Luego de pensarlo bien, ya me había resignado a entregar mi cabellera ante la peluquera personal de mi amiga Cristina, pero lo que aún no me convencía del todo era no ir al encuentro con Adam.
Quería ir y mentiría si dijera lo contrario, pero confiaba en que mis amigas estaban haciendo lo mejor para mí y la parte racional de mi cerebro, que aún conservaba con respecto a Adam, también me indicaba que lo mejor era no ir.
¿Por qué tenía que estar siempre para él?
“Porque eres estúpida”
¡Dios, ya ni sabía que creer de mí!
—¿Aló, Georgia? —Helen movió su mano en frente a mis ojos y me observó con el ceño fruncido.
—¿Qué…?
—¡Deja de pensar en ese contenedor de mierda! —abrí la boca para responder algo, pero no pude evitar soltar una estridente carcajada ante el nuevo apodo para mi exnovio.
—¿Te gusta tu “new look”, cariño? —Cristina se acercó a mí con una sonrisa y me indicó que observara mi reflejo en el espejo.
¡Quería tirarme al piso para llorar!
Acaricié lo que me quedaba de cabello y aún con los ojos abiertos de par en par, balbuceé un par de frases a media.
—Fan-tás-ti-co —pronunció Helen con lentitud, dirigiéndose a mi cabello.
¡No podía creer lo corto que había quedado!
—Mierda…
Susurré en voz baja y luego cerré los ojos con fuerza.
“Los cambios son buenos”
“Los cambios son buenos”
“Los cambios son buenos”
Eso me repetí varias veces antes de volver a abrir mis ojos y sonreírle a mi reflejo.
—Esto es bueno —dije en voz alta. Helen aplaudió emocionada y sacó su celular para tomarme una foto.
—Me encanta —dijo con una enorme sonrisa.
(…)
Ya me encontraba entre las cuatro paredes de mi hogar, pues Helen y Cristina tenían cosas que hacer. Cristina trabajaba en una tienda de zapatos y Helen tenía un compromiso familiar.
En fin, me encontraba sola en mi casa y cuando digo “sola”, es COMPLETAMENTE SOLA.
Mamá y papá estaban fuera de la ciudad en un viaje romántico, o eso me habían dicho a mí.
Por una parte, agradecía que fuese así, porque no quería ni pensar en qué me dirían si estuviesen aquí para ver cómo Adam volvía a partir mi corazón en mil pedazos.
De pronto sentí que el timbre de la casa sonaba con insistencia.
Fui hasta la puerta y la abrí con cautela.
Abrí los ojos con asombro al ver a Adam parado en la entrada de mi casa con un rostro de perrito mojado.
¡No, ya conocía esa carita!
—¿No me invitarás a pasar?
¡Mierda, no esperaba esto!
—C-claro, ¿Por qué no? —me hice a un lado y le sonreí con amabilidad.
Dios, que difícil era todo eso de fingir que nada pasaba.
—¿Te pasa algo, Georgia? —con una mueca de extrañeza me observó con detalle.
Mi cuerpo comenzó a temblar en el momento en que Adam sonrió con picardía.
—¿No? ¿Por qué?
Genial, ahora me comportaba como completa estúpida.
Caminé hasta mi habitación y Adam me siguió en silencio todo el camino.
¿Por qué lo llevaba a mi habitación?
¡Porque quería que viera que ya no tenía fotos de nosotros!
—Oye… veo que redecoraste —observé su rostro con una sonrisa despreocupada y me acomodé en el sillón de mi habitación mientras él miraba los espacios vacíos, en dónde antes tenía fotos de ambos.
—Sí, bueno, hace tiempo…
Claro, no le digas que Cristina te obligó. Debe creer que fue por voluntad propia y que fue antes de que te mandara al infierno.
—Bueno… solo quería decirte que…
Se acercó peligrosamente a mí y bajó la mirada con arrepentimiento.
¡Dios, que gran actor es!
—Te escucho —dije.
Me mostré firme ante su repentino ataque de tristeza.
—Te extraño, amor —hizo un puchero con los labios.
¿Por qué tenía que verse tan adorable? ¡Maldito!
—Adam… esto es lo mejor que pudo haber pasado. Ya no nos complementábamos —me di aplausos mentales ante mi respuesta.
¡Toma!
Él abrió la boca con asombro, de seguro esperaba que me lance a sus brazos el muy imbécil.
—G-georia, ¿Qué dices? —me observó fijamente y luego yo solté un suspiro.
—Tienes que superarme Adam, no te hace bien sufrir por mí.
¡Já! ¡Ahí tienes!
Adam soltó una carcajada y luego mordió su labio inferior. Lo hacía para provocarme, estaba segura de eso, pero también estaba segura de que no lograría que yo volviera a caer en sus malditas redes.
Lo miré fijamente a los ojos y me lo imaginé feo, gordo, con granos en la cara y calvo.
—Dios… no soy yo, eres tú. Definitivamente —dije automáticamente. Adam adoptó una mueca de asombro y se levantó de un salto del sillón.
Quería reírme en su cara y bailar sobre su derrota.
—¡No puedo contigo! Quiero arreglar todo y tú solo te burlas…
Pasó ambas manos por su cabello y luego suspiró con fastidio.
—Largo de mi casa, no permitiré que te humilles más.
Joder, quería largarme a reir.
—¡Sé que las zorras de tus amigas te metieron cosas en la cabeza!
—¡Alto ahí, Adam! ¡No te permito que hables así de ellas! —me acerqué a él y le planté una bofetada en la mejilla.
Abrí los ojos de par en par y luego llevé ambas manos a boca. Adam me observó con odio y luego se largó de mi habitación.
Lo seguí de cerca y antes de que abriera la puerta principal, hablé con firmeza:
—No quiero volver a verte.
Él no se giró, pero supe que había comprendido el mensaje.
Abrió la puerta y salió de mi casa.
Me derrumbé en el piso y las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro una vez más.
Este era el final, el final de “Geordam”
Desde hoy solo sería Georgia y mi soledad.
¿Podría ser Geordad? ¡Si hasta se parecía al shipp de Adam!
Lloré con más fuerza y escondí mi rostro entre mis manos. Era estúpido estar llorando por una mezcla de nombres, pero últimamente así estaba; llorando por todo y nada.