No obstante, por alguna inexplicable razón, sus propias palabras le sonaban falsas. Trató de excitar su furia contra el Duque, recordando las tonterías y las crueldades de Lady Wantage. Trató de recordar cómo lo había detestado cuando, años antes, habló en una forma tan despreciativa acerca de ella. Pero el fuego había desaparecido y sólo lograba sentir un extraño, pero positivo interés en el Duque , que no tenía nada que ver con los idilios o las indiscreciones que él hubiera podido cometer en el pasado. No pudo menos que recordar el gran entusiasmo con el que el señor Arthur Balfour había hablado de él y, durante el resto del día, la voz del Duque, que le había hablado del amor, resonó en sus oídos. «¡Estoy loca!» se reprochó en silencio. «¡Es un hombre y todos los hombres son despre