En la mañana siguiente:
Aurelia no había podido dormir en lo que restaba de la noche, porque su mente se encargó de darle vueltas y vueltas al asunto del por qué no pudo entrar en la mente de esa joven, y lo peor de todo, es que su orgullo le iba a impedir buscar ayuda; por lo tanto, la rubia estaba decidida a buscar la respuesta ella misma. Es por ese motivo que, cuando despertó lo primero que pensó fue ir a la habitación de esa pelinegra, pero en el instante que abrió la puerta, se llevó la sorpresa que Tyr estaba del otro lado, al parecer estaba a punto de tocar. La joven se sorprendió un poco, pero no lo demostró diciendo:
—¿Qué haces aquí? —pregunta Aurelia fingiendo que no le sorprendía verlo.
—Vine a ver como estabas —dice Tyr entrando a la habitación, ocasionando que Aurelia retrocediera los pasos que el elfo daba —, me enteré que los gemelos trajeron a una joven extraña. No lo sé, no me da buena espina. Quise ver si estabas a salvo, como bien sabes mi trabajo es protegerte.
Cuando Aurelia escucha eso, comienza a reírse con ironía de una forma un tanto forzada.
—¿Tu?, ese no es tu deber, y lo sabes perfectamente… ese es trabajo de mis hermanos. Para eso vinieron a este mundo… —comenta Aurelia acercándose lentamente hacia Tyr con una sonrisa algo seductora —Mira… ya tenemos el mismo tamaño, y mi edad concuerda con la tuya, físicamente hablando, por supuesto —comenta Aurelia mientras coloca sus brazos sobre el cuello del elfo que, de inmediato se aleja dos pasos de la joven, soltándose de su agarre de una manera decente.
—¿Y eso que?, princesa. ¿Todavía continúa con eso?
—¿Con… eso? ¡Ja! ¿Recuerdas la promesa que te hice cuando era una niña?
—No, la olvidé.
Aurelia sonríe, mientras se cruza de brazos.
—Tyr… —murmura Aurelia acercándose lentamente al elfo, para acariciarle el rostro con la punta de su dedo índice —¿Te atreves a mentirle a una diosa?, ¿no te basta con rechazarme?, se que lo recuerdas todo… puedo ver en tus pensamientos, ¿acaso se te olvidó?
—¡Oh! Por un instante olvidé que eres la diosa de la luna, es que a veces creo que solo eres una princesa la cual durante todos estos años ha crecido en gracia belleza y narcisismo. Axel y Meridia te han mimado demasiado… sin embargo, le prometí a tu madre que te protegería, y a Axel también. Si no fuera por eso, desde hace mucho me hubiese ido. Tu egocentrismo es irritante—confiesa Tyr, mirando de pies a cabeza a Aurelia.
La rubia al escuchar esas palabras, abre sus ojos a mas no poder, y como primera reacción, lo que hace es alzar su mano para pretender darle una bofetada a Tyr, porque sintió que le faltó el respeto, sin embargo, él le sujeta la mano para impedírselo.
—¿Cómo te atreves a hablarme así? ¿Cómo puedes decir que se te olvida que soy la diosa por mi narcisismo?, ¿acaso está mal sentirme orgullosa de lo que soy?
—No está mal que te sientas orgullosa de lo que eres, es solo que la forma en la que lo demuestras no es la correcta. Además, ¿Hoy irás a encontrarte con licántropos? ¿Quién será tu víctima hoy? —pregunta Tyr al instante que Aurelia forma una pequeña sonrisa en sus labios diciendo:
—¡Oh!, ya comprendo… es eso —admite sin dejar de reírse, mientras se acerca a él —¿estas celoso, Elfo? —susurra Aurelia cerca del oído de Tyr, sujetándolo para que se acercara más a ella.
Herrero se aleja de la hermosa muchacha, pero Aurelia le sujeta el brazo para que no se vaya, usando la fuerza necesaria para empujar a Tyr directo a la cama. El rubio rebota un poco, mientras Aurelia gatea hacia él colocándose encima de su cuerpo, entre tanto la diosa sonríe viendo los labios del elfo, al mismo tiempo que le sujeta ambas manos y así puede aprisionarlo más. En ese instante Herrero no puede evitar desviar sus ojos hacia los labios de la rubia, ya que él no era ciego y por supuesto que reconocía la belleza de la diosa que, en el fondo de su ser él no se sentía digno, porque ¿Quién era él?, si, era un hijo de los primeros fundadores, pero eso no significaba nada si lo ponían al lado de la diosa luna, y lo peor de todo, es que no podía ni siquiera pensarlo, o decirlo en voz alta porque Aurelia se daría cuenta, y su orgullo jamás iba a permitir que la rubia descubriera sus más profundos pensamientos de inferioridad, tan ocultos que ni siquiera los dioses podían verlos.
—No estoy celoso… ahora suéltame y bájate de encima. Si alguien llega a entrar y nos ven de esta forma, pensarán mal.
—¿Qué pensarán? ¿Qué estoy sometiéndote? —pregunta Aurelia acercándose mas a él, mientras Tyr voltea su rostro hacia otro lugar para no ver a la joven.
—Eso, y que estamos unidos de una forma indebida. Comprendo que eres más fuerte por muchas razones, pero deberías comportarte, Aurelia. O de lo contrario le diré a Axel lo que has estado haciendo en secreto de él… ya fue suficiente. Detesto ver cuando te vas a esas ridículas citas con esos licántropos, además ¿por qué licántropos?
Aurelia vuelve a sonreír, mirando sin pestañear el hermoso rostro de Tyr.
—Si me ruegas directamente que no deseas que tenga mas citas, lo haré de inmediato.
—¿Qué? ¿Quieres que te ruegue?
Aurelia asiente con la cabeza.
—Solo hazlo… —pide la rubia con una pequeña sonrisa, viendo como Tyr suspiraba con cansancio.
—Te ruego que no tengas más citas…
Al escuchar esas palabras, la diosa luna sonríe complacida.
—Está bien ya que me estás rogando y tus celos no los puedes controlar, no tendré más citas. Ya no te seré más infiel, amorcito —dice Aurelia, dándole un beso rápido en la punta de la nariz a Tyr —Vamos, ya es hora de desayunar —agrega la joven levantándose de encima del elfo, para salir de la habitación.
Tyr se mantiene en la cama por un instante viendo el techo, sintiendo como su corazón latía con fuerza, pero luego suspiró levantándose de la cama como si nada hubiese pasado, y con un rostro serio salió de la habitación, viendo como Aurelia estaba en el pasillo con su mano extendida esperando que él la sostuviera, pero lo que hizo Herrero fue ignorarla caminando delante de ella diciendo:
—Ya deja de jugar, princesa… —dice Tyr mientras Aurelia lo que hace es esbozar una sonrisa pensando:
«Tan lindo mi esposo, no admite que está celoso y además nervioso. Al menos ya estamos avanzando, que emoción» piensa Aurelia, olvidándose por completo de Miranda y su plan para descubrir quién era.
—Amor, espérame… no camines tan rápido —dice la rubia alcanzando a Tyr para caminar a su lado.
Minutos más tarde
En el pasado, el área del comedor tenía una enorme mesa rectangular donde el jefe alfa de la familia se sentaba a la cabeza, su esposa al lado derecho, el primogénito al lado izquierdo, y el resto de los familiares iban a cada extremo sin un orden en específico; pero desde que Axel decidió mudarse en la mansión Wolfgang con su extensa manada propia, él decidió cambiar esa mesa que le traía malos recuerdos, para sustituirla por una mesa redonda en donde no existían categorías ni estatus, y todos podían sentarse donde desearan, sumando el hecho que les permitía tener mas espacio para colocar la comida que era muy importante para la enorme familia de trece.
En ese instante Axel estaba sentado al lado de Meridia mientras sus hijos iban llegando de a poco. Los primeros mellizos en llegar fueron: Diego y Benjamín, ellos eran los que le seguían a Aurelia, ambos tenían dieciocho años, después apareció Sofia y junto con Alana eran las menores con trece años casi catorce. Detrás de ellos venía Brandon acompañado de Lucy, los dos tenían quince años, después Mathew con su melliza Luna, ellos tenían dieciséis, y por último Mary con Estrella, ambas de diecisiete años. Posteriormente aparecieron los gemelos Leo y Bruno junto con “Eli” quien veía todo con expectativa, y por último llegó Aurelia con Tyr y Dolly que, vivía con la familia desde hace años. Cuando todos estaban reunidos Meridia sonrió con alegría porque ya toda la familia estaba reunida.
—Me alegra que todos mis niños están juntos en la mesa —dice Meridia viendo principalmente a los gemelos, quienes eran los que habían estado ausentes por un par de meses.
—Si, sujétense las manos, su madre hará las plegarias —ordena Axel mientras todos se sujetan las manos, y Leo que estaba al lado de Eli le susurra:
—Es tradición hacer una oración a los dioses antes de comer… —susurra Leo mientras Aurelia mira a la joven con molestia, y Axel simplemente espera a que la extraña se amolde.
«¿Plegarias a cuales dioses?, pero si ellos son dioses… no entiendo» piensa Miranda sintiéndose algo confundida, viendo específicamente a Axel y Meridia.
A su vez, Axel no tenía prisa por descubrir quién era la joven que sus hijos trajeron a sus dominios, es por eso que ni siquiera había preguntado demasiado acerca de ella desde anoche que la vio, principalmente porque Axel no se sentía intimidado, y tampoco se enfocaba mucho en buscar algo malo en esa jovencita bajita y escueta que no parecía matar ni siquiera una mosca. Sin embargo, tanto él como Meridia si podían darse cuenta que Leo estaba muy pegado a ella, eso sin duda alguna le llamó mucho la atención al pelilargo cuando dijo:
—¡Mi muchacho ya está enamorado!, míralo ahí pegado a la mestiza extraña. ¿Ya follaron? —pregunta Axel con mucha intriga, mientras Meridia mas sorprendida que nunca exclama diciendo:
—¡Axel! ¡Deja a Leito en paz!, él todavía sigue siendo puro. Lo puedo sentir —comenta la rubia porque todavía lograba percibir como su gemelo continuaba siendo el mismo de siempre, en eso Benjamín, quien era uno de los mellizos comienza a reírse diciendo:
—¡Si Leo llega a follar el primero en enterarme seré yo! ¿Cierto, Leo?
—¿Pero que le ocurre a este? —exclama Bruno cogiendo un pedazo de pan para lanzárselo a Benjamín directo en su cara —¡Yo estaré ahí cuando eso ocurra!, ¡Filmaré todo si es necesario! obviamente que yo seré el primero en saberlo, y la segunda, será la acosadora de Leo, quiero decir… ¿Cómo es que se llama esa mujer intensa? ¿Recuerdas su nombre, Dolly?, creo que tú la conoces… —pregunta Bruno guiñándole un ojo a la joven que revoloteó sus ojos con molestia.
—Deja de decir tonterías —dice Dolly desviando su mirada hacia otro lugar con una expresión de fastidio en su rostro.
—Cuando ocurra nadie se enterará, lo mantendré en secreto, todos son unos entrometidos. Por eso Aurelia no le cuenta a nadie sobre sus citas —dice Leo con toda la intensión que todos los sepan, pero finge que hace aquella confesión de forma inocente, con la única intención de desviar su atención de él.
Axel de inmediato deja de sonreír para ver directo a su hija, ya que él no estaba al tanto de eso, y aunque Aurelia tenía veintiún años, mientras estuviera en su manada, la joven continuaba estando bajo su dominio y no podía hacer lo que deseara. Además, el pelilargo protegía más de la cuenta a todas sus hembras y las mimaba sin disimulo alguno, tanto que los varones se podían dar cuenta de la obvia preferencia que tenía su padre con respecto a ellos.
—¿Qué? ¿Es cierto eso? ¡Desde cuando tienes citas y yo ahora es que me entero! ¡Yo te dije que te ibas a casar si acaso a los treinta años! —pregunta y exclama Axel con molestia, al instante que Meridia la cual estaba al tanto de las citas de su hija, carraspea la garganta exclamando:
—¡Bueno, bueno, ya! Todos tómense de las manos, vamos a rezar a los dioses por los alimentos —vocifera la madre cerrando sus ojos —Dios Frey y dioses del universo, gracias por estos alimentos y por bendecirnos con toda la familia aquí reunida en esta mañana, espero que nuestra nueva invitada le gusten estos alimentos y que no haya desorden. Además, dioses, te pido que le recuerdes a mis hijos que yo puedo ver todo, y sé que Diego y Mathew no fueron a la escuela ayer, perdónalos y que no lo vuelvan hacer porque de lo contrario le pediré al dios Helios que los castigue personalmente, gracias.
Al terminar esa oración, Meridia ve como el par de jóvenes se encogieron de hombros, y al instante Diego dice:
—¡Mamá, yo te lo puedo explicar!
—No tienes que explicarme nada, amor… como le dije a los dioses, yo lo sé todo… —comenta Meridia viendo en esta ocasión a Miranda con una sonrisa, logrando que la chica palideciera dos tonos porque sintió mucho temor.
Sin embargo, por el momento, lo único que sabía Meridia era que esa chica había caído del cielo, pero no sabía de donde había venido. Y ahora sin que Miranda lo supiera, las dos lunas le tenían el ojo puesto, logrando que eso la asustara mas que el mismo Helios.
«Matarlos me llevará tiempo, primero me ganaré su confianza» piensa Miranda desviando su mirada hacia ese alimento extraño que debía ingerir.