"Paso tres: Finge que la ruptura es lo mejor que te pasó

1512 Words
Era el tercer día post ruptura amorosa y me sentía devastada, claro que a mi profesor de Psicología del desarrollo II poco le importó mi situación y no me permitió ingresar a su clase por llegar tarde 10 malditos minutos. Díganme la chica de la buena memoria o la obsesiva, pero yo sabía que Adam tenía clases en media hora más, por lo que debía encontrar un lugar estratégico de escondite para no topármelo de frente. Cristina me había dejado en claro que no tenía que esconderme de él, porque así le daría más razones para pensar en que yo estaba destruida por nuestro quiebre, “¡Pero si así estoy!” le respondí con los ojos cristalizados. Ella solo me observó y dictó el tercer paso para superar mi situación: Fingir que la ruptura era lo mejor que me había pasado. Y no tenía ni idea de cómo fingir ante Adam… ¿Debería solo sonreír? ¡Mis ojeras hablaban por sí solas! Suspiré con cansancio y caminé hacia el casino de la universidad, quizás comer algo me distraería de mis propios pensamientos. (…) Si pensaba que todo no podía empeorar más, estaba equivocada. En el casino me topé con Helen, mi amiga y compañera de carrera. Al verme, se acercó con prisa hacia mí y me dio una mirada de compasión ¿Cristina ya le había contado que terminé con Adam?; me pregunté. Mis sospechas se fueron al bote de la basura en el momento en que vi caminar a Adam de la mano de una chica. Abrí los ojos de par en par y sentí como un par de brazos me arrastraban hacia el exterior del lugar. —Calma… ese maldito hijo de puta no merece nada de ti, ni tus lágrimas —sentí como Helen acariciaba mi cabello con cariño y me abrazaba con fuerza mientras me obligaba a alejarme del casino de la universidad. Las lágrimas no tardaron en aparecer y poco me importaba lo que Adam mereciera de mí, yo solo quería ahogarme en el llanto, si eso era posible. —¡N-no han pasado ni tres días! —sollocé con la voz rota y luego me escondí en el pecho de Helen. Helen era una pelirroja bastante divertida y mi amiga hacían ya 6 años. Nos habíamos conocido cuándo ambas estudiábamos en el colegio y actualmente también era mi compañera en Psicología. Al contrario de Cristina, quién era mi amiga desde el pre-escolar. Pero retomando, con Helen no tenía que fingir nada y podía seguir llorando horas y horas… claro que, conociendo a mi amiga, no me lo permitiría. —Date prisa, entremos al baño. Me jaló con fuerza hacia el baño de mujeres. Me encontraba tan expuesta y débil que me dejé llevar por ella sin decir palabra alguna. Al entrar, puso ambas manos en mis hombros y me obligó a mirarla. —Ahora te lavarás la cara, te maquillaré y luego saldrás a darle cara a ese hijo de puta. ¿Entendido, Georgia? Asentí con miedo y luego me acerqué al lavamanos del baño para lavar mi rostro. Tampoco era como si le fuese a llevar la contraria a Helen, notaba de reojo que no se encontraba de buen humor y eso era tan peligroso como un cáncer terminal. Bueno, no tan así, pero su personalidad era muy complicada de llevar. Ella se acercó hasta llegar a mi lado y rebuscó dentro de su bolso hasta encontrar su set de maquillaje. Sacó algunos implementos de belleza y me hizo girar hasta quedar frente a frente. —¿Cuál fue el motivo esta vez? —preguntó. Sus cejas estaban tan juntas, que casi se unían hasta formar una sola. Helen estaba muy molesta. —“Tú y yo ya no nos complementamos… he hecho todo lo posible, pero no pones de tu parte” Esas fueron sus palabras, literalmente —hablé en un susurro mientras cerraba los ojos para que ella pasara un lápiz delineador sobre mis párpados. —No sé qué me preocupa más, si recuerdes sus palabras exactas o lo ese imbécil te dijo —se alejó un poco y abrí los ojos para ver mi reflejo en el espejo. Mi amiga volvió a acercarse a mi rostro y aplicó un labial rosado sobre mis pálidos labios. Mi rostro se veía más vivo, tenía que reconocerlo. Pero aun así, mis ojeras aún delataban lo que mi interior estaba sufriendo. Noté de reojo como Helen abría un tubo de base y esparcía un poco en el dorso de su mano. Me giré y volví a entregarle mi rostro. Cuando terminó de aplicar la base sobre mis ojeras, soltó un silbido rítmico. —Casi no te reconozco, guapa —me sonrió abiertamente y me guiñó un ojo. Me di una pequeña sonrisa a través del espejo y me traté de auto convencer de que me veía bien. La seguridad que el maquillaje te entregaba era única. En lo personal, hasta me sentía un poco más linda. —¿Ahora qué? — le pregunté a Helen y ella sonrió con malicia. —Ahora irás y caminarás como si estuvieras en una pasarela de Victora Secret— con sus manos me ajustó el escote de la blusa que traía puesta y la levantó un poco. —¡Helen! Este pantalón ya me queda ajustado, no quiero mostrar todo mi culo por la universidad —me sonrojé con solo decirlo, pero mi amiga aún no quedaba conforme con mi vestuario. Estaba usando, por obligación, ropa que Cristina había elegido para mí el día de ayer en el centro comercial. Unos jeans ajustadísimos y una blusa rosada sin botones que tenía un pequeño escote. Helen subió mis jeans y acomodó la blusa por debajo de este, haciendo que mi trasero se vea un poco más grande y mis pechos más voluptuosos. Dios, me sentía tan promiscua y ajustada. —¡Hasta yo te daría una noche de sexo! —Helen aplaudió con alegría y luego me dio un guiño de aprobación. —Helen, no sé… yo no soy así… —Te informo que desde hoy te verás así todos los días —me interrumpió con una mueca de fastidio en el rostro y luego me señaló la puerta del baño. Había llegado el momento de darle cara a Adam. (…) Para mi suerte, luego de salir del baño no me había encontrado a Adam. Había logrado entrar a la próxima clase sin problemas y junto a Helen habíamos estado trabajando en un ensayo que el profesor nos había asignado. Un día casi normal, hasta que sentí que aquella voz me llamaba a gritos. —No te gires, Georgia. Helen habló en un susurro a mi lado y le hice caso, seguí caminando. Claro, no podía solo pasar desapercibida.   —¡Georgia, detente! Sentía el llamado de Adam a mis espaldas y traté con todas mis fuerzas de ignorarlo, aunque por dentro quería girarme y correr a sus brazos como la idiota que era. Veía la salida cada vez más lejana y era estúpido, porque se encontraba solo a unos cuantos pasos de mí. —Ahí está Cristina… —le dije a Helen con una sonrisa nerviosa en el rostro. Helen entendió la indirecta y caminamos con mayor velocidad hasta nuestra amiga. No quería que ella vea a Adam y le gritara un par de cosas. No quería dramas innecesarios. Al llegar hasta Cristina, noté su rostro deformado en una mueca de disgusto y sus cejas fruncidas. ¿Qué…? —Tenemos que hablar —miré a mi lado y me encontré con el rostro de Adam. Oh, no.. —Hola Adam —Cristina le sonrió con falsedad y luego alzó una ceja. Él le devolvió la sonrisa con confusión y luego me observó fijamente. —¿Qué pasa? —pregunté con nerviosismo y sentí un codazo por el otro lado. Claro, debía fingir. Sonreí hacia Adam, como si nunca hubiese roto mi corazón. Él parecía confundido, pero luego se repuso y me entregó una nota. —Léela cuando estés sola… Luego se dio media vuelta y se largó de ahí. Helen me arrebató el papel y lo leyó en voz alta. — “Centro comercial, mañana 02:00 Pm. Te espero.” ¡Já! —soltó una carcajada y se la mostró a Cristina. Ella bufó con molestia y me la regresó. —Qué pena, mañana es el aniversario de nuestra amistad. No podrás ir —Cristina me tomó del brazo y con Helen me arrastraron hacia la parada de buses. —Chicas… nosotras no tenemos un día de aniversario. —¡Él no tiene que saber! —Helen me respondió con un tono de obviedad que hasta me sacó una pequeña carcajada. Esas eran mis amigas, el par de locas que conocí en el colegio y que aún eran un gran apoyo en mi vida. Me sentía protegida y cuidada, lo que me hacía sentir un poco mejor. Me sentía valiente al lado de ellas.                    
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