A Nada de Serlo Todo

•8• A Tu Lado

Me tiemblan las manos mientras abro la puerta de su habitación, estoy demasiado nervioso y triste por la situación, pero sé que ella necesita otra cosa de mí, y por eso hago mi mejor esfuerzo por hacerme el fuerte. Abro la puerta y es con sus ojos azules con lo primero que me encuentro. Luce cansada, tanto que ni siquiera puede reaccionar a mi presencia, ella tan solo voltea su rostro e intentar esquivar mi mirada —¿Qué haces aquí? — me pregunta tan bajito que apenas puedo escucharla.

Me duele verla así, conectada a todas estas máquinas y con tan pocas fuerzas. Casi como si este suelo estuviera hecho del material más frágil de todos, camino meditando cada paso que doy. No quiero que me rechace, no quisiera alterarla y poder provocarle más daño, no me lo perdonaría. —estoy aquí porque no ha pasado un día en el que yo dejara de pensar en ti, eres el amor de mi vida. — le digo.

Tengo miedo de hacerle mal, pero no puedo evitar acariciar su brazo. Es difícil de explicar, pero este nuevo roce me hace sentir como la primera vez en la que mi piel y la suya entraron en contacto. Es una corriente eléctrica que me recorre como aquella vez que estrechamos nuestras manos y yo sentí algo sumamente especial por ella. Voltea a mirarme y sus ojos están llenos de lágrimas que en cualquier momento buscaran escapatoria —no quería que estuvieras aquí. Tu no debías saberlo. — me dice en un susurro y tal como lo supuse, sus mejillas se llenan de lágrimas que representan dolor, angustia, y tristeza.

—Vida, yo te amo ¿Cómo me dices que no debía saberlo? Yo necesito estar contigo ahora y siempre. — le digo con desesperación.

—Es que tu no entiendes, no hay un para siempre. Dylan, si yo me aleje de ti fue precisamente para evitarnos todo esto, ¿no entiendes? — me pregunta sin dejar de mirarme.

—Deberías saber que soy terco y que nada de lo que me digas hará que me aleje de ti. Tania Navarro, eres el amor de mi vida y no me separare de ti ni un solo segundo así tú te enfades conmigo. — sentencio.

—No tengo fuerzas para discutir contigo Dylan, haz lo que quieras. — me dice haciendo que mi mano deje de tocarla, ella se da la vuelta para ignorarme por completo.

Ni siquiera esta enfermedad ha hecho que ella cambie, sigue siendo la misma mujer terca que tantas veces tuve que enfrentar. Lo que ella nunca supo es que siempre me ha encantado su carácter de los mil demonios, siempre halle esto extremadamente encantador y ahora no es la excepción. —de acuerdo, yo tampoco quiero discutir contigo. Me quedare aquí y no habrá nadie que pueda moverme de tu lado. — sentencio y sin más tomo asiento en el sofá de visitas que hay en la habitación. Cruzo mis brazos y me quedo en absoluto silencio a que ella quiera decir algo. Sé muy bien que pueda que ella permanezca en silencio absoluto por horas o incluso días, todo depende de su nivel de terquedad.

—Dylan, que tú y yo no somos nada, deberías irte ya. — me dice y ahora soy yo quien decide guardar silencio.

Busco mi celular, le envió un mensaje a Diana para explicarle lo sucedido, y simplemente ignoro lo que ella me ha dicho. —¿Me has escuchado? Deberías ser más respetuoso con una persona enferma. — se queja como le permiten sus fuerzas.

—Si Tania, te he escuchado, lo que sucede, es que si tú y yo no somos nada es porque tú me has mentido. No me has permitido decidir, tú has decidido por los dos sabiendo lo mucho que te amo y no se me hace justo. Si tú me hubieras dicho la verdad, yo hubiera estado, así como lo estoy ahora contigo durante todo el tiempo en el que tú has luchado sola. Esta vez soy yo quien decidirá por los dos, me quedo aquí y esa es mi última palabra. — le informo y a pesar de que por dentro me muero por abrazarla, por besarla, por hablar con ella y saberlo todo, debo mantenerme firme. Sé que en el fondo todo esto le hace bien. Sé que me sigue amando y no voy a dejar que ni su enfermedad ni ella nos alejen nuevamente, me aferrare hasta el último instante a la posibilidad de tener un futuro juntos.