Un mes después: 1 de febrero
Estuve un mes alejado de absolutamente todo en la casa de playa de mis padres en Key West. Necesite alejarme de la vorágine que representaba Miami y la tentación de ir a buscarla a casa de sus padres y suplicarle una vez más que nos diera otra oportunidad. Ha sido un mes alejado de todo y de todos, un tiempo a solas conmigo mismo y largas horas escribiendo canciones intentando sacar todo este dolor de adentro mío, pero no era suficiente. No pude evitar pasar algunas noches aferrado a la barra de un solitario bar y beber hasta que no quedara ni el más mínimo rastro de dolor que hay en mi interior. Esto tampoco funciono demasiado, al despertar tan solo me había quedado dormido de la manera más incómoda con mi cabeza apoyada en la barra y con una mesera que me miraba con pena. Repetí esa escena durante varias noches y ella se volvió cómplice de mi depresión, de mi rabia, de mis reclamos, pero sobre todo se volvió una especie de amiga. Una amiga que hoy me acompaña a Miami.
—Dylan, ¿de verdad quieres que te acompañe? — me pregunta interrumpiendo el tren de mis pensamientos.
—Por favor Carolina, no poder evitar hacer una patética escena si la veo, ayúdame por favor. — le pido y ella respira profundo.
—¿Si sabes que aunque yo este contigo, eso no evitara que sigas muriéndote por ella? ¿no? — me pregunta y asiento.
—Lo sé, pero te pido que cuando esté a punto de cometer una estupidez tú me detengas. Además, no te quejes tanto que tal vez conocerás a algún otro famoso que podamos cruzarnos en las oficinas de la disquera— le digo forzando una sonrisa.
—Eso sí. — dice con bastante ánimo y al menos sé que de alguna manera puedo hacer que pase un momento agradable a pesar de todo.
La miro por un instante y sigo sin comprender como es que entre ella y yo no ha sucedido nada más que una simple amistad. En otro momento de mi vida no hubiera dudado ni un solo instante en besarla y proponerle pasar la noche juntos, es preciosa, rubia de cabello largo, ojos verdes, delgada y con unas curvas que invitan a una noche de locura, pero no.… mi cabeza, mi corazón, y mi cuerpo siguen con ella…con Tania.
—Creo que ya hemos llegado. — irrumpe cuando el GPS del auto me indica que nuestro destino está a la mano derecha.
Entro el auto al garaje del edificio, estaciono y una vez que apago el motor, la miro—vamos. — le indico y abrimos las puertas para bajar del auto.
Caminamos por el garaje y no puedo dejar de pensar en que ya se acerca la hora hora de encontrarme nuevamente con ella —por aquí. — le digo a Caro y la hago entrar a el edificio donde tengo que reunirme con la disquera para firmar mi primer contrato importante.
Sin premeditación sujeto su mano y camino con ella hasta la oficina donde nos están esperando —Estoy temblando... allí esta Sebastian Yatra.— me dice cuando lo ve al final del pasillo antes de entrar y rio.
—¿Y cuándo me conociste a mí no te ha sucedido nada? Que mal me siento. — bromeo.
—¡No, no quise decir eso! — se defiende sin parar de reír y cuando menos me doy cuenta me abraza intentando solucionar la situación.
—Es broma Caro. — digo y le regreso el abrazo.
No llevamos mucho tiempo así, pero al parecer ha sido el suficiente para que Tania nos viera. —Estaba por llamarte. — me dice y me quedo impactado al verla.
Esta demasiado delgada, sus ojeras son muy notables, y apenas puede mirarme. —Perdón, se me hizo tarde… Caro, te presento a Tania, mi representante con la disquera…. Tania, te presento a Carolina, una amiga. — digo presentandolas indiferentemente y sujeto la mano de Carolina. —Ven, vamos que te presento al resto de quienes trabajan conmigo aquí— le digo aguantándome las ganas de preguntarle a Tania que es lo que le sucede. «Ella me pidió que la dejara en paz y es precisamente eso lo que pienso hacer.»
—Dylan, espera. — me detiene Carolina.
—¿Qué? — pregunto mirándola e intentando hacer de cuenta que no ha sucedido nada.
—Ella no está como me la has mostrado en las fotos, ¿Qué le sucede? ¿Está enferma? — comenta haciendo que el tiempo parezca haberse detenido en este preciso instante. —Dylan, ¿te encuentras bien? — me pregunta pasando su mano por enfrente de mi rostro.
Quiero responderle, pero Tania entra por la puerta y nos mira —Dylan, vamos, no te esperaran toda la vida. — me regaña y abre la otra puerta que lleva a la sala de juntas como si nada estuviera sucediendo aquí.
«¿Y si Carolina tiene razón? ¿Y si Tania está enferma?»
—Sí, ya voy. — Digo intentando espantar los fantasmas que me rodean y pongo mi mejor cara para entrar a esa sala de juntas y cumplir otro de mis sueños.