagan hacerme preguntas que no puedo responder. Nunca podría decirle que me gusta, por más que fuese así, físicamente no puedo hacerlo, es imposible. Estas cosas no se me dan, no puedo decir ese tipo de cosas por más que lo intente. Ojalá no le metan ideas en la cabeza, porque todo hasta ahora ha marchado muy bien entre nosotros y quiero que siga de esa manera.