Dije que no lo haría, pero aquí me encontraba, como un estúpido sacando de nuevo un cigarrillo, pero antes de que pueda ponerlo en mis labios y encenderlo, la profesora se detiene en frente de mí, antes de entrar al salón de clases y me mira, como si quisiera fusilarme.
-¿Qué me mira?-Pregunté a la defensiva, esta mujer no me agradaba y estaba seguro, de que yo tampoco era de su agrado.
-Creí que te habías rendido, después de tu pésimo puntaje en la primera prueba.
-Ese día estaba mal del estómago.-Mentí y ella, rompió en risas.
-¿No conoces otra mentira? ¿o acaso qué tipo de estómago tienes? Ya te habrías muerto, hijo.
-Mmm.-Exhalé.-En verdad estudié, aunque usted no me lo crea. Estudié mucho y perder vilmente la prueba, me hirió el orgullo.
-Mira, te voy a ayudar. La semana pasada repetimos la prueba y todos los que la perdieron, pudieron habilitarla bien, dejaré que este viernes la presentes de nuevo. Estudia mucho, será menos difícil.-Me sorprendió rectificar con eso, que ella no me odiaba tanto como yo creía.
-Gracias.-Sonrió y entró al salón de clases.
Entonces seguí esperando y me sentía nervioso. Sabía que Juan José no había llegado aún, revisé el salón de clases antes y ni él, ni sus amigos estaban. No sé cómo es que siempre llegan juntos, ¿no se cansan de verse las caras todos los días? Pensaba muchas tonterías en ese momento, intentando calmar mis nervios, pero después de sólo un par de minutos, lo vi a lo lejos en el pasillo, rodeado por sus amigos y apenas me vio, noté que se quedó helado. Maldición, no había ni preparado nada para decirle, no sé cómo iba a excusarme por desaparecer así y más por tanto tiempo. Soy tan tonto, ni eso hago bien.
Cuando se acercaron, noté que el mantenía la mirada hacia el piso y que sus ojos, se habían humedecido. Me sentí muy mal al verlo así, se veía realmente triste y frágil.
-Vaya, vaya, yo creía que te habías muerto.-Dijo el micrófono y ni ánimos tenía para mirarlo mal.
-Es una lástima, por ahora no creo que me muera.
-Mierda, y yo que ya había organizado la fiesta.-Dijo Santiago y exhalé.
-Ustedes tres, fuera.-Les dije y me fulminaron con la mirada.-Váyanse, necesito hablar con él.
-¿Crees que después de tu ausencia, estás en posición de ser altanero con nosotros? Somos quienes lo hemos acompañado, después de que hicieras tu gracia de perderte.-Se quejó Santiago y rodé los ojos, tenía razón.
-Está bien, no hay problema si me dejan solo con él. No se preocupen.-Dijo Juan José y ellos asintieron. Los vi entrar al salón de clases. Entonces lo miré. Evitaba mirarme a toda costa, se veía muy triste y yo… no sabía qué hacer.
-Niño.-Me miró un poco y limpió sus ojos. Sonrió de forma muy extraña.
-Dios, soy tan tonto.-Rodó los ojos.-Te veo y de nuevo, me siento de esta manera.
-Yo…-Por inercia, miré solo para cerciorarme y justo como pensé, esos tres estaban espiando, de manera descarada. La puerta del aula es de vidrio, en verdad es que son estúpidos o no sé si les falte algún cromosoma. Huyeron cuando vieron que los descubrí.-Vamos a otro lado, donde no nos estén escuchando.
Caminamos por el pasillo y le dije que entráramos a un salón que vi vacío, era mejor, no quería que nadie nos escuchara hablar. Entramos en silencio, y él se acercó a la mesa, se sentó en esta y no me miraba. No tenía idea de lo triste que estaba, me hacía sentir muy mal porque era enteramente mi culpa.
-Niño.-Me acerqué a él, seguía evitando mirarme.-Lo siento.
-Está bien, ¿ya me puedo ir?-Preguntó a la defensiva. Me acerqué más y acaricié su mano, pero la alejó.
-Yo… realmente no tengo excusa para haber desaparecido así, mentiría si te dijera que me sucedió algo, que tuve un problema, porque no fue así. Lo que pasó es que… sentí miedo.
-¿Miedo?-Preguntó, extrañado y asentí. Decidí que iba a ser sincero.
-Sí, es que… si te soy honesto, toda mi vida siempre he sido desapegado, siempre he evitado involucrarme demasiado y… no me gustó cómo me sentí esa noche al estar contigo.
-¿Qué quieres decir?
-Es que… mierda, no puedo ni decirlo.-Exhalé frustrado, enojado conmigo mismo al ser incapaz de hablar, no sé por qué tuve que nacer de esta manera.
-Sebastián.-Lo miré.-¿Te dio miedo lo que sentiste?
-Mmm, sí. Es que me gusta mantener el control, incluso en eso. Lo más probable es que no me creas, pero siempre he controlado todo con respecto a eso, nunca me he involucrado de más, al menos de forma sentimental y… ahora no sé, no sé cómo puedo ser si pierdo el control, sí…-Me interrumpió.
-Si te permites quererme.-No pude mirarlo a los ojos, los nervios me ganaron. Sólo asentí, enojado conmigo mismo. Me miró desconcertado, con una leve sonrisa.-Maldición, Sebastián. ¿Eso era lo que sucedía? Yo pensaba que había hecho algo mal, que te ahuyenté por ser intenso o por lo pésimo que debo ser besando…
-No, no. De hecho, eso me gustó.-Admití y de inmediato, me avergoncé aún más. Escuché su risa y sentí mi rostro arder.
-Eres de no creer.
-No volveré a desaparecer.
-Mmm.-Rodó los ojos, sé que no iba a creerme de inmediato, tampoco yo confiaría en mí en lo absoluto. Me acerqué aún más y puse mi mano en su cintura, lo acaricié. Él no me miraba, sabía que estaba molesto conmigo, pero… me gustaba cómo se veía, la expresión en su rostro, me gustaba demasiado. Lo acaricié aún más, pero al estar tan cerca, miré sus labios y de nuevo, esa sensación, ese deseo insoportable de besarlo. Intenté controlarme, por el lugar, el momento, realmente lo intenté, pero lo miré una vez más y todo atisbo de razón, lo dejé aún lado. Tomé su cintura y lo besé. Él de inmediato, quiso alejarse, pero volví a besarlo, con deseo y se dejó llevar. Esta vez se sentía diferente, podía estar plenamente consciente de su sabor, de la calidez y por dios, me encantaba besar sus labios. Tomé su barbilla y él, abrió un poco los labios, por lo que lo besé aún más e introduje mi lengua en su boca. Emitió un leve gemido y eso me hizo perder la razón. Empecé a besarlo más fuerte, con más ganas y él, me abrazaba por mi cuello y agarraba mi cabello, haciéndome acercar más y más a él. Sentía que no lo podía soportar, que necesitaba más, mucho más, entonces, besé su cuello y él, cerró los ojos. Lo escuchaba respirar agitadamente, su cuerpo quemaba y dejé besos húmedos por todo su cuello. Por un momento, perdí el control y lo besé muy fuerte, lo sentí estremecerse.
Maldición, tenía tanto deseo en ese momento y sabía que no me podría detener. Yo sudaba y estaba durísimo, pude notar que él también lo estaba. Podía ver el bulto en su pantalón. Volví a besarlo y cuando de nuevo, apretó mi cabello, acercándome más a él, empecé a acariciar su pierna y mordí su labio inferior. Gimió muy fuerte y me hizo separarme un poco, me miró. Sus ojos estaban cristalizados y le costaba mucho respirar. A mí también me sucedía.
-Sebas, no lo puedo soportar.
-Lo sé, yo tampoco.-Besé su cuello y lo mordí levemente, lo escuché jadear. Desabroché un poco sus jeans y él, me detuvo.
-Bebé.
-¿Sí?
-¿Qué es lo que haces?
-No puedes ir a clases de esta manera.-Seguí desabrochando sus jeans y al hacerlo, el me miró, embelesado. Esperé que me detuviera, que dijera algo, pero al no hacerlo y mirarme de esa manera, con tanto deseo, supe que debía seguir.-Voy a quitarte las ganas.
-Sebas…-Lo besé e introduje mi mano en su ropa interior. Tomé su erección cálida y empecé a estimularlo mientras nos besábamos. Dios, ¿cómo es que me había perdido de esto antes? Me encantaba la sensación, el escucharlo gemir como loco y saber que yo podía hacerlo sentir así. Seguí estimulándolo mucho tiempo y sentía cómo se endurecía más y más, entonces, besé su cuello y el niño, gemía sin parar, sabía que lo deseaba, el sudaba y estaba caliente por completo. Entonces, empecé a estimularlo más fuerte y cuando lamí su oreja, lo escuché gritar y lo vi correrse, las gotas cayeron por el piso y dios… creo que este había sido el momento más caliente de toda mi vida.
Besé su rostro, mientras él intentaba recobrar la respiración. Lo vi sonreír y lo miré.
-Te adoro, ¿lo sabías?-Dijo mientras me daba cortos besos.
-Sí, puedo suponerlo.-Me encogí de hombros.
-Qué odioso eres.-Sonrió y me dio un corto besó, me miró.-Bebé, ni loco te voy a dejar con ganas.
-Niño, no tienes que hacer nada que no quieras.
-Sí quiero.-Dijo y empezó a acariciarme. No pude decir nada, tenía tantas ganas que no podía controlarme ni pensar con claridad. Desabrochó mis jeans y por solo un momento, me acarició un poco, pero de repente, lo vi ponerse de rodillas y liberar mi erección. Dios, yo temblaba y tuve que cerrar los ojos al sentir su lengua cálida recorrer mi longitud, pero cuando lo vi abrir sus labios e introducir por completo en su boca mi erección, perdí la noción del tiempo. Empezó a moverse, de forma torpe, pero por dios, me encantaba, me encantaba demasiado. Acaricié su cabello mientras él seguía con su tarea, parecía disfrutarlo y yo… por dios, me sentía tan bien, que podría morir por esto. Me encantaba la sensación, su lengua cálida y escucharlo gemir, dios, dios, dios. Siguió con esto, no sé cuánto tiempo, pero yo no pude soportarlo más. Exhalé fuertemente mientras me corría e intenté alejarlo un poco, no sabía si quería hacer esto, pero se negó y me corrí por completo en su boca. Tuve que inhalar profundamente varias veces para poder recobrar la respiración. Esto había sido increíble.
Lo vi ponerse de pie y, avergonzado, cerré mis jeans y él me miró, sonrió. Lo abracé, pero él me separó y no sé si había hecho algo mal. Lo miré preocupado.
-¿Qué hice?-Pregunté.
-Nada malo, bebé. Pero… tengo una exigencia ahora.
-¿Qué quieres?-Pregunté curioso.
-Yo no hago este tipo de cosas con alguien con quién solo esté saliendo.-Enarcó una ceja y entendí por dónde iba todo.
-Debí suponer que tramarías algo.-Me quejé.
-Ni creas.-Rompió en risas.-Si no quedamos en ser novios ahora, no te permitiré nunca volver a hacer algo así de nuevo, ni…-Lo interrumpí.
-Está bien.-Me encogí de hombros.-Seamos novios.-Sus ojos se humedecieron un poco y sonreí. Lo besé y me abrazó. Se sintió realmente bien.
No quiero pensar de más ahora, ni en ponerle nombre a lo que siento, ni nada, pero por primera vez, en mucho tiempo, me sentí completo.