20.

2627 Words
-¿Están seguros de esto? Después no habrá vuelta atrás.-Comentó Moritz temeroso, mientras sostenía el fusil de combate. Los ocho, asentimos y procedimos a entrar. Después de lo sucedido con esta mujer, sabía que debíamos actuar de inmediato y más rápido. No eran ni cinco o seis personas a quién debíamos atacar, era una compleja organización y no podíamos seguir yendo a paso de tortuga, había que actuar. Hoy oficialmente iniciaba la fase cuatro: eliminar la basura. Nos encontrábamos afuera de la casa campestre perteneciente a la familia Domínguez. Justo aquí fue donde se suicidó esa mujer y hoy, gracias a Emanuel, logramos tener la información de que iban a reunirse aquí, los familiares más cercanos a ella. Era una reunión exclusiva, en dónde homenajearían la vida de esa mujer. Es un puto chiste que se reúnan para conmemorarla, es una grosería, pero sabíamos exactamente cuántas personas estarían aquí, los siete más allegados. Su esposo, los dos hijos varones que tienen más o menos mi edad, ambos padres, su hermana y el esposo de esta. Todos y cada uno de los mencionados, hacen parte directa, aunque en menor grado, de los políticos vinculados al narcotráfico y sabía que el patriarca de esta familia, el viejo Domínguez, es responsable de una masacre que hubo hace una década en un pueblo del Cauca. Toda la pestilencia estaba reunida en ese lugar, en bandeja de plata y listos para ser liquidados por gente como nosotros. No habíamos ido solos ni mucho menos, no sólo estábamos los cuatro, sino también Adrián, Camilo, Daniel y Fausto, otros miembros de gran importancia de nuestro grupo, quienes guardaban igual o más rencor que nosotros hacia esas personas. Eran igual que todos los de nuestro grupo, víctimas de la violencia. Emanuel coordinaba el primer golpe desde la sede junto a Pablo, nuestro abogado y Rafael, el policía. La casa estaba vigilada por tres guardaespaldas, quiénes revisamos todo su historial y como era de esperarse, no sólo eran guardaespaldas, eran cómplices y matones a sueldo. Los tres se encargaron de matar a todo el que fuese un problema para ellos, desde empresarios, socios, hasta prostitutas que quisieran hablar de más. Entonces para poder entrar, Jason quién extrañamente, era el mejor tirador de nosotros, se subió sobre un árbol y agarró su McMillan tac-50, se acomodó. Era un fusil francotirador, él ya era un experto en esta arma y sería únicamente el que la usaría, no nosotros. Pensamos que tardaría más, que lo pensaría, pero en menos de diez segundos, le dio un tiro a cada uno, completamente acertado, justo en la cabeza. Mortiz quiso vomitar y eso me hizo despertar, la adrenalina se me subió a mil. No había vuelta atrás. Entramos con el código de acceso que Emanuel nos acaba de dar y rodeamos la casa. Adrián miró a través de la ventana y nos dijo, que estaban todos en el comedor, departiendo entre risas y no tenían idea de lo que había ocurrido afuera. Tenían una música de mierda puesta a un volumen muy fuerte, era vallenato. Detesto ese tipo de música, me da calor y ganas de arrancarme la piel, pero en este momento sirvió de mucho, ya que no escucharon los tiros o habría sido un gran problema si hubieran intentado huir. Así, alrededor de dos minutos después, cuando Emanuel logró desbloquear la puerta de la parte de atrás de la casa, porque para acceder a esta, era con huellas, no había forma de que pudiéramos entrar sin causar alboroto, habría tocado derribarla. Entonces, cuando abrió, nos miramos entre todos y en silencio, asentimos. Entramos de inmediato, sin miedo o vacilación, pero el idiota de Fausto, se tropezó con un enorme y ostentoso jarrón, haciéndolo caer y el estruendo de los vidrios, alertaron a los presentes, quienes estaban todos en la mesa, lo cual hizo todo mucho más fácil. Vimos la mirada aterrada de esas siete personas, fue maravilloso. -¡Todos, al piso!-Gritó Jason apuntándolos con su arma. Entre nervios y lágrimas, los vimos acostarse bocabajo en la sala, donde les indicamos y me senté como si nada, frente a ellos. Por supuesto, no sería estúpido de dejar huellas ni rastros de ADN. Usábamos guantes negros, al igual que botas, pero no cualquier tipo de botas. Eran pertenecientes a la guerrilla, lo cual jamás haría sospechar de nosotros. Veníamos cubiertos casi por completo e incluso el cabello, como en mi caso que es largo, lo había atado y usaba una gorra que no dejaría que se escapara ninguna hebra de cabello que me pusiera en evidencia, no podíamos cometer errores estúpidos, todo debía ser absolutamente impecable. -¡Alguien apague ya esa música de mierda!-Se quejó Camilo. Me acerqué al equipo y la apagué de inmediato, era detestable. Después de amedrentarlos y verlos llenos de terror en el piso, rodeados por ocho fusiles de combate, nos miramos, entre risas y satisfacción. -Pero a qué malévolo cucarachón tenemos por aquí.-Dijo Jason de forma sarcástica pasando su arma por la espalda de ese hombre, Miguel Domínguez y este, lo miró de reojo, pero era el único que no tenía miedo a comparación de los presentes. Su mirada era desafiante y de desprecio. No sé cómo osa en mirarnos de esa manera, cuando él, con sus 140 kilos de más, no podría defenderse mucho que digamos.-Vaya, nada más y nada menos, que el concejal Domínguez o perdón, quise decir, el genocida Domínguez. -¿Genocida?-Lo miró entre risas de burla, eso me enervó la sangre.-¿No me estarás confundiendo con el innombrable?-(Hace referencia a un ex presidente de la nación colombiana, cuyo nombre no puede ser mencionado, a menos que quieras aparecer muerto en la selva en circunstancias “nada” sospechosas). -Cállese viejo marica, no estamos de bromitas.-Se quejó Danilo y le dio una tremenda patada, lo cual me hizo reír, pero Moritz y los demás, lo hicieron detenerse, antes de que a patadas se le acabara la vida. Era muy pronto, no aún. Un hombre como lo era él, no merecía morir tan rápido. -Pero, ¿quién carajos son ustedes niñatos? ¿qué se supone que les hice? ¿son de la guerrilla o qué?-Preguntó intentando levantarse y Fausto no iba a dejar que se levantara, pero le hice señas de que lo dejara. Fue tan chistoso ver que le costaba demasiado levantarse. No era por los golpes ni mucho menos, era por el salvavidas de grasa que rodeaba su torso. -Qué lamentable, tanto dinero que hizo con el narcotráfico y, ¿no le alcanzó para un gimnasio?-Se quejó Danilo, mirándolo de manera lamentable. -Querrás decir, una liposucción. Aunque debían usar mejor una excavadora industrial porque si no, no dan abastos.-Se burló Adrián y la esposa de este hombre, se alteró. -¡Dejen de burlarse de mi esposo! Si van a matarnos, ¡pues háganlo rápido y ya! -¡Cállate mamá! ¡no me quiero morir! ¿qué se supone que yo hice?-Se quejó su hijo mayor, de exactamente mi edad. Un tipejo lamentable por donde lo mirara. -Oye tú.-Le hablé.-¿Tus papitos saben sobre tu afición hacia las prostitutas del centro? Miró nervioso a sus padres y el viejo Domínguez, le lanzó una mirada infernal. Tal vez no debíamos matarlo, probablemente él lo haría. -Año 2015: seis prostitutas muertas bajo extrañas circunstancias. Todas encontradas en moteles de baja calaña o tiradas en la carretera.-Dijo Daniel, todos lo miraban atónitos, en especial el viejo, lo cual hacía todo más excitante y prosiguió:-Las seis, era primera vez que eran contratadas por un pendejo del cual no diré el nombre, pero que está mirándome como si estuviera mal del estómago.-Señaló al muchacho y nosotros reímos, pero su padre, empezó a insultarlo y gritarle todo tipo de cosas, lo cual hacía todo más interesante. -¿Es eso cierto? ¿o lo dicen para ponerme en contra de mi propio hijo?-Preguntó y Daniel negó con la cabeza. -Cuatro de ellas, presentaban sobredosis de cocaína y dos, de heroína. Nuestra teoría es que en las noches de juerga de este maldito, les daba drogas a esas mujeres que jamás habían probado por el costo elevado de estas y al no saber, ingerían de más y se morían. Por supuesto, lo más sensato era tirar sus cuerpos a un costado de la carretera que informarlo a las autoridades. -¡Maldito seas!-Se quejó el viejo. -Bueno, esos son ellos, ¡pero yo no he hecho nada!-Se quejó el menor y enarqué la ceja. Ni les hemos hecho nada o amenazado siquiera aún, y este estúpido ya los vendió. Qué poca lealtad hay en esta gente, deberían al menos apoyarse a muerte entre todos, pero estaba lejos de ser así. -Año 2014, en un hotel de bocagrande. Un joven adinerado departía en una fiesta de élite, junto a toda la pestilencia de ricos y extranjeros de la ciudad y al estar tan fuera de sí, por la heroína, estranguló a su pareja del momento, una joven de Santa Marta y su cuerpo fue hallado incinerado en las afueras de Barú. Por supuesto, hubo videos de las cámaras del hotel que probaban su culpabilidad, pero este, al tener tanto dinero e influencias, compró a todos los del hotel, incluyendo a la policía del sector. Casualmente es hijo menor de cierto genocida, cómo que los genes asesinos se heredan.-Comenté de forma sarcástica y de nuevo, este hombre, le gritó cosas horribles y espectaculares, a su otro hijo y nosotros, no podíamos evitar reír. Todos empezaron a discutir entre sí y los dejamos sacarse sus verdades en cara. Fue increíble como bastó con estas confesiones que creímos que eran de conocimiento de todos, hizo que todos rompieran la lealtad entre sí y empezaran a acusarse de cosas peores. -Vaya, todos tienen el instinto homicida.-Dijo Jason a mi oído, divertido al ver cómo todos discutían entre sí. Todos tenían al menos a un muerto encima, de forma directa, sin contar los que murieron, por órdenes suyas o causa del narcotráfico. Pasaron unos minutos y ya al empezar ya hartarme de esta gente, me puse de pie y fui el primero en actuar. Le quité el seguro a mi arma y con un tiro acertado, herí la pierna del hijo mayor y todos empezaron a gritar, el pánico inundó la habitación. Lo escuchaba gritar de dolor, lloraba y gemía. No quería alargar más esto. -Pero qué llorón saliste, pensamos que tú, con el hobbie de matar prostitutas, soportarías al menos un simple e inofensivo tiro en una de tus extremidades. Qué bebé.-Se burló Daniel y justo en ese momento, el viejo Domínguez se puso de pie y se acercó a nosotros, tenía los ojos llenos de lágrimas y parecía estar completamente aterrado. No se acercó a nosotros por supuesto, mantuvo una distancia prudente. -Oigan, jóvenes. Está bien, no negaré nada porque al parecer, ustedes están muy bien informados. Si se van ahora, no pondremos ninguna denuncia. No les conviene hacernos nada, hay cámaras de seguridad no solo en la casa ni en el jardín, también en los alrededores, y nuestros guardaespaldas no tardarán en aparecer y sería todo muy violento para ustedes. Váyanse ahora, y no pasará nada, se los aseguro.-Dijo en son de paz y nosotros reímos. -Vaya, tras de genocida, ingenuo.-Se burló Jason. -Las cámaras están desactivadas desde ayer, no hay cámaras encendidas por al menos 3 kilómetros a la redonda y los guardaespaldas… mmm, muy vivos no creo que estén.-Dijo de forma sarcástica Fausto y nos miramos entre todos. -Marica, yo creo que el viejo satanás, les debe estar asignando ya sus habitaciones en el infierno.-Se burló Danilo y nos miramos entre todos. Justo esa fue la señal, era el momento. Los ocho, los apuntamos con nuestras armas y todos empezaron a gritar, aterrados. -Jóvenes, está bien. Al menos, dejen ir a las mujeres, sean caballerosos, por favor.-Suplicó de nuevo este hombre y negamos con la cabeza. -¿Estas dos?-Dijo alterado Moritz y lo miramos extraño, había estado callado durante todo el tiempo que llevábamos aquí. Sabíamos que por su forma de ser, esto le iba a costar, siempre estuvo dudoso del plan y probablemente, creíamos que jamás sería capaz de siquiera accionar su arma, pero se molestó tanto al escuchar la petición de ese señor y todos, lo miramos confundidos.-Una cosa es si fuesen buenas personas, no las habríamos nunca involucrado, como sus empleadas domésticas, las cuales les dijimos que habían sido despedidas para que no vinieran hoy a esta casa, pero, ¿ellas? ¿las que dirigían las rutas de los cargamentos de cocaína de la difunta Ana? ¿las mismas que mandaron a matar en la cárcel a los hombres de ustedes que atrapó la policía para que no hablaran? Uno de ellos tenía una esposa embarazada. Jason hizo un sonido irritante con la lengua. -Eso jamás.-Dijo y nos miró, asintió y en menos de un minuto, ninguna de estas personas estaba con vida. Los sonidos de los tiros me aturdieron un poco, sumado al olor a pólvora, pero no era algo que pudiera manejar. No podía creer que los ocho, hubiésemos vaciado todos los casquillos de nuestras armas, no había forma físicamente posible de que alguno de estos hubiese sobrevivido. Luego, procedimos a limpiar la escena del crimen. Amontonamos los cuerpos uno junto al otro en la sala, incluidos los de los guardaespaldas. Retiramos cada uno de los cartuchos vacíos, así como cada de las huellas que pudo quedar de nosotros, al pisar la sangre. Aunque como habíamos planeado, si las descubrieran, por el tipo de calzado, pensarían que fue alguno de los grupos de la guerrilla, este era el calzado que usaban. Al terminar y de inspeccionar que todo estaba en orden, Jason, Daniel y Camilo, llenaron de gasolina cada rincón de la casa, así como de los alrededores, incluyendo el jardín. Nos tardamos alrededor de dos horas entre todo, debíamos ser impecables. Nos detuvimos justo en la entrada y miramos una última vez la casa. -¿Quién hace los honores?-Pregunté, sosteniendo el encendedor en mi mano. -Obviamente debe hacerlo el mejor, o sea yo bebés.-Comentó Jason arrebatándome el encendedor de la mano y sin pensarlo, lo encendió y arrojó al piso. Todo fue tan rápido, pensé que tardaría más en incendiarse por completo la propiedad, pero con la cantidad de gasolina esparcida, no tardó mucho en expandirse por completo las llamas. Observé el fuego unos instantes antes de darme la vuelta. El calor activó mis instintos. -Ya como que hace hambre.-Comenté y asentimos. Nos subimos en la van, conducía Mortiz y yo iba a su lado en el asiento de copiloto. Este era el vehículo de la sede, el que sería usado exclusivamente para este tipo de trabajos. Bebíamos unas cervezas que habíamos llevado para celebrar y todos nos encontrábamos muy felices. Por supuesto, no teníamos ningún tipo de remordimiento, ese es el tipo de gente que ha desangrado el país por décadas, gente que no merece ni siquiera estar en la cárcel, no merecen respirar el mismo oxígeno que nosotros. Íbamos entrando en la ciudad, cuando escuché el sonido de mi teléfono. Era un mensaje del niño, tenía unos tres sin leer. -Bebé, supongo que te dormiste, siempre te duermes toda la tarde los domingos. Te quiero mucho Leía el último mensaje y se sintió tan extraño, leer esas palabras en mi teléfono, sosteniéndolo con mi mano que tenía manchas de sangre y gasolina, la ironía. No tenía idea de lo que yo acababa de hacer. Mordí mis labios y guardé mi teléfono. No me gustaba esta sensación, no me gustaba en nada cómo esto me hizo sentir. Me forcé en pensar en otra cosa, debía hacerlo. Abrí otra cerveza y la bebí.
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