6.

794 Words
-Tenemos a cuatro personas más dentro.-Comentó Jason mientras desayunábamos esa mañana de jueves. -Sí, y junto a las diez personas que teníamos, ya son catorce en total, sin contarnos a nosotros y lo mejor, es que ya tenemos todo un mostrario de profesiones entre nosotros, lo cual será realmente útil, para cuando lleguemos a la fase dos. La fase dos. La grandiosa fase dos que empezaba a dar frutos. En un principio, creímos de manera utópica que podríamos tumbar a una organización tan compleja de extorsión nosotros solos, pero después de que pensamos de forma lógica, nos dimos cuenta de que la conformaban más de cien personas y no, no eran los paramilitares que están en el monte (la mayoría allí se esconden), eran los que estaban en la ciudad, entre otras muchas personas y habían niveles. Los de abajo, eran los pobres entre los pobres, los más bajos. Eran generalmente hombres sin educación y sin aspiraciones, que entraron en la organización sólo por dinero fácil y a cambio, perpetraban toda clase de homicidios, aunque la mayoría eran simplemente por sicariato, más fácil y más económico. Entonces, en el nivel más bajo, estaban los sicarios, los que no sólo mataban a los morosos, si no que se encargaban de intimidar, los panfletos, amenazas, etc.  Luego están los lideres de las zonas, hay un líder por cada zona importante de la ciudad, y esto ocurría en toda la costa, así que debían haber alrededor de cincuenta líderes o más y sobre estos, estaban los políticos, la gente influyente de la región que se ha enriquecido por medio de la extorsión, arrebato de tierras o del narcotráfico (usualmente las tierras que expropiaban se usaban con esos fines) y por encima de todo y todos, de toda la burocracia narcotraficante y homicida, estaba el líder, el cabecilla, el ex jefe paramilitar, Cabarcas y acabar con todas estas personas, que han destruido vidas, sueños, familias enteras, nos iba a costar un montón y es por eso, que empezamos a reclutar víctimas, es decir, gente que hubiera pasado por lo mismo que nosotros, pero no reclutábamos a cualquiera.  Danilo se encargaba de esto y Jason, al ser los más intimidantes, al menos a la hora de interrogar, y a las personas que escogían, era porque tenían una sed de venganza igual de letal que nosotros, pero no sólo esto bastaba, debían ser lógicamente mayores de edad, hombres o mujeres, dispuestos a lo peor y nuestro grupo estaba creciendo, y cada quién tenía asignada sus tareas, que consistían en diversas cosas, cómo: Pablo, el abogado, visitaría a los sicarios que han arrestado los policías y bajo engaños, lograría dar con nombres propios de los integrantes de la organización, de otros sicarios como ellos. Rafael, quién era el más nuevo integrante y precisamente, policía recién ingresado en la institución, nos conseguiría información sobre estos personajes, quiénes la policía ya tenía plenamente identificados, pero debía mover de las suyas para conseguir todos los nombres que tuvieran al momento y así, cada nuevo, tenía una tarea asignada para cuando se diera el momento de la fase final. Terminé de beber mi café y me dirigí al baño. Me aseé y cuando me disponía para irme, Moritz se acercó a mí y me entregó el casco de la moto, no sé cómo es que pude haberlo olvidado. -Ten.-Me dijo y lo agarré.-¿Dónde tienes la cabeza? -Pensaba en que otra vez no hice la tarea. -¿Tarea? -La del curso. -Eres un idiota, ¿vas a fracasar en el plan por esa estupidez?-Dijo entre risas.-Todas las noches las haré por ti. -Al fin haces algo productivo.-Rió, pero luego me miró fijamente. Sabía que algo le pasaba por la cabeza. Conozco a Moritz, es bien dramático a veces. -Sebas. -¿Sí? -¿Qué tal te ha ido con el niño? -Mmm, no somos amigos, pero tampoco enemigos. -¿No te da miedo que te descubra?-Fruncí el ceño y prosiguió.-Sabes que anda con dos escoltas que están armados por todos lados, he pensado que esto podría ser muy peligroso para ti y…-Lo interrumpí. -No te preocupes. No tiene forma alguna de darse cuenta de lo que planeo, a menos que yo escribiera todo el plan y se lo dejara a la vista.-Bufé y rió. -Si, supongo es así. Cuídate mucho igual. Asentí y me dirigí hacia mi moto. La compré hace un par de meses, no es la más costosa, pero me gusta mucho y me ha salvado en muchas ocasiones. Mientras conducía, pensaba en muchas cosas y de tan sólo en pensar que tengo que acercarme hoy al niño, me hace sentir unas náuseas terribles, totalmente repugnante, pero no podía hacer algo más. Debía tolerar a Juan José.
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